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España España · barcelona
Críticas de hitch
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
7
26 de mayo de 2009
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mi opinión, Chungking Express tiene los mismos defectos y virtudes que My Blueberry Nights (son las dos únicas películas que he visto de Wong Kar-Wai):
-Historias un tanto irregulares, en este caso la segunda historia enamora, pero la primera deja cierto regusto a inconclusión.
-Cierto lirismo un tanto vacío e intrascendente (como los reproches del segundo policía con los objetos de su casa). Esto podría llegar a resultar pedante, pero lejos de esto, Kar-Wai parece regodearse en este recurso de puro esteticismo (tanto a nivel visual como en los diálogos), lo cual le otorga una honestidad rotunda. La película, no tiene más ambición que mostrarse como es, a su manera bella y pretendidamente vacía de grandes discursos.
-Domino absoluto del ritmo, trepidante en la primera parte y meloso en la segunda, y un montaje arriesgado y bello, sin complejos, utilizado al antojo del director sin rendir cuentas a nada, ni siquiera a la narración, tan solo al ritmo y a la belleza plástica de las imágenes.
-Capacidad absoluta para crear historias y personajes vacíos, pero con un gancho y una frescura que hace que no te importe quedarte hora y media ante la pantalla, observando sin tapujos la belleza de la nada.
La imagen como arte y la narración vacía de contenido, pero ¿a quién le importa?
Creo que al maestro Kar-Wai no, a mi absolutamente tampoco.
hitch
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6
22 de enero de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Creo que "Donde viven los monstruos" será, tal vez, una de las películas más incomprendidas del año. No es que la película sea, ni mucho menos, perfecta. Creo que abusa demasiado de recursos un tanto fáciles e incluso tópicos, como por ejemplo impregnar todo el metraje de una música agradable y un tanto lacrimógena o una fotografia que usa y abusa de la llamada "hora mágica". También acusa una cierta dispersión en la narración que impide una plena identificación con la historia y escenas irregulares com momentazos y momentos menores.

Aún así, no creo que Spike Jonze pretendier con esta película abordar grandes temas con grandes discursos. Valoro su sinceridad, su agradable honestidad y sobretodo su falta de pretensiones. Una historia que, sin grandes mensajes ni morales, pretende y consigue hacer pasar un rato muy agradable (tanto a nivel formal de realizació y puesta en escena como a nivel narrativo) y, además, nos transmite un cierto regusto amargo y melancólico. A grandes trazos, los paralelismos, a veces fáciles, entre los dos mundos; las relaciones disfuncionales e immaduras de unos monstruos extrañamente humanos, así como la amargura del Max real y la contagiosa y apasionada visceralidad del Max imaginado, nos azotan en la cara, aunque luego nos acaricien, con una realidad dolorosa por verdadera: nunca, jamás, volveremos a ver, imaginar, soñar, reír, sentir, disfrutar, vivir de la misma manera que cuando éramos niños. Gracias a Dios, o no. Tal vez precisamente por eso sea una película condenada de repente.
hitch
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6
14 de diciembre de 2008
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
My Blueberry Nights es una película que seduce, sobretodo, por la elegancia y la belleza de sus imágenes: una fotografía sutil y sensible y unos encuadres arriesgados, que bailan constantemente entre los primeros planos más íntimos y la estilizada y fría elegancia del cine clásico. También conquista por sus actores: increíbles Portman, Weisz (nunca una borracha fue tan digna desde Gena Rowlands) y Strathairn y eficaces Law y Jones, en papeles, tal vez, menos agradecidos pero que derrochan humanidad y cercanía en todos sus movimientos.
Estos son, aún así, meros elementos vehiculares para una historia que presenta ciertas irregularidades. Se podría decir que My Blueberry Nights es una película con grandes momentos, pero que no acaba de funcionar en su conjunto. Funciona a la perfección, por ejemplo, la tesis general de la película: el conocernos a nosotros mismos a través de las miserias de los demás y la paradoja de abandonar cosas (sueños, lugares, personas...) para ganar otras (vivencias, madurez, tiempo...). Aún así, hay partes de la historia, como la protagonizada por Jude Law que, además de ser la más floja de las tres, resulta ser de manera poco acertada la que abre y concluye la película, intentando darle unidad y coherencia a un todo heterogenio, que desprende cierto tufillo a obviedad (no se puede reducir toda la psique de un personaje al hecho de que colecciones llaves de desconocidos) y cae a menudo en cierta autocomplacencia estética a lo Isabel Coixet (hablan de una tarta de arándanos como si de algo sumamente trascendente se tratara) que desvirtúa en cierta manera la fluidez y la sencillez del guión.
Kar Wai ha huido en esta última película del aire de trascendencia de In the Mood for Love o 2046, pero aún así ha incrementado aún más cierto esteticismo maníqueo que intenta dar altos vuelos a una historia que hubiera funcionado mucho mejor desde la humildad, la sencillez y la sinceridad.
hitch
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6
3 de febrero de 2011
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que afronté esta película del mismo modo que había afrontado previamente todas las de Aronofsky desde que lo descubrí en Réquiem por un sueño: sabiendo que iba a encontrar momentos cinematográficamente interesantes, pero con el escepticismo de que, debajo de esa puesta en escena casi perfecta, no se escondiera el alma de un telefilme tópico, previsible y moralista. Creo que, una vez más, estaba en lo cierto.
Hay algo que no puede negársele al director: Aronofsky tiene una fuerza visual implacable, que te impide retirar los ojos de la pantalla y te ayuda a seguir argumentos que en ocasiones rozan el patetismo. Ocurría en Requiem for a dream, con su tono moralista y sus giros fáciles y previsibles, y ocurría en The wrestler, con su realización pretendidamente indie y su argumento de telefilm barato. En Black swan ocurre algo parecido. Visualmente la película está muy cuidada, destacando especialmente el juego lúdico de los espejos, una realización sin artificios y la elegancia en las escenas de coreografía. Agradezco, además, que no haya un abuso de artificios, algo habitual en Aronofsky, y que estos estén dosificados inteligentemente justo en los momentos adecuados. En este sentido, la película me parece muy destacable.
Por otro lado, el argumento, aunque algo tópico, personalmente me parece muy interesante. Creo que se puede comparar, salvando las distancias, con La pianista de Haneke. La interpretación de Portman es realmente buena y el ritmo de la película es el adecuado, aún así, como en muchas otras películas del director, tienes la constante sensación de que lo que te cuentan ya lo has visto antes, por no decir que es una tremenda tontería inflada con artificios estéticos. La evolución del personaje de Portman está muy trabajada, así como la relación con el director (Vincent Cassel), aunque creo que se descuidan otros aspectos como la relación con la madre (Barbara Hershey) o con la otra bailarina (Mila Kunis). Los momentos de erotismo pueden llegar a parecer forzados y gratuitamente provocadores y el final resulta algo decepcionante y hace que toda la película acabe resultando algo hueca.
En conclusión, es una película que me ha resultadio agradable de ver, con sus aciertos (sobretodo visuales) y sus imperfecciones (narrativos en su mayoría), aún así, como me ocurre con todas las películas del director, agradecería menos artificios y más honestidad y naturalidad en el momento de contar las historias.
hitch
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5
22 de febrero de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película empieza explicando con pulso firme y convencido la relación entre los dos protagonistas, hay en esta primera parte grandes momentos que confluyen en un todo bien tejido y coherente: la relación resulta totalmente creíble pese a lo insólito de la situación. El guión muestra a la perfección una relación sensual y pasional, pero extrañamente desequilibrada desde el principio: el carácter maternal, pero a la vez altivo y distante de ella, una relación donde parecen callarse muchas cosas. Este desequilibrio entre los dos personajes se muestra, muy inteligentemente, de manera sutil y poco evidente en un loable ejercicio de lo que Stephen Daldry mejor sabe hacer y ya demostró (de manera mucho más cercana y efectiva) en Las horas: mostrar las frustraciones y limitaciones de los personajes a través del subtexto y huyendo de la obiedad. En este uso excelente de "lo que no se dice" tiene un papel fundamental la soberbia interpretación de Winslet, creando un personaje definido y con infinidad de matices, que llega a resultar coherente y cercano pese a su, todavía latente, complejidad y profundidad emocional. Pese a todas estas innegables virtudes, el film no consigue emocionar ni empatizar excesivamente con el espectador: la historia resulta fría y un tanto acartonada, y una excesiva corrección formal (que en Las horas dotaba de extremada honestidad al filme) resulta aquí un tanto maniquea y hace que el espectador no acabe de implicarse con los personajes.
En la segunda parte, el desarrollo de la historia puede llegar a interesar mucho más y el tema se convierte en una compleja reflexión alrededor de la culpa, la expiación y lo delicado de gestionar correctamente la memoria colectiva. Aquí, el texto nos remite directamente a la película "Hiroshima, mon amour" donde Resnais reducía con maestría el dolor de todo un pueblo al de un solo hombre. El tema podría ser apasionante, pero una cierta dispersión narrativa hace echar de menos cierta concreción en la tesis y cierta valentía en los planteamientos. Daldry pierde el tiempo mostrándonos aspectos de la vida personal del protagonista (como sus relaciones en la escuela) que poco aporta a lo que realmente interesa y cae en cierta irregularidad y arritmia narrativa, para acabar explicando de manera conformista y poco arriesgada un tema delicado y políticamente incorrecto y precisamente por eso se echa en falta cierto espíritu de ir a contracorriente para tratar el tema de la memoria desde un planteamiento diferente, menos académico tal vez. Lo único que salva la película de esta dispersión vuelve a ser Kate Winslet, que realiza con el personaje un arco perfecto y cerrado, una evolución lógica y coherente con un personaje poco agradecido por lo discutible de su moral, pero que la actriz asimila y hace suyo con una profunda responsabilidad, siendo, tal vez, lo único valiente del filme.
hitch
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