Haz click aquí para copiar la URL
Seychelles Seychelles · Monchópolis
Críticas de Monchita
1 2 3 4 5 10 18 >>
Críticas 86
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
7
1 de diciembre de 2013
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vuelve Disney a la animación mezclada con un musical. Si el año pasado Rompe Ralph tiró de nostalgia ochentera para encandilar a los más grandes, este año con Frozen nos hacen recordar nuestra más tierna infancia, cuando rayábamos nuestros vhs de Pocahontas, Aladdin y compañía, gracias a la magia de sus historias de amor y, sobre todo, sus pegadizas melodías.

La historia de Frozen: El reino del hielo nace del cuento La princesa de hielo del danés Hans Christian Andersen. Se nos narra la vida de dos princesas hermanas. La primogénita, Elsa, nació con una “maldición” que le hace convertir en hielo todo lo que toca y un día jugando con su hermana pequeña, Anna, la hiere sin querer. Para proteger a sus seres queridos, Elsa tiene que vivir aislada en el castillo sin ver a nadie para que su secreto no trascienda. Sus padres mueren y, cuando Elsa cumple la mayoría de edad debe asumir el trono y abrir las puertas del castillo. Pero un pequeño enfrentamiento con su hermana hará que todo el mundo descubra sus poderes mágicos y Elsa huirá a la montaña del norte desencadenando tras de sí un invierno eterno en el reino de Arendelle. Anna tendrá que ir en busca de su hermana para que vuelva a su reino y así ponerle freno al frío.

Elsa es un personaje fascinante, cargada de conflictos internos que le impiden ser feliz, una especie de 'bestia' maldita. Lástima que su papel no sea tan protagónico siendo más interesante (daría mucho juego sus años de soledad) que el de su hermana Anna, una joven vivaz en busca de la amistad y del amor, que anhela la compañía de su hermana recluida. La película, mediante el entramado de interrelaciones entre los distintos personajes, incide en la importancia de los lazos fraternales y, sobre todo, del amor verdadero, un mensaje universal del cual Disney ha hecho gala en muchos de sus clásicos y que en esta película a algunos les podrá parecer harto ñoño y previsible. Entre la galería de secundarios nos encontramos a Olaf, un muñeco de nieve viviente que llena de comicidad Frozen, sin ser tan ridículo como el vídeo promocional con el cual se vendía la película, y hará las delicias de los más pequeños de la casa. El diseño de estos personajes es muy vívido, muy real, así como los inmensos e inmaculados paisajes nevados, hechos con mimo, que les acompañan. La magia de Elsa da pie a un despliegue visual impresionante donde se juega con el espacio y sus poderes.

Han pasado ya un par de días desde que vimos Frozen y no podemos quitarnos de la cabeza sus canciones. For the first time in forever y Let it go resuenan una y otra vez en nuestra mente. Son pegadizas, son profundas y encajan como un guante en la historia. Porque Disney ha vuelto a sus orígenes en una película con princesas que viven cantando lo que les ocurre. Y es francamente fascinante escucharlas y sentirlas, es como estar de nuevo, como decíamos, ante La bella y la bestia, Aladdin o El rey león. Las voces de Idina Menzel y Kristen Bell desbordan belleza, melancolía, musicalidad y armonía. Un 10 en ese aspecto.

Excelente debut de Jennifer Lee tras las cámaras quien, junto al veterano animador Chris Buck (Tarzán, Locos por el surf) dirige este nuevo clásico Disney. Y es que, retomando unas raíces tradicionales en Frozen: El reino del hielo, la compañía del ratón parece querer reclamar de vuelta su trono como reyes de la animación.
Monchita
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
1 de diciembre de 2013
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por enésima vez, como uno de los temas recurrentes en el cine que es, se nos presentan los problemas típicos de la adolescencia en Las mejores cosas del mundo una producción brasileña que sólo tiene de exótico eso mismo, su país de origen. En su tercer largometraje, Laís Bodanzky sigue fiel a su estilo de transmitir valores tolerantes y, sobre todo, emociones en sus películas. Si con su ópera prima, Bicho de siete cabezas, Bodanzky se centró más en un cine social crudo y sin ambages, con el cual denunciaba los abusos de poder en las instituciones mentales, en su último largo hasta la fecha, ha optado por un tono menos triste y más familiar, centrado en el difícil camino que hay entre la adolescencia y la madurez. Su intención es simple: mostrar el día a día de un quinceañero cuando su vida se ve trastrocada tras el divorcio de sus padres, su relación con su hermano dos años mayor y con los compañeros de instituto. Todas esas relaciones, con sus ventajas e inconvenientes, que construyen el mundo de un joven.

Basada en la serie de libros "Mano" de Gilberto Dimenstein y Heloisa Prieto, Las mejores cosas del mundo es una película hecha para y por adolescentes. Y explicamos esto último. Para la escritura del guión, Luis Bolognesi – guionista habitual y marido de Bodanzky – acudió a centros de secundaria brasileños y preguntó a los jóvenes sobre sus problemas, sus gustos o sus vicios. De ahí que en la narración final haya tantos y tantos personajes, relacionados directa o indirectamente con Mano, el protagonista. Bolognesi optó por no ser selectivo con las preocupaciones típicas de la adolescencia e incluir todas: desestructuración familiar, enamoramientos, amor no correspondido, profesorado guay, humillaciones escolares, pérdida de la virginidad, drogas, depresiones, homosexualidad, “aborregamiento” de las masas... Sí, todo esto – y más - tiene cabida en la película. Por querer abarcar tanto, tenemos la sensación de haber visto ya la misma película más de mil veces. Es como estar viendo una serie de televisión de sobremesa a lo Al salir de clase, pero sin tanto lío de falda. Y no sólo eso, tantos frentes abiertos llevan a no concluir algunos y el espectador se queda con un poso de poca consistencia en general, más acusada en su parte final donde, precisamente, el detonante principal del divorcio de los padres de Mano queda desdibujado pues no se resuelve como debería.

Si bien es cierto que, a su favor, esta película brasileña cuenta con la honestidad de su guión, con la cercanía para con sus personajes y con la capacidad de empatizar con una trama harto cotidiana. El éxito de sus bazas positivas radica en que su historia podría ocurrir en cualquier lugar del mundo, en que cualquier adolescente se verá reflejado en sus personajes, en esos chavales (y por qué no, también los padres) de un instituto de clase media de Sao Paulo. Además, para el casting se utilizó a actores profesionales junto a otros debutantes para conseguir esa sensación de verosimilitud y proximidad. Incluso, cuenta Bodanzky, a veces improvisaban ciertas escenas para que las reacciones fueran lo más sinceras posibles. Otro punto positivo a su banda sonora ya que con la excusa de que Mano quiere aprender a tocar la guitarra, podemos escuchar numerosas veces a lo largo de la cinta la melancólica Something de Los Beatles. Sin embargo, y como ya hemos apuntado, Las mejores cosas del mundo es una producción muy normalita, de bajas pretensiones y cuyo predecible guión, la convierten en una película fácilmente olvidable.
Monchita
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
1 de diciembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No, no es el fin del mundo... aún. Por desgracia, sí es el fin de una divertidísima trilogía británica. Tres películas cuyo lema es hacer reír al espectador de manera irreverente y mezclar géneros cinematográficos de forma fantástica. Se le conoce extraoficialmente como la trilogía del Cornetto porque cada una de las películas está “representada” por un sabor de este tipo de helados. Todo comenzó en 2004 con el de fresa sangre en Zombies Party, continuó en 2007 con el original Cornetto azul policial en Arma fatal y este año concluye con Bienvenidos al fin del mundo y el Cornetto de menta alien en una magistral comedia de ciencia ficción donde vuelven a brillar sus dos máximos protagonistas.

La unión Edgar Wright - Simon Pegg – Nick Frost es sinónimo de garantía y muchas risas. Orientada a ser obra de culto generacional como las otras obras de Wright, Bienvenidos al fin del mundo nos propone un mundo apocalíptico con el epicentro en un pequeño pueblo británico. Cuando eran unos adolescentes, un grupo de cinco amigos capitaneados por el intrépido Gary King (Pegg) se propusieron recorrer la Milla Dorada: durante una noche, en doce pubs, se beberían una pinta en cada uno de ellos. No obstante, su odisea quedó truncada antes de visitar los doce bares por el pedo que pillaron. Veintitantos años después, Gary reúne a sus colegas para acabar el trabajo pendiente y conseguir, esta vez, llegar a 'El fin del mundo', nombre del último pub de la ruta. El objetivo se complica cuando descubren que muchos habitantes del pueblo han sido poseídos por una especie de raza extraterrestre que ahora quiere acabar con el quinteto de amigos.

El protagonismo recae en Pegg, quien interpreta a un cuarentón alcohólico e inmaduro cuyo sueño es completar la Milla Dorada. Pegg nos ofrece una divertida y emotiva actuación sin caer en histrionismos. Su pareja de baile vuelve a ser su gran amigo Frost, quien le da el contrapunto y nos regala alguno de los momentos más emblemáticos de la película. Si Pegg y Frost no nos decepcionan en sus papeles, cabe remarcar lo bien arropados que se encuentran de un elenco de secundarios portentoso donde destacan Martin Freeman, Paddy Considine, Rosamund Pike o Pierce Brosnan, en un breve papel.

La trama de Bienvenidos al fin del mundo se ve salpicada de momentos brillantes y profundos de sátira social. Rezuma una grandiosa crítica a la sociedad de consumo actual, tan enfrascada en sus teléfonos inteligentes e incapaz de vivir sin la tecnología. Los alienígenas invasores encarnan esa silenciosa amenaza con la cual nuestros cinco amigos se ven obligados a luchar. Por otro lado, también hay tiempo para ponerse nostálgico con los recuerdos de la amistad adolescente y a la reflexión con esa parte final (demasiado moñas para nuestro gusto; hubiéramos acabado la película unos minutos antes para que fuera perfecta).

El último punto que vamos a resaltar de la película, y más a modo de curiosidad, es el doble juego de los nombres de los bares. Al ya conocido The world's end, el bar meta de los protagonistas y al que Gary se empeñará en llegar a pesar de los extraterrestres, se le unen los nombres de todos los demás que, si tienen ese orden concreto y no otro, es porque se encaja como un puzzle en el significado del devenir de la historia. Si no os habéis dado cuenta, permaneced atentos en un segundo visionado. Bien merece la pena esta frenética y apocalíptica película tan maltratada en la cartelera española (se ha estrenado en menos de 30 salas).
Monchita
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
1 de diciembre de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los futuros distópicos dan mucho juego en la literatura y en el cine. Y si lo mezclamos con algo del estilo Gran hermano más una crítica al poder, tenemos un potencial éxito entre manos. Suzanne Collins alcanzó la fama gracias a su saga literaria de ciencia ficción Los juegos del hambre. Ambientada en el futuro, los ricos representados por el Capitolio, quienes dominan el país, se divierten haciendo sufrir a los pobres de manera extremadamente cruel. Cada año, los doce distritos que rodean el Capitolio están obligados a ofrecer un tributo masculino y otro femenino para participar en los Juegos del Hambre, donde lucharán a muerte ya que sólo puede sobrevivir uno. Además, estos juegos son emitidos en directo por la televisión para disfrute de las clases altas.

La primera entrega cinematográfica de Los juegos del hambre consistía básicamente en lo que hemos contado en el primer párrafo. En ella, Katniss Everdeen se ofrecía voluntaria como tributo en lugar de su hermana pequeña. Lograba sobrevivir a la encarnizante lucha junto a su compañero de distrito, Peeta Mellark. En Los juegos del hambre: En llamas, el Capitolio está explotando la historia de amor de Katniss y Peeta quienes viajan por todos los distritos haciendo el Tour de la Victoria. Katniss nota en esos viajes indicios de una rebelión naciente pero el presidente Snow anuncia la llegada de los 75 Juegos del Hambre (El Vasallaje de los 25, juego especial que se realiza cada 25 años) en el que tendrán que competir por la supervivencia los tributos ganadores de otras ediciones de los juegos.

Esta secuela supone una evolución madurativa en varios niveles respecto a la primera parte. En el apartado de dirección, es más nítido y podemos ver con mayor claridad los avatares en la lucha. Francis Lawrence ha sabido imprimir su huella en este ambicioso proyecto donde el estilo visual (y la calidad en general de todo el apartado técnico) es más llamativo que en la primera entrega. Ahí queda el ejemplo de la fiesta en el Capitolio con todos esos vestidos y looks imposibles o la isla de la arena, tan camaleónica y todos los efectos especiales empleados en ella. En cuanto a la historia en sí, se le nota más madurez en general. Los personajes han crecido emocionalmente y lo demuestran con sus comportamientos más estudiados. Lo importante aquí va a ser ver cómo colaboran y hasta qué punto van a confiar Katniss y Peeta en el resto. Lo peor (y en cierto modo también lo mejor) de En llamas es su carácter de película transitoria. Todo queda preparado de cara a la última y conclusiva entrega dejándote al final con la sensación de 'No puede acabar ahora... ¡¡¡necesito saber más!!!'. Esta sensación se ve acrecentada, además, porque a pesar de durar casi dos horas y media y sin tener un ritmo frenético en ningún momento, En llamas es tan sumamente entretenida, inteligente y disfrutable que el espectador no mirará el reloj ni una sola vez.

Además, también supone una evolución en datos de taquilla y rentabilidad. Los juegos del hambre: En llamas ha conseguido ser la mejor apertura en lo que va de año en España y se ha posicionado número uno en taquilla recaudando más de 4 millones de euros y siendo vista por más de 600.000 espectadores en tan sólo su primer fin de semana, doblando los datos de su predecesora. Un gran éxito para un gran blockbuster.
Monchita
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
1 de diciembre de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A mediados de los noventa Vince Vaughn empezó a asomar su cabecita por los circuitos independientes. Se empezó a hablar de él gracias a la comedia dramática Swingers pero se hizo famoso por interpretar insulsamente el papel de Norman Bates en el remake de Psicosis pergeñado por Gus Van Sant. Aunque ha participado en unos cuantos dramas -psicológicos-, en la última década Vaughn se ha especializado sobre todo en las comedias tontainas protagonizadas por hombres de carácter inmaduro. Está encasillado en ese tipo de roles y, lo que es aún peor, muy pocas veces resulta gracioso y creíble (y mucho menos entrañable, debido a su cara con facciones de psicópata).

¡Menudo fenómeno! es una comedia romántica más dentro de su lineal carrera. Su personaje aquí es un patético cuarentón que ha decepcionado siempre a todos sus seres queridos. Trabaja en el negocio familiar de su padre como repartidor de carne y debe 80.000 dólares por los chanchullos varios a los que se dedica. Su novia le ha dado un ultimátum cuando se entera de que está embarazada y piensa que él no está capacitado para ejercer como padre. La cosa empeora cuando un abogado se presenta en su casa y le explica que, por sus donaciones de semen hechas hace veinte años bajo el nombre de Starbuck, ha engendrado 533 hijos. De esos, 142 van a ir a juicio para intentar derribar las leyes que avalan el anonimato de los donantes de esperma y así conocer la identidad de su padre biológico.

El vuelco que le ha dado este notición al personaje de Vaughn le servirá para plantearse cómo reorganizar su vida pues puede ser su última oportunidad. Como no puede ejercer de padre de más de 100 hijos, decide hacerles de ángel guardián y velar por cada uno de ellos, en la medida de lo posible. La película se balancea entre un humor simplón, inmaduro y de brocha gorda, digno del personaje principal, y el dramatismo fácil. La insipidez de un relato previsible y de manual, no explota las ridículas posibilidades de ser padre de una familia excesivamente numerosa. Se intenta apelar a la emotividad del espectador para hacerse cómplice de la redención de Vaughn en su lucha por crecer, madurar y tratar de reconducir su vida pero no lo consigue en ningún momento debido a la falta de salero de éste. Tampoco ayuda la poca química que demuestra junto a su compañera Cobie Smulders, más perdida que un belieber en un concierto de Los Rolling Stones.

No todo es negativo. Las pocas risas que soltaremos a lo largo de ¡Menudo fenómeno! llegan de la mano del genial Chris Pratt quien, cada vez que comparte una escena con Vaughn se lo merienda, y no porque haya querido tenido que engordar para su papel de abogado fracasado y padre de cuatro niños en su caótica familia, si no porque resulta entrañable, tierno, cercano y simpático.

Poco hay rescatable para nosotros, pues, en esta ¡Menudo fenómeno!. Y más si tenemos en cuenta que es un remake de la reciente y exitosa comedia canadiense Starbuck (2011). Es el propio director y guionista de la versión francófona quien ha adaptado y dirigido su película al inglés. El resultado es similar a otras innecesarias producciones del estilo (13 Tzameti, Funny Games U.S. …) pues, aparte de no aportar nada nuevo y más habiéndose hecho con tan poco espacio de tiempo, pierde el carácter único, el carisma de sus personajes y no innova ni añade matices. Sólo les sirve a los directores para llenarse más los bolsillos con un copia y pega de sus obras aunque, al menos, conserven la dignidad de no dejar que otros metan mano en sus productos.
Monchita
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 3 4 5 10 18 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow