Sutak, nómadas del viento

A nadie puede engañar. Hay que ser muy lelo para ir a ver esta película y no saber qué vas a encontrarte. Va dirigida a aquel público concreto que sabe paladear las escenas, aunque sean tan lentas como el agonizante devenir de la tradición nómada, allá en el Kirguistán. Quizás sea este el principal protagonista: un modo de vida al cual somos totalmente ajenos, pero en el cual es imposible no encontrar rasgos de humanidad atávicos y por lo tanto incrustados en nuestra genética. Si se es mínimamente humano. Ni siquiera hay disputas manifiestas. Todo se desvela entre miradas, entre frases cortas, entre la resignación de lo que se intuye.
La mirada femenina se apodera del relato. Esta es uno de los principales corolarios que asume el director. Qué pretende decirnos? Miran a lo lejos en la ultima escena. Qué buscan?
El paisaje es el otro gran protagonista. Quizas no tan impresionante com el de otras películas que juegan esta baza, pero aun así envolvente. Pero supongo que eso ya lo sabian todos los que han ido a ver la película.
No la recomendaría a todo el mundo. No soy tan ingenuo. Pero sí a aquellos que saben mirar al desnudo horizonte y no se aburren perquè no pasa nada.
Una clase de antropología social.

Drama costumbrista de una gran espiritualidad que nos habla de la pérdida de las tradiciones y de la destrucción de la naturaleza en nombre del desarrollo. Con una fotografía y unos escenarios espectaculares, Sutak es una de esas películas para disfrutar tranquilamente y dejarse llevar por su historia simple y sin sobresaltos.

Toda una sorpresa.

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Esta maravillosa película no es que tenga grandes interpretes, que tontería claro que los tiene y grandes momentos cuidadosamente coregrafiados. El cine es una ventana al mundo. La prueba es este pequeño la historia gira alrededor de una familia especialmente la pequeña que a pesar de su corta edad demuestra una profesionalidad fuera de toda dudas, Unos paisajes preciosos que hara la delicia del que busca exquisiteces.

Esta fascinante puesta en escena es la perfecta muestra de que a veces la línea divisoria entre la película y el documental es bastante delgada y difusa. La historia que nos cuentan o, más bien, nos enseñan, es la de una familia que se enfrenta a la inevitable occidentalización. Es visualmente impactante, con una fotografía para enmarcar. Es narrativamente simple y en esa simpleza está su encanto. Si bien los actores parecen no haberse sometido a representar papeles difíciles, todo en ellos se ve natural y convincente. De hecho, no parece ni que actuaran. Es como mirarlo todo a través de una ventana, una ventana que nos lleva a un mundo que a nuestros ojos es totalmente desconocido.

Magnífica muestra de lo autóctono. A mí en particular me fascinó escuchar por más de una hora la hermosa lengua kirguís, tan minorizada en el propio Kirguistán por el ruso hegemónico. Las formas de vida y las costumbres, la cosmovisión, la forma de entender nuestra relación con la realidad, todo se exhibe aquí con absoluta calma y a la vez con la duración suficiente. No se hace larga. Tal vez lo único que le podamos achacar sea su ritmo y alguna historia dramática más allá de las que se nos muestran. Pero, vamos, este tipo de cine tiene eso y es difícil esperar otra cosa. No es para todos los gustos y es difícil recomendarlo a quien no tenga un mínimo de interés por temas antropológicos como los que aquí se plantean.