Zombieland es la comedia de zombies que posiblemente estabas esperando. Te gustó Shaun of the Dead ( Zombie's Party en nuestro país) ,disfrutaste como un enano con Dawn of the dead
( especialmente la de Zack Snyder) y ya echabas de menos una nueva película del género, en clave de comedia, y más gamberra si cabe.

El arranque (muy posmoderno) de la película es fantástico. Nos explica de forma muy inteligente como el protagonista principal ha conseguido seguir adelante siguiendo unas sencillas normas de supervivencia, sentando de esta forma (muy divertida) las bases y las reglas del juego.

Los personajes de las buenas comedias llegan a ser entrañables, y gracias a su personalidad que poco a poco vamos descubriendo logran despertar un sentimiento de empatía en el espectador que llega incluso a identificarse con ellos. Esto precisamente ocurre en Zombieland, especialmente con el papel del actor protagonista, un resultón y cercano veinteañero (Jesse Eisenberg) y el papel delirante que interpreta Woody Harrelson, el cual, tras perder todo lo que más quería en la vida, su única pretensión en este valle de lágrimas es encontrar (y comerse) un Twinkie (un pastelito relleno de crema, muy popular en EEUU).

El porqué de una nota tan alta (9) es porque prefiero valorar las películas dentro del género en que están inscritas, haciendo una sencilla regla de tres con el grado de satisfacción y el buen (o mal) rato pasado durante su visionado.

Totalmente recomendable para los amantes del género, y que narices, para los amantes de una buena comedia, eso sí, un poco gamberra.

Arrancamos y lo hacemos con una de las películas más interesantes que ha producido nuestro país en los últimos 50 años. Es obra del director Ladislao Vajda, nacido en Budapest pero español de adopción, autor de otros clásicos de nuestro cine como Marcelino, pan y vino (oso de plata en Berlín y mención especial en Cannes), Mi tío Jacinto, Tarde de toros, Carne de horca o Un ángel pasó por Brooklyn, una fábula muy al estilo Capra con Peter Ustinov y Pepe Isbert.

El cebo, es una coproducción entre Suiza, Alemania y España, y está basada en la novela de Friedrich Dürrenmatt, que él mismo se encargó de guionizar. Vajda nunca abandonó en su filmografía el buen uso de las técnicas del expresionismo alemán, y que mejor oportunidad para homenajear a su querido Fritz Lang en esta historia cuyo principal leitmotiv es capturar a un degenerado asesino de niñas.

Como habreis imaginado, la sombra de la película M, el Vampiro de Düsseldorf planea durante buena parte del metraje, y aunque las comparaciones son muy odiosas, Vajda, consigue hacernos olvidar por momentos a aquella obra maestra de la historia del cine.

El argumento es sencillo. Una niña muerta aparece muerta en las montañas cercanas a un pueblecito suizo. Se inicia la investigación pero se cierra inmediantamente ya que la policia ha encontrado a su culpable.
El comisario Matthai, que estaba a punto de abandonar Europa para finalizar sus años profesionales en Jordania, tiene la intuición de que el verdadero culpable sigue suelto y decide continuar la investigación por su cuenta. Su única pista, un dibujo que la niña hizo de su asesino, una semana antes de morir.

La película la disfrutarán especialmente los apasionados del cine de investigación policial. Pero la investigación de verdad, la que consigue subyugar al espectador haciendole cómplice y testigo mediante un inteligente uso del punto de vista cinematográfico.

En 2001 Sean Penn adaptó la misma novela de Dürrenmatt para firmar El Juramento con Jack Nicholson de protagonista.

Adventureland es una de esas películas. Es una de esas películas que al igual que Beautiful Girls habla de la nostalgia de los años pasados, trasmite la sensación de formar parte de un imaginario colectivo universal, que sin haber vivido las situaciones que tienen lugar, son tan reales, tan cercanas, que te emocionan como si fueras un personaje más.

Greg Mottola, el director de Superbad ( La infravalorada Supersalidos) vuelve a tocar el tema del paso de la adolescencia a la madurez, del viaje de un (más que probable) alter ego juvenil a lo largo de un verano, descubriendo y viviendo todo tipo de sensaciones. Mottola firma un My Blueberry Nights para adolescentes, una deliciosa comedia, que sin ser especialmente original ni innovadora, consigue gracias a la buena selección musical y a la sencilla pero efectiva fotografía, llegar a lo más hondo de nuestros recuerdos juveniles. Los vividos y los que siempre quisimos vivir.

Una película muy recomendable, que sin llegar a provocar la carcajada, consigue dejarte esa sonrisa tonta durante larga parte del metraje.