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Los paraguas de Cherburgo

Musical. Romance. Drama Geneviève es una joven que vive con su madre y le ayuda en la tienda de paraguas que tienen en Cherburgo. Está enamorada de Guy, un joven mecánico, con el que piensa casarse a pesar de la oposición de su madre, que considera a Geneviève demasiado joven y a Guy demasiado pobre. Para pagar una deuda, la madre se ve obligada a vender un collar a un rico joyero que se enamora de Geneviève desde el primer momento. Mientras tanto, Guy tendrá ... [+]
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Críticas 43
Críticas ordenadas por utilidad
2 de diciembre de 2017
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aún siendo admirador del genuino musical americano, Jacques Demy filmó este musical alejado del clasicismo yanqui, entre otros motivos, porque sería inútil imitarlos (Donen, Minelli, Cukor), lo que no es menos cierto son sus claras influencias. De tal forma, y ahí reside su pervivencia, la originalidad que este maravilloso film nos brinda, y es que no incluye números donde se canta o baila, sino que todo el film es un discurso uniforme e indivisible, más cercano a la ópera que al propio musical ortodoxo. No existe tránsito del diálogo hablado a la música y las canciones y viceversa, todos los personajes se expresan siempre cantando, a través de un recitativo, que se sitúa entre la palabra hablada y el canto propiamente dicho que facilita la escapada al mundo del ensueño, la pesía y la fantasía que debe tener todo musical.

Todo ello contribuye a la sublimación de la vida cotidiana: las relaciones sentimentales entre un pobre mecánico y una joven de familia bien venida a menos a los que el destino les tiene preparado mucho desengaño. La expresión suprema de unas vidas rabiosamente próximas y reconocibles. La trama está dividida en tres actos, como una obra escénica: La partida, la ausencia y el regreso. Su localización es una húmeda y gris Cherburgo al que el director llena de luz y colores pastel, fotografía siempre muy cuidada. La viuda Emery (Anne Vernon), regenta una tienda de paraguas en compañía de su hija Geneviéve (una cautivadora Catherine Deneuve) enamorada de Guy (Nino Castelnuovo) que vive con su madrina enferma, de quien cuida la joven Madelaine (Ellen Farme). Rodada con unos magistrales decorados por su elegante diseño y por las inolvidables melodías archiconocidas de Michael Legrand que forman parte de la historia del cine.

Pese a que el género musical no siempre fue aceptado por todos, incluso algunos lo califican de cursi, quizás por falta de sensibilidad, diría yo, éste film posee la magia de lo onírico, con escenas seductoras por su belleza plástica que Demy filma con una caligrafía de poema visual. Y qué es el cine, sino sueño y fantasía entre otras muchas sensaciones. Imperecedero musical de exigencia creadora, pasión arrebatadora, goza de la cadencia en cada paso y movimiento de sus personajes, obra delicada, sensual, romántica y realista sin dejar de ser fascinante. Todas sus virtudes constituyen una obra maestra del musical que el tiempo le continuará haciendo justicia.
EL ALBATROS
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15 de junio de 2011
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es un clásico del cine musical que hace tan agradable al oido con ese acento frances. Si bien la historia, además de romantica es tambien simple y realista tiene una musicalidad bastante buena. Como detalle he de decir que le sonará a mucha gente el tema principal de la película debido a que fue usado en la serie Futurama.

En ella se nos cuenta la historia de una pareja de enamorados: un chico que vive con su tía y que trabaja en un taller mecánico que se enamora de una bella dependienta de una boutique y viceversa. Ambos planean su futuro, comparten sueños pero estos se verán cortados por la partida del joven.

No es una película romántica ni un pastelón sino un drama que representa la realidad de todos aquellos jóvenes que vieron interrumpidas sus vidas por los servicios militares.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Tom Hagen
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17 de septiembre de 2011
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tres premios en Cannes, incluyendo la Palma de Oro. Cinco nominaciones a los Oscar en dos años diferentes (1964 y 1965). "Los paraguas de Cherburgo" no sólo merecía todos aquellos premios sino que además supone una experiencia inolvidable y difícil de repetir. Jacques Demy, uno de los directores franceses quizá menos conocidos mencionados en círculos cinéfilos (donde Godard, Resnais u otros son los nombres habituales) se atreve a contar una historia a modo de cuento y utilizando exclusivamente canciones para cada situación: no hay diálogos, todo está musicalizado. Incluso el hermoso rostro de la maravillosa Catherine Deneuve parece una composición de algún gran maestro.

La historia nos habla de una mujer (la citada Deneuve) que está enamorada del hombre equivocado. Su madre, dueña de una tienda de paraguas, le organiza una cita con un hombre rico y casi la fuerza a casarse con él. La narración se divide en tres bloques separados con precisión de cirujano, miendo los tiempos para que no duren demasiado y todo funcione como un perfecto engranaje. Y el mérito de todo esto no se queda ahí sino también en la naturalidad con la que interpreta todo su reparto, con la fuerza de la dirección de Demy, que no podría ser más sencilla y directa, pero a la vez notable, y con la soberbia música de Michel Legrand. Comedia y melodrama se dan la mano en una de esas películas que, de bellas, duelen. Y es que ese final va a ser difícil de olvidar. Un peliculón que merece no sólo haber obtenido las nominaciones previamente mencionadas, sino además ser más recordada de lo que es: no es sólo un experimento, es la prueba irrefutable de que la música es un perfecto motor para contar historias. Fabulosa.
Caith_Sith
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27 de septiembre de 2009
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imaginemos un país -llamémosle Cherburgolandia- en el que sus habitantes, cuando van al cine, se extrañaran de que los actores de cierta película recitaran sus diálogos de forma que ellos juzgarían monótona y sin acompañamiento musical alguno. Una película extravagante e irreal, dirían. Y es que el mundo que conocemos, en el fondo, no es más que una interpretación de la realidad cuya validez se sustenta en el número de individuos que comparten sus reglas y convenciones.

Quizá por ello, aunque en un principio choque un poco que todos los diálogos de este musical atípico estén cantados (como si estuviéramos ante una opera), acaba uno acostumbrándose. Este modo de llevar los códigos del musical hasta el extremo acaba resultando, de hecho, más natural que el mundo esquizofrénico en el que se desenvuelven los musicales tradicionales, donde los actores, tras hablar largamente como “gente normal”, se ponen a cantar y a bailar de pronto al son de una música salida de no se sabe donde.

Uno de los puntos sobresalientes de esta película es su estilizado aspecto visual. Destacan los colores primarios (verdes, azules) y las ricas texturas (sobre todo en los papeles pintados) que muchas veces armonizan con el vestuario de los actores. Un “look” que luce bastante realista sin embargo, y se aleja del aspecto artificial y como de cartón-piedra que caracteriza a la mayoría de las películas musicales rodadas en estudio que solía confeccionar Hollywood. Deneuve, jovencísima, está estupenda, y todos los actores cantan sus diálogos con sentimiento y naturalidad, aunque estén doblados por cantantes profesionales cuya técnica de opereta nos remite a los musicales “de toda la vida”. Con todo, una sutil cadencia jazzistica recorre las variaciones de unas melodías que, por lo general, no buscan excesivo protagonismo (salvando el emotivo tema central que suena en la escena de la despedida en la estación, por ejemplo), pues parecen haberse compuesto para adecuarse a su función de soporte y acompañamiento de los diálogos. Y aquí hay que hacer una mención obligada a Michel Legrand, posteriormente captado por el cine americano y que compuso, entre muchas, la inolvidable banda sonora de “Verano del 42”.

En resumen: una original y conseguida película que cuando concluyó me sumió en una tierna melancolía. El amor recorre a veces caminos tortuosos que se interrumpen y vuelven a reanudarse. Pero algo se pierde en el camino y ya no puede recuperarse nunca.
alex
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15 de enero de 2021
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Una canción de amor de casi hora y media? ¿Es posible? Pues sí.

Durante ninguno de los ochenta y ocho minutos de "Los paraguas de Cherburgo" deja de caernos encima un diluvio de melodías, recitativos, diálogos cantados y, por supuesto, canciones, todas bajo el exquisito gusto narrativo y musical de Jacques Demy y Michel Legrand, respectivamente.

Estamos ante algo excepcional, único, una proeza cinematográfica que va un paso más allá del musical al uso y se muestra como una ópera de principio a fin.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cautivo del mal
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