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España España · Breña Baja
Críticas de burrito
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Críticas 26
Críticas ordenadas por utilidad
7
8 de junio de 2018
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Basada en la novela homónima escrita por Alistair McLean en el final de su mejor época de producción literaria, -tuvieron que transcurrir 10 años hasta que otra obra del autor de "The Guns of Navarone" y "Where Eagles Dare" fuera llevada a la gran pantalla -, constituyó la producción cinematográfica más cara rodada hasta entonces en suelo canadiense, con un montante que ascendió a los 9,3 millones de dólares. Así como el libro fue un best seller en el año 1971, con más de 8 millones de ejemplares vendidos, el film supuso un estrepitoso fracaso comercial.

Existen 2 versiones, la "Uncut" correspondiente al estreno en cines en Reino Unido allá por los últimos días del año 1979, y otra, denominada "BBFC PG", en la que se efectuaron 32 cortes para conseguir una reducción de 11 minutos y 24 segundos de metraje, -eliminándose varias escenas de trama sin trascendencia, así como la de contenido violento más explícito-, supuestamente de aparición posterior con el objetivo de intentar facilitar su comercialización en el circuito de vídeo en la década de los ochenta, aunque presumo que fue la versión con la que se estrenó en cines en el resto del mundo.

La dirección corrió a cargo del veterano australiano Don Sharp, -natural de la isla de Tasmania-, otrora miembro ilustre de la productora Hammer Films, bajo cuyo auspicio firmó su probablemente mejor título, -"The Kiss of the Vampire" (1963)-, que ya había intervenido en la adaptación de otra novela de Alistair McLean en 1971 -"Puppet on a Chain"- y contó para esta ocasión con la participación de su actor fetiche Christopher Lee, con quien había trabajado con anterioridad en otras 3 cintas.

El guión contiene apuntes sorprendentes para la época de realización de esta película, como el de presentar como MacGuffin el tema del calentamiento global del planeta. Sin embargo, se resiente al guardar escasa fidelidad con el original, incurriendo en cierta previsibilidad al desvelar de manera prematura parte del misterio argumental, y principalmente al desaprovechar a gran parte del cásting para haber ampliado el abanico de sospechosos.

La parte romántica resulta descafeinada, -lográndose salvar los muebles en este apartado, solamente gracias a la actuación de Barbara Parkins-, y la fotografía nocturna adolece de falta de iluminación.

La climatología dota al film de unas cotas de fisicidad pocas veces alcanzadas, -llegando a sentir como propio el frío de esos personajes tantas veces tapados hasta los huesos con anoraks y capuchas, en una encarnizada lucha contra unas condiciones meteorológicas sumamente adversas-, y establece una perfecta simbiosis con la música que reproduce los sonidos reales de tormenta.

El paisaje se erige en el auténtico protagonista de la función, -se eligieron como ubicaciones para la filmación los espectaculares escenarios naturales del Parque Nacional de Glacier Bay, en Alaska, y de La Columbia Británica, en Canadá-, que es aprovechado formidablemente mediante la utilización del formato panorámico con un equipo de grabación en Panavision, potenciando la sensación de aislamiento y de claustrofobia en la que están sumidos cada uno de los miembros del reparto, -ubicados en un entorno tan agreste-, lo que unido a la gelidez ambiental, forman el caldo de cultivo perfecto para magnificar la desconfianza con la que interactúan entre ellos.

Otros elementos destacables son las numerosas secuencias de acción, que incluyen avalanchas, explosiones y trepidantes persecuciones en motos de nieve, -todas ellas de factura impecable, aunque finalmente deviniendo en un recurso excesivo-, así como algunas peleas de gran autenticidad.
burrito
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9
21 de octubre de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Film de serie B que supuso el primero de los 4 trabajos que realizaron Richard Quine y la por aquel entonces primeriza y jovencísima Kim Novak.
En cada una de las apariciones de esta bellísima actriz, -que sale sin sujetador y supondrá una evidente influencia muchos años después en el personaje de Sharon Stone en Basic Instinct-, emana a borbotones el enamoramiento -no correspondido- que "sufría" el cineasta por ella, que se ve favorecido por el voyeurismo inherente a la trama policial, con un Fred MacMurray convertido en una especie de álter ego del propio director. La fascinación por Kim Novak se amplifica magistralmente mediante el recurso de su reflejo en varias ocasiones en espejos.

Arranca de manera prodigiosa con el atraco a una sucursal bancaria, de enorme sencillez, -sin necesidad de ningún tipo de diálogo al haber pistolas de por medio- y con los criminales perpetrándolo a cara descubierta.

Cine negro en estado puro, con presencia constante de la noche y mucho humo de cigarrillos, en una historia de codicia y atracción sexual (destacando la autenticidad que desprenden esos besos de tornillo que se dan la pareja protagonista), con la justa carga de ambigüedad.
Tampoco podía faltar ese aura de fatalismo que planea sobre toda la película, ejemplificada en diversos detalles: ese Jefe de Policía de conducta intachable y meticulosa, infatigable hasta lograr su objetivo; el alcoholismo de Paddy Dolan -magnífico el plano en el que este se queda mirando al cartel de un bar y acto seguido se pone a mascar un chicle en vez de fumar-; el aspecto físico de Paul Sheridan (interpretado por un avejentado Fred MacMurray, pese a contar únicamente con 46 años) , que pone de manifiesto una persona baqueteada y fatigada vitalmente, poseedor de una más que probable baja autoestima, que se aferra como un clavo ardiendo a la consecución de una bolsa de dinero, tanto por haber sido su anhelo desde su desgraciada infancia, como sobre todo por el temor a no poder retener de otro modo a la chica; la caída de una taza al descolgar el teléfono un cada vez más nervioso Sheridan (signo de mal fario) ; por último, el papel importante que juega el azar, en esos encuentros entre los personajes de Paul y Ann Stewart (Dorothy Malone).

La contraposición de dos estilos opuestos de mujer no debió ser una tarea sencilla precisamente, teniendo en cuenta el físico despampanante de ambas, lo que habla muy bien de la calidad interpretativa de la Malone (en un notable esfuerzo de contención) y de los apartados de vestuario y maquillaje. La distancia entre estos dos polos se resume a la perfección en la forma tan diferente que tienen de afrontar situaciones embarazosas con los hombres: Lona McLane (Kim Novak) en una escena sentada en la barra de un bar y Ann en otra escena estando en el portal de su edificio.
También es interesante confrontar la relación amorosa de los dos protagonistas -turbia, apasionada y desenfrenada, aunque condenada al fracaso-, con la que entablan el policía Rick McAllister (Phil Carey) y la enfermera -reposada, limpia y pura, tirando incluso a idílica, pero con visos de continuidad a largo plazo-. Richard Quine no puede ocultar su preferencia en ese momento por el Walk on the wild side en vez de por el American way of life.

El bajo presupuesto de esta película condicionó un rodaje rápido, en apenas 4 semanas, e íntegramente en decorados -principalmente en interiores-, siendo aprovechada tal circunstancia para logar un ambiente claustrofóbico asfixiante; las recurrentes llamadas telefónicas son uno de los elementos que más ayudan a potenciar esta sensación. Las salidas a esas calles mojadas (también de Estudio, como mandan los cánones) y el discurrir por dentro del edificio -gracias a unos movimientos de cámara casi imperceptibles y de gran complejidad técnica por la continua apertura y cierre de puertas, así como por su recorrido por lugares angostos como escaleras, ascensores y azoteas-, suponen la única válvula de escape de esta atmósfera insana y el alivio de la tensión sexual acumulada.
Para el espectador, la observación de Rick de cómo está escenificando Ann, a su compañera de piso, la manera en que él mismo la acababa de librar de un amigo pelmazo, es el toque de comedia que se necesitaba a modo de bala de oxígeno.

El guión no tiene fisuras a pesar de estar plagado de infinidad de pequeños detalles, -como la minuciosa preparación por parte de Fred MacMurray de la habitación de la que se va a ausentar durante un rato, de modo que ninguno de sus compañeros se pueda percatar de este hecho- , es modélico por su síntesis y contiene en los diez primeros minutos varios diálogos plenos de doble sentido y una elevada carga de erotismo. La violencia está tratada con sumo pudor, sin necesidad de mostrarse sangre.

La fotografía en blanco y negro de Lester White es absolutamente sobresaliente, y en base a una iluminación bastante tenue se consigue delinear a la perfección el rostro y la voluptuosa figura de Kim Novak, así como obtener unos juegos de sombras que en nada tienen que envidiar al mejor expresionismo alemán.

La partitura musical es otro de los puntos fuertes, resaltando en cada momento el estado de ánimo por el que atraviesa cada uno de los actores y las diferentes situaciones transcurridas, desde la apacibilidad en las miradas al apartamento de la pura e inocente Ann -con esa música de violín más jovial-, pasando por una música tipo piano-bar más sofisticada acompañando al apartamento de la ambiciosa y maquinadora Lona y una melodía más nerviosa para los momentos de mayor suspense o peligro.

Una cinta, en suma, muy poco conocida y a reivindicar.
burrito
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9
25 de junio de 2018
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sam Fuller es de esos pocos directores que constituyen un género en sí mismos. Y esta película abarca todos los elementos del Western. Se trata de un film de una densidad enorme, que en tan sólo 85 minutos trata de multitud de asuntos que de manera aislada cada uno de ellos daría para hacer otra película. Los temas cardinales son el Odio y la Reconciliación (ésta última, lograda en virtud de no haber maltratado a los perdedores de la Guerra de Secesión una vez finalizada la misma), pero también están presentes el individualismo tan característico de los Estados Unidos, -que aquí no se conforma con ser la lucha de uno contra todos, sino que va más allá aún, enfrentando a nuestro protagonista incluso contra sí mismo-, el respeto a las creencias ajenas, el patriotismo -con un formidable juego con la bandera en la batalla final-, la Nación como realidad objetiva y hecho de existencia no dependiente de la voluntad humana -que acaba imponiéndose-, la dignidad del pueblo Indio, etc. Y debido a toda esta profusión temática, la película avanza a modo de cortes brutales, por lo que el trabajo de Fuller se parece al de un escultor cincelando una roca.

La elección de Rod Steiger como actor principal fue una apuesta personal de Samuel Fuller, en contra del criterio de la RKO que querían a Gary Cooper, habiendo supuesto todo un acierto a la hora de transmitir ese grado de antipatía que se requería de su interpretación , -su fisonomía juega a su favor en este sentido-, que por otra parte hubiera sido muy difícil de conseguirse con una estrella consagrada.

Esta cinta tiene una clara inspiración fordiana, -John Ford era muy amigo de Fuller y solía asistir a todos sus rodajes-, que aquí queda patente por el origen irlandés del personaje de Rod Steiger, por el cantante del banjo, -el propio director fue al Sur a contratarlo, con la dificultad de convencerlo para que cantase una canción folclórica (con profundo mensaje) subido en un carro, en lugar de encima de un escenario-, por varios actores habituales de John Ford como Olive Carey -la viuda de Harry Carey, que aquí hace de madre de O´Meara-, Carleton Young -en la piel de un cirujano- o todos los especialistas, la música de Victor Young, -que hizo con Ford "Río Grande" y "El Hombre Tranquilo"-, y por la inesperada e insólita aparición de la Religión en la trama.
Aunque quizás sea con Raoul Walsh con quien más se asemeje Fuller, por la fisicidad de sus filmes y por el gusto de ambos por la violencia, -dicen que éste último en vez de decir "acción" durante los rodajes, disparaba un revólver.

El título en español resulta un despropósito. De hecho, Yuma es una localidad situada en el suroeste del Estado de Arizona, famosa por su prisión, y el territorio donde habitaban las tribus indias de esta película pertenece a los norteños Estados de Minnesota, las dos Dakotas, Montana y Nebraska.

La película tiene una estructura en espiral, con recursos que se repiten cual boomerang, como esos títulos de crédito de color rojo intenso insertados en la frente de O´Meara, -en ese arranque "fantastique" en medio de un paisaje completamente mineral, prefigurando lo que será el spaguetti western-, que tiene su correspondencia con la sangre en la frente del único personaje cargado de más odio que él (un tanto más en el debe del cásting, debido al elevadísimo grado de repulsión que también suscita este otro artista), provocada por uno de los mejores balazos de la historia del cine, en la primera vez que se usaron petardos con sangre falsa para simular impactos reales. Asimismo tenemos los dos vuelos de la flecha, ambos interrumpidos por diferentes motivos, -magnífica la primera carrera invocada por "Coyote andante" para evitar su muerte de una forma con la cual no alcanzaría el Paraíso y para darle una oportunidad a su amigo O´Meara (es estupenda la manera en que se plasma la camaradería forjada entre estos dos inadaptados, a base de elipsis temporales), rodada en su mayor parte enfocando a ambos actores de cintura para abajo, debido a la lesión de tobillo que sufría por entonces Rod Steiger y que le impedía correr-; la bala con la que yerra el tiro O´Meara frente a Driscoll y con la cual acabará matando su odio y expulsando todos sus demonios interiores en el epílogo; la dicotomía dentro del Ejército entre la poco valorada Infantería -"sólo las mujeres caminan"...(risas)- y la apreciada Caballería, que tendrá gran importancia simbólica en la confrontación entre los Sioux (a caballo) y los soldados americanos (de a pie), así como la aparición de la armónica -integrada como elemento importante en la excelsa banda sonora-, que acabará siendo clave para el devenir del niño "Lengua Silenciosa" (no es casual la elección de este instrumento, ya que es por su vibración del único modo en que un sordomudo puede saber, por experiencia previa, que está sonando al soplar).

Es interesante también la distinción que se hace en la Institución castrense entre su parte constructiva (encabezada por Brian Keith como el Jefe de Ingenieros) y la destructiva o militar propiamente dicha.

La película cuenta con gran cantidad de primeros planos coincidiendo con momentos de diálogos de gran riqueza (Fuller era además un fenomenal guionista y escritor), que sirven para enfatizar la ideología de los personajes. A este director se le acusó de reaccionario, y es con el paso de los años cómo se le ha ido reconociendo de verdad, siendo esta "Run of the Arrow" el ejemplo perfecto de un título que no ha parado crecer con el paso del tiempo -al ir convergiendo el fondo y la forma-, como los buenos vinos.

Continúa en spoiler por falta de espacio.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
burrito
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9
5 de noviembre de 2017
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joaquín Luis Romero Marchent fue el director pionero en la introducción en Europa, en la década de los 60´s, de un género tan profundamente americano como es el Western y el principal responsable en convertir el desierto de Almería en una nueva Arizona, toda vez que en los EE.UU este tipo de cine estaba dando sus últimos coletazos. Desde el año 1955 al 1962 rodó 4 películas con los personajes de El Coyote y El Zorro. En 1963 dirigió otros 2 westerns más, "Tres hombres buenos" y una de sus obras cumbres, "El sabor de la venganza" y fue precisamente el éxito de estas producciones lo que abrió una brecha en la industria cinematográfica europea que contribuyó de manera decisiva al surgimiento un año después del denominado Spaguetti-Western -a raiz del éxito tremendo que tuvo la película de Sergio Leone, "Per un pugno di dollari", que se estrenó sólo 55 días antes de esta "Antes llega la muerte"-, que revolucionó por completo el género. Paradójicamente, el triunfo del spaguetti-western trastocaría la brillante carrera de J. L. Rodríguez Marchent, mucho más cercana al western clásico, fundamentalmente en la vertiente conocida como western psicológico (a este respecto, su gusto por la sobriedad narrativa y para reflexionar sobre la violencia y sus consecuencias, sobre la venganza como fracaso o sobre las dinámicas de grupo, le emparentaría fundamentalmente con Anthony Mann y con Budd Boetticher) y sus incursiones en el género se fueron espaciando más a partir de entonces, hasta abandonarlo en el año 1967. Unos años más tarde, en 1972, estrena otra película inclasificable, "Condenados a vivir", brutalmente violenta, sin ningún tipo de concesiones, de una gran rudeza y nihilismo, que pudo haber significado una revancha en toda regla contra los rumbos emprendidos por el género en toda Europa.

Para el rodaje de esta coproducción hispano-italiana, su director contó con un holgado presupuesto para la época (15 millones de pesetas, gran parte gracias a una subvención del Ministerio español, ganada a pulso, todo sea dicho de paso, gracias a sus éxitos anteriores), lo que le permitió rodar un western itinerante en donde atraviesan por territorio indio y por un desierto, con varias localizaciones de exteriores y además pudo contar con numerosos extras para escenas de acción, como la del ataque de los indios a un Fuerte. Las escenas del desierto se rodaron en Almería, las de los paisajes nevados en Los Picos de Europa y Sierra Morena, y otras partes se rodaron en Hoyo de Manzanares, Madrid (lugar, donde por cierto, se rodaron la mayor parte de escenas de la trilogía del dólar de Sergio Leone).
Parte de un gran argumento, en cierto modo autobiográfico (pues la madre de este director había fallecido de cáncer de pulmón) y tiene un gran arranque, en donde destaca la economía de medios para presentarnos a los 4 protagonistas. A partir de entonces no hace nada más que mejorar, siendo admirable el gran desarrollo que tienen todos los personajes y el aroma de fatalismo que envuelve toda la función.
Queda patente el trasfondo humanista de los personajes, a la manera del concepto americano del género (el odio devendrá en respeto y la ambición en sacrificio), a diferencia de la amoralidad propia del S-W, aunque instile unas gotas del nuevo estilo, como la "suciedad" de alguno de los componentes de la caravana. También incluye la idea de aventura/descubrimiento de un contienente salvaje que tenían los pioneros en los westerns clásicos y son inevitables las referencias a grandes títulos como "Stagecoach" (este es el más evidente de todos ellos, además del guiño que supone hacia el mismo el hecho de compartir el nombre de Ringo, -en La diligencia encarnado por John Wayne y en esta película por el actor Robert Hundar), "The Law and Jake Wade" (cuando llegan al pueblo minero que ha sido arrasado por los indios), "Man of the West" (en la pelea que mantiene Jesús Puente con dos de los bandidos) y otros, así como todas las secuencias del desierto, que no dejan de recordarme a la estupenda película de William A. Wellman "Yellow Sky".
En esta cinta (al igual que en "El sabor de la venganza"), es fundamental el papel de la mujer (la actriz italiana, que en realidad se llamaba Maria Fié, se erige en el eje central en torno al cual pivota todo el argumento y todas las relaciones personales), a diferencia de "las mujeres florero" de gran parte de los S-W. Además, la actriz Gloria Milland se asemeja a la actriz fordiana por excelencia Maureen O´Haara, ya que ambas son pelirrojas.
Utiliza elipsis y como en las películas de John Ford, rueda muchos planos en los que se ven los exteriores desde dentro de una casa, por ejemplo a través de una ventana, o se ve el paisaje en la lejanía a través de los carromatos. Asimismo, como el gran maestro, dosifica de forma excepcional los elementos de comedia (llevados a cabo por los actores Fernando Sancho, por su compañero de apuestas Beni Deus y por el "chino" Gregorio Wu), que convenientemente intercalados, sirven para suavizar la dureza de todo lo que estamos contemplando.
La partitura musical de Riz Ortolani conserva una sonoridad clásica heredada de Victor Young o Dimitri Tiomkin.
El paisaje constituye un elemento dramático de primer orden, potenciado por la pantalla ancha del Cinemascope, que marca las reacciones de los personajes y el devenir de la historia, con esos parajes nevados y desérticos, las dificultades que tienen ascender por unas dunas, la arena en los rostros sedientos y el permanente peligro de los indios (en el "spaguetti" el paisaje suele dejarse de lado como elemento solamente estético y todo el meollo se concentra en las problemáticas interpersonales).
Los actores brillan todos ellos a un gran nivel, pero la interpretación de Jesús Puente roza la perfección y a su vez es el único actor que se dobla a sí mismo (la película fue enteramente doblada como era costumbre en el eurowestern, por la internacionalidad de sus repartos entre otras razones).
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burrito
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8
13 de abril de 2019
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gregory La Cava es uno de los reyes indiscutibles de la comedia americana de los años 30 y este film supone el broche de oro para cerrar esa década. En esta ocasión tuvo la fortuna de trabajar con Allan Scott, y ambos fueron lo suficientemente inteligentes para aprovechar la fama de "ligero" del director -identificado directamente con las screwball comedies-, para ahondar, más si cabe, en el habitual poso de amargura que desprende gran parte de su filmografía. Estamos ante un título de contenido político, que da un soberano azote a las ideologías -lo cual me parece sublime-. Además, cuenta con una elevada carga de dureza y crítica social (encontrar un banco libre donde sentarse en Central Park, la insólita aparición de un mendigo en el parque...), -propia de su inserción en ese momento tan convulso, tras la Gran Depresión e inmediatamente anterior al estallido de la 2ª Guerra Mundial-, suavizada por un revestimiento epidérmico divertidísimo, a base de unos diálogos rápidos e ingeniosos marca de la casa. La secuencia de la fiesta de cumpleaños en el Flamingo y de sus consecuencias -narradas magistralmente de forma elíptica-, suponen el culmen en cuanto a comicidad.

Una sola frase pronunciada por la protagonista, mediado el metraje, -"He clavado mis uñas en el lujo y me gusta"-, es la solución de guión perfecta y sencilla que idearon para solventar, lo que de cualquier otra forma hubiera sido un final feliz excesivamente forzado.
Como elemento muy atípico de este género y que aporta gran originalidad al conjunto, contamos con la presencia de un psiquiatra que está perfectamente cuerdo.

En el plano actoral es sobresaliente el trabajo desempeñado por Ginger Rogers -a quien ya había dirigido La Cava dos años antes-, en un papel desbordante de melancolía. Y con la genialidad de dejar pasar una oportunidad de lucimiento, para asombro de los espectadores conocedores de sus dotes de extraordinaria bailarina. Su mayor derroche interpretativo lo alcanza en la escena de la "revolución" desatada en la cocina.
La siguen en calidad -pisándole los talones-, el veterano Walter Connolly, y Verree Teasdale en una actuación "in crescendo".
Continuando por orden de importancia en cuanto al elenco, las interpretaciones de los hijos de la pareja de millonarios -encarnados por Tim Holt y Kathryn Adams- son bastante anodinas, pero el realizador de origen italiano tiene la habilidad de convertir esta carencia en virtud, dotando de la verosimilitud necesaria a sus superfluos personajes.
En la parte negativa, las apariciones del mayordomo -el estupendo Franklin Pangborn-, desgraciadamente se van diluyendo, lo que deviene en un franco perjuicio de esta cinta.

Un aspecto muy destacable de esta producción, es la forma en que se burla la estricta censura impuesta por el Código Hays (salida de las habitaciones de Ginger Rogers y Walter Connolly, cada uno por diferente lado, etc).

Los movimientos de cámara -utilizando grúas-, son otro de los puntos fuertes de un film tan de interiores, en el que abundan los planos de actores subiendo y bajando escaleras o entrando en las diferentes estancias de esa mansión. Todo ello resulta de lo más natural, pese a lo complejo que tuvo que ser para la época.

La secuencia inicial, rodada en exteriores, contiene unos espléndidos títulos de crédito a modo de carteles publicitarios, en perfecta armonía con una arteria tan comercial como es la Quinta Avenida de Nueva York.

La presentación de la altiva Sra. Borden en los visionados con doblaje gana muchos enteros, por su similitud en español con la palabra "borde".

Película altamente recomendable, de mis favoritas de este cineasta que vio lastrada su carrera por una reputación de conflictivo y anárquico en los rodajes -tenía a la improvisación por bandera-, por su irregularidad y posteriormente debido a sus problemas de alcoholismo que acabaron con su vida.
burrito
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