(Ojo, tal vez haya destripaciones varias según respetables puntos de vista).

En mi quisquillosa opinión, casi se carga él solito la película (aunque el guión y la dirección no le van muy a la zaga).
¿Por qué? Pues porque está (casualmente) en las peores escenas. Su persecución "divertida" a su hermosa mujer (una correca Lee Remick) es de salir del cine despavorido. Su llanto sin lágrimas en otro "momento dado" me remite a un cocodrilo con síndrome de Sjögren. Lo de la pistola es de echarse a reír sin ganas, sobre todo porque, a renglón seguido, se le ve cavando desarmado mientras Paul -un gran Paul- lo observa imperturbable. Y, para redondear, sus últimas intentonas de meterle mano a la Remick con risa capullil justo después de haber intentado asesinar a su padre (un Orson Welles al que no le sienta mal del todo la notoria sobreactuación), le dan el último estacazo al personaje/actor. Perpleja me quedé en el día de hoy al degustar/padecer este clásico. No puedo evitar sospechar que el guión fue escrito durante una larga noche de copas. Le pongo un 5 bastante pelado. Pero con Antonio Garisa en lugar de Anthony Franciosa, habría sido un contundente 6,2.