Orfeo negro
2,359
Drama. Romance
Ambientación del mito griego en el carnaval de Río de Janeiro. La bella Eurídice visita la ciudad brasileña en vísperas de su famoso carnaval, invitada por una prima que vive en los arrabales. Hasta allí llega en un tranvía cuyo conductor, un guitarrista llamado Orfeo, queda prendado de sus encantos. Sin embargo su relación se verá empañada por las sospechas de su celosa novia. (FILMAFFINITY)
16 de septiembre de 2006
22 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Debería existir la posibilidad de realizar viajes a través del tiempo en la vida real.
Debería existir la posibilidad de hacerse un flashback y regresar a un instante preciso.
Debería existir la posibilidad de cambiar nuestro presente en forma de modificar la historia… de galardones de festivales y premios no tan ilustres.
Porque películas “Orfeo negro” creo que han sido creadas y galardonadas para que en el caso que alguna persona consiga viajar unas cuantas décadas atrás, olvide evitar cualquier atentado político, etc. y lo primero que haga sea subirse a un escenario y patear el culo a Marcel Camus, al jurado y académicos que premiaron este confirmado, ratificado y universal bluff.
Que esta película posea el oscar a la mejor película extranjera y la palma de oro me hace temblar. ¡Qué vergüenza! ¡Qué indescriptible bochorno! En su momento puede que el colorido y esa samba sudosa llamasen la atención como lo hizo la lambada. Pero, ¿qué es ahora y quién recuerda el baile prohibido de la risa? ¿Qué es ahora “Orfeo negro”? Creo poseer la respuesta: una demostración de interpretaciones mediocres, momentos cutres y patéticos atenuados por una indescriptible y ridícula versión del mito griego. Un culebrón realizado con dos duros le da mil vueltas a esta patraña mitificada.
Debería existir la posibilidad de hacerse un flashback y regresar a un instante preciso.
Debería existir la posibilidad de cambiar nuestro presente en forma de modificar la historia… de galardones de festivales y premios no tan ilustres.
Porque películas “Orfeo negro” creo que han sido creadas y galardonadas para que en el caso que alguna persona consiga viajar unas cuantas décadas atrás, olvide evitar cualquier atentado político, etc. y lo primero que haga sea subirse a un escenario y patear el culo a Marcel Camus, al jurado y académicos que premiaron este confirmado, ratificado y universal bluff.
Que esta película posea el oscar a la mejor película extranjera y la palma de oro me hace temblar. ¡Qué vergüenza! ¡Qué indescriptible bochorno! En su momento puede que el colorido y esa samba sudosa llamasen la atención como lo hizo la lambada. Pero, ¿qué es ahora y quién recuerda el baile prohibido de la risa? ¿Qué es ahora “Orfeo negro”? Creo poseer la respuesta: una demostración de interpretaciones mediocres, momentos cutres y patéticos atenuados por una indescriptible y ridícula versión del mito griego. Un culebrón realizado con dos duros le da mil vueltas a esta patraña mitificada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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31 de julio de 2012
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mito de Orfeo y Eurídice vuelve de las leyendas de la antigua Grecia hasta el Brasil de los años 50 en tiempo de carnavales. Marcel Camus adapta la clásica historia (no directamente si no a través de una obra de teatro que ya tuvo esta misma idea) con unos personajes que tienen los mismos nombres que los originales y que se enamoran igual que en el antiquísimo mito, pero claro, adaptado a los tiempos modernos, y Orfeo, utiliza una guitarra en lugar de su lira pasada de moda. Pero claro está que el contexto de una humanidad remota en la que dioses, musas, héroes y animales fantásticos conviven marcando la historia ofrece mucha más flexibilidad que la realidad y es por ello, que la adaptación, aunque logra salvar muchos escollos de manera brillante, termina o por traicionar al clásico, o por hacerse simplemente inverosímil y aunque hay un claro intento de respetar las diversas vicisitudes de la leyenda, la verdad es que algunas se encajan con dificultad en un escenario moderno. Esto hace también que los personajes sean bastante limitados que sólo se afanen por su amor sin desplegar otra faceta de su personalidad, pero claro, es lo que se espera de Orfeo y de Eurídice.
En su época la película fue una auténtica revolución, ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 1959 y del Globo de Oro y el Oscar a la mejor película extranjera en 1960 puso de moda en todo el mundo un estilo de música hoy de sobra conocido pero antaño restringido a las fronteras de Brasil como la samba y la Bossa Nova. Lo que en el año 59 pudiera ser un ‘boom’ musical y una revelación al mundo de otros ritmos, hoy resulta algo repetitivo, ‘cansino’, porque el director decide abusar de la samba a lo largo de la película, llevando la trama a la época del carnaval, cuando la poderosa música tribal suena a todas horas en todas partes, lo que puede llegar a ser bastante perjudicial para el desarrollo del filme, sobre todo, a vista de un espectador actual.
Lo mismo ocurre con muchos de elementos que utiliza el director… Tal vez en aquella época no fueran tópicos, pero hoy lo son… los brasileños que aparecen en la película son alegres, cantarines, se pasan el día riendo y bailando (nada de trabajar), visten ropas apretadas y escotes generosos, no dudan en ser infieles y como no, juegan al fútbol. La forma de ver a la sociedad brasileña del guión es desde luego demasiado estrecha y al espectador, le hace fruncir el ceño.
Lo que si no puedo dejar de reconocerle a la película es un gran tratamiento de la fotografía. Escenas como la bajada al inframundo se recrean con una increíble escalera de caracol que baja hasta un rojizo sótano. El ambiente fantasmagórico del despacho de desaparecidos de la Policía con montañas de papeles desordenados es sobrecogedor, al igual que la buena percepción para recoger escenas como ritos ocultistas o la propia festividad del carnaval y en estos momentos la cámara sabe moverse y enfocar, y la escenografía resulta realmente efectiva, pero esto sólo, es demasiado poco bagaje.
http://palomitasconchoco.wordpress.com
En su época la película fue una auténtica revolución, ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 1959 y del Globo de Oro y el Oscar a la mejor película extranjera en 1960 puso de moda en todo el mundo un estilo de música hoy de sobra conocido pero antaño restringido a las fronteras de Brasil como la samba y la Bossa Nova. Lo que en el año 59 pudiera ser un ‘boom’ musical y una revelación al mundo de otros ritmos, hoy resulta algo repetitivo, ‘cansino’, porque el director decide abusar de la samba a lo largo de la película, llevando la trama a la época del carnaval, cuando la poderosa música tribal suena a todas horas en todas partes, lo que puede llegar a ser bastante perjudicial para el desarrollo del filme, sobre todo, a vista de un espectador actual.
Lo mismo ocurre con muchos de elementos que utiliza el director… Tal vez en aquella época no fueran tópicos, pero hoy lo son… los brasileños que aparecen en la película son alegres, cantarines, se pasan el día riendo y bailando (nada de trabajar), visten ropas apretadas y escotes generosos, no dudan en ser infieles y como no, juegan al fútbol. La forma de ver a la sociedad brasileña del guión es desde luego demasiado estrecha y al espectador, le hace fruncir el ceño.
Lo que si no puedo dejar de reconocerle a la película es un gran tratamiento de la fotografía. Escenas como la bajada al inframundo se recrean con una increíble escalera de caracol que baja hasta un rojizo sótano. El ambiente fantasmagórico del despacho de desaparecidos de la Policía con montañas de papeles desordenados es sobrecogedor, al igual que la buena percepción para recoger escenas como ritos ocultistas o la propia festividad del carnaval y en estos momentos la cámara sabe moverse y enfocar, y la escenografía resulta realmente efectiva, pero esto sólo, es demasiado poco bagaje.
http://palomitasconchoco.wordpress.com
25 de agosto de 2021
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para empezar, no sé por qué la película se titula “Orfeo Negro”, y no simplemente “Orfeo”. Es obvio que Orfeo es un muchacho de raza negra que conduce su tranvía, toca su guitarra y baila en los carnavales de Río con la alegría del trópico, pero esto no tiene nada de particular, nada de racial, a no ser que nos quieran vender la moto -que tampoco parece- de que los de su raza son unos tarambainas de mucho cuidado. Es por eso que lo de “Orfeo Negro” suena tan bobo, y tan redundante, como “Barton Fink blanco”, o “Los siete samuráis amarillos”. Una gilipollez.
Tengo que confesar, de todos modos, que quizá haya una explicación racional para esto, una que sucede más allá del minuto 41 de metraje, que es cuando he dicho basta y me he puesto a mirar por la ventanilla del tren, más pendiente del paisaje montañoso coronado por los molinos. Me pregunto si al final había otro Orfeo en la película, uno blanco, que rivaliza con nuestro muchacho en la conquista de las mujeres. O si remarcan lo de negro en contraste con el griego de la mitología, enamorado de Eurídice, que todos suponemos blanco jónico, o dórico, o corintio. Me pregunto, también, ya desentendido de la película, qué hubiera hecho Don Quijote por estas tierras de León, en el siglo XXI, enfrentando a estos molinos que no son gigantes, sino el mismísimo Galactus multiplicado por mil, que vino de otra galaxia a renegociar las energías.
A “Orfeo Negro”, como a tantas otras películas, he venido engañado por la publicidad. Me decían que esto era una película, pero no lo es: es un documental enmascarado de la vida en las favelas, pobretona pero alegre, antes de que la droga lo invadiera todo y Zé Pequeno viniera a poner orden con su pistola. También me dijeron que aquí estaba el origen de la bossa nova, casi retransmitido en directo, con Vinicius de Moraes y tal, pero aquí, hasta el minuto 41 sólo había sonado “Tristeza” y tampoco en su totalidad. Un rollo. Y una envidia, el tal Orfeo, que las vuelve locas a todas con su baile de pies , y su sonrisa de Pelé.
https://www.cinepasaje.es/
Tengo que confesar, de todos modos, que quizá haya una explicación racional para esto, una que sucede más allá del minuto 41 de metraje, que es cuando he dicho basta y me he puesto a mirar por la ventanilla del tren, más pendiente del paisaje montañoso coronado por los molinos. Me pregunto si al final había otro Orfeo en la película, uno blanco, que rivaliza con nuestro muchacho en la conquista de las mujeres. O si remarcan lo de negro en contraste con el griego de la mitología, enamorado de Eurídice, que todos suponemos blanco jónico, o dórico, o corintio. Me pregunto, también, ya desentendido de la película, qué hubiera hecho Don Quijote por estas tierras de León, en el siglo XXI, enfrentando a estos molinos que no son gigantes, sino el mismísimo Galactus multiplicado por mil, que vino de otra galaxia a renegociar las energías.
A “Orfeo Negro”, como a tantas otras películas, he venido engañado por la publicidad. Me decían que esto era una película, pero no lo es: es un documental enmascarado de la vida en las favelas, pobretona pero alegre, antes de que la droga lo invadiera todo y Zé Pequeno viniera a poner orden con su pistola. También me dijeron que aquí estaba el origen de la bossa nova, casi retransmitido en directo, con Vinicius de Moraes y tal, pero aquí, hasta el minuto 41 sólo había sonado “Tristeza” y tampoco en su totalidad. Un rollo. Y una envidia, el tal Orfeo, que las vuelve locas a todas con su baile de pies , y su sonrisa de Pelé.
https://www.cinepasaje.es/
9 de febrero de 2023
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es un cuasi documental sobre cómo se vive el carnaval de Río, una suerte de locura en la que se inmersionan los nativos cada año, tras un duro trabajo. Se puede llegar a ver, pero no entender, cómo es la vida del brasileiro, en esa tierra verde amazónica sembrada de descendientes de esclavos africanos llevados allí por los portugueses. La magia creó una sociedad unida por el baile, la música y la alegría, sin importar cuán cruel es la pobreza que nos barniza. La tragedia de “el padre de los cantos” es una excusa para decirnos que ayer es hoy, y hoy será mañana. Nada cambia, ni los mitos ni las leyendas. Aquellos cuentos ancestrales, ¿de dónde vinieron? ¿Quién quiso dejar para la posteridad la enseñanza de lo que es la vida en sí?
No tenía grandes expectativas con la película, el experimento de Camus. Las imágenes son exóticas, pero la historia absurda. Cuadrar Grecia con Brasil en carnaval es, cuanto menos, arriesgado. Mil perdones por no disfrutar de la película.
No tenía grandes expectativas con la película, el experimento de Camus. Las imágenes son exóticas, pero la historia absurda. Cuadrar Grecia con Brasil en carnaval es, cuanto menos, arriesgado. Mil perdones por no disfrutar de la película.
22 de febrero de 2009
9 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
92/37(21/02/09) Menudo fiasco me he llevado al ver esta telenovela de 100 minutos, sobrevalorado al máximo, menuda cursilería, con un guión que parece escrito por Forrest Gump, una historia de amor cogida con pinzas, personajes vacíos, únicamente puestos para ser los equivalentes de la historia en la que se basa, si lo que querían era hacer un homenaje a la bossa nova, que hubieran hecho un documental, pero es que lo peor es que la crítica especializada la encumbro como si de "Ciudadano Kane" se tratara, pero es que nos hemos vuelto locos? Me adhiero a la opinión de Maldito Bastardo, Grandine y Tomine, pocas veces un film más flojo llegó tan alto. Recomendable a los que gusten de la bossa nova, abstenerse gente racional. Fuerza y honor!!!
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