Hay mucho que sacar de esta película, a medida en que se vea por segunda o por tercera vez o cuarta vez.

Los diálogos, por ejemplo, son muy ingeniosos y certeros, bien incorporados a la trama y el ambiente. Aquí transcribo algunos que, incluso "en frío", suenan a descubrimientos:

"¿Cuántas tonterías puede uno hacer? Yo lo estaba averiguando".
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- "Es gracioso que trabajes en esto"
- "Oh sí, el chico y yo nos reímos todo el tiempo".
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- "No me ofendo desde hace diez años".
- "¿Y cómo lo has logrado?"
- "Tengo dinero".
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"¿Le gusta dejar sus huellas en el hombro de una dama?"
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- "Para ser un hombre que pasa por listo, es usted un idiota".
- "Quizás así sea listo, siendo idiota".
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"Ya se vengó. Ahora quédese quieto".
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- "Lindos zapatos, muy bonitos. ¿Son caros?"
- "Sí, los compré aquí. A ver si con éstos no me oye".
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- "No pregunta usted de dónde vengo".
- "Me interesa adónde irá".
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"Nunca averigüé nada oyéndome a mí mismo".
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- "¿Por qué es tan difícil de complacer?"
- "Lléveme adonde pueda decírselo".
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- "Lo odio, lamento que no muriera".
- "Ya moriré. No hay prisa".
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- "Me alegro de que no le tengas miedo".
- "He tenido miedo de la mitad de lo que he hecho en mi vida".
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"Si deja de conversar, tal vez vayamos al grano".
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"Mire, me iba bien sin este trabajo. Comí, crecí y me puse fuerte".

Una pelicula a la antigua: un guion preciso, una iluminación envolvente y llena de intención, actuaciones exactas, y un Robert Ryan que se supera a sí mismo (lo que ya es mucho).

Todas las escenas al interior del camarín pertenecen a un cine hecho arte, hecho humanidad, testigo, intérprete de la vida humana.

Película para ver muchas veces.

Comparar "Laura" con Marisa Tomei (como hace el cinéfilo "Sines Crúpulos") es como comparar unos ojos llenos de atmósfera con unos bonitos ojos café o azules o del color que sea; como comparar esencia con superficie, escenario con decorado. "Antes de que el diablo sepa que has muerto", donde vi a M. Tomei, es una buena película, que incluso podríamos catalogar como cine negro, pero el excesivo realismo le quita profundidad y confía en él para entregar sus ideas o sus emociones.

Por el contrario "Laura", con todas las restricciones sociales y artísticas de le época, se sustenta en el mecanismo de composición de las obras de ficción: guión, actores, fotografía, ritmo, sencillez, eficacia, etc. Y con esos materiales simples y nobles consigue una película simple y noble, con grandes, sencillos y nobles momentos que es posible ver una y otra vez, sin casanse y sin que la trama (quién mató a quién) tenga gran importancia.

Ver a Dana Andrews (¿qué actor de hoy podría comparársele) o a Clifton Webb encuadrados delante de la cámara es un gozo y un privilegio, y una clase seguida de actuación y comunicación espontáneo, no calculada, con el espectador.

En fin, entre los magníficos pechos de Marisa Tomei y "Laura" me quedo, con alguna pena, con "Laura".

Nada que hacer: es una obra maestra, hecha a partir de toda la capacidad humana para el mal y, a lavez, para luchar penosamente contra él. Cada encuadre de la película es un portento de sensibilidad, detalle, inspiración, profunda meditación y de una imaginación paradójicamente ligera y libre. La había visto por última vez hace unos diez años y hoy me parece que ha ganado en muchos aspectos, contrariamente a lo que uno esperaría. Es una buena noticia: en pocoa años más, al verla de nuevo, la película me dará mayores motivos para seguir insistiendo en el cine como algo más que fuegos artificiales y simple refugio para los aburridos y evasivos de este mundo.

Película de innumerables hallazgos: iluminación, encuadres, montaje, ambiente, suspenso. En muchos sentidos, es una lección de cine y una poderosa razón de por qué seguimos viendo los "viejos" filmes.