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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.333
Críticas ordenadas por utilidad
6
2 de abril de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La relación del director, King Vidor, con el productor Henry Blanke (“El hombre que creía que las mujeres escritoras eran infalibles”, según comentaba, Vidor), fue bastante cordial cuando juntos hicieron, “The Fountainhead” (novela y guion de la célebre escritora, Ayn Rand), y entonces, volverían a reunirse en dos ocasiones más, siendo la segunda, <<LA LUZ BRILLÓ DOS VECES>>, y la tercera, “Beyond the Forest”, teniendo éstas dos últimas sendos guiones de Lenore J. Coffee.

La novela, “A Man without Friends” (Un Hombre sin Amigos) -en la que está basada la película- fue escrita, en 1940, por Margaret Echard (1895-1982), y cuenta la historia de un ingeniero, Richard Trevelyan, quien tras haber estado en el corredor de la muerte acusado del asesinato de su esposa, su juicio es revisado y finalmente sobreseído de los cargos. Treve (como le llaman quienes le conocen), decide, entonces, aislarse en una casa de campo y hasta allí llegará, utilizada como señuelo, una preciosa actriz de teatro, Shelley Carnes (trasladado a nuestro idioma, el apellido luce bastante malicioso), quien anda en busca de un solaz campestre, a solicitud de su médico.

Este es el primer capítulo de una historia que se convertirá en un interesante thriller, sobre todo si uno no le mete mucho el diente a la historia, porque, entonces, podría sentir que deja algunos baches que, me da la impresión, no son de fácil respuesta o toca asumirlos como recursos tramposos. Por ejemplo: ¿Qué es lo que consiguió decir, Liza McStringer, para que por fin el jurado declarara inocente al condenado? ¿Qué papel jugó, Harvey Turner, durante el juicio? ¿Cuáles son las razones de peso para que también, J. D. Nolan, entre en el juego? ¿Por qué String se muestra en principio tan temeroso, si...? Y tendríamos dos preguntas más que no las hacemos porque quedarían develados hechos importantes.

Siento que, <<LA LUZ BRILLÓ DOS VECES>>, mantiene un inevitable paralelo con, “Rebeca” de Alfred Hitchcock, no solo en el cuento del hombre enjuiciado por la muerte de su primera esposa que vuelve a enamorarse, sino también en esa suerte de lagunas que, en ambos casos, no consiguen llenar debidamente sus autores.

En la actuación, son notablemente las mujeres las que resultan más atinadas, siendo Ruth Roman (quien ya tuvo un pequeño papel para Vidor en, “Beyond the Forest”), la que más reluce en cada plano en el que aparece, aunque la escena del vértigo resulta bastante floja. Mercedes McCambridge, es también un personaje bastante fuerte como la dueña del rancho “Tumble Moon”; y Kathryn Givney, como Myra Nolan, logra un perfecto ejemplo de mujer atinada en un mundo de hombres improcedentes.

Con <<LA LUZ BRILLÓ DOS VECES>>, es posible pasar un rato entretenido... solo tienes que hacer un poco el de la vista gorda.

Título para Latinoamérica: CELOS MORTALES
Luis Guillermo Cardona
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8
15 de enero de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras conducía un taxi por las calles de New York para ayudarse económicamente, Jonathan Harr escribía cuentos en sus ratos libres, pero su mayor anhelo era convertirse en novelista. Se vinculó luego como periodista, trabajó en una revista… y alcanzada ya alguna notoriedad, conoció el caso de demanda que instauraron ocho familias de Woburn, Massachusetts, contra una fábrica de curtiembres que, según decían, estaba envenenando las aguas de su zona y había causado la muerte por leucemia de 12 niños en un período de 15 años.

El caso llevaba ya casi un lustro en los estrados… y Harr vio aquí su gran oportunidad, con la suerte de que consiguió un contrato con Random House para realizar la novela investigativa. Tras ocho años de arduas labores, con una gran inversión en tiempo y dinero, por fin salió a la luz, “A Civil Action” (1995) … y en poco tiempo, se había convertido en un bestseller, recibió el premio del NBCCA, y no tardó el actor y director, Robert Redford, en adquirir los derechos de la novela (por ¡1,25 millones de dólares!) para su adaptación cinematográfica. Como el abogado de la historia, Harr estuvo a punto de declararse en quiebra, pero el esfuerzo y los sacrificios al final valieron la pena.

Adaptada por el renombrado escritor, y también director, Steven Zaillian (“Awakenings”, “In Search of Bobby Fischer”, “The Schindler’s List”…), <<ACCIÓN CIVIL>>, se convierte por mérito propio en un filme altamente calificado, donde no solo pesa la ejemplar fortaleza y compromiso de un abogado acostumbrado al éxito, que ahora se enfrenta a un caso extenuante y de altísimo costo económico, sino que, Zaillian, la ha realizado en un estilo bastante innovador, haciendo una interesantísima y pedagógica didaxis sobre los intríngulis que suelen ocurrir alrededor de una demanda de este estilo, jugando, en la narrativa, con unas muy atinadas e innovadoras escenas alternas, donde alguien explica o advierte lo que, en otra escena, alguien viene diciendo o quizás diga a continuación; e incluso, se ha animado a resolver el drama sin triunfalismos y con un cierre tan original que, en lo personal, me resulta perfecto.

Combinando un equilibrado drama con investigación, asuntos internos, demostración de que en el sistema judicial estadounidense lo esencial es el dinero, duelo de semidioses donde pareciera pesar más el ánimo de vencer que las víctimas puestas en medio… y con unas bordadas actuaciones de, John Travolta y Robert Duvall, como el par de abogados que, con gran tacto, combinan la amistad con la lid en los estrados; y la siempre linda, Kathleen Quinlan, como la demandante principal que ha perdido un hijo, <<ACCIÓN CIVIL>>, constituye otra estupenda pieza de esa clase de cine, donde un hombre o una mujer, dan ejemplo de compromiso a ultranza con la causa que se han echado al hombro… y esto me merece los mayores aplausos.

Otro interesantísimo caso sobre la contaminación de aguas vendría luego con la película, “Erin Brokovich”.
Luis Guillermo Cardona
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10
13 de enero de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El llamado, Síndrome de China, es, al parecer, una inexacta teoría según la cual, si el material fundido de un reactor nuclear norteamericano se fugara de las barreras que lo contienen y consiguiera expandirse, podría llegar a atravesar la corteza de la tierra y alcanzar las antípodas de los Estados Unidos asociadas a China. Esto, se afirma ahora, sería imposible porque sin propulsión alguna, el material nuclear no podría hacer su recorrido en contra de la gravedad. Puede ser una exageración, pero Chernobyl ya ha demostrado que los daños de un derrame nuclear son atroces e incalculables.

Sin duda más exagerado –y además mentiroso- es lo que nos han dicho siempre de las plantas nucleares, sosteniendo que todo se tiene bajo absoluto control, pues “están diseñadas contra toda posibilidad de un accidente”. Lo ocurrido en la planta de la Kerr-McGee de Oklahoma en 1974, que le costaría la vida a la trabajadora denunciante Karen Silkwood; y el grave accidente de Browns Ferrys, Alabama, en 1975 -incidentes en los que se ha basado la película-son pruebas fehacientes de que la humanidad está en grave peligro, cada día, por cuenta de la energía nuclear.

Y miren lo curioso: Como si todo el mundo se hubiera ya olvidado de aquellos graves hechos, cuando se estrenó el excelente filme de James Bridges, <<EL SÍNDROME DE CHINA>>, los ejecutivos de las plantas nucleares salieron lanza en ristre contra su exhibición, arguyendo que era “pura ficción” … y pasados ¡tan solo 12 días desde su estreno en los Estados Unidos de Norteamérica!… el 28 de marzo de 1979, ¡ocurre otro delicado accidente en la planta de Three Mile Island, en Dauphin, Minnesota!

Fue como si la Providencia estuviera de lado de Bridges, pues, esto disparó las alertas… y, el filme se convirtió en un éxito de taquilla que animó grandes movilizaciones y toda suerte de exigencias por parte de la comunidad estadounidense… y digámoslo ya: lo que ha realizado, James Bridges, es un thriller ejemplar, brillantemente escrito, y estupendamente actuado (Jack Lemmon y Jane Fonda, son magníficos); y los secundarios, Richard Herd (como el presidente del concejo, McCormack) y Wilford Brimley (el viejo amigo y compañero, Ted Spindler), sostienen sólidamente la estructura; y para acabar de redondear esta brillante película, también en su realización la buena fortuna jugó un papel importante, cuando Bridges y Douglas (también productor) acordaron rechazar la partitura musical que, Michael Small, escribiera para el filme, y entonces decidieron que solamente se oiría la música que saliera del bar, de los radios de los coches o de las imágenes de televisión. Esto hizo que la tensión y el suspenso del filme, se sustentara plenamente en los hechos y en las interpretaciones, alcanzando unos niveles magníficos sin necesidad de servirse de las habituales trampas instrumentales.

En lo argumental, en lo técnico, en lo actoral, en la sensibilización, y en su alegato político (magnífica denuncia de la relación medios-poder), esta es una película redonda.

Título para Latinoamérica: <<SÍNDROME DE CHINA>>
Luis Guillermo Cardona
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10
14 de diciembre de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí, intacto, en su plenitud y en su sublime esencia romántica, a ese director al cual había empezado a tener en alta estima cuando vi sus filmes: “Breve encuentro”, “Grandes ilusiones” y “Oliver Twist”. David Lean está aquí en lo suyo, proverbial en su manera de recrear a la gente del común con sus contradicciones y falencias, pero capaz de extraer la grandeza y la sensibilidad que se oculta en cada uno. Basta ver esos breves pero eternos momentos, de Michael en el bote cuando ha recuperado, él solo, un montón de armas olvidadas; ese gesto de la tempestuosa Maureen Cassidy cuando recibe el beso del revolucionario que se siente feliz con su compromiso; o ese sacerdote apresurado por la playa en busca del profesor para llevarle su ropa… y ahí resplandece, entre cosas muy simples, la gran valía de nuestra esencia humana. Y Lean demuestra que sabe muy bien de todo esto, porque “LA HIJA DE RYAN” está tan colmada de preciosos detalles, que más que con los ojos, nos reclama verla con el alma plena.

¡Cómo no compenetrarse con los sentimientos de Rose cuando en la playa camina sobre las huellas del profesor! ¡Cómo no dolerse con el zapateo seguro del tonto del pueblo cuando el mayor Doryan se atormenta por su pierna amputada! ¡Cómo no condolerse con el profesor cuando visiona el recorrido de su esposa siguiendo las huellas de la playa! y ¡Cómo no compenetrarse con el sentimiento de Rose cuando ve a su padre atribulado mientras a ella se la acusa de lo que, él sabe, que no hizo!... De esta manera, cada personaje se hace nuestro. Podemos sentirlos y entenderlos, podemos saber lo que los demás no saben, y sentir lo que quienes están con ellos no sienten porque no comprenden.

De esta manera, lo que ha logrado Robert Bolt con su magnífico guión y David Lean con su brillante dirección, es concedernos la oportunidad de sentirnos como si fuéramos Dios, cuando al ver lo que se alberga dentro de cada espíritu, nos damos cuenta que se torna imposible juzgar o condenar a alguien. Nos queda aquí, claramente explicado, porqué es el Creador el único que no ve mal en ninguno de nosotros.

Ese magnífico cura, Hugo Collins, hace lo suyo con una sabiduría y con un compromiso por la causa del pueblo, que nos trae nostalgia por esa institución tan venida a menos. Y esa vigorosa escena del pueblo unido, en medio de la borrasca, para recuperar los recursos que les traerán la libertad, nos demuestra lo fácil que es unir a la gente cuando la causa es justa.

Estupendas, magníficas, adorables, resultaron las actuaciones de Sarah Miles, la joven que ansía experimentar la sensación de vuelo que produce el amor… y que con el profesor no alcanza; Trevor Howard, el sacerdote de alma comprometida; Leo McKern, el padre bueno y generoso, ideológicamente extraviado por los sobornos y las adulaciones; y muy especialmente, John Mills, quien se llevó un Oscar y un Globo de oro más que merecidos, con esa singular caracterización del hazmerreír del pueblo que también tiene su corazoncito. Y es imposible no exaltar las relucientes y pictóricas tomas exteriores, logradas por ese gran artista en que se había convertido el cinematografista Freddie Young.

“LA HIJA DE RYAN” me merece el más alto reconocimiento.
Luis Guillermo Cardona
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10
26 de julio de 2013
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Frankie, era un soldado fuera de lo común: Firme y justo. Odiaba las corbatas porque, bien seguro también sabía que son el símbolo de la hipocresía; y estaba peleando contra Irak porque a veces estamos “en el lugar equivocado en el momento equivocado”. En la Ruta Irish (carretera que une al aeropuerto de Bagdad con la llamada Zona verde), considerada, entonces, por muchos como la más peligrosa del mundo, Frankie es asesinado junto a tres soldados colombianos que lo acompañaban. Su gran amigo, Fergus Malone, excompañero de estudio, de luchas y de juergas, se duele en el alma con lo sucedido y ahora quiere saber la verdad a cualquier precio, ¡cuéstele lo que le cueste!

Un fuerte y esclarecedor guion de, Paul Laverty, que nos permitirá ver desde adentro algunos de los sucios manejos que se produjeron en la inventada guerra contra Irak, sirve de nuevo al director, Ken Loach, para poder confirmar que toda guerra es sucia.

Infamias, manipulaciones, complicidades, intereses mezquinos e individualistas, atropellos contra la sociedad civil, abusos de autoridad, prepotencia y salvajismo… son algunos ingredientes que aquí están muy bien mezclados y mejor servidos (incluso con ayudas documentales), para corroborar que toda guerra es asquerosa. Con razón, tantísimos soldados, luego de cada guerra, se vuelven esquizofrénicos, depresivos y/o suicidas... y es que haber visto lo que se ha visto y tener que callarlo; o haber hecho lo que se ha hecho y tener que recordarlo una, y otra, y otra vez, puede volver loco a cualquiera.

Con estupendas actuaciones de, Mark Womack (Fergus), el ex-combatiente herido en el alma, dispuesto a esclarecer la muerte de su mejor amigo a costa de la propia vida si es necesario; y de Andrea Lowe (Rachel), la mujer que también busca la verdad mientras su corazón comienza a sentir que puede amar lo que mucho apreciaba su fallecido compañero, Loach se adentra en los asuntos de la guerra, prefiriendo los intríngulis internos que nos permiten comprender que, los intereses de quienes incitan a la guerra, no se parecen en nada a los que trasmiten a los soldados para que por ellos maten o se hagan matar.

Con maestría y sobriedad, con objetividad y espíritu confiable, Ken Loach demuestra, una vez más, lo mal que estamos manejando este planeta que nos tanta esperanza nos pusieron a cargo... y si a mí me preguntaran: ¿Cuál es la carretera más peligrosa del mundo? Diría que es cualquiera que lleve a un hombre con el firme deseo de eliminar a otro hombre, porque es indefectible que, al único que puedes hacerle daño es a ti mismo… y siempre llegará el día en que puedas comprobarlo.

Título para Latinoamérica: LA VERDAD A CUALQUIER PRECIO
Luis Guillermo Cardona
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