André de Toth casi siempre supo imprimirle garra a las películas que le tocó dirigir aunque desde luego "Aguas Turbias" no es uno de esos casos. Y es que con un guión tan lleno de tópicos debió resultarle muy dificil. Mujer de frágil salud mental se muda a una misteriosa mansión habitada por extraños personajes, una mezcla entre Rebeca, Sospecha y Luz de gas. Solo hay un momento a mitad de la película donde hay un giro sorprendente que hará que empecemos a ver el film con otros ojos, pero la sensación dura muy poco. Aun así se deja ver.

Excelente borrador de lo que luego serían "Drugstore Cowboy" y "Mi Idaho Privado" a las que incluso supera en algunos momentos, como en el uso de la super8. La asfixiante fotografía en blanco y negro del film frente a las idílicas imágenes en color de las tomas caseras de los protagonistas con la cámara de super8, hacen que estas últimas den una mayor sensación de paraiso perdido, que en por ejemplo, "Drugstore Cowboy".

Hermosa historia sobre la incomunicación, que pese a sus problemas narrativos y técnicos, merece la pena verse.

Una película injustamente olvidada que, aunque quizá no llegue a los niveles de Amorios o Werther (por citar dos cercanas en el tiempo y en intenciones), contiene algunos de los momentos más hermosos del cine de Ophüls. Me refiero a aquellos como la escena en la que la pareja protagonista simula pasar una noche en San Petersburgo sin salir de su casa en Tokio (escena que pone de manifiesto el componente casi mágico del cine) o ese maravilloso final con escenas en paralelo. Y cómo no, esa compleja puesta en escena siguiendo sin cortes, el movimiento de los personajes a través de aparatosos decorados de varias plantas. Puesta en escena que, junto al argumento del film, nos hace pensar que Ophüls y Mizoguchi no estaban muy lejos el uno del otro.

La película presenta un mensaje claramente feminista, en el que son las mujeres quienes deben resolver todos los conflictos e incluso salvar la vida de sus compañeros hombres. Esta dinámica desafía continuamente las expectativas de los aficionados a los westerns tradicionalmente masculinos.

Pero esta idea de ruptura con la narración tradicional no se limita a eso, y se refuerza con otros elementos realmente interesantes.

Película sobre el fingimiento y la hipocresía.

Prácticamente todos lo personajes mienten por una razón u otra, aunque en el fondo siempre es por las apariencias, por el que dirán. Destacan ese grupo de damas de la alta sociedad que dedican su tiempo a chismorrear sin descanso de quien se les ponga a la vista, ellas son precisamente las protagonistas de dos de las escenas más destacadas y brillantes de la película. La escena del hipódromo, donde la puesta en escena y el complejo juego de miradas que se establece entre los personajes son prodigiosos. Y la escena del cumpleaños con la aparición de Mrs. Erlynne.

Aún no hay toque Lubischt (aunque si algunas ingeniosas soluciones en fuera de campo) pero sí mucha clase e inteligencia.