Henry Fool

Durante la cinta, Hartley nos plantea numerosos interrogantes filosóficos.¿Debemos trabajar por dinero en algo que odiamos? ¿es verdaderamente el triunfo una forma de aceptar el buen y excelente trabajo de alguien?. Para Hartley, estos conceptos son relativos y discutibles; por ello pone ante al espectador a dos aparentes perdedores que por caprichos del destino acabarán por no serlo. Uno, lo descubriremos en este film y el otro, en su continuación llamada Fay Grim.

El cine de Hartley llega a ser tan tosco y vulgar en ocasiones que resulta realmente gracioso. En muchas escenas de la película no he podido evitar soltar una carcajada por lo irreverente de las situaciones.

En el inicio de esta película sigue siendo reconocible el estilo de Hartley, con esos personajes autistas respecto al mundo, sólos, y necesitados, y a cuyo encuentro, como en otras películas de Hartley, llega un forastero cargado de misterio, que va a entrar en sus vidas.

Sin embargo, aquí Hartley añade un poso de teorías sobre la creación que hacen que el film se cargue de un discurso más ambicioso que sus otros films, pero que en algunos momentos lo convierte en plomizo y pedante, a lo que no ayuda un protagonista (Thomas Jay Ryan), que en mi opinión está fatal (aunque esto quizás haya que achacarlo a Hartley, ya que todos los personajes de sus películas, especialmente los masculinos, parecen autómatas autistas).

Pero cuando esto parece que va a naufragar en un mar de pedanterías, Hartley reconduce la historia llevándola a unos parámetros discursivos más convencionales, y creo que en este caso acertados, haciendo accesible y emotivo el desarrollo de la parte final del film, pero sin perder su esencia de autor.

Interesante película (como todas las de Hartley), y celebrada presencia de la bellísima Parker Posey.

Hartley narra la extraña amistad que se forma entre un delincuente condenado por delitos sexuales recién salido de la cárcel y un acomplejado barrendero, prácticamente mudo, con gran afición a escribir autodidactamente poesía. Hartley nos crea un contexto turbio, presidido por lo lúgubre y los bajos instintos matizados por los brotes de insana y transgresora poesía desparramada en la tienda china del barrio.
El resultado es rotundo, duro, áspero, un ejemplo notable de cine independiente, de personajes marginales, aturdidos, dónde el autor convence en su metáfora de ser un espejo honesto desde lo impío, malsano y turbulento de la (monstruosa) deformidad de nuestro mundo.
Con ecos de Jarmusch, Hartley habla de los problemas de comunicación verbal de nuestra sociedad, del valor sustitutivo, oxigenante, de la palabra escrita, de la amistad, en un complejo argumento con ricos vasos comunicantes entre los dos protagonistas (magnífica interpretación de ambos). Bastante recomendable, fue premio al mejor guión en Cannes (no me extraña).

Esta es una historia de perdedores narrada desde la desesperanza y la marginalidad. El barrendero Simón, sensible y medio autista conoce a Henry Fool, un ex convicto que le embauca, haciendose pasar por un experto en literatura, para escribir un interminable poema osbceno.

Lo que en principio es una imagen dura y cruel de la America desconocida, quiere acabar como un cuento de hadas. Es ahí, al intentar cambiar el estilo turbio de la película a otro más optimista, cuando la historia deja de tener sentido y hacerse increible.

Película no apta para palomiteros y estómagos delicados.