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España España · Sevilla
Críticas de Muzzle
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de octubre de 2008
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entre las decenas de estrenos orientados exclusivamente a arrasar las taquillas a base de efectos especiales (sin ir más lejos, Hancock), a veces surgen pequeñas películas con espíritu de cine grande que apenas duran unas semanas en cartel. Me temo que ése será el destino de esta Escondidos en Brujas, el debut en la dirección de Martin McDonagh. Y hay que reconocer que sería un destino injusto para esta notable película que cuenta las desventuras de un par de asesinos a sueldo que deben esconderse en Brujas tras un “trabajo” que no salió todo lo bien que debería.

Con esa premisa vemos a dos hombres opuestos, que cargan con la conciencia intranquila de saber que han hecho algunas cosas mal en la vida. Uno, veterano ya en las lides, sabe que es el camino que ha escogido y lo asume (gran Brendan Glesson), el otro, joven e inexperto quiere vivir demasiado deprisa y no puede soportar la presión por lo que ha hecho mal (Colin Farrell, en uno de los mejores papeles que le he visto).

El autor parece querer mostrar el contraste entre la belleza de la ciudad y el sucio interior de los personajes que habitan en ella, todos cortados por el mismo patrón: la culpa y el patetismo. Del mismo modo en el que Brujas pasa de ser “una ciudad de cuento”, al infierno del castigo. De una idea que apenas tenía espacio para la sorpresa, surgen un sinfín de situaciones, algunas surrealistas (en general las conversaciones entre los personajes, propias de un guión “tarantiniano”, o ese enano racista que participa en una película que se está rodando en la ciudad), otras oscuras y hasta sórdidas. No es, por tanto, un thriller al uso, sino una mezcla de géneros que podría haber acabado en nada, y consigue conectar al espectador con el sufrimiento de ambos protagonista y al mismo tiempo divertirlo con el humor negro que impregna la cinta (sobre todo en las situaciones y diálogos de Colin Farrell).

Es justo reconocer que la película entra en su momento cumbre con la aparición de Ralph Fiennes, otra vez con un papel de villano pero que en esta ocasión salpica con un humor negro y ácido y un extraño sentimiento de lo moral. Como también hay que ver los defectos de la misma, básicamente centrados en lo poco que se desarrollan los secundarios o lo forzado y poco creíble de la historia de amor.

La moral, la culpa y el castigo merecido centran una película muy bien escrita, bien interpretada y bien dirigida por un debutante al que habrá que seguirle la pista a partir de ahora. Quizás uno de los pocos estrenos con “enjundia” que sufriremos en otro verano de cine palomitero.
Muzzle
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8
11 de octubre de 2008
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay muchos tipos de cine. A pesar de que a las carteleras parece que sólo llega lo “comercial” y “convencional” - ya se sabe, superhéroes, comedias románticas, dramas lacrimógenos, aventuras, etc.- hay cientos de películas interesantes, innovadoras, perturbadoras y “diferentes” que hacen creer todavía en las posibilidades de sorpresa del negocio. Mulholland Drive forma parte de ese grupo de películas incómodas, que te hacen revolverte en el sofá (o en la butaca de cine, si tienes la suerte de poder verla allí en la única semana que dura en cartel y en el cine más perdido de tu ciudad), te hacen pensar, volver a lo que has visto días después, buscar información sobre lo que has visto…

David Lynch es un maestro de la imagen perturbada (más que perturbadora). Ya lo demostró con la serie Twin Peaks, que, aún viendo sólo fragmentos, ya provocaba algunas pesadillas de mi niñez. En el caso de Mulholland Drive, más que terror, la sensación es de agobio e indefensión. Te sientas en el sofá preparado para ver una película que, has leído por ahí, es compleja, y por eso intentas estar pendiente de cada detalle, de cada plano, de cada acción… Un trabajo extenuante para muchos que ven el cine como un acto de relajación y desconexión de su vida real. Y aún así, cuando llevas tres cuartos de película y empiezas a creer que todo tiene un hilo argumental normal, ¡pum! Un cambio, un plano que descoloca, imágenes sin sentido (o con todo el sentido del mundo) que nos hacen revolvernos incómodos. ¿Qué es esto?

¿Me he aburrido? ¿Me ha gustado? ¿Basura o genialidad? Imposible saberlo mientras ves los títulos de crédito. Pese a todo hay algo escondido en ti, un resquemor… Necesitas buscar información, entender lo que has visto, sentirte “privilegiado”. Entonces todo encaja (al menos, casi todo), pese a lo incierto de algunos personajes (¿Qué demonios es El Cowboy?), a los cambios de nombres, a las elipsis… Al fin hay un sentido. Y lo peor es que el resquemor no desaparece y necesitas volver a verla. La grandeza del cine en todo su esplendor.
Muzzle
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Los mundos de Coraline
Estados Unidos2009
7,1
51.990
Animación, Voz: Dakota Fanning
8
21 de julio de 2009
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de animación ha sufrido un salto cualitativo asombroso en la última década. Antes, había poco o nada que reseñar al margen del monopolio Disney, ahora la competencia parece haber obligado a buscar la idea más original, la técnica más brillante o el guión más dinánmico. Y en una época en la que el diseño de las imágenes por ordenador impera, Henry Selick sale de su retiro para regalarnos otra pieza de artesanía a la altura de su ya mítica Pesadilla Antes de Navidad (sí, fue suya y no de Tim Burton, que se llevó la mayoría de elogios).

Coraline es una película oscura, densa, asfixiante y aterradora por momentos, es, en definitiva, una película que todos los niños odiarán o que sólo los más valientes soportarán. Porque la imaginería de Selick sumerge al espectador en una versión negra de la ya de por sí siniestra historia del viaje a través del espejo que Lewis Carroll mostró en sus Alicias. Ese mundo paralelo que parece más hermoso, más cariñoso y más divertido que la cruda, fría y gris realidad cotidiana. Un mundo que esconde algo más sórdido de lo que parece y que está espectacularmente resumido en el detalle agobiante de los ojos-botón.

La historia, mérito de la novela gráfica de Neil Gaiman, aprovecha al máximo sus recursos y sus pocos personajes. Los principales tienen una personalidad arrolladora, empezando por esa Coraline aislada del mundo y ansiosa de una vía de escape, la que le ofrece la pequeña puerta de esa antigua casa; pasando por los dos padres alienados por su trabajo y sin tiempo para su hija, su vecino "acosador", el gato, las dos actrices retiradas y semi-brujas y el ruso loco. Además, Selick gestiona el tempo narrativo a la perfección, dándole un halo de misterio lento y pausado al inicio de la historia y mostrando leves detalles siniestros que luego se irán amplificando. El climax final llega a resultar incluso demasiado angustioso para una película que se suponía orientada al público más joven.

Ésta es una obra grande en la animación de los últimos años, quizás la primera película que puede medirse cara a cara y sin flaquezas ante las obras maestras de Pixar. Pocas historias brillan tanto en los detalles como ésta "Coraline" de la que se aprovechan hasta los magníficos títulos de crédito iniciales. Un film mágico, diferente y sí, mejor incluso que Pesadilla Antes de Navidad.
Muzzle
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6
11 de octubre de 2008
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los últimos años la calidad cinematográfico está abandonando progresivamente las grande salas de cine para invadir la pequeña pantalla. No hay más que ver los casos de Perdidos, Mujeres Desesperadas, House, Los Soprano, A dos metros bajo tierra, etc., para darse cuenta de que muchos de los mejores guiones que se hacen hoy en día están orientados a las series de ficción -americanas, por supuesto, en España seguimos a años luz en cuanto a calidad televisiva-.

Entre el aluvión de series de los últimos años hay una que destaca por encima del resto: Dexter. Y lo hace por lo atractivo de su propuesta, la originalidad de la historia, el ritmo de los capítulos, la profundidad de los personajes y los giros de guión con sentido. No hay aquí “fantasmadas” (como por ejemplo en Prison Break, una serie que empezó muy bien pero que cada temporada es menos creíble), ni historias enrevesadas y complejas de entender (como en Perdidos, una serie fantástica, pero que abre continuamente preguntas sin respuesta y cuyo final tendrá que ser muy bueno para no decepcionar a sus millones de seguidores).

La primera temporada de Dexter que acabo de ver cuenta con los ingredientes de las mejores series. Hay una historia principal que ocupa toda la temporada: la búsqueda del “Asesino del camión de hielo”; y al mismo tiempo, en cada capítulo surgen historias paralelas que alimentan la trama y le dan dinamismo, al estilo CSI o House (un caso por día), pero sin la repetición continua de éstas, por otro lado, con hilos argumentales demasiado livianos. Hablando claro: si nos perdemos un capítulo de CSI no pasará nada, pero perdernos uno de Dexter nos puede arruinar la trama.

Y a todo esto… ¿de qué va Dexter? Pues de un asesino en serie muy particular. Un hombre marcado por una experiencia traumática de su infancia que no puede evitar sufrir un instinto asesino. Un vampiro en busca de sangre que elige a sus víctimas entre lo peor de la sociedad, aquellos asesinos que consiguen escapar de la justicia. Pero no se le presenta como un “salvador” -mensaje que sería peligroso- sino como un enfermo que canaliza sus ansias de matar y que es incapaz de mostrar sentimientos. Todo en él es fachada: su trabajo como forense en la policía, su vida familiar, su vida sexual y sus “amigos”, aunque … ¿no tiene todo el mundo algo que esconder?
Muzzle
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5
11 de octubre de 2008
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La expectación ante la primera cinta de Javier Bardem y Penélope Cruz juntos desde su noviazgo, el morbo de ver el triángulo amoroso con la voluptuosa Scarlett Johansson, y la posibilidad de que dos actores españoles trabajaran con uno de los considerados “grandes” del cine como Woody Allen, inflaron la promoción de esta película -que para más inri, se desarrolla en España- en nuestro país, morboso como pocos. Ante esos precedentes, es difícil no ser escéptico antes de ver una película, que además, es de un director que nunca ha conseguido conectar conmigo.

Los primeros minutos confirman mis peores presagios: una música repetitiva hasta la extenuación (¿el disco de la BSO tiene dos canciones o qué?) y un narrador que nos cuenta lo evidente y que no deja lugar a la sugestión. Me cuesta entender la figura de ese narrador que nos avisa del momento anímico de los personajes, de su situación, sus sentimientos… ¿No deben los actores y actrices ser capaces de dar a entender al espectador esas sensaciones? ¿No es una de las virtudes del cine su capacidad de sugerir?

Es complicado superar dos barreras que te van a acompañar durante toda la película, pero aún así, todavía quedaba algo de esperanza: confiar en los actores y en el guión, en teoría, la principal virtud de las películas de Woody Allen. La historia es simple, fácil y a ratos roza lo estúpido… en apariencia, en el fondo es un tratado sobre el amor, las relaciones y las connotaciones que pueden llegar a tener. He leído alguna crítica en la que se menciona que esta película es “más compleja de lo que parece”. A ratos tenía la sensación de que era así, de que en el fondo los líos amorosos de Bardem (auténtico chulo-playa) eran una excusa para exponer la filosofía de Allen sobre las relaciones amorosas: las tortuosas, las rutinarias, las pasionales, las frías, los celos, las infidelidades, los tríos… Y aún así, la película sigue pareciendo demasiado ligera.

Mención aparte merecen los protagonistas, especialmente los españoles, y en concreto Penélope Cruz, quizás el único personaje que no parece acartonado. Su carisma es tal, que Bardem sólo logra parecer natural cuando está con ella en escena. El resto está correcto, hasta podríamos decir que Rebecca Hall apunta muy buenas maneras, pero Scarlett Johansson sigue haciendo el mismo papel de siempre: el de florero.

Con todo, y sin conocimiento profundo sobre la obra de Allen , Vicky Cristina Barcelona tiene el aspecto de una película menor, un entretenimiento del director o una película de encargo que acaba sirviendo de espléndido reportaje de viajes sobre Barcelona (y un homenaje a Oviedo), hasta el punto de que la realización es fría y contenida - algo a lo que colabora el omnipresente y rígido narrador-, sin ese atisbo de pasión que desprenden los personajes de Juan Antonio y María Elena, o lo que es lo mismo, Bardem y Penélope, los únicos que realmente evitan que esta película acaba emitiéndose en el canal VIAJAR.
Muzzle
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