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Críticas de charliewoodhead
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Críticas 75
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
4
18 de abril de 2017
169 de 257 usuarios han encontrado esta crítica útil
Netflix ha vuelto a sacarse de la chistera una serie que está en boca de todo el mundo y a la que le llueven dieces en IMDb. Con tanto entusiasmo, se ha sepultado cierto escepticismo que comenzaba con su tráiler, que decía hablarnos del suicidio de una adolescente mientras mostraba a una maestra de la intriga mejor que Saw, que había montado una partida de Cluedo de ensueño para todo su instituto. Igual es un tratamiento demasiado frívolo para este tema, aunque no hay que adelantar acontecimientos, menos sin probar nada. Quizás se pueda obtener alguna reflexión por el camino.

13 reasons why ofrece múltiples escenas para sacudir al espectador. Y no me refiero a aquellas escenas más desagradables y morbosas, sino a las que muestran hechos mundanos y actitudes normalizadas. Momentos que impactan, son terriblemente desgarradores y lo peor es que están a la orden del día. Sin duda es loable que productos destinados a público amplísimo apuesten por una denuncia de estas características, que además ofrecen enfoques más realistas, en lugar de las historias de fantasía y ciencia ficción con crítica social habituales en el mercado televisivo. Queda a decisión del espectador trasladar su empatía más allá de la ficción filmada
.
PERO

No es necesario introducir el debate sobre la facilidad de empatizar con personalidades y problemas ficticios, sobre cómo las denuncias sociales en el cine u otros medios actúan como placebos para nuestra conciencia. 13 Reasons Why ya se encarga de desmontarse por sí misma, frivolizando de diversas maneras la temática que aborda. El pretexto que utiliza no debería ser un reclamo para ganar espectadores, sino una responsabilidad que exige una historia cuidada y verdaderamente sensible.

Los problemas surgen desde su planteamiento. Por desgracia el tráiler no erraba en su descripción de la serie: antes de suicidarse, Hannah Baker graba en 13 cintas de casete las razones de su trágica decisión, aludiendo cada una a personas de su entorno social en el instituto. Las cintas pasan por estos personajes hasta que llega el turno de Clay Jensen, el undécimo de la lista, momento en el que comienza la narrativa de 13 Reasons Why. El guion ofrece dos líneas temporales: el presente, tras el suicidio de Hannah, donde nos ponemos en la piel de Clay tratando de descubrir la verdad. Y el pasado, donde asistimos a flashbacks protagonizados por Hannah que ilustran todo el acoso que sufrió durante el año. Es decir, el personaje con el que debemos empatizar, que muestra la denuncia y crítica social, no es el protagonista absoluto de la serie.

Bien es cierto que la línea temporal del presente puede servir para ver al variado elenco de personajes encarar las consecuencias de sus actos, lo cual es una idea muy interesante. Sin embargo, estos actos suponen la intriga de la serie, dando lugar a cliffhangers. De este modo, las conversaciones de Clay con las personas responsables de acosar a Hannah, no derivan en reflexiones o sentimientos de culpabilidad. Los diálogos se reducen a “cuando llegues a X cinta ya descubrirás esto o lo otro”. El gran inconveniente de esta línea temporal es que no puede avanzar o aportar escenas de interés hasta que no se descubran los sucesos más importantes del pasado de Hannah. Y por supuesto, dichos eventos cruciales no llegan hasta la recta final de la serie. Tenemos entonces muchísimo relleno en su primera mitad, con el protagonista (Clay) robando muchísimo tiempo de cámara para adoptar un rol contemplativo, sin intervenir en la historia. Y escenas que se repiten hasta la saciedad:

-La chupipandi de acosadores que ya ha escuchado las cintas, amenazando a Clay para que no se vaya de la lengua y asegurando que Hannah mentía
-Tony advirtiendo a Clay, vigilándole para que no se deje llevar por la chupipandi
-Los padres de Hannah desesperados porque no hay pruebas ni indicios que expliquen el suicidio de su Hannah
-Los padres de Clay diciendo que no llegue tarde a casa y preguntándole si está tramando algo, en base a su actitud sospechosa

En series como Breaking Bad o Mad Men defiendo la repetición, ayuda a introducirnos en la cotidianeidad de los personajes, a conocerlos mejor sin necesidad de forzar conflictos o situaciones extravagantes. Puede haber capítulos donde “no pase nada”, pero son capaces de decirte mucho sobre un personaje, ayudan a construir el trasfondo de la serie. No ocurre lo mismo en 13 Reasons Why, donde la repetición tiene como objeto llegar al cupo de los 50 minutos, sin que estas escenas aporten o subrayen ideas.

Y siendo una serie que lanza todos sus episodios de golpe, que se ve a través de internet, no está racionada en semanas y no tiene que cubrir un espacio televisivo concreto, ¿por qué anclarse a convenciones propias de la caja tonta? ¿Por qué no aprovechar internet como un formato distinto? Menos capítulos, menor duración, duraciones irregulares, etc. La pena es que esta actitud tan conservadora está muy relacionada con los diversos problemas de la serie, como la repetición (relleno) innecesaria, la inclusión de subtramas o los capítulos dedicados a personajes que no dan para 50 minutazos.

Los errores de base no terminan ahí: tener a Clay de protagonista implica el tropo de “the chosen one”. ¿Y qué necesidad había? Se suicida una menor de edad por acoso escolar y machista, pero hay que centrar la historia en EL ELEGIDO, el que descubre la verdad, abre los ojos a todo el mundo y hace justicia. El héroe estaba enamorado de aquella chica, por eso el presente (sin ella) adquiere un tono frío, mientras que el pasado está lleno de colores alegres, con una fotografía muy cálida. Todo correcto, de no ser porque en esos flashbacks coloridos, radiantes de felicidad, ESTABAN MALTRATANDO A UNA PERSONA.

(Continuo en spoiler por falta de espacio, no hay destripes)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
charliewoodhead
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7
19 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pocos temas están tan trillados en el cine como el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Ha sido todo un escaparate para hacer los dramones de la década, películas cargadas de premios y presumir de historias basadas en hechos reales que tanto conmueven a la gente. Se ha llegado a tal punto que hasta da pereza ver mas películas sobre judíos, nazis y campos de concentración. Así que si vengo por las buenas a recomendar la enésima pelicula del tema entiendo que no me hagáis ni caso. Pero como me gusta decir, lo importante no es la historia, sino el cómo. Estando Paul Verhoeven detrás de las cámaras, El libro negro merece un voto de confiaza para ver nuevas formas de narrar esos dramas tan típicos. Porque es una época que hemos visto y revisto mil veces, pero siempre con otras ópticas.

El libro negro presenta a Rachel Stein, una judía obligada a ocultarse debido a la ocupación nazi en Holanda. La ausencia de seres queridos la empuja a una situación donde no tiene nada que perder y por ello acepta sin rechistar la propuesta de colaborar con la resistencia holandesa en misiones de alto riesgo. Verhoeven se trae de Hollywood un pulso narrativo vibrante que apenas da respiro al espectador. La intriga con toques de cine negro propicia una pelicula hitchcockiana con un ritmo en el cual las más de dos horas se pasan volando. Lo realmente meritorio es que la narración rara vez se antoja atropellada o acelerada, tarea nada fácil, pues el director holandés consigue compactar de forma muy satisfactoria un guión que daba para una miniserie de 10 capítulos. Además, consigue que sigamos con facilidad los sucesos y personajes de la trama sin caer en la obviedad, con las explicaciones justas.

Lo mejor de todo es que la multitud de acontecimientos y acciones se combinan con un retrato fantástico de los personajes. Es aquí donde Verhoeven marca la diferencia respecto a otros directores hollywoodienses. El director holandés huye de maniqueísmos (salvo alguna que otra excepción), de la típica construcción de personajes del subgénero. Pero no lo hace de forma fácil, limitándose a que la resistencia (los buenos) son capaces de hacer cosas malas o de que hay nazis (los malos) que hacen cosas buenas. Por suerte va mucho más allá: presenta a los personajes como seres humanos que actúan según lo mejor para ellos y para sus seres queridos. Personajes que se dejan llevar por las emociones y por sus impulsos. De esta manera, El libro negro consigue ser una película muy cercana. Su empatía y credibilidad se consigue así, en lugar de insistir con mil carteles de "basado en hechos reales" o que su guión contente a los amigos los verosímiles.

El libro negro también nos muestra una visión cruda y pesimista de la violencia y los efectos de la guerra. Es esencial que el final de la IIGM no sea más que otro suceso para la trama. Porque a continuación, la película aún tiene mucho metraje que contar. No es cuestión de atar los cabos sueltos y de resolver las intrigas acontecidas (que también), sino de poner de manifiesto que la violencia y el odio no se detienen.

Lo cierto es que El libro negro no es ninguna historia que te vaya a conmover por el drama, al igual que tampoco es nada recomendable si buscas rigor histórico. Verhoeven ofrece una vibrante cinta de intriga y acción, con personajes que resultan muy humanos y cercanos. A pesar de que a día de hoy no sea una temática muy atractiva, El libro negro consigue diferenciarse y construir motivos para ser una película altamente recomendable, de un director que nunca deja indiferente a nadie.
charliewoodhead
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8
19 de marzo de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como buen abonado de canal+, esperaba con ansias el estreno del mes, esa gran película de acción de increíbles efectos especiales, el último hito en tecnología, la nueva obra faraónica de Hollywood. Viernes tras viernes terminaba angustiado en el sofá, con la misma cara de decepción y engaño. Incluso hubo días donde la situación fue tan espantosa que me dormia del sopor. Sí, aquellos shows de superhéroes en licra y robots gigantes eran más aburridos que una película austrohúngara. Entonces, cuando ya había perdido por completo la esperanza en la pirotecnia hollywoodiense, apareció Mad Max.

Muchas películas de acción se obcecan en crear una historia convincente, incluso con pretensiones de transcender. Seguramente influya el éxito de Nolan y su Batman, de ver que el cine de superhéroes ya no era un juguete, que podía ganar Oscar y entrar en las listas de mejores películas de la historia. Es una tendencia que también se observa en los videojuegos: vamos a intentar trabajarnos una historia y lanzar un mensaje para que se nos tome en serio. Muy bien, pero de poco sirve si sigues con tus estereotipos, descuidando la dirección, plantando a mujeres florero y añadiendo personajes y situaciones que son puro fanservice. No es malo tener la pretensión de entretener y ofrecer espectaculares escenas de acción. ¿Por qué no te centras en ello y ya está?

Mad Max quiere ofrecerte una experiencia vibrante repleta de acción. No hay espacio para las explicaciones ni se alargan las conversaciones. Pero ojo, no estamos hablando de un guion mediocre que se ve compensando con dosis de acción. Mad Max tiene trasfondo, ambientación e historia. Lo que ocurre es que es una película mucho más lógica que sus compañeras coetáneas. Aprovecha los recursos visuales del cine para dar los detalles suficientes que nos sitúan en su peculiar contexto. No se detiene a explicar nada, simplemente te lo muestra. Donde Nolan te introduce a un mayordomo o un técnico que explica punto por punto las habilidades y gadgets del superhéroe, aquí tenemos en su lugar explosiones, disparos y golpes que ofrecen aclaraciones bastante más intuitivas y que son cinematográficas. Es muy obvio, pero extrañamente lo de narrar con imágenes (de eso trata el cine) cada vez se lleva menos.

De este modo, Mad Max sí es una película narrativa. Lo que ocurre es que su trama se desarrolla en una incesante persecución por el desierto. El guion entonces se ve obligado a mostrar la evolución de los personajes en medio de todo el espectáculo pirotécnico. La acción no cesa pero en absoluto impide apreciar la progresión de la historia y sus matices. Claro que, Mad Max no tiene como objetivo su mensaje. Se centra en introducir al espectador en ese camión a toda velocidad, constantemente asediado por enemigos. La inmersión es brutalmente divertida y sus 120 minutos no pueden ser más trepidantes.

Es cierto que a diferencia de otras grandes producciones, Mad Max cuenta con la ventaja de basarse casi de forma exclusiva en la persecución, mientras que otras películas cuentan con un guion más discontinuo que implica pausas y repartir más la acción. ¿Es suficiente excusa? En absoluto, puedes meter diálogos sin que sean tan aburridos e insustanciales. Y no hay que olvidar que es un medio audiovisual. ¡Aprovecha la imagen para sustituir palabras y no des tantas explicaciones!

Mad Max todavía ofrece más lecciones: se puede utilizar a una mujer para construir un personaje con carácter que también toma decisiones, adquiriendo protagonismo y liderazgo. ¡Y no hace falta que se enamore de su compañero masculino! ¿Qué clase de brujería es ésta? ¿Han hecho falta tantas décadas de historia cinéfila para saber que una película puede funcionar sin un romance metido con calzador?

Ahora, queridas grandes productoras de cine, tenéis en la mesa la siguiente cuestión: ¿tan difícil es hacer más películas así?
charliewoodhead
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6
19 de marzo de 2017
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gaspar Noé lleva a sus espaldas películas que muestran el incesto, la violación y la adicción a las drogas. Un historial que escrito en palabras ya asusta y que experimentado de primera mano le ha llevado a dirigir algunas de las escenas más desagradables y polémicas del cine. Al director argentino le ha encantado provocar desde sus inicios, pero su prestigio no se debe a los temas que trata, sino a su capacidad para crear una estética propia, su peculiar forma de narrar y su cruda representación de la violencia. Love, estrenada en 2015, es su última provocación al mostrar incontables escenas de sexo explícito.

He de decir que no considero a Love una película provocadora, ni siquiera subida de tono. Porque al fin y al cabo, todo lo que muestra es natural, lo que haría cualquiera con su pareja. Salvo que tengas una mentalidad de hace 50 años, es difícil que sus escenas te sorprendan, por mucho que no sean habituales en el cine. En sus anteriores películas es entendible y lógica la polémica. Aquí el sexo no es un tema que deba originar discusión, pero nuestra mojigatería que lo convierte en un tema tabú se sigue imponiendo en pleno siglo XXI.

Sin embargo, estoy seguro de que Noé sí pretendía ser provocador. Porque viendo su cine es evidente que le encanta llamar la atención y este caso no es la excepción. Se nota en escenas concretas, no quiere filmar una eyaculación porque sea algo natural. Cuando ves esas imágenes no piensas en otra cosa que en el argentino diciendo “mirad lo atrevido que soy eh jejejxd”. Y lo cierto es que es una pena. Admiro que los directores normalicen el sexo, pero la visión de Noé termina siendo en muchas escenas una gamberrada infantil.

Y a pesar de todo, el abuso de las escenas de sexo no es malo por esa manía de provocar o porque parezca una porno (lo cierto es que ni lo parece, por mucho que algunos quieran hacer la relación sexo filmado=PORNO). Sino porque ante todo, Noé quiere contarnos una historia de amor y sentimientos a través del sexo. Él mismo lo reconoce a través del personaje que interpreta, mediante un diálogo que solo sirve para confirmarnos que el argentino tiene un ego como una catedral a pesar de que aún no ha hecho nada para ganárselo. El caso es que sí, estamos viendo una historia de amor, o mejor dicho, desamor, donde el protagonista recuerda y revive todos aquellos momentos con su ex pareja, tanto los buenos como los malos. La película alterna constantemente estas escenas con el presente, donde Murphy está realmente jodido, de forma que Noé adopta un tono desasosegante. El problema reside en que tanto sexo hace que sea complicado empatizar con el sufrimiento del protagonista. Lo que vemos es prácticamente todo folleteo. Y si cuando terminas una relación eso es lo único que recuerdas y echas de menos, ¿de verdad era ella una persona tan especial o solo la querías para follar? Además, cuando por fin vemos escenas entre los protagonistas que no se desarrollan en la cama, no parecen muy inspiradas, tampoco creíbles. Los actores están más bien flojos, rara vez se observa una química real entre ellos, las escenas de cama incluidas. De esta forma, se agrava todavía más el desapego por los personajes y sus sentimientos.

Un buen ejemplo donde mirar sería La vida de Adèle, donde también hay muchas escenas de sexo y bastante explícitas (aunque no tantas, desde luego), pero en este caso sí que sientes la química entre las protagonistas y estas escenas consiguen narrar tanto o más que el resto. En Love no saben hacer otra cosa que follar así que te preguntas si de verdad Elektra era una persona tan especial de la que estaba enamorado o si solo era una follamiga que duró más de 4 tardes. Y por mucho que Noé quiera ir de transgresor a la hora de hacer un romance, cae en ciertos tópicos del género.

Consigue salvarse y dejarse ver gracias a la estética tan reconocible del argentino. No faltan a la cita escenas violentas que de nuevo resultan terriblemente efectivas: oscuridad, golpes de sonido y mucha opresión a un ritmo vertiginoso. Es capaz de intercalar en la siguiente escena momentos pausados y románticos sin desentonar lo más mínimo. Además, nos regala una preciosa secuencia prácticamente sin cortes, con Maggot Brain sonando de fondo, que es excusa suficiente para tragarse la película entera.

A pesar de ser una obra irregular, es una temeridad considerar a Love una producción pornográfica. Porque aquí hay algo que contar, una película destinada a despertarnos emociones, con independencia de su resultado final. Y sobre todo, Love poco tiene que ver con la artificiosidad del porno y sus efectos. Un proyecto en cualquier caso interesante de ver, aunque Noé confunda transgredir con provocar.
charliewoodhead
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9
15 de enero de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando me preguntan por mi género favorito siempre digo que no tengo ninguno predilecto. Tampoco le hago ascos a ninguno, ni a la comedia por infravalorada que esté. En cambio, sí que considero que hay uno con un potencial especial, no voy a decir superior, pero sí el más interesante. Hablo del cine de terror, cuyo medio -el miedo- no solo sirve para horrorizarnos, sino también para transmitirnos mensajes e historias. Como cualquier otro género desde luego, pero por desgracia nunca se ha sacado suficiente provecho. Las películas de terror buscan el susto (que no el miedo) y crear monstruos con el peor aspecto posible. Cuando dan importancia a la narrativa, se centran en pobres giros argumentales y poco más. Lo triste es el vacío hacia el género, relegado a producciones más comerciales que solo ofrecen carruseles de tópicos, quedando en el olvido las posibilidades de una buena película de terror. Por suerte siempre hay, o hubo, quien quiso probar la experiencia, explorar los mecanismos del género. Ese alguien fue Stanley Kubrick, quien a pesar de su corta filmografía, no cesó en su empeño de experimentar con cualquier género.

Jack Torrance viaja con su mujer e hijo al hotel Overlook de Colorado, para ocuparse del mantenimiento de las instalaciones durante el cierre invernal. Se dedica también a ocuparse de su novela, gracias a la tranquilidad que le ofrece el hotel cerrado y la única compañía de su familia. Pero entonces llega la noche, se apagan las luces y suceden cosas paranorm… No, espera. Aquí no se apagan las luces, ni los personajes caminan por un pasillo a oscuras a la espera de un susto que nos levante de la butaca. El escenario permanece constantemente iluminado, incluso muchas escenas se desarrollan por el día. Kubrick comienza mostrándote rutinas de los personajes, para ir a poco a poco alterando esas acciones cotidianas con sucesos paranormales. Algunos tan sutiles como diseñar decorados imposibles a imágenes más explícitas como enseñar a gente que no debería estar allí. Pero incluso en las escenas más directas, Kubrick no recurre al susto fácil. Normaliza la aparición del fantasma, de esa persona que había estado en el hotel hace décadas. Nada sale por sorpresa de armarios, ni hay efectos sonoros estridentes que corten la acción.

El Resplandor es una película que nos hace sentir vulnerables. Sabemos que algo ocurre. Kubrick juega sabiamente con ello, puede que no demos ni un solo sobresalto, pero la tensión es constante. La clásica perfección del director no solo está presente en la elección de los planos, en la fotografía o el montaje: también en cómo presentar la historia y los personajes. Al inicio se insiste en la naturalidad, en acciones mundanas del día a día, para provocar un mayor contraste con la trama surrealista que posteriormente se desarrolla. Intentamos empatizar con Jack, porque él es el protagonista, el héroe que desvelará los misterios del hotel y quien sufre, al igual que nosotros, el terror del hotel. Pero después él también forma parte de esa locura, haciéndonos sentir completamente indefensos. Este punto es clave, porque es una sensación que muchas películas persiguen. El terror psicológico incide en ponernos en la piel de un protagonista cada vez más aislado, oprimido, vives su lucha como la tuya y sufres con él. Aquí no, encarnamos a Jack Torrance, contemplamos horrorizados los primeros fenómenos paranormales, investigamos con él qué demonios está ocurriendo en ese hotel y… cuando nos queremos dar cuenta, es él quien de verdad nos produce el miedo y nos encontramos solos.

Kubrick era conocido por su perfeccionismo, por cuidar hasta el más mínimo detalle de un plano. Su metodología de trabajo hace pensar que es imposible que dejase al azar múltiples errores de raccord o de que la televisión de la habitación funcione sin cables. La máquina de escribir de Jack cambia de color de una escena a otra y la alfombra de los pasillos es diferente al hacer contraplanos. Todo esto está muy bien y ayudan a construir el surrealismo del hotel. Pero, ¿y qué hay del mensaje? ¿Qué quería contar Kubrick en esta película?

Precisamente el hermetismo de la película, sus nulas explicaciones acerca de lo que sucede -ni siquiera el final se detiene a arrojar algún tipo de detalle o resolución sobre lo sucedido, más bien muestra más misterios- contribuyen a hacer de El resplandor una cinta misteriosa, esotérica y sobre todo, terrorífica. Porque esa sensación de vulnerabilidad se consigue ocultando en lugar de enseñar, generando nuevos enigmas en lugar de ofrecer respuestas. Incluso el significado de sus símbolos, de su mensaje, está oculto, a la espera de que los espectadores desarrollen sus propias teorías. El documental Room 237 funciona como un capítulo de Cuarto Milenio en el que se destripa un mito de terror, derivando es más suspense y miedo. Allí, críticos, historiadores y escritores relacionan las imágenes de El Resplandor con el Holocausto, el genocidio indio de los americanos e incluso la divertida teoría de que Stanley Kubrick rodó el montaje de la llegada del hombre a la luna.

El Resplandor es una gran película que sacude los cimientos de su género y consigue atraparnos de mil formas diferentes. Kubrick no quiso limitarse a contar una historieta de fantasmas por mucho que a Stephen King le doliese, sino construir una pesadilla irrepetible y explorar los medios del cine para conseguirlo.
charliewoodhead
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