Con cara de póker me he quedado tras visionar la que ha sido considerada mejor película de 2020. Me parece una broma de mal gusto por no decir algo más malsonante. No hay por dónde cogerla, no existe un guión que cuente alguna historia, no hay profundidad en ninguno de los personajes. Todo se reduce a contemplar el discurrir de días aburridísimos de un grupo de niñas en la edad del pavo. Y encima en un colegio de monjas, a cual más estereotipada. Se intenta vislumbrar cierta historia oscura de la madre de la niña respecto a su padre, pero ahí queda, y carece de ninguna fuerza dramática. En fin, que lo de los premios Goya es para que alguien pegara un puñetazo en la mesa y dijera: "Señores por favor, vamos a hacer algo serio, que se trata de cine".

No me prodigo mucho en escribir aquí, pero tras ver esta hermosa película no he podido resistirme porque merece sin duda un comentario, y más aún cuando hasta la fecha sólo tiene dos críticas, imagino que por tratarse de una película del circuito de Netflix. Estamos ante una historia de amor. Otra más, dirán algunos, pero esta vez no es la clásica historia de chico encuentra chica y chico pierde a chica. No. Este poema, porque tiene mucho de poesía, transcurre a lo largo de diez años, y toma como punto de partida y continuidad en el tiempo el día de año nuevo chino. Así vamos asistiendo al devenir en la relación de estos dos jóvenes enfrentados a la dura realidad del mundo siempre ajeno y arisco ante la autenticidad de un sentimiento que se sobrepone y traspasa los avatares de la propia relación. Su amor resistirá al paso del tiempo y a la ruptura de la relación física y carnal, porque lo que se nos transmite es la pureza del sentimiento, una especie de conexión espiritual que trasciende la realidad de la vida y sus defectos, para permanecer y perdurar. Así como cantaba Bola de Nieve: "es mejor el verso aquel que no logramos recordar". El amor, en esta historia, es eterno aún después de acabarse. Esa es la magia y esa es la poesía de la vida que nos cuenta esta bellísima película.
Un aviso a los que vayan a verla: -sin hacer spoiler- No se levanten ni se pierdan los títulos de crédito porque al final de los mismos nos sorprende uno de los pasajes más bellos de la película.

Si algo admiro en las series europeas -excluyendo las españolas, siento decirlo- es su capacidad para ahondar en la complejidad psicológica de las personas. En este caso, por encima de otras consideraciones, esta serie danesa nos presenta a un grupo de seres sin vínculos iniciales entre sí, y las repercusiones emocionales que habrán de asumir al ser víctimas colaterales de un atentado brutal. Ninguno de ellos volverá a ser el mismo. Todos quedarán marcados, de una forma u otra, de manera indeleble por lo vivido. Y en esta mirada al interior de las consecuencias es como la serie se adentra en la profundidad del dolor del alma humana, en la imposible tarea de seguir viviendo la misma vida con una herida tan grande abierta en el corazón. Las interpretaciones están a la exigente altura de esta necesidad de mostrar hasta dónde puede llegar el dolor, y hasta qué punto la vida se transforma en algo totalmente diferente a lo que conocíamos hasta entonces.
Una lección suprema de cómo todo ese mundo que creíamos sólido y a salvo, se nos puede derrumbar en cuestión de segundos.

Hay cierto prejuicio engañoso en torno a las películas de temática LGTBI, como si tuvieran un plus de interés o atractivo por incluir y tratar historias que afectan a personas de este colectivo. Pero el cine es cine, y una película tendrá más calidad o menos en función de muchos variantes y la trama o historia que se cuenta es sólo uno de ellos. En la que estoy comentando quizá solo se salva la fotografía que recoge imágenes de la más hermosa Barcelona, sus calles más coquetas y su playa urbana. Todo lo demás es una historia bastante plana y sobre todo confusa en sus saltos en el tiempo y sus pretendidos relatos paralelos. El espectador necesitará grades dosis de perspicacia para adivinar en cual de los dos períodos transcurre cada escena, y en cual de las realidades paralelas, la que pudo ser y no fue y la realidad pura y dura. En nada ayuda que el aspecto físico de los protagonistas no permanece idéntico tal vez por aquello de que veinte años no son nada...Si a eso añadimos unos personajes apenas esbozados y sin profundidad, el tono monótono y la carencia de verdadera implicación sentimental, la película pierde fuelle y avanza sin aportar prácticamente nada al sufrido espectador, que respirará aliviado cuando ve aparecer por la parte baja de la pantalla la palabra "fin", que luego se completa con el resto del título de la cinta. Acaso el único destello de originalidad.

Woody Allen nos ha hecho a todos sus fieles un pequeño gran regalo: recuperar aquella genialidad de su talento para la comedia. Esta mini serie -de ahí lo de pequeño- es en realidad grande, porque nos devuelve el espíritu de su inspiración cómica, algo que el director abandonó por la búsqueda de otras vías de expresión, con la salvedad de alguna que otra comedia puntual, ya sabemos que en sus últimas producciones había preferido ponerse serio y reflexivo para abordar cuestiones más profundas. Pero lo mejor de "Crisis en seis escenas" no es sólo la frescura de un guión descaradamente cómico y burlesco, sino que el propio Woody vuelve a ponerse ante las cámaras para encarnar a ese hiponcondríaco, existencialista y abrumado ser, y nos demuestra a todos que a pesar de su edad es capaz de seguir manejando como nadie ese personaje divertido y a la vez tierno que a tantos nos encandiló durante los primeros años de su carrera.
Los continuos gags dentro de un guión ya de por sí hilarante, vuelven a hacernos reir como en sus mejores comedias. Miley Cyrus está genial en el papel de consejera matrimonial, dando pie a unas escenas surrealistas con sus pacientes, y luego como tutora de ese delicioso club de lectura de la tercera edad, donde también hay destellos cómicos en medio de reflexiones de las ancianas que parecen sacadas de un monólogo del club de la comedia. En definitiva, me he reído mucho y me lo he pasado realmente bien al reencontrarme con mi Woody cómico, sin ánimo alguno de trascendencia, con la sana intención de provocarnos la risa con su humor inteligente.
Pero a la vez es posible hacer algunas lecturas en clave política y filosófica sobre tópicos que todos conocemos y que vistos en clave de humor dejan al descubierto la demagogia y los estereotipos que encierran. Una aguda comedia, cuyos puntos de reflexión pueden seguir vigentes hoy día.