Comedia fallida, plana, sin gracia, triste, previsible hasta la extenuación y que, a pesar de su corta hora y media de duración se hace larguísima. Si éste es el estado actual de nuestro cine, podemos decir que el enfermo está en estado comatoso, y da pena porque aunque esta película sea absolutamente fallida hay muy buenos profesionales en nuestra industria cinematográfica. Pero es que con un guión tan malo, ni siquiera unos buenos actores protagonistas son capaces de hacer el milagro de sacar adelante este muermo. La colaboración de Amazon Prime en este caso, y de otras plataformas de streaming en muchas otras películas me hace temer que van a proliferar películas tan rutinarias y prescindibles como este desastre en un futuro inmediato. Una pena no aprovechar esta ola de dinero caído del cielo para sacar adelante otros proyectos más originales y talentosos. Lo mejor: el aire acondicionado del cine. Lo peor: haber picado e ir al cine para ver este aburrimiento tras leer las críticas profesionales.

Una propuesta interesante, que no original, de inicio, con una trama sobrenatural y absurda pero que si eres capaz de entrar en el juego engancha mínimamente y, a ratos, divierte por la relación extraña que se entabla entre el resucitado protagonista, Javier Gutiérrez, actorazo, espléndido como siempre, y esa especie de ángel de la guardia un pelín colgado, tipo Rain Man, que interpreta a la perfección ese otro gran actor que es Alejo Sauras.
El problema es el de siempre con las series españolas que al final nos cuelan al niño, al abuelo, a la amiga simpática y a la madre que lo parió, y nos dejan la trama importante que da sentido e interés a la serie en un peligroso segundo plano, por no decir que, llegado un momento a Daniel Écija, su creador, parece que le importa un bledo la historia y nos cuela la misma serie que viene haciendo desde Médico de Familia. Si le va bien con esa propuesta, para qué cambiar pensará él.
Me temo que es otra gran decepción en el panorama televisivo español. Una pena y una gran oportunidad perdida.

El amor es lo que tiene: chico conoce a chica y viceversa, se gustan, se enamoran locamente y, enamorados por el subidón de sentirse enamorados, se casan sin conocer apenas a su pareja y sin pensar demasiado en las consecuencias que tiene el matrimonio, la principal: compartir tu vida con una persona que casi nunca conoces lo suficiente.
El cine es lo que tiene: estrenan esta película, de nacionaliad y actores británicos, y automáticamente una parte del público piensa en la típica comedia romántica al uso, con esa imagen tonta y empalagosa del amor romántico que tanto gusta a la mayoría, pero que tanto daño ha hecho en nuestra sociedad. Luego, sin haber hurgado en las interioridades del film, esa parte del público acude al cine y se lleva un zas en toda la boca. Como la vida misma.
Cualquiera que vea el argumento y que detrás del guión y la dirección de "Les doy un año" esta Dan Mazer, guionista de Ali G, Borat y Brumo, ya sabe lo que se va a encontrar, una comedia en el mejor de los casos bastante burra, por no decir muy bestia, no apta para todos los paladares. Así que, si no vas prevenido, y llegas con la idea de comedia romántica al uso, esperando encontrar a un Hugh Grant y similares, la tarde-noche de cine está condenada al desastre, como ese matrimonio que apenas se conoce, porque aunque los protagonistas, sobre todo los masculinos, están perfectos en sus papeles, e incluso Simon Baker podría dar el pego "Hugh Grantiano", esto es otra cosa.
En definitiva, lo que hay en esta hora y media de película no tiene ni trampa ni cartón: una película con mucho humor, muy a menudo de brocha gorda, con una o dos escenas antológicas, que se beneficia de la buena química de la pareja protagonista, hasta hacernos tragar como creíble una inusual historia de amor. Y, por supuesto, una nómina de brillantes actores secundarios, con un antológico Stephen Merchant.

Una inesperada, deliciosa tarde de cine de verano, disfrutando de cada minuto del metraje, y una sobredosis de emoción, risas y sustos sin trampa ni cartón sólo cine en estado puro y cine con mayúsculas, producida por Steven Spielberg y con un director y unos protagonistas en estado de gracia.
J. J. Abrams se podía haber confirmado con hacer un remake de cualquier película de los 80, tan de moda en estos tiempos de crisis de talento en la industria del cine. Incluso se podía haber atrevido con alguna del maestro Spielberg, porque, a la vista de esta película, talento tiene de sobra para ello. Afortunadamente en vez de hacer ese probable remake, Abrams hace un verdadero homenaje al cine de aventuras ochentero, a ese cine que llevaba indeleble el sello Spielberg y que garantizaba un plus de calidad sobre otros productos similares. Coge la coctelera de ideas y elabora un delicioso cocktail en el que cualquiera reconoce fácilmente los sabores de esos grandes clásicos, pero sin caer en la complacencia ni resultar repetitivo. Al contrario, Super 8 sería un eslabón más en esa cadena a la que sirve de homenaje, una película que perfectamente podría haber rodado el propio Spielberg, pongamos en 1984.
La historia es sencilla y nos mete en la piel del niño protagonista, recién huérfano, para que sintamos como propia la increíble aventura que va a vivir a lo largo de las próximas 2 horas.
La pandilla de chavales protagonista, empeñada en el rodaje de una película de zombies en super 8 para un concurso escolar, es sencillamente insuperable, divertida, conmovedora, auténtica, y son todos ellos unos magníficos en sus papeles ciertamente estereotípicos, pero lo que da la magia a esta historia son los niños Elle Fanning y Joel Courtney, unos pedazo de actores, que sin duda darán que hablar en los próximos años.
El guión es milimétrico, académico, manejando los tiempos de la historia a la perfección, casi buscando que el espectador pueda reconocer en parte, sólo en parte, lo que viene a continuación, buscando tal vez implicarnos más en la aventura. Nada sobra y nada falta, no es un espectáculo gore, pero tampoco es ET, ni Encuentros en la tercera fase. Todo es eficacia en la puesta en escena, incluso la presencia del monstruo, al que apenas se le ve, tal vez porque los miedos de cada uno, como los sueños, son mejores cuando se imaginan que al hacerse realidad.
Y, por favor, que nadie se levante de las butacas al empezar los títulos de crédito o se perderá algo muy importante en super 8.

Sin duda una de los mejores Estudio1 de TVE y el más recordado en la memoria colectiva de este país, cuando en España sólo había 2 canales de televisión. Hay que recordar que las adaptaciones teatrales que hacía Estudio1 estaban hechas con 2 duros, pero con una cantidad de talento que no parece probable que vuelva a juntarse en un plató televisivo español, a juzgar por la terrible calidad de las series que asaltan nuestros hogares en la actualidad.
Como en la igualmente celebrada y recordada adaptación norteamericana, dirigida por Sidney Lumet, el mayor acierto de esta versión es la elección de un excelente reparto, con algunos de los mejores y más celebrados actores españoles de su generación. Sin ellos no se entendería la grandeza de esta cinta y miedo da pensar lo que podrían hacer algunos de nuestros más afamados actores españoles de la actualidad si algún valiente le vendiera a una de nuestras televisiones la posibildad de hacer un remake.
Las imágenes de aquella lejana noche de televisión permanecen firmemente ancladas en mi mente y todavía recuerdo al grandísimo José María Rodero en el papel que hizo anteriormente Henry Fonda, y a José Bodalo, incapaz de dar su brazo a torcer, y a Sancho Gracia en su papel de bravucón. Cuando posteriormente vi la original versión norteamericana me pareció que no tenía nada que envidiarle esta humilde versión española, hecha con tan pocos recursos como enorme talento por parte de sus actors y la gran dirección de Gustavo Pérez Puig.
Un homenaje al mejor teatro y a la mejor televisión que yo recuerdo, y que, gracias a RTVE podemos ver y disfrutar nuevamente online: http://www.rtve.es/alacarta/videos/estudio-1/estudio-1-doce-hombres-sin-piedad/867545/
A disfrutarla.