Esta es una película para aquellos que creemos que el cine es una fábrica de sueños, un lugar donde uno va para perderse en mundos fantásticos, sin más pretensión que dejarse llevar por la imaginación.
Sí lo que buscas en el cine es algo más que eso, cristal oscuro no es tu película. Cristal oscuro tampoco pretende nada más, y para mi lo más importante en una película es que no te mienta, que sus intenciones sean claras.
Así pues si lo que quieres es evadirte en mundos mágicos y volver a ser por un momento un niño con alma pura, esta puede ser tu película.

Lo fácil es decir, que esta película es un retrato de la burguesía catalana. Es cierto que sus protagonistas pertenecen a ella, pero a través de este microcosmos familiar, Mar Coll, es capaz de retratar el tarannà catalán, esa manera de ser, en la que ni los problemas ni las lagrimas salen nunca al exterior, donde es mas importante lo que los demás ven de uno que lo que propiamente uno siente.

Estamos delante de una película que a priori podríamos decir que le debe mucho al cine francés, y aún siendo así, me atrevo a decir que la película esta filmada a la catalana, sencilla, sin artificios ni dramatismos, pero al mismo momento con una gran sobriedad. Todo esto ayudado por una interpretación, introspectiva, una forma de actuar, a la que también podríamos nombrar como “a la catalana”.

Siendo una película, muy local, nos plantea un tema muy universal, el drama familiar y personal, la dificultad de encajar en un entorno, que tiene que ser el tuyo aunque tu no te sientas parte de el, y esto es lo que hace a esta película totalmente exportable y fácil de entender, sin la necesidad de conocer en profundidad el ámbito cultural que refleja el film.

En definitiva, nos encontramos delante de un buen debut, tanto de la joven directora, como de un cine catalán en origen y en espíritu.

Cuando se adapta una novela al cine, es lógico que se corte por ahí y se añada por aquí, es algo que no voy a criticar, pero esto se puede hacer de muchas maneras, como si un de un traje de alta costura se tratase, añadiendo pequeños detalles que le dan originalidad y estilo a la historia, y recortando las partes que sobrecargan el vestido final, cada artista tiene su estilo, unos harán un traje sexy y atrevido, otros un elegante traje de noche con incrustaciones de diamantes.
Pero en El código Da Vinci, este trabajo de cortar y pegar es mas parecido a un colage realizado por un niño de primaria, se cortan detalles importantes y se añade donde no toca, y el resultado es un film lento cuando no debe y rápido donde seria necesario mostrar más detalles.
Por cierto, ¿Por qué la parte más recortada es la que hace referencia a la iglesia católica

El director en un afán de originalidad decide prescindir de la magia del cine, eliminando toda la supuesta artificialidad, pero el cine entre otras cosa es una fábrica de sueños, y para ello se necesitan: luces, cámaras y acción, y aquí LVT solo deja las cámaras, y consigue el más tremendo aburrimiento.
Pero al director eso no le importa su única pretensión es hacer un film para encandilar a los críticos y al público más snob, y eso lo consigue, felicidades seño LVT.

El director que contaba demasiado
Película que promete, pero el afán de Amenabar de quiere explicarlo todo nos deja un mal sabor de boca, no era necesario saber el porque de las cosas, lo interesante que resultan esas películas en las que no sabemos el porque, y cada uno se crea su propia “tesis” de lo sucedido, no, el incapaz, o por miedo, nos tiene que dar una explicación lógica a una historia ilógica, y que sea una historia ilógica no es nada malo, grandes maestros como Terry William o David Lynch se atreven a contarnos maravillosas historias sin lógica, sin la obligación de darnos explicaciones.
Quizás el día que Amenabar aprenda a no contar más de lo necesario, hará buenas películas.