Por mucho que quiero describir en detalle la forma de como me encantó Inception de Christopher Nolan, hay una parte de mí que quiere que no leas esto hasta que hayas visto la película. Haré mi mejor esfuerzo para los que continúen leyendo eviten spoilers o demasiados detalles para contarles el logro impresionante y la película más completa que he visto en años.


Nolan, confiado (por no hablar de que puede gastar cualquier suma de dinero) crea un confuso e increíblemente sofisticado, subversivo, pensativo, y en ocasiones confuso cuento sobre las capas de la realidad en la mente que se calcifican y se desmoronan cuando se construye a partir de las materias primas de la memoria y la emoción. Al mismo tiempo, ha hecho que el publico se sienta cómodo, con una pieza épica de entretenimiento que en última instancia, se siente tan simple precisamente por toda su complejidad, e inspira y emociona de la misma manera como muchos otros éxitos de taquilla de puro espectáculo.

En última instancia, Inception no es probablemente el tipo de película que debe ser analizada después de sólo una visión, y no debe ser visto ni una sola vez con ninguna idea preconcebida o expectativas por las nubes. Pero en el ínterin, y sin dar demasiados detalles, no obstante, será suficiente para decir, sin considerarlo una exageración o una hipérbole no compatible, que Inception es nada menos que un impresionante logro espectacular, que se recordara por siempre.

Hace ya 15 años, el californiano Paul Thomas Anderson sorprendió con su majestuoso retrato sobre la alienación en la poderosa Boogie Nights, y una carta de despedida a los años 70. Pero 10 años después llego Day-Lewis con su tono John Huston y su encanto de demonio para condecorar una obra maestra de nuestros tiempos llamada There Will Be Blood. Lo que hay de cierto aquí es que el principal artífice de estos productos fue el mismísimo Anderson, con una dirección adulta, ajustada y equivalente a lo que se estaba observando.

Hoy en día, toca hablar de The Master. Y que decir de The Master. Se puede empezar diciendo que odia a su publico, ya que en ningún momento trata de que este se sienta complacido por la historia que se relata, pero a su vez se entregan imágenes hermosas, dueñas de un estilo único que entrega el directo de fotografía Mihai Malaimare Jr. En el aire se denota un dejo de equilibrio entre la dirección y el guion, pues no nos equivoquemos, esto es puro Paul Thomas Anderson.
Como su protagonista, el director de Magnolia navega en aguas familiares, ya que su ultimo film demuestra su valía, y el amor de este hacia el séptimo arte.

Y del otro lado del océano se encuentran las interpretaciones. Si hace unos años atrás nos impresiono el Daniel Plainview de Daniel Day-lewis, hoy las miradas se dirigen hacia el extraordinario Freddie Quell y la arrolladora interpretación de Joaquin Phoenix. Con un talento sacado de la galera, un instinto de animal y su postura erguida, Phoenix entrega la mejor actuación de su carrera, no bordando un papel, sino metiéndose de lleno en el. Pero esto no queda ahí. El fetiche del director no podía faltar en esta brillante película, Phillip Seymour Hoffman se entrega en su Lancaster Dodd, un guiño hacia Ron Hubbard, el creador de ese culto llamado cienciologia. Hoffman retrata a su personaje como un hombre de gesto adusto y una personalidad progresiva, que no titubea en vilipendiar a un hombre que pone en duda su creación. Estos maravillosos actores y unos secundarios de lujo, como Amy Adams y Laura Dern, hacen The Master no un maravilloso elemento del séptimo arte (que de hecho lo es) sino la confirmación de que estamos en presencia de unos de los mejores directores de nuestros tiempos, y se llama Paul Thomas Anderson.