Aunque hay que reconocer que tiene mérito hacer una película en la que ningún plano dura más de dos segundos y nada tiene sentido, por más aburrida que sea.
Eso sí, hoy estoy de resaca, pero sólo me ha empezado a doler la cabeza después de ver esto.

No sé qué clase de mosca está picando, desde hace años, a gran parte de la crítica (y del público) con el trabajo de este hombre para no ponerlo en la misma pica que a Michael Bay, que es donde se merece estar. Será que al ser francés y al tener cierta habilidad para disfrazar de cuasi metafísico lo que no son más que tópicos manidos (incluyendo lo supuestamente filosófico) hay gente que se lo cree e intenta salvar lo insalvable, como esta Lucy de la que hablamos.
En todo caso, si comparamos toda su filmografía con esta ¿película?, El quinto elemento es una obra maestra.

Si ya la tercera entrega merecía una siesta, esta absudez ni siquiera da para eso.
Williamson vuelve a escribir el mismo guión de siempre, con tantos homenajes, tantas referencias y tantos giros de guión que, al final, termina siendo la más previsible de todas.
Afortunadamente, Craven sabe dirigir y salva los muebles, consiguiendo una película mediocre de lo que, en otras manos, hubiera sido un fiasco absoluto.