Tenía tantas esperanzas puestas en "Hereditary", había leído tantas críticas (buenas) previas, que supongo que mis expectativas se encontraban demasiado altas. ¿Una película a la que se la definía como "El exorcista" del siglo XXI? ¿Era para tanto?

Pues no. No lo era.El papel de Toni Collette, que tanto se ha alabado, en mi opinión está tan sobre actuado que cae en el ridículo: si lo bordó en el rol de madre atormentada fue en "El sexto sentido", no aquí. Su protagonismo es tan asfixiante que logra agobiar al espectador, mientras el papel de su marido o su hija (a los que apenas se les saca jugo) debieran haber sido mucho más relevantes para el desarrollo de la historia.

La película de original no tiene absolutamente nada, es más, me recordaba en tantos pasajes a "La semilla del diablo" que a veces me parecía una parodia de mal gusto. La única escena que me hizo revolverme en el asiento ni siquiera tenía que ver con el terror. Y no, no es que esperara sustos (de hecho no me gusta el cine de terror de palomitas) pero sí una sensación de angustia y desazón que no acaba nunca de explotar. Típico ejemplo de película hinchada por las críticas que está muy por debajo de otras menos laureadas.

Mira que me gusta en general todo lo que rueda Flanagan, esa forma de tratar el terror de un modo tan clásico y cincuentero... Pero es que esta serie es infumable. Capítulo tras capítulo he intentado darle una oportunidad en plan "a ver si se anima". Pero es aburridísima. Una hora de metraje pesado, con conversaciones larguísimas que no llegan a ningún sitio y aderezadas con los sermones interminables del cura de marras y medio minuto de escenas de tensión. No merece la pena el sacrificio, sinceramente. Ni he logrado acabarla.

Mira que me gustan las películas de angustia, en esas en las que te identificas rápidamente con los protagonistas y su sufrimiento, caso de "Buried" o "The descent". Intentar que te pongas en el pellejo del que está dentro de la pantalla y que te preguntes qué harías tú, como reaccionarías conforme con lo que ocurre desde el minuto uno parece fácil. Pero no lo es. Y en una situación tan absurda como esta, menos. Que comprendo que la realidad supera a la ficción y cosas más raras habrán ocurrido pero desde el minuto uno cuesta creerse lo de estas dos "pobrecitas" ahí atrapadas. Comenzamos bien.

Como, no obstante, el asunto no da mucho más de sí, ya que ahí bajo la lona poco puede suceder (al menos podían haberlas dejado en una piscina llena de pirañas), le ponemos el punto melodramático de esa chunga relación familiar, a ver si se nos cae la lagrimilla. Pero las lágrimas se nos caen de desesperación porque el film es un tostón de campeonato: casi que estás deseando que la palmen ambas, a ver si se acaba pronto el tedio.

Lo dicho: no sirve ni como basura de Antena Tres para la sobremesa del sábado.

Un rollazo de campeonato. y lo peor, con infulas para aburrir, lo que acentúa su mediocridad. Ignoro qué iluminado ha conseguido convencer a Belén Rueda, quien suele elegir bien sus proyectos, para involucrarse en semejante esperpento. Porque lo peor es que si la película es ridícula ya de por sí, su papel parece de parodia. El director intenta apuntarse al cine de terror de James Wan pero cayendo en todos los tópicos posibles (un hospital psiquiátrico, la experimentación con el insomnio y la locura, posesiones, fantasmas, un batiburrillo en el que todo cabe) y todo se queda en una sensación de "quiero y no puedo". El final es pretencioso hasta decir basta y los actores de segunda regional. Aburrida a más no poder.

Por favor: no os dejéis engañar por "es que dicen por ahí que está muy bieeeen". Mentira. Típica peli festivalera que comienzan a encumbrar cuatro hipsters barbudos de esos que van sentando cátedra (tolosas en lenguaje coloquial), se pone de moda y cualquiera que ose decir que es un mojón, pasa al grupo de los parias "que no entienden el cine para intelectuales molones". La peli es un horror, más mala que una madrastra borracha, ridícula hasta niveles hirientes (por favor ese psicópata que da más risa que pena), intenta denunciar el tema de la gordofobia de un modo pueril y chabacano y encima, para rematar, con ínfulas de ir de pionera o de original cuando es una comedia (sin gracia) cutre (mucho) con una protagonista francamente abofeteable. Por no hablar de las escenas gore, que tanto bombo y tanta polémica y aún estoy esperando ver algo más espeluznante que cuatro litros de sangre artificial y dos boñigas de vaca. La única salvable, Carmen Machi (que no sé quién la habrá liado para andar por aquí). Lo demás, para echárselo de comer a los perros.