Hana-Bi. Flores de fuego

Violencia pura de la más bella, nostalgia con sangre y nieve, pinturas cruentas y hermosas, una tragedia dotada de una fresca melancolía y una sonrisa medio paralizada que hela la medula, esto es Hana-Bi, un largometraje con el aroma delicioso de una flor y la abrazadora fiereza del fuego. Hasta el nombre de la película es una metáfora pulcramente lograda.

Quizás la tensión que pretende crear la lentitud del ritmo de la película, así como los geniales y extraños planos que logra Kitano se vuelven un arma de doble filo para la misma pues le exige al espectador cierta paciencia y esfuerzo para captar la esencia de sus metáforas, así como le da la gran fuerza que goza su construcción dramática que desencadena con tan majestuoso y estremecedor rugido que escupe brutalmente el final.

No diré que se necesita estar adaptado a un cine oriental lento para poder apreciar esta obra, no, de hecho puede llegar a ser un perfecto abrebocas a este tipo de filmes, pues le enseña al espectador que, primero, dentro de un ritmo lento también puede darse una tensión emocionante y que segundo, HAY QUE VER EL FINAL DE TODAS LAS PELICULAS por más aburridas que parezcan ser –en lo personal este final, sin ser spoiler, me parece magistral–.

Véanla, por lo menos –si les causo intriga– para entender el título de mi crítica y para responderse así mismos con más preguntas, el cuestionamiento que me regaló esta bellísima y brutal obra de arte:

¿Vale la pena un pasado y un presente sin un futuro?

El trazo preciso, escueto, casi frágil, estalla cuando es necesario en un auténtico vendaval visual poderoso, con escenas de acción hipnóticas que se ven envueltas por imprevistos y bellísimos intervalos y flash-back en los que los personajes, a los que sabemos unidos a un destino fatal, se detienen a contemplar el mar, no un paisaje nevado con la delicadeza con la que lo haría un personaje en un film de Bergman o de Kurosawa.

Este thriller tambaleante ( no lo parece en su arranque ) es prácticamente un poema fúnebre visual, una especie de canto a la vida desde la ternura y su camino hacia la muerte, pasando por un amor apabullante y por una venganza tan justa como sangrienta. Quizá despiste al espectador acostumbrado a la filmografía de Takeshi Kitano o al que únicamente considere los fotogramas a la americana, esos que destilan sangre a borbotones y violencia no justificada, tranquilos, que de todo esto hay y en suficientes dosis como para contentar a ese atravesado público. Pero Kitano es incapaz de quedarse con el sentido poético dentro de sí, y según parece, necesita mostrárselo al espectador, acercándonos con la cámara al mar, al cielo; primero nos tranquiliza dentro de esa tempestad de la historia y poco a poco, nos conduce según quiere a ese final inaplazable y sorprendente. Esta respiración lírica también es posible apreciarla en los variados dibujos y cuadros que van apareciendo a lo largo de la película y que son obra del propio director y actor (Beat Takeshi).

La película fue premiada con el León de Oro en el Festival de Venecia en 1.997 y supuso el reconocimiento internacional a la labor de un hombre que posee un muy peculiar sentido de la violencia y de su modo de narrarla, uniendo el minimalismo y un espectáculo acertado, haciendo que sus yakuzas, esos gangsters del sol naciente, hechizados por una especie de batuta mágica y dotada de sensibilidad, inexpresivos y letales, hieráticos y errantes, constituyan una casta de leales arquetipos de su universo dramático, que también acude al hechizo de Kitano y a su reserva de gestos para acabar exteriorizando desde esa magia una gran capacidad de recursos y un abanico casi inabarcable de mensajes. Lo único negativo que puedo sacar de esta obra del cine, es esa frialdad en el guión y quizás en la intensidad de la banda sonora, que en algunos momentos de la película hace que resulte pesada; aún así, mi valoración de esta película es de obra maestra...

Gran película del Maestro Takeshi, que hace aun más grande su filmografía. Partiendo de la base de que tiene que gustarte el “cine kitano” para llegar a valorarla como se merece, la película tiene muchos factores a valorar:
- Esa maestría y sencillez, con la que Kitano muestra la violencia haciendo de ella una forma de expresión.
- Fantástica la química que muestra la pareja de Nishi y su esposa, sin apenas hablar, basta las miradas, los detalles y esos momentos tiernamente cómicos como el fuego artificial o la cometa de la niña rompiéndose en manos del protagonista.
- Una inolvidable y entrañable banda sonora, que acompaña muy bien las imágenes, en especial la que para mi es una de las secuencias mas poéticas del film, y es el momento en que empiezan a sucederse imágenes de cuadros de animales con elementos florales, con imágenes reales de flores iguales a las de los dibujos, increíble.
- En general un gran uso de la gama cromática al completo, y como es habitual en el director nipón, el mar como elemento recurrente, ¿de que?..
En definitiva recomendable.

Resulta difícil no emocionarse ante un film del gran creador que es Takeshi Kitano, pero, en especial "El Verano de Kikujiro" y "Hana-Bi" suponen obras sublimes del Séptimo Arte, auténticas obras maestras, una tormenta de sentimientos, sensaciones y conmociones, un gozo para el espectador, que descubre lo más ruin pero también lo más bello y esperanzador en el ser humano.

Hana-Bi hace sufrir al espectador si se implica en las vivencias del protagonista. Alguien tremendamente brutal pero también tremendamente noble y amoroso a su vez, que es capaz de sacar un ojo con un palillo para el arroz pero que puede lograr una sonrisa de su mujer, sumida en un profunda depresión y a su vez enferma terminal. "Hana-Bi" es una historia de cine negro pero también es un profundo drama romántico, deudor de la Nouvelle Vague francesa, de "À bout de souffle" o de la "La sirena del Mississipi". Su protagonista, víctima de una vida desgraciada a su pesar, de una familia azotada por la mayor de las tragedias, se siente, de una manera profundamente japonesa, como el causante de las desgracias de sus compañeros y, por tanto, deudor del bienestar de los mismos.

Takeshi nos abruma con una interpretación llena de matices, de bondad y ternura hacia su desventurada mujer, cabizbajo ante su propia crisis personal, extremadamente cruel e implacable ante los villanos, y que es capaz de emocionarnos cuando recoge el triciclo de un niño vecino de él, o cuando ve sus zapatitos, cuando bromea con su mujer o cuando, al final, le pide unos minutos a su compañero para despedirse. Su interpretación es insuperable.

Pero Takeshi es un artista total, puesto que también guioniza, dirige y edita el film, siendo, por tanto, una obra tremendamente personal, algo que se percibe en todos sus planos, líricos y de gran belleza plástica, auténticos poemas visuales, como los cuadros que pinta el amigo policía, y que realmente son obra del polifacético Kitano. Y la gran banda sonora de Hisaishi nos envuelve y encauza nuestros sentimientos hacia una catarata de emociones sin freno.

Serenidad y brutalidad. Un drama romántico, que te encoge y te retuerce el estómago. Una genialidad de alguien tan único e inclasificable como Takeshi Kitano.

Sigo sin ser arrasado ni absolutamente convencido por el cine de Kitano, lo cual me da tufillo de cineasta sobrevalorado. En "Hana bi" hay momentos en que casi llega a alcanzarme y a profundizarme con esta historia de un policía asqueado de todo, hierático y violento, que cuida de su mujer enferma y alrededor del cual se desarrollan otras historias paralelas; pero no lo logra. Este cruce de thriller violento con lirismo melodramático de postal (bonita y buena música) no me embarga, ni ocupa como debiera mi cabeza.
No hay un llagado sello autoral en el cine que yo he visto hasta ahora de Kitano ni una capacidad narrativa que se salga de la normalidad. Seguiré buscando.