Críticas de Er_Séneca
7 de agosto de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Nunca olvidaré Gipsy's Acre como lo vi la primera vez. La gran extensión del paisaje llegando hasta el mar a lo lejos y..." Éstas son las primeras líneas de Michael, el protagonista de la cinta, cuando rememora los hechos que le llevaron a la presente conversación. Se muestra tranquilo, relajado, como simplemente pasando el rato con un viejo amigo.
Michael es un empedernido soñador, o mejor dicho era, porque ahora es una piltrafa, un desecho, una cáscara vacía. Michael era tan soñador que pasaba su vida fabricando fantasías, mundos perfectos en donde todo era belleza y ternura, en donde lo desagradable, lo hostil de la vida real ya no existían, pero tampoco los escrúpulos ni las restricciones morales. Sí, era tan soñador que pasó a residir en la mentira, en la ficción, porque su pobreza le impedía alcanzar, ni de lejos, esos sueños. Todo ello componía una poco recomendable amalgama para quien se cruzara en su camino.
"Noche sin fín" es una maravillosa aportación al género del misterio, aunque ni mucho menos se circunscribe a esa etiqueta. No entraré en si sigue más o menos fielmente la novela original, o si ésta merece o no la pena. Es una excelente película por sí misma, sin más, de aquel reducido grupo que he visto unas cuantas veces sin perder un ápice el interés. Ello se debe sobre todo, en mi opinión, a que en la misma se ha sabido crear... atmósfera. En todo momento el espectador se encuentra como desplazándose por una fascinante ensoñación, igual que le puede pasar viendo, por ejemplo, "Vértigo" o "El nadador", por un entorno irreal que encuentra su culminación en la casa, la espectacular casa en Gipsy's Acre.
Sí, hay misterio, hay romance, hay crimen, incluso si se quiere un elemento de terror, pero sobre todo hay una sabia profundización psicológica en una narración de mucho oficio, acompañada de una impresionante banda sonora de Bernard Herrmann y de unas solventes interpretaciones, entre las que destaca un Hywel Bennett, actor de físico peculiar, que le da el tono ideal a su personaje: recordemos que ya en "Nervios rotos" daría vida a otro individuo perturbado, acompañado allí igualmente por la bella Hayley Mills. La química y la compenetración entre ellos después de varios trabajos juntos es palpable. Y por supuesto está esa espléndida fotografía de Harry Waxman (quien luego repetiría su gran labor en "El hombre de mimbre"), que realza con brillantez los hermosos exteriores y también los artísticos interiores de museos o casas de subastas y, claro está, "la casa".
Si no la ha visto, anímese, no permita que le echen atrás malas notas o críticas negativas. Déjese llevar, sin expectativas ni prejuicios... y sorpréndase. Tal vez hasta repita.
Michael es un empedernido soñador, o mejor dicho era, porque ahora es una piltrafa, un desecho, una cáscara vacía. Michael era tan soñador que pasaba su vida fabricando fantasías, mundos perfectos en donde todo era belleza y ternura, en donde lo desagradable, lo hostil de la vida real ya no existían, pero tampoco los escrúpulos ni las restricciones morales. Sí, era tan soñador que pasó a residir en la mentira, en la ficción, porque su pobreza le impedía alcanzar, ni de lejos, esos sueños. Todo ello componía una poco recomendable amalgama para quien se cruzara en su camino.
"Noche sin fín" es una maravillosa aportación al género del misterio, aunque ni mucho menos se circunscribe a esa etiqueta. No entraré en si sigue más o menos fielmente la novela original, o si ésta merece o no la pena. Es una excelente película por sí misma, sin más, de aquel reducido grupo que he visto unas cuantas veces sin perder un ápice el interés. Ello se debe sobre todo, en mi opinión, a que en la misma se ha sabido crear... atmósfera. En todo momento el espectador se encuentra como desplazándose por una fascinante ensoñación, igual que le puede pasar viendo, por ejemplo, "Vértigo" o "El nadador", por un entorno irreal que encuentra su culminación en la casa, la espectacular casa en Gipsy's Acre.
Sí, hay misterio, hay romance, hay crimen, incluso si se quiere un elemento de terror, pero sobre todo hay una sabia profundización psicológica en una narración de mucho oficio, acompañada de una impresionante banda sonora de Bernard Herrmann y de unas solventes interpretaciones, entre las que destaca un Hywel Bennett, actor de físico peculiar, que le da el tono ideal a su personaje: recordemos que ya en "Nervios rotos" daría vida a otro individuo perturbado, acompañado allí igualmente por la bella Hayley Mills. La química y la compenetración entre ellos después de varios trabajos juntos es palpable. Y por supuesto está esa espléndida fotografía de Harry Waxman (quien luego repetiría su gran labor en "El hombre de mimbre"), que realza con brillantez los hermosos exteriores y también los artísticos interiores de museos o casas de subastas y, claro está, "la casa".
Si no la ha visto, anímese, no permita que le echen atrás malas notas o críticas negativas. Déjese llevar, sin expectativas ni prejuicios... y sorpréndase. Tal vez hasta repita.
31 de julio de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dividida en tres partes y con una duración total cercana a las cuatro horas, esta cuidada producción, aunque su argumento no sea de tipo histórico, reúne muchas de las características para ser calificada como épica: pantalla ancha, diversidad de ambientaciones, detallismo exquisito en las ambientaciones y la escenografía, así como una reconstrucción esmerada de los detalles de época y lugar en los atrezos y vestuarios, con una banda sonora orquestal que acompaña con acierto la acción, sin resultar intrusiva.
Pero sin embargo lo más destacado es la progresiva profundización en el conflicto interior de cada personaje, y la excelente representación del drama que surge en las relaciones de cada uno de ellos con los demás. Con unas interpretaciones de altos vuelos, el espectador se ve arrastrado cada vez con mayor empuje por el creciente torrente emocional que brota de la pantalla.
En este aspecto yo destacaría especialmente a Kirill Lavrov en su papel de Iván Karamazov, uno de los hermanos, pues si en los otros protagonistas se da una lógica y normal linealidad en sus caracteres, en este caso se parte de un individuo aparentemente sereno y razonable para, con extraordinaria habilidad, contemplar su gradual descenso hacia el delirio y la locura, todo ello como resultado de su rechazo frontal a todo valor espiritual, lo que le termina haciendo sucumbir ante sus propias contradicciones.
En resumen, una pequeña joya del cine ruso/soviético de la época, especialmente recomendada para los interesados en el estudio de las emociones humanas, siempre que, como es cada vez más habitual en nuestro tiempo, no se dejen amedrentar por unos diálogos que a veces pueden aparentar ser farragosos, pero que contienen mensaje y sustancia en cada palabra.
Las tres partes están disponibles en el canal de Mosfilm en YouTube, aunque ahí de momento con subtítulos sólo en inglés.
Pero sin embargo lo más destacado es la progresiva profundización en el conflicto interior de cada personaje, y la excelente representación del drama que surge en las relaciones de cada uno de ellos con los demás. Con unas interpretaciones de altos vuelos, el espectador se ve arrastrado cada vez con mayor empuje por el creciente torrente emocional que brota de la pantalla.
En este aspecto yo destacaría especialmente a Kirill Lavrov en su papel de Iván Karamazov, uno de los hermanos, pues si en los otros protagonistas se da una lógica y normal linealidad en sus caracteres, en este caso se parte de un individuo aparentemente sereno y razonable para, con extraordinaria habilidad, contemplar su gradual descenso hacia el delirio y la locura, todo ello como resultado de su rechazo frontal a todo valor espiritual, lo que le termina haciendo sucumbir ante sus propias contradicciones.
En resumen, una pequeña joya del cine ruso/soviético de la época, especialmente recomendada para los interesados en el estudio de las emociones humanas, siempre que, como es cada vez más habitual en nuestro tiempo, no se dejen amedrentar por unos diálogos que a veces pueden aparentar ser farragosos, pero que contienen mensaje y sustancia en cada palabra.
Las tres partes están disponibles en el canal de Mosfilm en YouTube, aunque ahí de momento con subtítulos sólo en inglés.
20 de abril de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dan Mahowny (Philip Seymour Hoffman) es un empleado de un banco canadiense en Toronto, y se nos cuenta su historia a partir de su ascenso a algo así como gestor de operaciones. Ello se debe a que tanto su jefe directo como el resto de sus superiores tienen gran confianza en su profesionalidad y buen hacer. Sin embargo, lo que no saben es que Dan es un jugador compulsivo que se dedica a hacer trampas con los fondos del banco a su cargo para financiar sus apuestas y sus cada vez mayores deudas de juego. El destino favorito de Dan es un gran casino en Atlantic City, al otro lado de la frontera, en el cual por motivos obvios es tratado por el gerente a cuerpo de rey (tremendo John Hurt). Su brutal adicción le lleva también a tener problemas en la relación con su novia, su compañera de trabajo Belinda. Finalmente, la enorme magnitud del desfalco que lleva acumulado con su banco termina saliendo a la luz de forma colateral, a raíz de una investigación que la policía canadiense está realizando a Frank, su corredor de apuestas.
Basada en hechos reales sucedidos entre 1980 y 1982, la película resulta muy interesante. El ritmo es tan sosegado como la interpretación de Seymour Hoffman, lo cual a mí personalmente me resulta muy de agradecer: no hay rápida sucesión de planos de un segundo, ni persecuciones ni tiros ni follones absurdos difíciles de digerir. La cámara se toma su tiempo y nos deja asimilar lo que estamos viendo, incluyendo el vacío vital que sufre el protagonista fuera de la excitación del juego puro y duro. Recomendada para aquellos que no tienen prisa, y en mi opinión a poca distancia de otros grandes films sobre adicciones, como "Días sin huella", "More" o "The Gambler" (esta última muy cercana en tema y argumento).
Basada en hechos reales sucedidos entre 1980 y 1982, la película resulta muy interesante. El ritmo es tan sosegado como la interpretación de Seymour Hoffman, lo cual a mí personalmente me resulta muy de agradecer: no hay rápida sucesión de planos de un segundo, ni persecuciones ni tiros ni follones absurdos difíciles de digerir. La cámara se toma su tiempo y nos deja asimilar lo que estamos viendo, incluyendo el vacío vital que sufre el protagonista fuera de la excitación del juego puro y duro. Recomendada para aquellos que no tienen prisa, y en mi opinión a poca distancia de otros grandes films sobre adicciones, como "Días sin huella", "More" o "The Gambler" (esta última muy cercana en tema y argumento).
21 de agosto de 2024
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy raro que yo ponga la calificación mínima a una película. Siempre encuentro algún detalle que salve a las malas películas de caer al fondo del pozo. Pero es que esto no es una película, es una venganza. Contra el sufrido espectador.
En principio, el argumento promete pero es total y absolutamente desperdiciado, y tiene tantos puntos de contacto con la posterior "Coma" (muy superior aún sin ser nada del otro mundo) que parece como si Robin Cook, el autor de la novela en que se basa esta última, advirtiendo que ahí había material en bruto sin pulir, hubiese decidido darle nueva vida. Aquí, la "acción" intenta sin éxito levantar el vuelo, pero no hace más que dar vueltas y vueltas sin ir a ninguna parte, como hace el director de la clínica (Alain Delon) con su avioneta.
Entre el comienzo y el ansiado final de esta deplorable cinta de 91 minutos de la que sobran 85, la prota (Annie Girardot), incesantemente va y viene como un pollo sin cabeza, de su cuarto al baño turco, del baño turco a la playa, de la playa a la cama del director, de ahí a la piscina, etc. etc., como en un carrusel de secuencias sin sentido, y por el camino nos vamos encontrando personajes a cuál más desagradable.
Entre los continuos despropósitos está que nos encontramos ante una clínica de rejuvenecimiento donde no hay un solo anciano (es más, el director le pregunta como sorprendido a la prota qué hace ahí, si se la ve joven y saludable, ¡cuando todos los demás pacientes "pecan" de lo mismo!); o toda la peña de la clínica al completo, incluyendo al director, haciendo el indio en pelotas por la playa, en una insufrible secuencia de varios minutos; o el director haciendo rasantes con su avioneta por encima de las cabezas de los pacientes, mientras éstos se tiran al suelo a cada pasada, etc. etc...
Y así, entre inagotable estupideces y un estridente tam-tam que pone de los nervios al espectador más estoico como "banda sonora", van pasando los minutos de este terrible bodrio muuuy lentamente, hasta que, a Dios gracias, llega el anhelado final liberador. Muy recomendada para masoquistas. Los demás, advertidos quedan.
En principio, el argumento promete pero es total y absolutamente desperdiciado, y tiene tantos puntos de contacto con la posterior "Coma" (muy superior aún sin ser nada del otro mundo) que parece como si Robin Cook, el autor de la novela en que se basa esta última, advirtiendo que ahí había material en bruto sin pulir, hubiese decidido darle nueva vida. Aquí, la "acción" intenta sin éxito levantar el vuelo, pero no hace más que dar vueltas y vueltas sin ir a ninguna parte, como hace el director de la clínica (Alain Delon) con su avioneta.
Entre el comienzo y el ansiado final de esta deplorable cinta de 91 minutos de la que sobran 85, la prota (Annie Girardot), incesantemente va y viene como un pollo sin cabeza, de su cuarto al baño turco, del baño turco a la playa, de la playa a la cama del director, de ahí a la piscina, etc. etc., como en un carrusel de secuencias sin sentido, y por el camino nos vamos encontrando personajes a cuál más desagradable.
Entre los continuos despropósitos está que nos encontramos ante una clínica de rejuvenecimiento donde no hay un solo anciano (es más, el director le pregunta como sorprendido a la prota qué hace ahí, si se la ve joven y saludable, ¡cuando todos los demás pacientes "pecan" de lo mismo!); o toda la peña de la clínica al completo, incluyendo al director, haciendo el indio en pelotas por la playa, en una insufrible secuencia de varios minutos; o el director haciendo rasantes con su avioneta por encima de las cabezas de los pacientes, mientras éstos se tiran al suelo a cada pasada, etc. etc...
Y así, entre inagotable estupideces y un estridente tam-tam que pone de los nervios al espectador más estoico como "banda sonora", van pasando los minutos de este terrible bodrio muuuy lentamente, hasta que, a Dios gracias, llega el anhelado final liberador. Muy recomendada para masoquistas. Los demás, advertidos quedan.
2 de septiembre de 2024
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Es 1956, y tres malhechores deciden cometer un atraco en las dependencias administrativas de un cuartel británico (cuyas tropas están a punto de ser enviadas al conflicto de Suez), ya que están informados (no se dice cómo) de que en las mismas se guarda una gran cantidad de dinero destinado al pago de las nóminas. A tal fin, han urdido un ingenioso a la vez que intrincado plan para dar el golpe, el cual requiere inevitablemente para poder llevarlo a cabo que tengan que acceder a las instalaciones, y pasar desapercibidos una vez dentro, disfrazándose de soldados.
Es una cinta entretenida que deja buen sabor de boca, a pesar de que a veces resulte un tanto confusa por la gran cantidad de detalles que se van sucediendo rápidamente ante el espectador, no siempre explicados con un mínimo de claridad. Fuera de eso, el guión está trazado con oficio, uno de cuyos autores es nada menos que Nicolas Roeg, quien más tarde alcanzaría reconocimiento como director, especialmente por "Performance" y "Amenaza en la sombra". Por supuesto destaca y mucho, en un reparto necesariamente masculino, Stanley Baker, en uno de esos papeles de tipo duro y a la vez metódico que tan bien le van a su físico y a su estilo.
Uno de las cosas más destacables de lo que al fin y al cabo es una variación sobre el género de cine negro es la ausencia de tiroteos. El plan está sustentado no en la violencia, sino tanto en el ingenio como en la perfecta coordinación entre los involucrados y su capacidad de afrontar las posibles dificultades, siempre bajo las directrices de su líder Turpin (Baker), auténtico cerebro de la operación. En cualquier caso, un producto ameno aún con sus altibajos y algunos esfuerzos de credulidad por parte del espectador.
Es una cinta entretenida que deja buen sabor de boca, a pesar de que a veces resulte un tanto confusa por la gran cantidad de detalles que se van sucediendo rápidamente ante el espectador, no siempre explicados con un mínimo de claridad. Fuera de eso, el guión está trazado con oficio, uno de cuyos autores es nada menos que Nicolas Roeg, quien más tarde alcanzaría reconocimiento como director, especialmente por "Performance" y "Amenaza en la sombra". Por supuesto destaca y mucho, en un reparto necesariamente masculino, Stanley Baker, en uno de esos papeles de tipo duro y a la vez metódico que tan bien le van a su físico y a su estilo.
Uno de las cosas más destacables de lo que al fin y al cabo es una variación sobre el género de cine negro es la ausencia de tiroteos. El plan está sustentado no en la violencia, sino tanto en el ingenio como en la perfecta coordinación entre los involucrados y su capacidad de afrontar las posibles dificultades, siempre bajo las directrices de su líder Turpin (Baker), auténtico cerebro de la operación. En cualquier caso, un producto ameno aún con sus altibajos y algunos esfuerzos de credulidad por parte del espectador.
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