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El fantasma va al oeste

Fantástico. Comedia. Terror La familia de un hombre de negocios lo convence para que compre un antiguo castillo en Escocia, lo desmonte pieza por pieza, lo traslade en barco hasta América y allí lo reconstruya de nuevo. Pero con el castillo viajará también un centenario fantasma que ha aterrorizado durante siglos a sus propietarios. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
29 de diciembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Comedia disparatada, extravagante y gamberra que hunde su voluntad en una divertida parodia que comienza entre los recios muros y los esquinados pasillos de un vestusto castillo escocés en pleno siglo XVIII.
Curiosas peripecias, anécdotas ingeniosas y graciosas ocurrencias son presentadas con gran sentido del humor y con una estimable dosis de desenvoltura.
Su pulso equilibrado, su habilidad narrativa y una exquisita caracterización de los personajes proporcionan elegancia formal e interesantes juegos de cámara que aportan viveza y sentido del ritmo.
Sin desperdicio.
ABSENTA
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22 de junio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
The ghost goes west (El fantasma va al oeste) (1936). Es una película de René Clair, cineasta, ensayista, escritor, guionista, colaborador de publicaciones, innovador en el tratamiento de la imagen, un gran director de quien Berlanga le tomó como un referente en la forma de entender el cine. La influencia del cineasta francés fue multidireccional, citando entre sus grandes obras Entreacto (1924), Bajo los techos de París (1930) o su pictórico film Fiestas galantes (1965).

Entre singulares tartanes escoceses el realizador nos muestra a dos clanes enfrentados: los Glorieu y los McLaggen por un tema de honor. El patriarca de los Glorieu (Morton Selten), no verá su final hasta ver a su hijo involucrado en la guerra, al parecer honor y orgullo es lo que impera entre clanes. El patriarca de los McLaggen (Hay Petrie), anuncia al clan de los Glorieu su disposición a luchar por Escocia, acusándolos de cobardes, lo que supone una afrenta que el joven Murdoch Glourie (Robert Donat),reclamado ante la presencia de su padre, deberá solventar para salvar el honor de su clan.

La realidad nos muestra en el mismo campo de batalla que la debilidad del joven Murdoch por el amor al sexo opuesto no se le puede resistir ante cualquier otro tipo de premura, haciendo que durante el amoroso incidente con una bella Pastora (Patricia Hilliard) y como consecuencia además de un irresponsable descuido, sea descubierto indefenso por los McLaggen, finalizando el entuerto en el peor de los incidentes posibles, por lo cual, su alma, después de una seria conversación con su etéreo espíritu paterno, quede condenada a vagar por el limbo del tiempo hasta que el honor de los Glorieu sea debidamente restituido.

Rozando lo esperpéntico, René Clair soluciona un tema comercial con el traslado del gigantesco castillo de los Glourie a América, y el caprichoso objetivo de convertirlo en reclamo para sus respectivos negocios a lo que muestra su total desacuerdo el ancestral fantasma. Instalados en el siglo XX, acreedores, proveedores, mantenimiento y personal, obliga a Donald Glourie (Robert Donat) que no pasa precisamente por su mejor momento, a vender el castillo a la interesada compradora Peggy Martin (Jean Parker) mediadora de uno de los dos excéntricos empresarios americanos: el orondo Joe Martin (Eugene Pallette), el otro es el oportunista y revanchista Ed L. Bigelow (Ralph Bunker).

Durante el viaje se asiste a una serie de acontecimientos que recuerdan una cuenta de honor pendiente entre clanes obligando a cualquier descendiente de los McLaggen a rectificar su afrenta a los Glourie. El azar pondrá en el camino del bicentenario fantasma la posibilidad de saldar finalmente la cuenta con el clan contrario. Una vez instalados en la soleada Florida, se producen los acontecimientos necesarios entre alocadas situaciones que revierten en las acciones necesarias para solucionar el ancestral problema.

A pesar del relativo éxito que en su momento tuvo la película, no fue suficiente en su ascendente carrera de éxitos cinematográficos, teniendo que emigrar a los Estados Unidos y más tarde volver a Francia para trabajar con el color, ser miembro de la academia francesa, descubrir a Brigitte Bardot y presidir el festival de Cannes entre muchas otras actividades que no dejaron de pasar (además de por el cine) por la literatura y el teatro. Debemos destacar su magnífica herencia cinematográfica (sobre la treintena de metrajes) que se han convertido en material de obligada revisión para toda persona que desee conocer uno de los pilares más innovadores y evolucionados del cine europeo en el creativo René Clair.
avanti
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10 de agosto de 2019
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
René Clair es otro de esos directores olvidados, que en mi opinión, sigue teniendo mucho interés.
Curtido en el cine mudo y oriundo de Francia, tuvo mucho éxito con algunas de sus películas de manera que cruzó el charco para trabajar tanto en Gran Bretaña como en Hollywood.
Con un puñado de películas que convendría revisar, Clair era amante del cine fantástico en una época en que los efectos especiales estaban en pañales.
De hecho, " Me casé con una bruja" es su película más recordada, donde nos presentaba a una Verónica Lake deliciosa haciendo de bruja en un papel que luego daría ocasión para múltiples imitaciones y homenajes como la famosa serie de los 60 " Embrujada".
Pues bien, aquí también tenemos una comedia de elementos fantásticos.
En el siglo XVII, muere un joven escocés con deshonor en el campo de batalla, sin haber podido vengar la afrenta que a su clan le había hecho un clan enemigo.
Queda condenado a vagar por su castillo por los siglos de los siglos, hasta que consiga encontrar a un miembro de ese clan y conseguir que se arrodille ante él, reconociendo la inferioridad de su estirpe y le pida perdón.
Ya en el siglo XX, el último heredero de este castillo, acuciado por las deudas, se ve obligado a venderlo a un capitalista americano, que pretende desmontar el castillo piedra a piedra, para reconstruirlo en Florida.
Naturalmente, nuestro fantasma irá a donde vaya el castillo, aportando un toque de glamour europeo, a los envidiosos americanos sedientos de mitos, leyendas e Historia de la que ellos carecen.
Un muy atractivo argumento, que quizá no se aprovecha del todo, ya que Clair prioriza la historia romántica y dota al film de suavidad y amabilidad que impide incidir en los aspectos más mordaces e ingeniosos que podrían preverse de tal premisa, pero no obstante, creo que sí reserva una buenas dosis de sátira e ironía para ridiculizar el ansia de ostentación e ignorancia y escasez de cultura del pueblo americano, otorgando a los secundarios, especialmente a Eugene Pallette el papel más cómico del film, como el fabricante de productos alimenticios que compra el castillo para presumir ante sus rivales y que protagoniza algunos de los más divertidos gags de la película.
De todos modos, yo sigo viéndola con mucho agrado. Me resulta simpática, amable y original. Es posible que esté un poco envejecida, pero a mí no me importa. No me importa en absoluto. La recomiendo de veras.
Izeta
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30 de octubre de 2023
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Algo envejecida comedia fantástica (género predilecto del autor), que desaprovecha en buena medida su apetecible argumento: un hombre comprará un antiguo castillo escocés y desmontándolo pieza a pieza lo traslada a América sin saber que con ello también viajará el fantasma que allí habita.
Un cargante Donat encabeza el reparto y pese a algún episodio logrado, Clair no está fino en esta "ghost story". Producida por Alexander Korda.
kafka
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11 de marzo de 2010
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Simpática, aunque claramente menor comedia fantástica del gran René Clair.
Se trata de una cinta agradable de ver, pero muy facilona y no demasiado imaginativa.
Más allá de su fantástico argumento, que podría y debería haber dado bastante más de sí, no hay nada destacable, si exceptuamos las interpretaciones de su protagonista, el siempre excelente y hoy olvidado Robert Donat y, sobre todo, del siempre soberbio Eugene Pallette, el actor preferido de nuestro Fernando Trueba. Ambos están exquisitos.
El resto del film es mejorable y bastante discreto, aunque hay algún momento romántico entre el protagonista, ya sea fantasma, ya terrenal, y la chica de la peli.
Pero, repito, deja un sabor un tanto agridulce pues entretiene, pero no deja huella.
Ignacio Larrea
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