Impecable factura. Espectáculo visual con poderosas imágenes para mostrar una historia aburrida. Es difícil mantener el interés durante tanto tiempo. Yo no lo conseguí.

En ningún momento la película transmite ninguna emoción ni produce alguna tensión o intriga que mantenga la atención del espectador. Casi todas las escenas y diálogos parecen rutinarios y tópicos. Solamente la curiosidad por conocer la historia real puede mantenerte en la silla hasta el final, aunque sea entre bostezos.

No me puedo creer los premios y calificaciones que ha recibido esta película.
No me puedo creer que unos actores de calidad resulten tan anodinos en una película de Almodóvar. Tampoco ellos se deben creer su papel. Especialmente la habitualmente fantástica Penélope.
No me puedo creer el sueñecito que me he echado durante la proyección. Creo que es la primera vez que me ocurre con una de Almodóvar.
No me puedo creer el fiasco que he sufrido. ¡Qué decepción!

Las historias hay que saber contarlas, como los chistes. De nada sirve la buena intención o el querer dar un mensaje de espiritualidad a la perdida sociedad materialista si ese mensaje es ininteligible o - como en este caso - vulgar, poco creíble, manido, previsible .. y muchos adjetivos más, todos malos, que podrían aplicarse.
Ya sé que hay personas a quienes películas así les entretienen y les hace pensar. A mi particularmente me aburren y a ratos me desesperan. El "mensaje" que intenta trasmitir ya lo he leído, visto y estudiado en muchas películas o libros mucho mejores, de ahí mi desinterés en este caso.

Después de ver "El origen del planeta de los simios", película que mezclaba maravillosamente un estupendo guión con todo un portentoso y asombroso catálogo de efectos visuales al servicio del mismo, me ha decepcionado esta nueva entrega de los monos, que se queda únicamente con la parte del espectáculo visual. Un anodino guión y un rutinario ritmo que en algún momento se acerca al sopor, además de unos tristes personajes humanos (los simios algo mejor retratados, a destacar el maligno y a veces simpático Koba), y las dosis habituales de escenas que pretenden ser sentimentales y resultan ser de cartón piedra. En definitiva, un rutinario producto correctamente ejecutado pero que ni divierte ni emociona como lo hizo la anterior entrega.