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Críticas de pepe fuentes
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
9
26 de enero de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paradójicamente, es una película que se ve como si subieras una cuesta empinada, pero de una misteriosa belleza, enigmática e inquietante. Asumiría verla por segunda vez pronto, a pesar de que no suelo volver sobre lo ya visto. En el preludio del siglo XX, en la Tierra del Fuego, en un entorno agreste, duro, pero de una belleza memorable, unos pocos personajes viven arracimados en la hacienda de un latifundista invisible llamado Míster Porter. Hasta allí llega Pedro (inmenso Alfredo Castro), un fotógrafo contratado para fotografiar la boda de Míster Porter con una bella adolescente (la boda no llega a suceder). Lo que sí sucede, o se ve: la oscura y amenazante vida de los forajidos contratados por el hacendado para exterminar a los indios nativos del entorno; el oscuro papel de una ama de llaves, o algo parecido; las fugaces presencias de la niña angelical vestida de blanco; el trabajo como fotógrafo de Pedro. La recreación de las puestas en escena de las sesiones de toma con luz natural y técnica y soportes decimonónicos son, sencillamente, espléndidas, además de despertar todo tipo de reflejos nostálgicos para los que todavía añoramos las liturgias del cuarto oscuro (el alma del artífice fotográfico nunca se extingue, quiero pensar). Pero no, esta película no es solo una reconfortante recreación para amantes de la fotografía, sino, sobre todo, un asfixiante entramado de personajes oscuros, un perverso juego de silencios preñado de amenazas y aterradoras expediciones genocidas llevadas a cabo por criminales y perturbados seres más allá de cualquier atisbo de civilización. Sí, por todo eso, no me importaría volver a verla para recrearme con la magistral fotografía que contiene.
pepe fuentes
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8
9 de febrero de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me fascinó, de principio a fin. Quizá, como matiz menor, habría preferido que en el montaje acortaran ciertas demoras en el tempo fílmico. No obstante, es un ensayo visual donde interviene la sensibilidad íntima e intransferible de la mirada del autor, como si de una composición musical se tratara, luego difícilmente cuestionable. Asombrosas localizaciones cuidadosamente seleccionadas y tratadas estéticamente, plenas de sugestión y belleza. No sobra ningún escenario sencillamente porque son delicadísimas, respetuosas, líricas, y hasta diría épicas, representaciones de algunas de las bellas texturas de nuestro mundo. Cada una de las imágenes que muestra este alucinante poema visual conecta intensamente con mi propia mirada fotográfica. En cada uno de los escenarios, especialmente en el poblado del desierto, de una belleza hipnótica, yo podría haber estado varios días fotografiando hasta perder el sentido por ensimismamiento y veneración estética. Otra cosa son los textos, mágico-herméticos que no sé hasta qué punto “dicen” sobre la inmensa grandeza de las imágenes. Probablemente, son innecesarios, al menos los que Herzog ha escrito. La verdadera intensidad y misterio de esta especialísima obra radica en la caligrafía fílmica, más allá de sincretismos literarios. Creo que la búsqueda de escenarios y las imágenes obtenidas en ellos, están concebidas con la mirada, sensibilidad e inspiración de fotógrafo de imagen fija. Estática. Gozosa, genial y memorable.
pepe fuentes
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9
31 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos enormes personajes y dos actores a la altura de esa grandeza. Una puesta en escena sobria, bien modulada en cuanto al tempo narrativo, y de una belleza formal plena de matices, tanto decorados como vestuario y ambientación de época. Una película clásica en su más amplia y brillante acepción. Enrique II Plantegenet, rey de Inglaterra, y Thomas Becket, canciller y después arzobispo de Canterbury, primado de la Iglesia de Inglaterra, entablan una disputa agria y peligrosa donde se juegan valores morales, políticos, principios y, sobre todo, afectos y pasiones. El guion es fiel a los hechos históricos en los que participaron ambos personajes. La paradójica circunstancia de la controversia se da en el hecho de que Becket, a la sazón canciller real, apoyaba a Enrique en su enfrentamiento con la Iglesia en el propósito de establecer una nítida separación de poderes y hacer prevalecer la jurisdicción civil sobre la religiosa o, dicho de otro modo, poder gobernar el país sin la sombra permanente de la Iglesia. Sin embargo, al nombrar a Becket, a quien admiraba y quería, Arzobispo de Canterbury, provoca un enfrentamiento irreductible entre ambos. Lo que subyace en la historia, contada admirablemente por Glenville, no solo es la eterna pugna por el poder, sino, además, la desgarrada ruptura entre dos personajes que se habían querido y admirado. Dialécticamente es interesante observar cómo los firmes creyentes, o no tanto, son capaces de alistar al mismísimo Dios a su lado en nombre de la fe; de su fe, claro. No solía haber objeciones a tan desmesurado y ridículo argumento, normalmente con intenciones espurias, como es el caso. Película grande, sin duda, que sin ayuda de plataformas como Filmin (en este caso) ya no se podría disfrutar.
pepe fuentes
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10
31 de enero de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No tenía previsto escribir sobre esta película pero, a medida que la veía, mi interés creció exponencialmente. Nada más empezar a verla le dije a Naty, -esta película es muy buena-. Diez minutos después estaba entusiasmado. Al final, quedé asombrado por cómo una película concebida y creada como serie B, puede alcanzar la categoría de obra maestra. Para mí lo es, sin duda. Un blanco y negro intensísimo, una tensión en el desarrollo siempre in crescendo, tan solo dos personajes principales y dos secundarios, un coche, la carretera, una habitación de hotel y un bar. Martin Golsmith, como autor de la novela y posterior guion, y Edgar G. Ulmer, como director, solo necesitaron diez días de rodaje y sesenta y siete minutos de metraje para contar una historia seca, dura, emocionante y desoladora. A medida que la historia avanza te preguntas cómo es posible que se dé una concatenación de hechos fortuitos y aciagos tan verosímiles. Diálogos escuetos, inteligentes, cortantes y peligrosos. Ambos protagonistas: Tom Neal y Ann Savage, realizan unas interpretaciones soberbias, eléctricas, creíbles. La historia está atravesada, de principio a fin, por una funesta y venenosa predestinación a partir de una sola decisión, aparentemente natural, que arrastra como un torrente a las demás en un brevísimo periodo de tiempo. Inquietante. Plena de tensión dramática.
pepe fuentes
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8
31 de enero de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Melodrama clásico, ortodoxo e impecable. Guion que avanza en un desarrollo temporal lineal, incorporando todos los elementos esenciales para una comprensión total de la historia que cuenta, regulando con exactitud los subrayados para que todos los componentes maduren lenta y matizadamente en las coordenadas del más puro melodrama. Precisamente, los melodramas no me gustan; ya hace muchísimos años, después de ver en televisión un ciclo del célebre Douglas Sirk (director por excelencia de ese género a mediados del siglo pasado), decidí no frecuentarlos. En este caso, me incliné por verla siguiendo la estela de Ulmer del que tanto disfruté en Detour (película que comenté ayer). Curiosamente, Sirk colaboró en esta película, pero de eso no me enteré hasta después. A pesar de mis prejuicios hacia el género, me pareció espléndida, entre otras cosas por la presencia de una glamurosa y bellísima Hedy Lamarr. Recomendable sin ningún género de duda.
pepe fuentes
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