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España España · Barcelona
Críticas de Juan Poz
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Críticas 41
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
3 de marzo de 2023
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Un guion muy plano para un supuesto lucimiento de Merill, quien naufraga en el intento de convertirse en el policía duro que todo quiere resolverlo sin plan ni estrategia que lo conduzca a resultados, esto es, dando palos de ciego y atemorizando el distrito donde la ley brilla por su ausencia. El hecho de que sea un abogado recién licenciado y que no pueda dejar su puesto en la policía para iniciarse en esa nueva vida que desea su mujer lo arrastra a un comportamiento en que quiere brillar como policía eficaz para que le sirva de aval para su nueva carrera como abogado. La película sigue escrupulosamente las pautas del género, pero enseguida vemos sus costuras de serie B, sin la calidad que su director, Joseph M.Newman sí acreditó sobradamente en "711 Ocean Drive". A los aficionados les gustará ver a un jovencísimo Chuck Connors en una película que ni siquiera se reseña en su filmografía individual. Por lo demás, deja nota aquí de haberla visto, para recordar que Newman tiene algunas películas muy dignas de ser vistas, y aun este puede verse sin molestia, pero, también, sin entusiasmo alguno: películas de rutina que cubrían la demanda de novedades constante de los exhibidores. Y ahí se acaba la historia, porque entrar en detalles no creo que la película, muy rutinaria en su dirección y actuación, lo merezca.
Juan Poz
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8
13 de septiembre de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Arthur Ripley fue un director de 5 películas, una de ellas, Camino de odio, producida, interpretada y guionada por Robert Mitchum, de quien se dice, al parecer que también metió mano en la dirección. La película de Mitchum tiene mejores intenciones que realidades, aunque, como extrañeza, tiene su interés, sin llegar, por supuesto al enorme de la de Charles Laughton, La noche del cazador, también protagonizada por Mitchum, por cierto, tres años antes. Ripley fue lo que solemos llamar un “artesano” del cine, ese adjetivo que pone de relieve la maestría técnica aliada a una relativa originalidad que nunca llega a cuajar como maestría y que, sin embargo, cuando los elementos se conjuran casi por arte de birlibirloque, lo que sale es una narración que se convierte en una obra de envergadura. Eso es lo que ocurre con Acosados, una película de cine negro que se beneficia de la historia, del director de fotografía, de los actores y de una dirección que sabe en todo momento ponerse al servicio de una historia que confunde al espectador y le obliga a reconsiderar todo lo visto, con un espectacular giro de guion propio de quien firmó la novela en que se basaba: The Black Path of Fear, de William Irish, un prolífico escritor del género criminal en algunas de cuyas obras se han basado películas tan notables en la historia del cine como La ventana indiscreta, una obra maestra de Hitchcock, La novia vestía de negro, de Truffaut o El hombre leopardo, de Jacques Tourneur, entre otras. La trama, perfectamente urdida, incluye un cambio de registro que acerca la película al género gótico, y dispénseseme de añadir más para no fastidiarles a los posibles espectadores, cuyo número deseo que sea grande, porque la película los merece, la sorpresa de ese cambio. En cualquier caso, los actores, sobre todo Michele Morgan, muy puesta en su papel de sufrida vampiresa, sabe estar a la altura de lo que se espera de su singular belleza, pero, junto a la experiencia en papeles de malvado de Peter Lorre, tdo un clásico, cabe destacar la interpretación de un secundario como Steve Cochran que, sin embargo, fue protagonista exacto y lleno de verdad en El grito, de Antonioni. Por si faltara la guinda para comprobar que la conjura afectó a la película de Ripley a todos los niveles, solo hemos de recordar que el director de fotografía, Franz Planer, quien firma, y con eso está todo dicho sobre su innegable calidad, Carta de una desconocida, de Max Ophüls.
Con tanto dato de la conjuración, lo que quiero indicar a los posibles lectores de estas líneas es que un juicio crítico favorable, como el que me suscitó el visionado de esta película perdida en la noche de los tiempos del cine, un título absolutamente olvidado, tiene un valor que se acaba encontrando a poco que se investigue de quiénes es obra. Reunir tanto talento no siempre significa un éxito seguro, pero se da el caso, en Acosados, de que así ha sido, y quienes la vean espero que me den la razón, o la parte de ella que me asiste.
Juan Poz
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1
19 de julio de 2020
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me caen bien los protagonistas y el director es el autor más que sobresaliente de "El otro lado de la cama", pero mi Conjunta y yo nos sentamos ante la pantalla del televisor ayer y el más flojo de los comienzos que habíamos visto en décadas se convirtió a los diez minutos en el bodrio más indigesto que veíamos desde hace muchos años. Total, que solo vimos el cuarto de hora de cortesía que le dimos antes de "emigrar" a "De repente el último verano", aprovechando que habíamos estado en Begur unos días tras levantarse el arresto domiciliario a que nos había sometido el (des)gobierno de snchz, y queríamos "reconocer" rincones y ver cómo trataban los guionistas a ese "pueblo primitivo" que era para ellos España (que no Cataluña, por supuesto). Una lástima. Soy un degustador nato del mejor cine español, pero confieso que ayer la vergüenza ajena pudo conmigo: ¡qué triste me pareció ver a dos actores totalmente "desquimicados" haciendo el ridículo ante las cámaras! En fin. Paciencia. Incluso Martínez Lázaro rodará, dentro de poco, algo digno de él.
Juan Poz
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8
6 de marzo de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si mi costumbre de ver películas mientras corro en el tapiz rodante tiene que ver con algún descenso en ni espíritu crítico, como si me relajara y estuviera dispuesto a verle bondades a casi cualquier película, pero he de reconocer que esta desconocido western, en su variante de comedia, me ha hecho pasar un rato estupendo, a lo que contribuye decisivamente la actuación de un jovencísimo Glenn Ford de 25 años, cuya vis cómica tiene una efectividad que no me hubiera imaginado, porque tampoco es un actor por el que sienta especial predilección, aunque reconozco su extraordinario nivel de calidad. La película, de un metraje muy ajustado, que impide andarse por las ramas o desviarse en secuencias de relleno, tiene un arranque estupendo con ambos protagonistas, Ford y Penny Singleton metidos en la caravana que los lleva al pueblo, a una como sobrina del dueño del Saloon, al otro como nuevo sheriff del pueblo. El ataque de los indios, resuelto con tanto humor como excelente brío en las secuencias de acoso y derribo, según de qué lado se dispare nos preparan para una acción que va a centrarse en el acoso de una banda de maleantes para hacerse con la riqueza y el poder de un pueblo en el que el dueño del Saloon y café cantante tiene un protagonismo especial. La película ha de considerarse un musical por los muchos números, todos ellos de mucha calidad, que animan el desarrollo e la historia. ¡Ojo!, porque el gran peso de ese apartado musical recae en una singular bailarina, especialista en claqué, Ann Miller, cuya calidad deja boquiabierto al espectador. Pocas mujeres en la historia del musical han bailado el también llamado "tap dance" . El numero en que exhibe sus cualidades en la barra del Saloon es maravilloso. Para un aficionado al western, la comedia y el musical, ¡ninguna película más entretenida que esta para correr 10 kilometros disfrutando de la lindo! La parte musical de la película se completa con un número de música "country" con un sabor genuino de ese estilo musical, y puedo asegurar que a quien sea aficionado a él va a disfrutar en grande.
La película arranca con un conflicto sexual de primera magnitud, porque el padre de la protagonista, que quería un hijo a toda costa, decidió llamar Bill a su hija, en vez del Belinda con que fue bautizada. Con todo, el padre la enseñó a disparar y otras artes de defensa que acabará luciendo a lo largo de la historia, porque es muy de señalar la excelente pelea entre las dos mujeres de la historia, ella y la cantante estrella del Saloon, una vez que se ha descubierto la trama del doble juego de uno de los "prohombres" de la localidad. El inevitable enamoramiento de los dos jóvenes, que arranca del momento de su defensa contra los indios en la caravana y por el decidido empeño de él en casarse con ella, va a tener unos divertidos lances que irán aplazando el momento del sí hasta prácticamente el final de la película.
De verdad, jamás había visto una actuación tan divertida de Glenn Ford, un punto histriónica y como de comedia "screwball", un género en el que nadie podía competir con Cary Grant, aunque en esta me lo recordó en varios momentos, aunque manteniendo siempre su excelente singularidad interpretativa. Con todo, la narración está muy bien planteada y permite seguir sus alternativas con total interés por el desenlace de la trama. Nada se aparta de los trillados caminos de las habituales obras del género, pero la vertiente cómica que se entremezcla con el fondo serio de la historia le proporciona a la película un interés inusitado. Supongo que la película no ha sido estrenada en España, porque me ha sido imposible encontrar siquiera una traducción del título, pero les aseguro a los posibles espectadores que el festivo espíritu con que ha sido dirigida e interpretada esta comedia no les dejará indiferentes. ¡Espero!
Juan Poz
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6
27 de diciembre de 2019
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine español trató de adaptar los códigos narrativos del cine negro desde bien poco después el final de la Guerra Civil, así que el país comenzó a despertar, poco a poco, de tan trágico suceso. Las películas policiacas barcelonesas, muchas y muy buenas, en la década de los 50 están presentes en la cuidada realización de esta versión de una novela de Mario Lacruz, El inocente, cuyo guion escribieron al alimón él y Forn. La sinfonía de puntos de vista que es la novela, amén de los flash back que la estructuran, exigen del espectador una visión atenta para no perder el hilo de una trama que sigue en lo esencial, los pasos del hijo cuyo padre adoptivo es encontrado muerto en su casa, presumiblemente asesinado.
La acción se inicia en Sitges, donde la policía encuentra al hijo del fallecido, aunque los espectadores aún no sabemos nada del caso, en un hotel, completamente desorientado, como viviendo en una nube, pálido y sin saber ni qué le ocurre ni casi quién es y mucho menos dónde está. En el fantástico trayecto a través de las cuestas del Garraf, con planos espectaculares del coche bordeando los mojones que previenen de despeñarse por los riscos de esa carretera trazada prácticamente sobre el mar, el detenido sufre la tentación de abrir la portezuela del coche de policía y lanzarse al vacío. Lo que hace, sin embargo, es, tras llegar a Barcelona, aprovechar la parada en un semáforo para abrir la puerta y escaparse del policía que, antiguo futbolista, no puede alcanzar al huido por culpa de una lesión que le impide correr, y que sus superiores ignoraban que padeciera.
A partir de ese momento, se inicia la larga huida del sospechoso de asesinato, un Antonio Vilar -actor portugués que desarrolló una prolífica carrera en España, y a quien ya vi en La calle sin sol, de Rafael Gil, un drama social ambientado en el Raval de Barcelona, una película espléndida- ajustadísimo a un papel bien curioso, porque, como confesaría Lacruz en su momento, debido a la censura de la época, la acción y los personajes, con nombres extravagantes, buscaban descontextualizar una obra en la que, sin embargo, había referencias sociales inequívocas y que en la presente película han desaparecido, como la de los maquis, por ejemplo.
El protagonista está convencido de su inocencia, pero no descarta que pueda ser también culpable y que padezca una amnesia que le impida recordar las circunstancias del asesinato que bien podría haber cometido, por las malas relaciones que tenía con su padre, quien lo visitó para pedirle mucho dinero.
Hay, en la película una insinuación evidente de una relación incestuosa entre los hermanastros, porque la hermanastra enseguida se apresura a tratar de ayudarlo, como ya hizo otras veces, como cuando fue expulsado del colegio, lo cual nos pone en antecedentes de un hijo conflictivo que choca, sin embargo, con el presente del personaje. Ese presente desorientado, como si el protagonista viviera fuera de la realidad, lo asocian los críticos, al parecer, con la confusión y la angustia vital del existencialismo entonces dominante, como corriente filosófica en el continente.
A esta trama familiar ha de sumarse la aparición de un José María Rodero, siempre eficacísimo, que interpreta al inspector de la agencia de seguros que ha de pagar a la familia una póliza de vida bien cuantiosa, excepto que él sea capaz de «descubrir» que, frente a lo que parece presentarse como una muerte accidental, lo que en realidad ha habido es un asesinato. No tardaremos en descubrir que su interés viene alentado por el deseo de hacer méritos para ser destinado a la central suiza de la firma, razón por la que…, mejor lo dejo aquí, para no multiplicar las pistas, algo de lo que la película se encarga con profusión.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Poz
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