Los primeros 3 capítulos fueron espléndidos pero a medida que la serie iba avanzando se notaba algo que suele suceder con la mayoría de las producciones americanas de éxito: que lo que era un magnífico núcleo de ideas para desarrollar una historia en unos pocos capítulos, se va estirando groseramente en aras del negocio. De esta manera, un guión interesante, lleno de suspense, con magníficos personajes, de repente, da paso a vueltas de tuerca inverosímiles, a personajes que se convierten en personajes irreconocibles, que hacen cosas inesperadas (en el mal sentido) y absurdas, abandonando la lógica inicial del argumento que permitía que todo tuviese una coherencia y un sentido.
Lost se convirtió en un delirio, Dexter se ha vuelto una parodia de sí mismo, Homeland ni siquiera se ha dado tanto tiempo para volverse una tontuna, lo ha hecho desde la primera temporada. Al menos así nos ahorramos perder el tiempo con una nueva tomadura de pelo.

Quizás por su brevedad, 70´, tal vez por sus escenarios en el desierto, el caso es que esta película que no tiene ni pies ni cabeza, cuya trama es un disparate inverosímil, me hizo pasar un rato agradable, a la vez que no podía dejar de pensar en qué hacía Joan Bennett en esta producción de muy bajo presupuesto, condenada a un papel secundario y con escasos diálogos, a pesar de verserlas con una actriz televisiva semidesconocida como Wanda Hendrix y con Richard Conte, en sus principios aclamado como el nuevo John Gardfield pero que a partir de los años 50 solo trabajó en producciones de serie B.
Una road movie en blanco y negro de policías tontos y fugitivos de medio pelo, poco más de una hora de turismo por las carreteras polvorientas entre Las Vegas y Los Ángeles que, no obstante, y eso es lo más loco, recomiendo.

Me embarqué en el visionado de esta película, animada por el género sci-fy y las entusiastas críticas, además de por la premisa principal del guión y, aunque ya desde el principio era evidente que la factura de la peli y las maneras del director eran de una tosquedad abrumadoras, me esforcé por llegar hasta el final entre bostezos y
estupefacción por lo risible de todo.
Estamos ante una muestra más de teatro (del malo) filmado: unos cuantos personajes (anodinos) en una casa, de cháchara, intentando comprender hasta que punto es cierta la inverosímil historia que el protagonista les está contando. Acentúa la catástrofe, la pésima interpretación (si es que se le puede llamar así) de David Lee Smith, quien encarna sin encarnarlo al personaje principal, así como la pretenciosidad del tono general, cuando en realidad se trata de una tontuna digna de un telefilme, con perdón de los telefilmes, que al menos tienen un ritmo que no produce episodios de narcolepsia, cosa que sí sucede con The Man from Earth.
La vida es corta y perder el tiempo con engendros como este, no tiene justificación.