No es la mejor película del "Studio", pero sabe mantener la magia que hace a Ghibli tan especial... tantos años después.
Sin acercarse a la tremenda fantasía de El Viaje de Chihiro y El Castillo Ambulante, crea un mundo de sueños en el que lo cotidiano cobra vida.
Los paisajes y entornos naturales son bellísimos, y los interiores en miniatura no se quedan atrás. Por su parte, la banda sonora actualiza el clasicismo de las últimas grandes obras del estudio.

En general, una película más que notable, que hace un canto a la naturaleza, a la nostalgia, y al amor inocente. Y todo, sin salir de una vieja casa de campo.