Sí, les voy a decir una historia triste. No la de Pablo Escobar, esa no se puede contar en una crítica de TV (pero aparentemente sí en una serie ¿Qué más da?). Es la triste triste historia de la televisión en Latinoamérica. Hace ya mucho tiempo atrás, en Cuba, un grupo de gente se dio cuenta de que en esta nueva cosa, llamada televisión, se podían contar historias. Y decidieron hacer una programación a la medida de sus espectadores, amas de casa conservadoras de median edad. Entonces eran invariablemente la misma tontería; él la conoce a ella, ellos se enamoran y las circunstancias los impiden estar juntos por unos cien capítulos hasta que les llega el santo matrimonio. Pendejadas, pendejadas de las más puras y tontas. Pero funcionó durante algún tiempo; hasta que llegó el archienemigo de la tv Latinoaméricana, el siglo XXI.

Con el siglo XXI llegó la madures del espectador, la ama de casa no existía más, y la tv por cable estaba al alcance del bolsillo de todos. Tenían que encontrar algo nuevo. Sexo parecía la respuesta más sencilla, pero ni todo el sexo del mundo podía cambiar que se seguía trabajando con personajes unidimensionales, en historias de moraleja idiota y obvia, y con tramas dolorosamente predecibles. No había escape.

Hasta que de golpe, del país del sagrado corazón y el café llegó algo. Unos señores con saco y corbata, con motivaciones lúgubres, con moral cuestionable; y no eran los malos caricaturescos, eran los protagonistas. Era algo llamado "La Saga: Negocio de familia" (que creo sigue siendo la telenovela con mejor calificación de esta página).

Los escritores estabas que morían de la alegría. Podían al fin llegar con algo nuevo, el personje ya no tenía que ser el bueno buenísimo contra el malo malísimo. Podía haber un final inesperado ¡Podías matar al protagonista si te daba la gana! Era la madures del guión, la serie de tv para adultos que el siglo XXI demandaba.

Pero llegó nuevamente la tragedia, y llegó no de la codicia ni el comercialismo (como tantas desgracias llegan al medio); sino de la más pura idiotez. Los productores no entendieron que el éxito había llegado de la compleja trama y los profundos personajes; creyeron que a la gente le gustaba la violencia y el crimen(risible, siendo que las escenas de acción siempre fueron malas y con ganas). Así que copiaron el tema en lugar de las virtudes; un mal caso de ingeniería inversa.

El premio de consolación es que los escritores parecen abrirse paso, parece que dado que sólo en las narconovelas tienen derecho a alocarse, entonces es ahí donde se alocan. Y claro, está el enemigo; esas mismas señoras camanduleras para las que el medio fue creado en primer lugar, que dicen "dan mala imagen del país, promueven el crimen, piensen en los niños". ¡Arpías! ¡Arpías todas y cada una! Brujas que pretenden arrebatarle a la pobre Latinoamérica la única televisión decente que Dios le ha concedido. Por suerte, la codicia de la televisora esa ves está de nuestro lado.

Vi la película obligado, pero fui optimista. Liam Neeson me había gustado bastante cuando actuó en Kinsey y decidí darle una oportunidad; pero vaya sorpresa desagradable me encuentro con una película tan racista, xenofóbica, carente de respeto por los derechos humanos y la convención de Ginebra que parece un intento de justificar la administración Bush.

Nos plantean la situación, dos maravillosas chicas gringas se embarcan a un viaje de Francia. Al llegar son secuestradas por una red de malvados hombres de Albania ¿Por qué de Albania? Bueno, no podían insinuar que la maravillosa gente blanca de Francia es capaz de cometer crímenes.

Pero ¿Quién es el héroe que salvará a las gringas? Súper papá, un hombre blanco, de mediana edad, con entrenamiento militar, sin el menor interés por: el debido proceso judicial, la ilegalidad de su métodos o las autoridades de países extranjeros. Este se embarca en una búsqueda de los secuestradores por una red de trata de blancas sin denunciar ni por un segundo la situación a la policía francesa. Finalmente encuentra la red y... nada, deja a todas las mujeres a su suerte e incluso no tiene problemas en organizar un tiroteo en el lugar donde están ¿Por qué? Pues ninguna es su hija y la mayoría no son blancas, así que al espectador no debería importarle.

Finalmente tras romper una cantidad increíble de leyes, matar otra cantidad de personas y aplicar métodos de tortura ilegales hasta en tiempo de guerra (Cualquier parecido con la CIA es mera coincidencia). Nuestro héroe logra llegar al refugio de los albaneses donde aprovecha para lanzarles un discurso xenofóbico sobre como los extranjeros se aprovechan del sistema de las buenas repúblicas de gente blanca y de su tolerancia (Porque como ya aprendimos, ser tolerante es muy malo). Los mata a todos y descubre a una de las chicas gringas, no es su hija y está muerta ¿Por qué? Pues resulta que su hija se salvó ya que fue vendida por ser virgen mientras que la otra al no serlo (incluso insinuó el horrible crimen de querer acostarse con un extranjero, que osadía) se dejó a su suerte para morir. Muy sutil señor director, muy sutil.

Y llegamos al último estereotipo, su hija fue llevada a manos de... ¿Un francés, un estadounidense? No, a manos de un jeque árabe muy gordo y pervertido con ganas de un harén personal... hablo en serio. El héroe mata a todos, salva a su hija y no recibe absolutamente ningún tipo de condena o reprimenda por todos los salvajes crímenes que cometió a fin de salvar el himen de su prole.

Esta es la película más racista que he visto en semanas y eso que últimamente me la he pasado viendo películas de los años 60 así que pueden hacerse una idea de cuan racista es. No soy capaz de aceptar que este tipo de cosas puedan hacerse, no puedo creer que en verdad un estudio le de luz verde a tanta barbarie. Pero supongo que debo aceptar que hay cineastas así de desgraciados en el mundo.

Entiendo el punto a donde quieren llegar, entiendo que la premisa de la serie funcione muy bien sobre el papel. Una pareja con carne de más que trata de mantener una relación sana al mismo tiempo que lucha contra los problemas que le causan el sobrepeso y las excentricidades de sus familiares y amigos.

E indudablemente hay puntos a favor, la pareja de protagonistas tiene buena química y la relación que mantienen transmite madures, sinceridad y hasta un poco de inocencia. Pero la serie se desploma ante el lastre que suponen los secundarios que a pesar de que en vistazos fugases parezcan agradables al poco tiempo se hacen insoportables.

La pareja policía de Mike es el ya cansado cliché de "negro gracioso que sirve de patiño del protagonista" que de algún modo a sobrevivido a la lupa de lo políticamente correcto en EEUU (¿Por que será que esa corrección sólo elimina las cosas divertidas?). Aunque intenta ser gracioso se convierte simplemente en irritante por el poco trabajado facilismo de sus bromas.

Algo similar le sucede a la familia de Molly que trata de pasar por una suerte de ultra liberal pareja de mujeres que harían ver como monjas a las de Sex and the city. Pero a la larga su irritante incompetencia te hace pensar que personas así en la vida real son molestas, y en la tv también.

Una situación opuesta la vive la madre de Mike que es quien más se aproxima a su meta de ser una madre amargada, sobreprotectora y hasta manipuladora. Pero su invariable rostro de asco ante cada situación elimina el factor cómico sorpresa que tiene que brindar.

El único que se salva es Nyambi Nyambi el pintoresco mesero de Senegal que hace los comentarios más ingeniosos de toda la serie, pero eso no basta para hacer tolerable al resto

En conclusión, Mike & Molly es un triste caso en una formula que bien ejecutada habría dado lugar a una serie, que sin llegar a ser legendaria, resultaría muy divertida. Pero al fallar la formula el resultado es un mediocre producto audiovisual.

El surrealismo de Dalí nos traslada al estado del sueño, ese donde se dibujan imágenes irreales y donde no valen los designios de ninguna lógica tiránica. Sin embargo ese no es el único estado de la mente en que las neuronas pueden dibujar imágenes insensatas; hay otras formas (la mayoría de ellas poco sanas) de dejar atrás a “El pensador” y llegar a “El gran masturbador”; Aljure opta por traernos una. El surrealismo de las pepas dista de manera considerable del surrealismo tradicional, las cosas del la vida diaria están ahí; en lugar de escapar de los dominios de la razón se monta una guerra en su contra, deformando la realidad con fuerza.

Los juegos de perspectiva, de ritmo, de cada tontería y situación que se pase por la pantalla, que hacen sentir al espectador en otro estado. Un triangulo amoroso que le clava la mirada al espectador, un travestido que flota por los aires tras un destino que hace que las monjas se santigüen y un angelito trayendo pepitas de surrealismo. Todo ello se acopla para hacer del colombian dream una experiencia visual innovadora y única.

Sin embargo, Aljure se esfuerza tanto por refinar la forma que deja descuidado el contenido. La historia al final resulta ser de lo más típica, el viejo esquema colombiano de juntar narcos y revólveres para ver que es lo que sale. No es un desperdicio total porque personajes como Jesús Elvis Simbaqueva “el elegido” (hecho por un Julián Díaz que siempre me alegra ver en pantalla) son completamente entrañables y uno siempre se queda con ganas de ver más de ellos. Tristemente lejos de esos puntos fuertes quedan otros personajes más mediocres interpretados por actores de igual condición.

El colombiam dream tiene un estilo tan grande que sólo habría necesitado de una historia buena (que no excelente) para conseguir el diez. Tristemente esta sólo se queda en “Aceptable”.

Porque al final los que se ponen en el escenario no son más que ingenieros carismáticos. Puedo ponerme a hablar de como Hugh Jackman y Christian Bale son grandes actores, de como la dirección es brillante, de como el guión te deja tieso de la emoción hasta el final. Pero mejor me pongo a hablar de como se hace un truco de magia.

El primer paso es mostrar algo ordinario, Inglaterra siglo XIX, un espacio visto a la saciedad; unos magos, cosa algo fuera de lo común pero sin llegar a ser muy especial. Y de ahí se pasa al segundo paso, convertirlo en algo increíble; el mago debe buscar todos los medios para darle maravilla, debe buscar giros artificios, juegos con el tiempo y la narrativa para hacerlo esplendoroso. Pero aun no hay aplausos, uno debe esperar al final pues el mago tiene que hacerlo todo aparecer y ahí está, ahí está un final que todos previmos de a pedazos pero no es hasta la caída del telón que todas las piezas terminan de juntarse y cobra sentido. Ahí está todo, ese es el gran truco.