Cuando se pensaba que el género thriller-terror se estaba quedando sin argumentos originales para explorar, llega sin tanto escándalo mediático esta joya cinematográfica llamada A Quiet Place (Un lugar en Silencio, en su traducción para Latinoamérica). Precisamente, con mucho ingenio se presenta esta historia que mezcla coherentemente el terror, el suspenso, el thriller psicológico, el drama familiar y la ciencia ficción, logrando con ello un producto tan emocionante como disfrutable de principio a fin, dejando esa sensación definitiva de “querer ver más”. Desde sus primeras secuencias impacta, sin embargo, a medida que avanza el relato se van acrecentando los niveles de suspenso – terror al punto de provocar, en las mentes más sensibles, devenires entre el desosiego y la estupefacción, sensaciones primordiales en el disfrute de una estupenda película de esta clase.

Del argumento no se puede contar mucho, puesto que dañaría la expectativa de quien aún no la ha visto, no obstante, para definir un preámbulo, se plantea un planeta post-apocalíptico en la que los pocos humanos pobladores para sobrevivir deben seguir unas reglas básicas, pero precisamente esa condición inherente del ser humano que lo obliga a suplir las necesidades elementales, es la particularidad que hace poner a prueba la supervivencia en un mundo ferozmente hostil en la que el hombre es la presa.

A pesar de que, la película expone una premisa apocalíptica que parece ya estar contada, de manera ingeniosa le fueron agregados nuevos elementos que transforman completamente la historia para exhibirla como un film efectivo y genuino. Lo que demuestra una vez más que con los elementos conocidos, aún se pueden hacer películas novedosamente escalofriantes e incluso, con contenido para analizar.

Un metraje técnicamente correcto, al igual que en su definición de personajes, y con un inteligente desarrollo de la historia, hacen de A Quiet Place mi primera mejor película de lo va corrido del año. Puntuación: **** (Sobre 4), imperdible.

Así de cruda como se muestra en algunos póster, es esta cinta francesa ganadora del premio de la semana de la crítica en el festival de cine de Cannes. Esta es una de esas películas difíciles de digerir por lo controversial que puede resultar su historia y sobre todo sus imágenes. Una historia brutal que habla sobre la complicada etapa de la adolescencia, pero sobre todo de la pérdida de la inocencia y de una forma tan feroz que hasta desagradable puede resultar para cierto público. El descubrimiento de los placeres de una juventud desadaptada en lugares hostiles y propicios para el desenfrene de los instintos básicos y salvajes que pueden poseer algunos seres humanos. Aunque a ratos nauseabunda, RAW es un muy interesante ejercicio de crudeza y complejidad, en la que el despertar de la naturaleza del ser, puede resultar tan extremo que descubre al animal depredador que algunos pueden llevan por dentro. Recomendada para público de mente abierta.

Una historia que luce de manera sencilla pero con un trasfondo especialmente construido con misticismo y universalidad, dos aspectos que precisamente hacen que esta historia oscile en la ambigüedad del existencialismo, la espiritualidad, la vida, la muerte, la aceptación, los apegos y la pérdida, permitiendo que todas estas dimensiones se sinteticen a través del tiempo y el espacio. A Ghost Story, se pasea en el universo místico de lo espiritual y su interacción con lo terrenal, en la que a través de una imagen fantasmagórica conocida, cada quien puede entender desde su perspectiva el enigma de la vida, - la muerte -. La película es bella en su entorno y su estructura, cuenta con una exquisita banda sonora y con una fotografía excepcional. Todo el mundo no digerirá de la misma manera esta película, o en muchos casos algunos ni lo harán. Imprescindible.