Han pasado unos días y aún sigo pensando en la película. Esa mirada perdida de Lupe (Elena Anaya) fruto de su agorafobia, enfermedad que interpreta de maravilla, su cara de miedo al encontrarse con el fantasma de su hermano Diego (Nahuel Pérez Biscayart) que la ayuda a salir de su muerte en vida. Esa voz triste de Pancho (Cristian Bernal) cuando su voz en off dice que la gente sueña con ser una estrella de rock porque no conocen a su madre. Esa dulzura tiñéndose un mechón de su pelo para llamar su atención, sentir un cariño que no le da o simplemente parecerse a ella en un momento de su vida en el que ella era feliz. Desborda ternura al escucharle desafinar cantando y te preguntas como no se le puede querer, sorprende que al final de la película un pequeño detalle le aporte seguridad y éxito.
Los puntos cómicos que hicieron que el público riese a carcajadas, la sonrisa contagiosa de Nadia (Macarena García). La valiente Paquita (Angélica Aragón) con su personaje trágico con unos toques cómicos que tira de su hija y de su nieto a la vez. Ese Víctor (Patrick Criado) que recuerda a Kurt Cobain, encandila a Lupe, a Pancho y al público en general. Todos están muertos es una película especial y emotiva que no hay que dejar de ver.