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Críticas de catpeople
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
9
2 de junio de 2013
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Claude Sautet es un cineasta clásico. Algunos le atribuyen el calificativo de academicista, pero lo cierto es que posee una sensibilidad única para contar historias cotidianas de forma fascinante. "Nelly y el señor Arnaud" es una de esas historias cuyo mayor interés radica en que, como en las obras de Chéjov, parece que no pasa nada y sin embargo narra un momento trascendental y único que cambia para siempre la vida de sus personajes.
Todo está mimado al detalle: una fotografía espléndida, una música adecuada y un guión con diálogos que no sobran, que no son banales y que se enriquecen aún más a través de las miradas y los silencios de los actores. Todo ello hace creíble y emocionante la historia de amor entre un juez retirado que acaba de entrar en la tercera edad y una muchacha de veinticinco años.
Michel Serrault encarna de forma soberbia a Monsier Arnaud, el septuagenario deslumbrado por una joven hermosa, valiente y decidida, interpretada de una forma sublime por Emmanuelle Béart. Sautet encontró en esta actriz a la sustituta ideal de la malograda Romy Schneider para este tipo de cine intimista, realista y emotivo que tan buenos frutos les dio a ambos. Tal vez la Schneider hubiese estado maravillosa en esta película veinte años atrás pero lo cierto es que la magia, la frescura y la delicadeza de Emmanuelle Béart hace imposible imaginar a otra actriz para este papel.
En definitiva, una historia de amor sensible y elegante que engloba todas las virtudes del mejor cine francés.
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catpeople
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9
23 de junio de 2013
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melodrama de tintes negros con el que Claude Chabrol definiría ese estilo que le ha hecho único, "Las ciervas" es seguramente una de las mejores películas de su director, y un auténtico goce para los sentidos. Uno de los temas más recurrentes de este cineasta ha sido retratar el carácter apático y a veces cruel de la burguesía, encarnada aquí en la fascinante lesbiana que interpreta de manera sublime Stepháne Audran, su musa y esposa en la vida real. Fredérique, esa mujer bella y fría, recoge de las calles de París a una joven artista callejera llamada Why (Jacqueline Sassard), y la convierte en su amante.Durante unas vacaciones en la Costa Azul, Why conocerá a Paul (Jean Louis Trintignant), un atractivo arquitecto que la seducirá. Pero Fredérique, lejos de darse por vencida, utilizará también sus artes de seducción para cambiar las reglas del juego y convertirse en el vértice dominador de un triángulo isósceles en el que dos ganan y uno pierde.
A través de una espléndida fotografía y un guión que mantiene la tensión narrativa sin decaer en ningún momento, Chabrol alcanza las más altas cotas de refinamiento en su cine, tratando temas como la bisexualidad, la sumisión y el cambio de roles de forma morbosa pero elegante, con tan buen gusto como una copa de champagne francés. Y un buen champagne no puede carecer de esas burbujitas que chispean en el paladar, y que aquí encontramos en dos bribones ridículos que viven a expensas de Fredérique, proporcionando momentos de alivio cómico a la trama.
En definitiva, en esta auténtica joya del cine europeo las ciervas del título caerán en la trampa de un atractivo cazador. Pero una presa astuta nunca se da por vencida; y ese instinto de supervivencia será el arma de Chabrol para mostrar las aristas más turbias de la psique femenina.
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catpeople
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7
29 de junio de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que no tiene "na" que ver que no se trate de la mejor película de su director, galardón que debería ocupar "El desencanto" o "Las bicicletas son para el verano", aunque seguramente es una de las más entrañables. Jaime Chávarri filmó en "Las cosas del querer" un nostálgico melodrama musical en el que conviven de forma simultánea la dureza de la posguerra y la injusticia del franquismo con el arte y la pasión por la vida. Un gran homenaje a la copla, a las canciones de Ramón Perelló y los hermanos Álvarez Quintero, al baile, a lo costumbrista y a lo popular. Y todo con un excelente trabajo de ambientación y vestuario, pero sobre todo con mucha gracia y “tronío”.
Durante el fin de la guerra civil española se cruzan los caminos de Pepa (Ángela Molina), una morenaza que canta, baila y a la que su madre prostituye para poder comer; Mario (Manuel bandera), un joven y guapo cantaor homosexual; y Juan (Ángel de Andrés López), un rudo pero tierno pianista. Los tres se unirán formando un trío artístico que calará aún más en lo sentimental.

Que no tiene "na" que ver... que Manuel Bandera sea un actor de talento limitado, porque aquí derrocha arte y encanto encarnando a un personaje basado en la figura de Miguel de Molina, uno de los reyes de la copla. Ángel de Andrés también está notable como Juan, pero si hay un auténtico terremoto en esta cinta ésa es Ángela Molina, cuya Pepa es toda belleza, ternura, nervio y salero, y que en cada uno de los números musicales demuestra que el duende lo lleva en la sangre.
También los secundarios están espléndidos, especialmente un hipócrita y libertino Rafael Alonso, una tronchante María Barranco como segundona de la compañía (que le disputará a Pepa el amor de Juan), un divertido Santiago Ramos como un productor de cine de marcado acento gallego que quiere lanzar la carrera internacional de Pepa, y unas tiernas Amparo Baró y Diana Peñalver como la tata de la protagonista y su hija.
Que no tiene "na" que ver... que sea una obra imperfecta, y que el fallo principal de esta película sea que el guión contiene ciertas elípsis muy marcadas en la historia que si bien no estropean el conjunto de la obra, impiden tal vez una mayor trascendencia en el conjunto de la historia, , convirtiendo la película en un agradable fresco costumbrista no exento de kistch pero tampoco de verdad ni pasión.
En fin, que no tiene na que ver... el color ni la estatura con la cosas del querer. ¡Olé!
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9
15 de agosto de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos presos encerrados en la lúgubre celda de una cárcel sudamericana. Valentín, un revolucionario que cree en la libertad y lucha por el bien común; Molina, un homosexual que cree en el amor y pugna por su propia felicidad y la de los suyos. Dos seres antagónicos condenados a entenderse, a cuidarse en la enfermedad, a quererse y a aprender el uno del otro, para no estar solos. Las noches encerrados se hacen eternas, pero Molina, cual Scherezade, relata a su compañero historias sacadas de viejas películas que una vez vio y que hacen más llevadera la ausencia de libertad. Así Molina teje una fina y casi invisible tela que atrapa los sentidos de Valentín, creando un vínculo entre ambos que ni la misma muerte podrá cortar.
"El beso de la mujer araña" es sin duda una de las películas más bellas del cine brasileño, y el primer film independiente que consiguió más nominaciones a los oscar, hasta entonces. La dirección de Héctor Babenco es soberbia y el guión de Leonard Schrader es fiel a la extraordinaria novela de Manuel Puig, convirtiéndose en una de las adaptaciones literarias mejor llevadas al cine, evitando (al ser el original una novela dialogada) que la teatralidad empañe las virtudes del celuloide, para lo cual también hay que destacar la espléndida fotografía de Rodolfo Sánchez, que alivia la crudeza de una sudamérica urbana oprimida y feista con el glamouroso ambiente de las superproducciones europeas de los años cuarenta y las paradisíacas playas tropicales.
William Hurt ganó el oscar al mejor actor y el premio de interpretación en Cannes gracias a su sensible y romántica interpretación de Molina. Pero sería injusto no destacar a Raúl Juliá que también está soberbio como el rudo y a la vez tierno Valentín. Mención aparte merece también Sonia Braga, que interpreta a modo de diosa tríada al amor imposible de Valentín, a la heroina de la película narrada, y a la mujer araña, el alter ego de Molina.
En definitiva, una película imprescindible, una película que emociona, embruja y enreda... como una tela de araña.
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8
8 de mayo de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esperaba ver una tontería y me quedé igual que si hubiese vislumbrado la cabeza de la gorgona. Esta película pertenece por derecho propio a los títulos dorados de la Hammer, y por supuesto es una de las joyas mejor rodadas por Terence Fisher. En primer lugar tiene la original idea de mezclar la atmósfera gótico-romántica con la mitología griega, que no sólo no chirría sino que parecen fundirse a la perfección: la niebla y las sombras, el viento silbando entre los árboles y adentrándose en las paredes de un castillo cuyas columnas se asemejan a las del templo griego de una oscura deidad, la sombra de la gorgona, su peplo verde y su rostro que no podemos ver aunque sí su cabeza enmarañada de serpientes...
El guión es bueno, más en la línea del argumento que en los diálogos, y la trama engancha gracias a esa cuidada atmósfera potenciada por una excelente fotografía de planos abiertos y por la interpretación de la bella Barbara Shelley, que está inolvidable como la atormentada Carla, eclipsando a dos monstruos del cine de terror como Peter Cushing y Christopher Lee.
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