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La reina Cristina de Suecia

Drama. Romance Suecia, siglo XVII. Durante la guerra de los Treinta Años (1618-1648) muere, en la batalla de Lutzen, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Hereda el trono su hija Cristina, que desde la infancia se entrega en cuerpo y alma a los problemas de estado, lo que la lleva a renunciar al matrimonio con el principe Carlos Gustavo, héroe nacional y el pretendiente preferido por todos. Sin embargo, Cristina se enamora profundamente de Don Antonio, ... [+]
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Críticas 27
Críticas ordenadas por utilidad
15 de diciembre de 2009
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Junto a "Ninotchka" y "Margarita Gautier" es la película que más colaboró a mitificar la helada figura de Greta Garbo, quien por cierto aquí ya ríe y sonríe mucho antes de la película de Lubitsch. Y es que este notable melodrama de escaso rigor histórico y aspecto teatral dirigido por el sobrevalorado y parco en filmografía Mamoulian está hecho a la medida de ella, hasta tal punto que no habría película posible de no recorrerla su figura, que aparece yo diría que en más de un 80% de los planos. Habría que añadir, además, que este papel de reina Cristina era casi como una interpretación de sí misma: la daba ocasión para mostrar su ambigüedad sexual, para vestirse como un hombre, para poder decir una frase lapidaria: "Estoy cansada de ser un mito, solo quiero ser una mujer". ¿Y lo fue?. Posiblemente no.
Así pues, una buena película por, para y de la Garbo dónde lo demás es mero acompañamiento a la diva.
kafka
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14 de agosto de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida por el genial Irving Thalberg pero con el control total de Greta Garbo -fue ella quien eligió a Rouben Mamoulian como director- la película narra el reinado de Cristina de Suecia, desde la muerte de su padre Gustavo Adolfo hasta su abdicación en 1654 a los 28 años, centrándose fundamentalmente en su amor por Don Antonio, embajador de la corte del rey Felipe IV, y en las dificultades para separar los asuntos personales de los asuntos de estado. Relato en parte histórico y en parte ficcional, alegato ligeramente feminista con toques de lesbianismo bastante explícitos -la relación con la condesa Ebba-, refleja muy bien las preocupaciones políticas e intelectuales de la reina y su choque frente a la razón de estado. Narración soberbia, basada en un guion brillante –con la colaboración para los diálogos del reputado dramaturgo Samuel Behrman- con una gran factura técnica y estética y con un enorme sentido artístico, en parte gracias a la depurada fotografía de William H. Daniels–qué magníficos primeros planos de la actriz-, la película está llena de elegantes sugerencias y detalles inteligentes con algunas escenas para la historia del cine: toda la escena del dormitorio con el embajador español hasta la mañana siguiente cuando acaricia las paredes y observa todos los objetos tratando de “memorizar la habitación” en la que ha pasado su primera noche de verdadero amor -“perdóname por ser una reina”-, la escena de la soledad de Cristina tras la marcha de Don Antonio o la tensa escena de la abdicación, por no hablar del mítico plano final. Greta Garbo, en la cumbre de su carrera, está excepcional, con una expresividad conmovedora que tanto debía al cine mudo –sin que ello sea menoscabo alguno- en uno de los mejores papeles de su carrera, trasunto de su propia vida y totalmente identificada con el mismo, junto a un chispeante Gilbert Rowland que, pese a las enormes e insalvables dificultades, incomprensibles hoy en día, que tuvo para pasar al cine sonoro, está magnífico –por cierto, otra elección de la actriz por encima de Lawrence Olivier al que consiguió apartar del reparto-. A más de 80 años desde su estreno sigue siendo una incuestionable obra maestra.
Gould
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30 de diciembre de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando la Metro Goldwyn Mayer propuso a Greta Garbo el papel de la Reina Cristina, Louis Mayer pidió el acuerdo de la actriz para escoger al realizador, en un primer momento le dieron a elegir entre Robert Leonard, Edmund Goulding y Ernst Lubitsch, pero los compromisos de unos y otros hicieron que el elegido fuese finalmente Rouben Mamoulian. Señalemos que fue Greta Garbo quien escogió a John Gilbert para el papel de su amante, que en un primer momento había sido pensado para Laurence Olivier, pero para Gilbert que había sido un gran actor en el cine mudo, este fue su último papel en la época del sonoro.

El guión fue confiado a una amiga íntima de la Garbo, Salka Viertel, que escribió un relato que aunque lejos de la verdad histórica, utilizaba la personalidad de la Reina Cristina de Suecia para reflejar sobre todo el mito Garbo, al transformarla como decía la publicidad de la época en la Reina Garbo.

La historia dice que la Reina Cristina era fea, más bien marimacho y con un montón de amantes en su corte, muy lejos por lo tanto de la sensual, femenina, enérgica y apasionada Greta Garbo. Algunos rasgos de su carácter, que conserva el guión, son sin embargo exactos pues la Reina Cristina de Suecia era en efecto una mujer muy atraída por las artes y la filosofía, y además también abdicó. La ficción transforma naturalmente esta abdicación en romántica historia de amor hollywoodense, con la excelente fotografía de William Daniela que ilumina siempre los mejores perfiles de La Divina.

Brillante la puesta en escena de Mamoulian que tenía una gran experiencia en la ópera y en coreografías y que por ejemplo toda la secuencia en la que la Reina va acariciando sensualmente los muebles y los objetos, la rodó con cadencia musical y sirviéndose de un metrónomo, Mamoulian le pidió a la Garbo que se desplazara en la habitación siguiendo ese ritmo preciso hasta echarse en la cama, estrechando la almohada en sus brazos como si se tratara del cuerpo de su amante, magníficas imágenes, sugestivas y audaces para el Hollywood de la época.

Probablemente la mejor película de la Garbo. Un film indispensable.
Juan Marey
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4 de septiembre de 2017
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de abundantes propuestas vitales que los guionistas incorporan con profusión y sutileza entre los lances de acción, las intrigas palaciegas, los requiebros amorosos y las escaramuzas del campo de batalla.
R. Momoulian acepta el reto y las incorpora gustoso con su sello personal mediante una ambientación delicada, un ritmo mesurado, una notable serenidad descriptiva y una ponderada discreción formal a pesar de su contenido elevado.
Todo ello aderezado con un sentido del humor elegante y espontáneo que aligera tensiones, cautiva voluntades y desarbola recelos.

Se trata de una gran película de corte histórico y vocación intemporal, profundamente humana, rica en matices de gran altura cinematográfica y de una brillantez que apunta hacia la credencial de la excelencia.
ABSENTA
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8 de noviembre de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La Metro Goldwin Mayer cuidaba muy bien de sus estrellas, dentro y fuera de la pantalla, y cómo no, la carrera artística estaba diseñada a la medida de cada actriz o actor, en este caso es Greta Garbo en un estupendo papel a su medida, como luego ocurriría con títulos como “Ana Karenina” o “La dama de las camelias”. “La reina Cristina” no es fiel a la Historia, sino una recreación de la misma, siempre he mantenido que para aprender la Historia están los libros, el cine en Hollywood es ficción. Por otra parte es muy conocida la ambigüedad sexual del personaje que en este film es tratado con un delicado pudor.

Lo que más admiro de Cristina es su carácter: “Fama, gloria, banderas y trompetas… ¿Qué hay detrás de esas altisonantes palabras? Duelo y destrucción; laureles para los mutilados. Quiero que mi pueblo conozca la felicidad. Quiero cultivar las artes de la paz; el arte de la vida. Quiero la paz y viviremos en paz”. Cristina gran lectora y humanista, antepone otras razones para vivir a la guerra: el amor y la sabiduría. Cristina lo plantea en la Universidad de Upsalá ante sus súbditos, a propósito de los libros censurados por propagar ideas nocivas.

La fascinante androginia de la reina, que pocas actrices posteriores han conseguido traslucir con tal fuerza en la pantalla, resulta uno de los aspectos más atractivos de la obra. Greta Garbo “La divina” en sus momentos más álgidos, la apasionada historia de amor con el caballero español enviado por Felipe IV, Don Antonio Conde de Pimentel (John Gilbert), la pasión vence a la razón, los sentimientos a las ideas, también la mujer al mito. La película se mueve entre el drama y la comedia, malentendidos y duelos con un marcado “look” de la Metro, la elegancia del académico Rouben Mamoulian en la dirección, con una ambientación muy cuidada, estupenda fotografía y buenos secundarios.

Había vencido la a la barrera del cine mudo, imponiendo con éxito su acento sueco sibilante y grave al público. La misteriosa Garbo se retiró unos años más tarde de los platós para nunca volver, ni siquiera en 1954 cuando la Academia le otorgó un Oscar honorario a su carrera (nunca fue nominada), se acercó a recogerlo. Otro icono para la historia del cine.
Antonio Morales
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