Una película sobre adicciones y obsesiones sin los clichés típicos de drogas, suciedad, tecno y temblores de manos. El protagonista es un adolescente con la pueril manía de chuparse el dedo. Este tema obsesiona a sus padres, a sus profesores y a su dentista-psicólogo (Keanu Reeves en uno de sus papeles más... extravagantes), que descubre una solución para el problema que acabará formando un caos alrededor de él. Con una estética y un ritmo que deja notar el paso de su director por la publicidad y el videoclip, pero sin exagerar, Mike Mills consigue con su primera película (escrita por él mismo, sobre una novela que desconozco) un relato bastante interesante de la clase media acomodada de Estados Unidos y una apología de la libertad individual frente a las convenciones. El protagonista recibió el galardón a la mejor interpretación masculina en el último Festival de Berlín, a pesar de que el papel mejor resuelto es el de la madre, interpretada por Tilda Swinton. Atención a los secundarios de lujo: además de Keanu Reeves, Vince Vaughn como profesor-intelectual y Benjamin Bratt como estrella de telenovelas.

En un momento de "El camino de los ingleses" el narrador, interpretado por Fran Perea, repite la palabra HIPERBÓLICO con eco y mucho reverb, inundándolo todo. Esa palabra puede resumir la película, es hiperbólica, un "non-sense" de imágenes supercompuestas, muy bellas e innecesarias. Estética pura que ya avanzó un poco en "Locos en Alabama", pero en un contexto diferente: mientras en su primer film (más narrativo y con menos intención poética, por otra parte) Banderas recreaba EEUU en los años 60, próspero, pop, psicodélico, aquí estamos en la Málaga de los 70, que me da que más bien debía ser gris, empobrecida, casi en vías de desarrollo, con muchas diferencias sociales. Saber componer planos bonitos, fáciles de ver, pero vacíos, no es hacer arte.
Está mal contada, la música es omnipresente, cutrísima, hecha por un aficionado y la película alcanza momentos de auténtica serie B inconsciente (como la cara de Victoria Abril entre las llamas, la peor metáfora jamás rodada... ¿se puede ser más burdo?) Creo que técnicamente Antonio Banderas ha cometido un error en el que ya han caído muchos y es querer introducirlo TODO: cámaras lentas, movimientos complicadísimos, montaje interno muy rebuscado, iluminaciones muy Las Vegas, planos pictóricos (la playa al atardecer... ¡vaya tópico!) La admiración de Banderas por Brian de Palma se deja notar, y "El camino de los ingleses" demuestra que el director americano será todo lo que quieras menos fácil de imitar, porque al malagueño le sale el tiro por la culata. El maximalismo no es moco de pavo, hay que saber hacerlo.
Se salvan los actores y algún personaje muy conseguido (el de Raúl Arévalo) Fran Perea me parece un acierto como narrador, demuestra que bien dirigido puede llegar a ser un gran actor, su voz es envolvente y el personaje, mínimo, está muy bien construido. La pareja protagonista es casi lo único objetable en este apartado, no tienen mucha química y son sosos, además de mayores para los papeles.
No dudo de las buenas intenciones de Antonio Banderas, pero probablemente se haya dejado llevar por la pasión y las ganas dejando de lado la razón y la autocrítica, porque el material no es malo en sí, lo que fallan son las formas (porque TODO queda reducido a ellas)
Por lo que no paso es por las comparaciones con "Amarcord", es un insulto el simple hecho de intentar relacionar estas dos películas. Me da la sensación de que la crítica "oficial" se ha dejado llevar más por amiguismo que por la opinión personal de la propia obra, pues Antonio Banderas, aparte de ser una estrella, es simpático, parece buena persona y tiene miles de contactos. Así que nada, ahora, a darle premios y a dorarle la píldora, para que siga haciendo tonterías como esta.

Película infantiloide, vacía de ideas, maniquea y caprichosa. Desde la realización, que no tiene ni pies ni cabeza, hasta la construcción de los personajes, que cambian de motivaciones y de personalidad según convenga. Incluir un anuncio de coches en medio de un film no es la mejor forma de lograr una narrativa fluida y envolvente. Mezclar primeros planos sosegados y silenciosos con escenas de montaje frenético al más puro estilo videoclip de banda nu-metal de MTV llenas de cacofonías y gritos para remarcar ciertos momentos importantes es tan impactante como innecesario. La claustrofobia potencial de la historia está desaprovechada por los dos personajes: una niña de 14 años insoportable y un fotógrafo con dos neuronas. Además toca el delicado tema de la pederastia con una falta de rigor y de respeto propios de alguien que parece poco interesado en lo que está contando, pues está claro que lo que el director busca es la sorpresa del artificio y que los planos le queden bien compuestos y bonitos, aunque el criterio brille por su ausencia. Los actores están bastante bien, eso no se puede negar, pero dos actuaciones en medio de NADA no solucionan todos los errores de esta producción.