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España España · Granada
Críticas de Yolare
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
6
15 de marzo de 2015
104 de 136 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yanpol64 no puede añadir la continuación de su crítica y lo hago yo:

- La solución a una tremenda desigualdad social nunca llegará del enfrentamiento político, ni de la lucha obrera ni de ninguna lucha de clases, sino que llegará de la mano de una especie de nacional-socialismo cristiano, sí, ciertamente, llegará de la pacífica colaboración entre la alta burguesía propietaria y dirigente (que es el “cerebro” en la película) y la clase obrera desposeída (que es la “mano”) gracias a un mediador casi sagrado que rechaza completamente la lucha de clases (que es el “corazón”, inspirado seguramente en un partido como el nazi de la Alemania de Entreguerras)…

Menudo porvenir. Aunque la culpa de tanto despropósito anti-futurista, de tanto desatino retrógrado (la rabia obrera de ese supuesto mundo “futuro” se manifestará en la histeria colectiva de querer “quemar a una bruja”), no fue tanto del director como de la autora de la novela y del guión, su esposa Thea von Harbour, que por lo que vemos ya comenzaba a congeniar con el creciente espíritu nazi de gran parte de la sociedad alemana. No es extraño que fuese una de las películas favoritas de Adolf Hitler ni que Joseph Goebbels estuviese dispuesto a nombrar a Fritz Lang director de la UFA, perdonándole su ascendencia judía materna (propuesta que motivó la inmediata huida del director a Francia en 1933).

Y más allá de su detestable sesgo ideológico, desde el punto de vista formal la propia narración tiene en sí misma muchos elementos demasiado inconsistentes como, por ejemplo, que los obreros esclavos vivan como zombis, sin aparente voluntad ni vida propia, sin necesidad de estar drogados, sin estar amenazados, sin estar apenas vigilados… pero que al mismo tiempo descubramos que esos mismos seres grises uniformados y desanimados (“sin ánima”) viven con sus esposas, tienen hijos, tienen valores y convicciones revolucionarias latentes… aunque nadie lo diría viendo como avanzan al modo de autómatas sin alma y sin identidad. Y se podrían poner otros muchos ejemplos, como el hecho de que parezca fácil salir de los guetos subterráneos a la vida urbana de la superficie, pero que sólo lo hagan los protagonistas y que al final casi parezca imposible; o como esa otra de que el tirano de la megalópolis fomente intencionadamente la rebelión obrera para así poder reprimir con dureza y exterminar la disidencia ¡pero luego vemos que no aparecen por ninguna parte ni fuerzas policiales ni militares! (no están ni se les espera), así que el propio déspota ha provocado la destrucción y el caos sin más, sin que tenga el más mínimo sentido su “estrategia”…

No comprendo como Fritz Lang aceptó montar esa historia con semejante mensaje. No puedo ponerle ni el “6” de “interesante” a pesar de su valor histórico y patrimonial, pues no me parece que ésta tenga que ser la perspectiva adecuada para valorar una película. Los que le ponen un “10” imagino que valoran el film como si fuesen coleccionistas de museo. Aunque sea muy valiosa como “Memoria del Mundo”, aunque sea muy valiosa como obra germinal de tantas otras distopías de la historia de la ciencia ficción, del cómic, de la literatura, del cine… la película ha envejecido muy mal, esencialmente porque adoleció de serias carencias imaginativas en su fase embrionaria y porque ya nació con la halitosis de un espíritu retrógrado, arcaizante y reaccionario.

Firmado: Yanpol64.
Yolare
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3
14 de octubre de 2015
72 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tovarishchi pedanty tarkovskistas ¿hacéis crítica de cine o la hacéis de filosofía y literatura? Comprendo que os gusten los dilemas de naturaleza metafísica y ética de Solaris. Vale. Pero el mérito en este caso no es de Tarkovsky sino del escritor polaco Stanislaw Lem. Lo mejor de la película es la novela, esa misma novela que este plomizo film intenta hacer aborrecible.

Ciertamente es una película de culto, pero de culto a san Tedio, a santa Modorra, a Nuestra Señora del Santo Sopor, o al casi imposible “despertar” de Buda. Película de culto a la Divina Somnolencia con un botafumeiro cargado de opiáceos.

Eso no ha impedido que, sujetándome los párpados con pinzas de la ropa, haya conseguido disfrutar de la belleza de bastantes planos parsimoniosos del maestro Tarkovsky, de la música de Bach, de los homenajes a Pieter Brueghel El Viejo, y de todas esas reflexiones de la novela sobre lo irrepetible de la vida y del amor, sobre la imposibilidad de las segundas oportunidades, sobre esa moraleja hedonista de que más valen amores en mano que ciencias volando.

¡Pero qué manera de estropearlo todo regodeándose en el tedio cargante, lento, soso, tonto y críptico! Dan ganas de gritar herética “que viva el bendito Rafael Azcona, el santísimo Woody Allen, el divino Billy Wilder”.

Otro mérito que hay que reconocerle a esta película de magufos solarísticos es que resulta hipnóticamente interactiva: el cerebro se te va convirtiendo en protoplasma y acaba armonizando con el gelatinoso océano de Solaris. No es broma. Es todo un logro. Se diluye la separación “obra/espectadora” y te quedas sopa, así… como… entre… remolinos… de sueño sádico y fangoso.

Compararla con esa maravilla indiscutible que es 2001: una odisea del espacio… es un insulto a la inteligencia (terrestre y extraterrestre). La comparación dejaría en ridículo a Solaris y violentaría a un Tarkovsky que afirmó no haberla visto.

Uno de los grandes errores de todos los directores del panteón momificado, pedante, aburrido y amargado, creo que consiste en que no comprenden –porque no quieren, no pueden o no saben- que si el mensaje de una película es profundo y espeso –como el océano de Solaris- hay que rodarlo y montarlo con gracia, con ritmo, con ligereza, con emoción, con intriga, con lucidez, con poderío visual, con ironía, con humor… para atenuar su cargante gravedad; y no rodarla y montarla con esa cachaza sermonera, plúmbea y repetitiva, estancada y oscura. Y al no comprenderlo, estos pretenciosos camaradas lo que consiguen es que su reflexión estética y ética, sobre lo humano y sobre lo eterno... se nos eternice de un modo inhumano.
Yolare
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2
1 de junio de 2013
38 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
No quisiera ser despectiva con los aficionados que la adoran, pero considerar buena esta película sólo se explica desde la puerilidad: sí, por el bonito sentimiento pueril de haberla visto en la infancia o la primera adolescencia. Por ello respeto a los que disfrutan con Escuela de sirenas, porque los comprendo y porque cualquiera de nosotros tiene películas y músicas, de escaso talento y calidad, que si nos encantan es porque van unidas a los recuerdos y emociones de nuestros primeros años...

Pero yo no gocé de esa "vacuna". La acabo de ver hace unos días en todo su esplendor (en pantalla grande y en la oscuridad), sin prejuicios, con un talante de lo más positivo (esperando disfrutar de la diversión de una película de evasión, frívola y entretenida)... y me ha parecido una película pueril y hortera en un grado mayúsculo. Reconozco que el haber disfrutado justo dos semanas antes -y en las mismas condiciones- de Cantando bajo la lluvia ha dejado a Escuela de sirenas en muy mal lugar: las mojadas bajo el agua no soportan la comparación, en absolutamente ningún ámbito, con los mojados por la lluvia, a pesar de ser ambas en teoría dos comedias musicales para el disfrute y la evasión sin pretensiones. Las separa un abismo. El talento y la calidad de Cantando bajo la lluvia es insuperable, mientras que Escuela de sirenas es una historia tontorrona en un grado casi infumable y que, efectivamente, sólo se puede disfrutar siendo un niño (o con la nostalgia emocional de cuando se era).

Las músicas, las coreografías, los actores, los vestuarios... son dolorosamente horteras: todo su ambiente "latino" es de folletín, edulcorado, empalagoso, bobo y chirriante. Nadie encontrará aquí la música hispanoamericana de la época en su vertiente auténtica y emocionante, sino que, como le ocurre al jazz que aparece en el filme, será en la versión orquestada, rimbombante, hueca, pretenciosa y falsa de ese estilo hollywoodiense de señoritingos pijos de alta sociedad que tanto gustaba a Xavier Cugat. Aunque eso sí, Esther Williams está muy guapa.

El guión es un despropósito y el internado de señoritas -con actrices treintañeras y cuarentonas en el papel de jovencitas- sólo da lugar a enredos sin gracia en los que pretende lucirse con un histrionismo insufrible Red Skelton. Dan ganas de abofetearlo... y seguramente por eso… el único momento que me hizo gracia fue ese en el que la profesora de danza clásica no para de darle -a este actor travestido en bailarina- unas repetidas tandas de guantazos. Se los merecía.

¡Y pensar que es el mismo año 1944 de Perdición!
Yolare
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