Tras una segunda temporada maltratada, habitualmente valorada desde un recuerdo inflexible de lo que fue la primera (distinta y también muy buena), True Detective 3 se acomoda en una reinterpretación desganada y poco inspirada de los acordes de True Detective 1.

Los apuntes policiales, rescatados de los lugares comunes de la serie, parecen tener poco cuerpo ante los devaneos de un guión que se esmera en crear, con notables aunque muy escasos momentos de lucidez, un clima de drama familiar que se agota a mitad de temporada.

Le pesa un manierismo machacón en sus recursos visuales y una pereza narrativa tendente a la sobreexplicación, que mata el ritmo de la serie y la convierte en un algo agónico que se arrastra hasta una conclusión de lo más pobre y que resume todo lo que se ha podido ver hasta el momento.

Grandes pretensiones y pobres conclusiones, se deja ver como mero pasatiempo. True Detective muy menor, decepcionante y autocomplaciente.

No me tiemblan los dedos al escribir que "El acorazado Potemkin" es una de las películas más bellas de toda la historia del cine.

El montaje juega con la propia percepción visual, con lo que Eisenstein entendió como el lenguaje de la tercera imagen. Una imagen que surge en la mente del espectador cuando este ve otras dos dispares entre sí e, inconscientemente, trata de completar este tramo con su imaginación. Es por ello que asistimos a una lluvia de planos fijos que dan vueltas entorno a un mismo mensaje, el que nos invita a ponernos la gorra de marinero, remangarnos la camisa y ascender a la cubierta del Potemkin para participar en todos los acontecimientos que se narran. "El acorazado Potemkin" es pues una pieza única a la hora de dar caza a lo que ya desde tiempos de los Lumiere ha sido El Dorado del cine: Hacer que el espectador se sumerja en la cinta desde el primer minuto, que participe en ella. Dicho esto, el afamado montaje es a su vez una obra de gran sensibilidad artística, en el que nada queda al aire, en el que todos los personajes aparecen y desaparecen durante las revueltas como en una coreografía que no deja ni un segundo de descanso.

El Potemkin no solo estará "a la vanguardia de la revolución", si no también a la vanguardia del cine. Eisenstein nos lo demuestra con originales travelings, picados y contrapicados, todos de enorme virtuosismo, que convergen en la que es una de esas grandes escenas de la historia del cine: La escalera de Odesa. Y no solo todo lo que tiene que ver con el cochecito del bebé, también la figura de la madre, el pueblo, los cosacos y todas las desgracias que se suceden. El montaje en este momento es crucial, y la forma en lo que lo resuelve Eisenstein merece una corona de laurel.

La BSO es otra de sus bazas. De carácter, por supuesto, ruso; orquestal y con gran peso de la percusión, las piezas animan a los insurrectos a participar en todas las revueltas, a combatir y a defender sus ideales. A mi gusto destacar los minutos en los que las piezas de Dimitri Shostakovich dominan el ambiente.

Hasta aquí decir que de "El acorazado Potemkin" se puede decir eso tan cacareado de: "es una obra maestra". En este caso no hay nada de baladí en tal sentencia, sin duda, el acorazado, lo es.

¿Que añadir en su contra? Si algo he de decir es quizá que el acontecer de los sucesos es exagerado, en parte, por la condición política de la cinta. Los habitantes de Odesa pasan de la calma más parsimoniosa al grito de "¡muerte a la autocracia!", sin duda, cosa curiosa. No creo que todo el tema del carácter político del "Acorazado" sea algo del todo criticable. El arte es producto de una idea, esta es expresada de tal forma que los sentidos la perciban. No se puede culpar el carácter político de una obra, ello sería atentar contra los pilares del arte, con su carácter historiográfico.

A Sade se le ha sido conmutada la pena al ostracismo: Sus libros son admirados, recomendados y fácilmente adquiribles, y por ello, se le ha introducido dentro del juego de la cultura popular, cuya más terrible muestra es esta película, destinada, muy especialmente, a aquellos que hablan de libros que no han leído, que se encaprichan con figuras que no pretenden conocer. "Quills" es censura, y de la más mala, no de aquella que te dice "no", si no de aquella otra sugerente, que te embauca.

Aquí se hace caricatura del Marqués, siendo pintado como una especie de locuelo escritor protobohemio, como un niño malo, como un enviado del futuro.

Sade fue un filósofo sólido, cuyas narraciones más sórdidas se ven siempre acompañadas de gruesas reflexiones cuyo fin es proponer un proceso de renovación moral. En "Quills" Sade es un bribón de esos que escriben novela rosa, en favor de una caricatura barata y populista, enfangando su obra, censurando, por medio de apreciaciones efectistas y mucho añadido hollywoodiense, una filosofía que, hoy día, sigue siendo incendiaria y que atenta contra pilares que, en ciertos lugares y momentos, siguen siendo medianamente sólidos.

Engañosa, falsaria y entretienebobos. Un lobo con piel de oveja.

No se porqué esas caras tan largas.

Star Wars es una franquicia para vender merchandising desde sus comienzos, y lo digo yo que tengo mil cosas de la saga por casa.

Quizás los Últimos Jedi es molesta por eso, porque, como el Episodio 1 (pero con mucha menos carisma) evidencia que esto es un producto de aventuras, con una trama de caballeros, princesas y el bien contra el mal; que nunca fue lo suficientemente sobria (el Imperio Contraataca nunca llegó a asentar nada en la franquicia, hoy es un eco que se replicó con desigual fuerza en algunos episodios posteriores); que de ciencia ficción no tiene absolutamente nada; que hace gala de un discurso pseudofilosófico barato y que su base no es otra cosa que el músculo puro de efectos especiales, gran presupuesto y una BSO que se replica hasta convertirnos en el perro de Pavlov.

Sabíais esto, de siempre, pero nunca fue tan evidente. Indisimulables vuestros caretos al encenderse las luces en el cine, ahora venís aquí y os hacéis el seppuku con una espada láser.

Se ha dicho que Coppola bebió de esta cinta. Yo creo, más bien, que fue Conrad quien, a la hora de narrar "El corazón de las tinieblas", lo hizo de las cosas que los historiadores de indias contaron sobre Aguirre. Dicho "Corazón de..." fue inspiración del "Apocalypse Now" de Coppola. Eso va a modo de aclaración personal.

"Aguirre..." es una quijotada, curiosamente, desmitificada. Es la primera vez que tengo constancia de que una cinta basada en un suceso real, en lugar de engrandecer el mismo, precisamente, lo simplifica. Quien se interese en las fuentes históricas americanas descubrirá que la historia que en ellas se narra se encuentra nutrida de sucesos muy cinematográficos que la cinta omite. Herzog se pasa por alto toda pompa y nos narra una historia extrambóticamente colorida, al tiempo que un relato íntimo yo creo que, de alguna forma, tratando de humanizar al malvado, como hicieran ya los románticos.

A este acercamiento contribuye Kinski, armado con su mirada extraviada y un gesto manierista, rodeado de personajes grotestos, siendo esta una cinta muy pasoliniana, pues bebe del feísmo que poco tiempo hacía, el director italiano había comenzado a desarrollar. A un tiempo, la selva, la otra protagonista, evoca belleza y temor, entre grandes panorámicas, totalmente reales, sin trampa ni cartón, perseguida por una cámara en mano que aporta un cierto tono documental al conjunto.

Tan emotiva como oscura, y tan pantagruélica como muda. Un buen trabajo.