'Después de la boda' confirma la visión y estilo de la directora y guionista Susanne Bier. Su empeño en trascender de la historia que cuenta para penetrar en los pensamientos de los personajes a través de primeros planos de los rostros y primerísimos planos de los ojos da frutos. Su capacidad para abordar cinematográficamente la emoción humana sin desgastarla frente al espectador es otro elemento importante que ofrece como resultado un drama ejemplar en su contención y delicadeza.

Hace muchos años quizás me hubiese costado suspender la incredulidad ante la historia; sin embargo, hoy satisface plenamente mi raciocinio, pues las familias "comunes" están más colmadas de secretos y sorpresas –como es el caso de la inusual comunidad de personajes congregados en esta película– que el anodino retrato al cual solemos calificar como "normal" y que parece únicamente habitar en una especie de mundo ideal. 'Después de la boda' es una exquisita visión cinematográfica a un mundo de rituales modernos, pruebas de amor y segundas oportunidades. Es una película generosa, cálida, que deja el sabor de "buen cine".

Complacen en su conjunto las interpretaciones de los actores. Sidse Babett Knudsen se transforma en un abanico de expresiones capaces de transmitir todo un universo con una mirada, con una sonrisa, con un rostro tendiente al llanto. Es quizás mi interpretación preferida en medio de un coro de excelentes personificaciones donde Mads Mikkelsen, Rolf Lassgard y Stine Fischer Christensen también brillan, cada uno, con luz propia.

En fin, un drama que evidencia el uso de recursos fílmicos conducentes a arribar hacia las complejidades del corazón de los personajes que en el camino nos acompaña, involucra y conmueve.

'Cartas al padre Jacob' está sumergida en una plácida belleza pastoral que deleita la vista y conmueve al corazón. Para poder disfrutar de la propuesta de Klaus Haro hay que dejar el cinismo a un lado. Una mirada sencilla y abierta ciertamente genera una mejor disposición para entender el valor de su mensaje.

"El amor se regocija de la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" dice el personaje que da título al film en una de las escenas clave. Y aunque muchos dirán que el mensaje se ha repetido hasta la saciedad, ¿por qué es tan difícil ponerlo en práctica, entonces?, ¿por qué es tan difícil perdonar, amar y comprender al otro o a uno mismo? Pues es una de las reflexiones que nos podemos plantear luego del visionado de esta película con guión conciso, puesta en escena entre el minimalismo y el preciosismo campestre y actuaciones excelentes.

El rostro de Heikki Nousiainen (padre Jacob), dotado de una misticismo angelical, es retratado con arte y aprovechado al máximo para transmitir un complejo de emociones intensas. La calma e impasibilidad del padre Jacob –en las delicadas expresiones de Nousiainen– sugieren una gama de sensaciones que causan un potente impacto en el espectador. Por su parte, Kaarina Hazard (Leila) ilumina la cámara con la transparencia de su rostro cada vez que descubre algo nuevo sobre su entorno o, más todavía, sobre sí misma. A veces sin palabras consigue expresarlo todo, como en la breve pero inolvidable escena en que un taxista le hace la simple pregunta: "¿A dónde va?" y su mente se queda en blanco.

Recomendada para disfrutar de una buena historia que invita a pensar sobre el amor, el perdón y nuestros propósitos.

'La ceremonia' es entretenimiento de primer orden. Preferible verla sin saber nada sobre su trama. Simplemente deja que cada escena revele detalles, situaciones o personajes que, luego, en su conjunto articulan una pieza cuyo disfrute es posible desde distintos enfoques. Interesante crítica social, tragedia con tintes de humor negrísimo, pieza de suspenso, el film funciona en todos estos sentidos gracias a la solvencia del director. Chabrol demuestra gran capacidad para generar repulsión y fascinación en la audiencia. Es sorprendente cómo una misma película puede hacerte sentir tal nivel de incomodidad y a la vez te impide distraer la mirada.

Sandrine Bonnaire e Isabelle Huppert son un dúo actoral hecho en el cielo (o, para el caso, en el infierno). Bonnaire es inquietante desde su primera escena, su nivel de inmersión en el papel, acompañado de un andar robótico y una mirada perturbadora, enrarece el ambiente y se adhiere de manera pavorosamente natural a la atmósfera que Chabrol va construyendo poco a poco. Huppert no es menos excelente. Su retrato de una mujer fisgona, aparentemente resentida y desordenada es tan cercano como el de cualquier vecina del barrio y ello va acumulando de modo gradual un efecto poderoso. El resto del reparto es también excelente, Jacqueline Bisset y Jean-Pierre Cassel, en particular, encarnan con maravilloso aplomo la quintaesencia de una pareja burguesa cuyo plan de domingo bien podría ser escuchar 'Don Giovanni' en la sala de su casa con toda la tranquilidad que tan bonita actividad lleva implícita.

Una película que bien vale disfrutar bocado a bocado hasta llegar a un clímax insuperable.

'Alondras en el alambre' es la película que dirigió Jirí Menzel después del éxito de 'Trenes rigurosamente vigilados'. Comedia y drama se fusionan para dar lugar a una sátira implacable al régimen comunista, sin descuidar en cada escena la ternura y humanidad de sus personajes. Quienes poseen familiaridad con el cine checoslovaco y checo quizás puedan imaginar bien, sin haber visto la película todavía, cómo la combinación de estos elementos, en apariencia dispares, genera una experiencia especial capaz de convocar por momentos a la risa, luego a las lágrimas y, a veces, a las dos al mismo tiempo.

El guión es muy entretenido y la ejecución de éste a través de los recursos cinematográficos es impecable. Un trozo de espejo de repente adquiere el poder sobrenatural de atraer a dos seres que son el uno para el otro, como un brillo de optimismo en medio de circunstancias de lo más oscuras. Las palabras de un viejo y entrañable filósofo condenado a "labores de reeducación" por negarse a destruir literatura considerada nociva por el régimen conmueven con su claridad y sabiduría. Y las creativas maneras en las que los hombres y las mujeres tratan de interactuar (ellos son obreros, ellas prisioneras disidentes, siempre vigilados por un guardia que no permite que se relacionen) son dignas de una deliciosa farsa que nos envuelve y anima.

De acuerdo a la información que se puede leer en Internet, la película fue rechazada por el régimen comunista de Checoslovaquia en 1969, permaneciendo escondida hasta 1990, cuando finalmente fue estrenada y ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín. De alguna manera, ficción y realidad convergen... y esto trae a mi memoria la última escena, donde uno de los personajes principales nos invita, incluso en el descenso, a levantar nuestra mirada y confiar en que siempre hay una luz al final del camino.

¿Qué pasaría si la supervivencia de todo el sistema intergaláctico dependiera de un grupo de cinco desadaptados? Esta es la inquietante premisa de Guardianes de la galaxia, la última aventura de Marvel Comics llevada a la pantalla grande con una onda que se debate entre lo “camp” y lo “vintage”, así como un guión que sale de lo común gracias al predominio de la comedia.

Expandiendo a la enésima potencia las posibilidades cómicas del material de origen, Guardianes de la galaxia, de James Gunn, se erige como la película comercial más distintiva, memorable y creativa del verano del 2014. Escenas de gran precisión estética, un guión inteligente y personajes que resultan cándidos y, paradójicamente, humanos, son algunos de los elementos esenciales para que la película funcione.

La trama gira en torno a Peter Quill (Chris Pratt), un cazarrecompensas que, debido a difíciles circunstancias, pacta una alianza con la conflictiva y letal Gamora (Zoe Saldana), el elocuente Drax, el destructor (Dave Bautista), un mapache “amarguete” llamado Rocket (voz de Bradley Cooper) y una planta viviente que sólo sabe decir “me llamo Groot” (voz de Vin Diesel). Así, los cinco personajes que únicamente buscaban resolver sus problemas de dinero y recuperarse de uno que otro trauma personal, terminan forjando una amistad que será esencial para enfrentar al malvado villano Ronan (Lee Pace).

El tono irónico y la perenne sensación de no tomarse demasiado en serio a sí misma son elementos importantes para que la película funcione como una semiparodia del subgénero de “superhéroes” y como un raro espécimen del “western espacial”. Sin duda, una obra que sale del montón y logra el simple y sencillo cometido que se ha propuesto: entretener.