En un principio, podemos pensar que el universo 'Joker' está ya sumamente explorado y explotado. Phillips nos niega esa afirmación en rotundo. Es tan equívoco nuestro argumento que, tras dos horas amarrados a la butaca, queremos más. O, al menos, es la sensación que personalmente sentí al finalizar la cinta.

Nos encontramos ante, sin duda, la mejor película del año, y probablemente del siglo, en lo que podemos entender como adaptación o reinterpretación de cómic, por encima incluso de la trilogía 'The Dark Knight', aunque una y otra tampoco usan los mismos resortes para su desarrollo.

Excelente guión y rotunda BSO que, en este caso, no hace más que redondear y enfatizar las acciones del personaje principal. Y éste, Arthur Fleck (Phoenix), está excelso. Es cómico pero a la vez trágico, cuerdo pero a la vez descerebrado, humano pero a la vez animal. Se sumerge en una oscuridad ética y moral que va haciendo que su felicidad crezca de manera proporcionalmente directa a lo que lo hace su gusto por el crimen.
La cinta es disfrutable e incómoda a partes iguales casi de principio a fin pero, concretamente, la última media hora o 45 minutos tiene un ritmo narrativo tal que nos mantiene en tensión extrema y nos hace partícipes casi en primera persona de lo que sucede en ella.

Por todo ello y mucho más, 'Joker' se convertirá, sin atisbo de duda, en película de culto del presente siglo y presumiblemente de toda la historia del séptimo arte.

Sobrecogedora desde el inicio. Los primeros segundos con el canto gregoriano y, acto seguido, con la apabullante ''El son de Notre Dame'', nos sumergen de lleno en una historia en la que no se sabe bien quién es hombre, y quién monstruo. Es una historia que te atrapa desde el primer instante en que se ve en plano toda la ciudad de París y, de fondo, la espléndida catedral de 'Notre Dame'.

El guión es maduro, adulto, con crítica social y trasfondo poético. Disney hace principalmente 'filmes' para niños, pero de vez en cuando, intenta también calar hondo en el público adulto, y con esta película, lo logra con creces. Sin entrar de lleno en harina (aunque me extraña que exista alguien que aún no la haya visto), los personajes principales cimentan el desarrollo de la película y, aunque a veces sobran intervenciones de las 'gárgolas parlantes' que únicamente le restan madurez al 'filme', éste no decae en ningún momento.

Y... ¡Qué decir de la banda sonora! Epicismo, grandilocuencia, goticismo, luz, oscuridad y un sentido increíble del sinfonismo que, gracias a los coros y las pinceladas de 'gregoriano', construyen en paralelo un guión musical a la altura o incluso mayor que el propio 'filme', ya que, por supuesto, cuenta con una gran cantidad de escenas cantadas. Alan Menken, piedra angular de la música de animación en Disney (con, atención, ¡8 oscars!), se muestra en todo su esplendor con su mejor trabajo, sin duda alguna. Difícil de superar por él mismo.


En definitiva, Disney como siempre. Disney como nunca. Sublime OBRA MAESTRA de la animación.

Así es como me han dejado 148 minutos de puro cine. Lejos de buscar en la acepción de la palabra que da título a esta crítica (si es que puede llamarse de esta manera) el cansancio o la debilidad, me decantaría por la sensación de vacío espiritual, de cruda realidad, de onirismo constante.
Porque 'Inception' nos hace partícipes desde el minuto 1' del laberinto en el que se sumergen todos sus personajes y no deja espacio a la razón que intenta recorrerlo al mismo tiempo que transcurre en la pantalla. En algunos casos con éxito, y en otros sin él, pero siempre exhaustos. Nolan es un director ya conocido por su capacidad de alargar los filmes sin mesura, pero en mi opinión, si quieres contar algo no importa la duración, sino dejar todo atado y bien atado. Y el británico no deja nada a la suerte. Mucho menos en esta película.
Colaborando con Nolan desde 'Batman Begins', Hans Zimmer deja unos primeros compases, que son el hilo conductor de todo el filme, que unirán para siempre nuestro recuerdo entre ellos y la propia película. No importa cuánto tiempo haya pasado, será escuchar estos primeros compases y recordar automáticamente que estamos ante aquel filme que nos dejó exhaustos. Es el sello del alemán, proyectar un recuerdo en forma de pincelada musical en nuestro cerebro para nunca olvidar que hemos vivido una experiencia cinematográfica y audiovisual inconfundible.