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Smoochy

Comedia A Rainbow Rudolph (Williams), un cómico para niños, lo despiden de su programa de televisión por su creciente alcoholismo y por aceptar sobornos de los padres para incluir a sus hijos en el programa. Lo sustituye Smoochy, un rinoceronte rojo interpretado por Sheldon Mopes (Norton). Rudolph, llevado por el resentimiento, planea la muerte de su aburrido sustituto para recuperar su puesto. Mientras, Smoochy alcanza una gran popularidad entre los niños. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
26 de noviembre de 2006
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película que tiene como tema de fondo el comercial mundo del entretenimiento para niños.
Si bien la trama discurre sobre las disputas de un par de conductores de programas para chicos por ocupar un lugar en la pantalla de TV, se muestra también toda la trama oculta, si bien un poco exagerada: el afan comercial de las cadenas de televisión, las pocos leales prácticas que se aplican en este negocio (tan alejado de la supuesta pureza que se intenta transmitir a los niños), etc.
Trabajan Robin Williams y Edward Norton; me sorprendió Norton (para bien) haciendo un papel relativamente cómico, al menos más alejado de los dramas en que lo había visto.
Robin Williams, totalmente loco, en el peor sentido del término, también cumple. La escena del taxi, por ejemplo, me hizo acordar a las comedias de Mel Brooks. Hilarante.
En fin, entretenida e interesante para hacernos ver que no todo son buenas intenciones en ese mundo de colores que les venden a los niños (y a sus padres.)
dadise
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13 de julio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
146/11(11/07/17) Decepcionante tercera realización de Danny DeVito, con unos mimbres atractivos como es su argumento sobre todo lo tóxico que puede haber tras la industria para niños en este caso centrado en unos personajes infantiles de programas de televisión, y de cómo tras su cándida figura se esconden intereses perversos, el patio trasero de este bucólico mundo, llena de pérfidos objetivos, en los que las víctimas son los más pequeños, daba para una ácida comedia negra, ello con actores de prestigio como Edward Norton, Robin Williams, Katherine Keener y el propio director DeVito, pero tras un tramo inicial incisivo, tras la presentación de personajes y de situación, cuando el relato debe desarrollarse se lía y se vuelve caótico, con la apertura de demasiados diferentes, queriendo abarcare mucho y apretando en nada, quedando en una a ratos simpática propuesta, con demasiados valles que divagan entre lo inane y lo esperpéntico, desembocando en un rush final con demasiadas pretensiones y poco jugo.

Cinta que nos habla de celos, de narcisismo, de vedettes de la tele, de envidias, de desalmados que se aprovechan de los más inocentes, metiendo en una coctelera el guión de Adam Resnick (“Combinación ganadora”), comedia oscura, hipopótamos, enanos, payasos filogays, gánsteres, ello con un tipo de humor que comienza siendo una divertida sátira mordaz de este submundo comercial infantil, y termina derivando hacia unos derroteros de acción y cine negro que pegan lo que Danny DeVito con Pamela Anderson, o sea entre cero y nada, perdiéndose el veneno y mala baba por unos derroteros alambicados donde el humor se vuelve grueso, quedando una muy desequilibrada propuesta, que con una estimable plataforma de despegue se pierde entre subtramas que hacen que el espectador se aleje de lo que debía ser el núcleo, la rivalidad entre los personajes encarnados por Norton (Smoochy) y Williams (Rainbow Rudolph), a la que no saben exprimir. Coronado todo por un clímax con ínfulas a "The Manchurian Candidate" y que queda cual astracanada sosa, sin fuerza intensa ni emocional alguna.

Edward Norton está bastante plano en un papel sin evolución, sintiéndose como otro día en la oficina, actor arrollador que aquí parece encorsetado o desganado; Robin Williams está desatado en su histrionismo desbocado, aunque esto puede pegarle a su estrafalario rol; Catherine Keener hace lo que puede con personaje que empieza con algo de garra y con el devenir del metraje se amansa y docilita; Danny DeVito como el agente de Smoochy queda muy caricaturesco.

Momento destacable es la canción que canta Smoochy en su programa cuyo estribillo es "Mi padrastro no es malo, solo se está ajustando" (sin comentarios).

En conjunto me queda una cinta que a medida que avanzan los minutos se va diluyendo y pegándose tiros en la pezuña (por lo del hipopótamo) hasta quedar en un maremágnum de ideas mal cosidas, lástima porque en su exposición de ideas primigenia tenía potencial. Fuerza y honor!!!
TOM REGAN
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13 de marzo de 2018
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el drama de dos payasos y su gran pelea por defender su espacio y su estancia en la gran pantalla.

Sinceramente, no entiendo como personas con tanto talento y caché como en el elenco que nos encontramos aquí, se unen y aceptan ser participes de semejante truñazo. (Actores con menos talento que estos no habrían tenido los cojones de hacer una mierda tan redonda como esta.)

Por un lado tenemos al personaje interpretado por Robin Williams, Rainbow Randolph.... un actor que jamás debería interpretar a ningun payaso de ninguna clase y como su opuesto rival tenemos a "Smoochy" el payaso bueno, interpretado por un Edward Norton enfrascado en La pasión de Cristo a falta de la cruz... y en cuanto a todo lo demás, por favor, vean ustedes y juzguen....

En cambio, yo, por mi parte no pienso perder ni un segundo más de mi tiempo destripando esta mierda... les pido mis más sinceras disculpas y lo siento en el alma por ustedes pero no puedo permitir que ni yo, ni ustedes sigan perdiendo su preciado tiempo en leer una critica de esta perdida de tiempo que es Smooooochy.
Jonthans
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15 de septiembre de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Por qué esos horribles programas infantiles?
¿Por qué tener que soportar a adultos hechos y derechos haciendo el imbécil entre niños con trajes coloridos y aberrantes canciones?
¿Qué mueve a una industria entera a tener su propio espacio de atontamiento de los pequeños, donde claramente la integridad y el ridículo son antagonistas absolutos?

El dinero, el dinero a espuertas. Y de dinero, pero quizás más del ridículo o la fama que vienen aparejados a él, se habla en 'Smoochy'.
Un presentador que de puro colorista huele rancio, Rainbow Rudolph, encuentra el fin cuando le pillan intercambiando dinero por protagonismo en su programa, una pesadilla pastel de decorados cartón piedra con canciones y coreografías horrendas. Y es entonces cuando se produce el ascenso del único e inimitable Smoochy.

Sheldon es un trozo de pan ajeno a la industria más despiadada. Lo que otros tendrían de vicio bajo el disfraz, él lo tiene de bueno, porque cree firmemente que ser Smoochy significa algo.
Significa, quizás, poder traer un poquito de esperanza y consuelo a quienes no lo tienen, y ser el depositario de sueños de otros, hasta el punto de pensar que el mundo es de color rosa y los perritos calientes pueden ser siempre sanos. Nora, la productora del programa, inmediatamente ve el talento a moldear y no se molesta ni en preguntarse si debería estar en el programa, solo tiene que estar.

Porque bajo la apariencia de comedia enloquecida y persecución de casi dibujos animados, subyace un verdadero fondo de mierdas empresariales y sociales, con la imaginación infantil como (casi infinito) sustento.
No hay nada más fértil que la imaginación de un niño, y no hay nada como verse reflejado como un héroe en la mirada de ese niño. Como Rudolph en el ocaso de su fama, que cree ver a un ángel en los ojos de una niña que se le acerca, todos buscan ese ángel constantemente, menos Smoochy, y eso genera enemigos, los que piensan que debería estar exprimiendo ese ángel a la mínima oportunidad.

Así que pronto la lucha es el mundo, ese mundo de hombres en la sombra a resguardo de sus influencias y su dinero, contra Smoochy, que por primera vez quiere dar algo a su público, en una industria en la que dar algo es casi una ofensa, sumándose Rainbow Rudolph y sus ganas de volver a esa fama efímera.
Quizá la mejor representación de esa lucha sea el espectáculo sobre hielo de Smoochy: una ópera caricaturesca, enfermiza, pero que desarma por su sinceridad y gravedad. Es imposible no simpatizar con un rinoceronte rosa, aún tras toda la capa de cinismo adulto que todos tenemos para ese tipo de tonterías.

Y lo que empieza siendo una sátira casi acaba siendo una mirada nostálgica, cargada con un poquito de veneno, al entretenimiento familiar televisivo.
Porque vaya, la sonrisa de un niño está bien, pero ver a dos adultos haciendo el imbécil siendo tan conscientes de serlo como Robin Williams y Edward Norton también ejercita mi sonrisa de adulto.
Charles
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2 de agosto de 2007
13 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
El comienzo es muy brillante y prometedor; el argumento es de lo más original, y el guión lo desarrolla con eficacia; y aunque no sea (ni mucho menos) Santo de mi devoción, ésta vez el señor Williams me sorprende muy agradablemente, y sus histrionismos encajan a la perfección con su personaje... Pero dos elementos importantísimos apestan, y consiguen desmerecer por completo el producto final: el protagonista, y el director.

Lo de Edward Norton en esta peli es como para vomitar. Nunca llega a meterse en el papel, y se limita a poner cara de imbécil durante todo el metraje (y lo jodido es que es siempre la misma). Un actor que me encanta en muchísimas otras producciones, pero que aquí sobra completamente. Igual es que lo de la comedia no es lo suyo, vaya usted a saber.

Aunque lo de DeVito es mucho más grave: no sé si la productora le impuso a Norton para el prota, o si es que simplemente no se tragan y no se hablan. Pero un director que realmente se hubiese tomado en serio su función, jamás hubiese dado por buenas muchas de las escenas y secuencias, tan vergonzosas e irritantes, que masacran el buen hacer del guionista y los esfuerzos del resto del elenco. Además, creo que si DeVito ni siquiera llega a interpretar bien su papel, quizás se deba a que se pasó todo el rodaje preguntándose qué estaba haciendo allí, y como sacar la peli adelante.

En fin: que podría haber sido una obra increíblemente divertída, cínica e irónica, pero por culpa de una nefasta dirección y de un actor protagonista que llega a dar tanto asco como pena, se quedó en una buena idea malograda. Eso sí, reconocerle los méritos a Robin Williams, que se lo curra sobremanera devorando al resto del reparto en cuanto sale en pantalla, y que tiene las escenas más graciosas, incluyendo un par de baile de sorprendente factura.
Kingo
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