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Críticas de antonalva
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Críticas 487
Críticas ordenadas por utilidad
6
27 de octubre de 2013
18 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Peliculilla interesante que se queda corta por confiar en exceso en unos actores competentes y un guión en apariencia profundo y melodramático pero que no deja de ser una acumulación de tópicos adolescentes (como la del inadaptado y taciturno vástago de un matrimonio roto que vive con la ilusión de que su padre - que claro está, pasa de él - lo rescate de las garras amorosas de una madre coraje de pacotilla) que se deja ver por el agradable y dulzón tono conseguido. El alabado guión es una obra meramente simpática - aunque muy irregular - que aborda demasiados temas sin profundizar ni resolver ninguno.

Los galardonados guionistas (Oscar por la tan pretenciosa como vacua y soporífera "Los descendientes") hacen aquí también de directores y la verdad es que apenas superan el listón de tele-filme de sobremesa, todo vistoso, enfático, con subrayados para espectadores obtusos, sin apenas margen para el riesgo o la originalidad. Lo peor es el personaje interpretado por el generalmente competente Sam Rockwell, un payaso tarado e inverosímil que pretende sustituir a la tan anhelada como ausenté figura paterna, entre gracejas trasnochadas y muecas de niño con síndrome de Peter Pan.

Mientras más lo pienso, más fallida me parece esta cinta, bosquejo de un torpe aprendizaje adolescente (con primer beso incluido) que apenas remonta el vuelo y que sólo se deja ver por los buenos actores que la arropan y cierto tono nostálgico bastante conseguido que impregna una trama exangüe y troquelada de torpes tópicos freudianos. No hay ninguna secuencia fundamental ni verdadero drama, sólo agradable devaneos superficiales entre aromas de verano pretérito y fugacidad prescindible.

Poca cosa, no ofende ni empacha, pero deja un regusto a superchería que atufa. Apenas vista, se procesa y olvida. Superflua de tan trillada.
antonalva
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6
18 de mayo de 2019
15 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cine intrascendente y para pasar el rato, repleto de buenos sentimientos, pero ayuno de sustancia. Como es el caso de tantísimas novelas que se venden como rosquillas y se hacen un hueco en la lista de los libros más vendidos, también en las salas de cine nos encontramos con productos fabricados en el laboratorio del entretenimiento vacuo e insulso, donde parece que se abordan grandes temas de actualidad (las migraciones, la pobreza, la bondad esencial de las personas, el embrutecimiento general de los políticos, etc.) pero que se limita a pintar en trazo grueso y sin matices la dificultad de vivir en un mundo lleno de oportunidades pero en el cual aquellos que hemos nacido en sociedades opulentas – o donde las carencias son minoritarias – llevamos todas las de ganar.

Como en tantas ocasiones podríamos decir: la fotografía es muy hermosa, los actores transmiten frescura y encanto, los escenarios son seductoras postales que todos quisiéramos visitar algún día… y todos los personajes resultan tan adorables que quisiéramos tenerlos como amigos. Pero tanto sentimentalismo de cartón piedra, tanto multiculturalismo fraudulento y estomagante resulta demasiado impostado por su blandenguería anodina que a todos quiere complacer y nadie pretende irritar. No es que la cinta sea mala ni produzca urticaria visionarla, pero se podría esperar algo más de un producto prefabricado que parece atender sólo al objetivo de hacer dinero y recuperar la inversión (y de paso, obtener beneficios, claro).

Quien quiera viajar sin moverse de la butaca habrá elegido bien. Pero quien quiera conocer el mundo, se verá defraudado. Tanto sirope empalagoso y tanto escapismo adocenado más que seducir transmite una sensación de cansancio difícil de soportar. La luminosidad del relato (que no encubre los lodazales del infortunio, pero los disfraza de fotorreportaje brillante) nos hace pasar unos estériles momentos agradables, pero al acabar estamos insatisfechos. Su mayor error es resultar demasiado fría y previsible, pese a sus cálidas tonalidades y al pintoresquismo de divulgación elegido. Pese a su manifiesta sensiblería, carece de genuina sensibilidad. Sin llegar a ser un truño, lo bordea con elegancia y nos permite salir del cine con la conciencia apenas alterada. Prescindible.
antonalva
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7
26 de junio de 2018
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una poco conocida directora y guionista alemana, Valeska Grisebach, nos ofrece un insólito e inesperado relato sobre las relaciones humanas – de buena y mala vecindad – en los confines de la ‘opulenta’ Europa actual (a la que, por otra parte, riadas de personas, sobre todo provenientes de África o de Asia, tratan de llegar a cualquier precio y con notorio peligro para sus vidas, como si se tratara del anhelado edén terrenal o de la soñada El Dorado del siglo XXI). Aquí no hay brillos ni oropeles, no hay tesoros ni riquezas, tan sólo un duro y polvoriento quehacer diario, aderezado con enfrentamientos entre connacionales extranjeros y oriundos recelosos por la presencia de esos trabajadores provenientes de la acaudalada Alemania, que tratan de realizar su trabajo sin saber muy bien el porqué de tanta suspicacia y tanto rechazo. Por lo tanto, nos habla de la arraigada dificultad universal de comunicarse entre las personas cuando existe el aparente obstáculo de un idioma que les separa y de una situación sobrevenida que les incomoda, lo cual se refleja en un rechazo instintivo y vehemente que complica cualquier aproximación.

Aunque más allá de la división cultural o étnica se van abriendo espacios de comunicación y entendimiento entre algunas personas, entre aquellos que realmente buscan confraternizar, comprender y convivir, es decir, entre aquellos que no se fijan en tabúes divisorios sino que se centran en relacionarse como personas y no como una etiqueta o colectivo receloso, sino que busca entender, descifrar el lado humano de sus semejantes, acercándose a ellos sin la mirada turbia ni el comportamiento intoxicado por los prejuicios y la sinrazón. Sólo cuando se tiene el corazón limpio y la mente despejada queda espacio para la comprensión y la camaradería, más allá de diferencias idiomáticas o culturales, más allá de lindes artificiosos que han socavado la convivencia y sembrado de cadáveres los vetustos eriales de nuestra historia. Nada nuevo pero siempre necesario y reparador: entenderse nace de la voluntad de discernir y no del afán de hegemonía o de llevar la razón.

Visionar la película no resulta ni gratificante ni conciliador, requiere más bien un esfuerzo áspero y espinoso como los inhóspitos y pedregosos parajes que habitan sus protagonistas. La violencia late soterrada a cada paso y el peligro parece empañar cualquier acto, por inocente o trivial que pudiera parecer. Pero al mismo tiempo somos testigos de cómo, poco a poco, se abren las compuertas al intercambio de afectos y la construcción de unos lazos de hermandad que parecían imposibles al principio. Pero sólo para aquellos que han tratado desde el inicio a construir puentes y cimentar apegos.

Poco recomendable para los talibanes de la pureza de sangre o para vocingleros del nacionalismo.
antonalva
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10
1 de marzo de 2016
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cómo reflejar la brutalidad abrumadora de la bomba atómica? Esta pregunta atosiga y ocupa, sobre todo, al pueblo nipón – aunque nos concierne a todos – que fue quien vivió en carne propia los estragos que causó aquella arma en las postrimerías de la II Guerra Mundial. A raíz de otra excelente y perturbadora película actual que trata de explorar y plasmar el horror inenarrable de los campos de exterminio nazi – El Hijo de Saúl – conviene echar la vista atrás y rescatar este prodigio de sencillez y contundencia que estudia con sereno clasicismo las consecuencias imprevisibles de aquella atrocidad que aún nos produce perplejidad e incomprensión. Y nos conmociona a poca sensibilidad que tengamos.

Tomando como punto de partida la aclamada novela del japonés Masuji Ibuse (1898-1993), publicada en 1966 y reeditada desde entonces en todo el mundo, se centra Shohei Imamura en las consecuencias particulares que tuvo para un matrimonio sin hijos y su sobrina huérfana de madre la aciaga ruina que ocasionó semejante orgía de crueldad. El hombre es lobo para el hombre… ¿pero cómo reflejarlo sin resultar didáctico o moralizante, sin prédicas manidas o discursos cansinos? En este caso se elige la senda de la llaneza y naturalidad, como si de un parco diario familiar se tratase en el que se reflejan las pequeñas preocupaciones de una estirpe ordinaria que trata de recobrar una normalidad que la guerra truncó.

Hiroshima. Nombrarla aún produce angustia. Y ver encarnado en el triste devenir de unos personajes inocuos, convencionales, casi banales, el atroz desasosiego de sus días, el temor al porvenir que intuyen lastrado por la lluvia radioactiva que cubrió sus incautos cuerpos, el desconsuelo abrasador de saberse víctimas y no saber qué hacer para dejar de serlo… todo ello va configurando el amargo retrato de una época, de una realidad descolorida, ayuna de esperanza y de futuro. Los efectos abrasivos de la bomba no acabaron con el fin de la contienda, sino que se bifurcaron en innumerables ramificaciones ponzoñosas que reverberaron más allá de la supuesta paz y su onda expansiva fue anegando sin remisión toda existencia. Sólo queda reflejar aquella aciaga experiencia con el deseo de que no se repita jamás.

El testimonio de la memoria. No olvidar a los que quedaron atrás y dieron sus anónimas vidas para labrar nuestro presente más próspero y placentero. En un blanco y negro pavoroso, con una serenidad casi zen envuelta en callada desesperación y atroces silencios perplejos, se nos ofrece una obra perdurable que disecciona la ignominia de la enmudecida posguerra. Prodigiosa.
antonalva
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3
28 de diciembre de 2013
29 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay al menos algo logrado en esta cinta: el retrato de la Alemania de los días anteriores y meses posteriores a la muerte de Hitler y el fin de la II Guerra Mundial (todo es hambre, locura, descontrol, arbitrariedad, mercado negro e ineficaz reajuste a los nuevos tiempos que nadie sabe cómo van a devenir), pero este poderoso marco de referencia – que vertebra todo el relato – apenas consigue el propósito para el que fue creado: servir de soporte a una historia que vaya más allá del mero reflejo y evocación de una época difícil. Porque el problema central de la película es que no hay relato propiamente dicho, sino una sucesión arbitraria de comportamientos injustificados e inoportunos de su adolescente protagonista.

El peso del relato lo lleva esa atolondrada protagonista, niña apenas entrada en la adolescencia, que con su conducta entre bruta, brusca, hosca y encopetada va dando traspiés y trompicones por una historia que apenas interesa al espectador, que aburre soberanamente al personal y bordea el tedio y la fatiga en todo momento. Produce desaliente contemplar lo perdida que está la protagonista, toda ademán, displicencia, superioridad quebradiza, soberbia y holgazanería de clase dirigente venida a menos. Pero tanto quiebro narrativo sin cabeza, tantos saltos en la lógica psicológica de los personajes, tantos silencios espesos y desmedidos, producen un profundo sopor y pesadez en el espectador resignado.

¿Adónde nos lleva la película? Al final concluimos que todos esos cientos de estériles kilómetros recorridos entre penurias, barrizales, crímenes y gazuza han hecho crecer a la protagonista, que rompe con su pasado, con su fidelidad infantil nazi (las escuelas son muy nocivas, véanse veleidades integristas o esencialismos históricos o historicistas actuales), con su regurgitar consignas obtusas y obsoletas. Pero para entonces, tras casi dos horas de metraje, esos minutos de clarividencia, carecen de todo interés para el espectador, que hace tiempo que estaba suplicando porque terminara la tortura de esta película espesa, indigesta, plomiza e hinchada.

Pura baratija de saldo, sin interés, sin arte, sin ser digna del dinero pagado por la entrada. Prescindible, tan innecesaria como pretenciosa, totalmente fallida: ahórrensela.
antonalva
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