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España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
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Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
5
19 de abril de 2013
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una escena a escasos diez minutos de su inicio resume certeramente las pretensiones de este largometraje. Durante un combate sin piedad entre seres vivos y muertos vivientes (que incluye disparos en la cabeza, salpicaduras de sangre y restos de órganos por todas partes), suena de fondo la romántica canción “Missing you” de John Waite. Simultáneamente, uno de los zombis que comenzó la pelea observa, quieto y embobado, a una humana que continúa disparando a sus adversarios con cara de furia. La combinación entre lo tétrico y lo sentimental es perversa y rara vez se resuelve con acierto. Como ejemplo de éxito, tal vez a más de uno le encaje la magnífica “Drácula de Bram Stoker”, dirigida por Francis Ford Coppola hace más de veinte años y en la que resolvió con brillantez esa mezcla tan inusual. Pero, en todo caso, cualquier comparación entre ambas es un sacrilegio.
“Memorias de un zombie adolescente” cuenta la historia de un cadáver que deambula perdido y que, tras establecer una relación amorosa con una bella humana, descubre que puede revivir de forma paulatina nuevamente. Como contrapunto al romance, la lucha a muerte (término discutible, lo reconozco, cuando uno de los combatientes se supone que ya está fallecido) entre ambos bandos trata de crear una atmósfera de tensión. Sin embargo, guionista y director desperdician estas bazas a su favor ya que, pese a que la trama pudiera resultar original y llamativa, no llevan la propuesta hasta el límite. La parte del film más cercana al terror adolece de intensidad, contundencia, riesgo y agilidad. La narración presenta un ritmo, más que lento, monótono y anodino, lo que impide generar en el espectador la emoción necesaria para alcanzar los objetivos propios del género. Como cinta romántica, también se queda a medio camino. Aunque ésta es la verdadera esencia de la obra, los defectos en los que incurre la faceta terrorífica la contagian y terminan por afectar al conjunto. Aun así, este título se sitúa por delante de la mayor parte de largometrajes destinados al público adolescente, dado que se desmarca del tono mediocre, repetitivo y grotesco de otras muestras dirigidas a este concreto sector.
Su realizador es el joven Jonathan Lavine, quien sí destacó en 2012 con “50/50”, comedia nominada al Globo de Oro, así como su protagonista -el versátil Joseph Gordon-Levitt-. Me atrevería a asegurar su pertenencia a una nueva generación de prometedores cineastas que despuntará en un futuro próximo, aunque considere que en esta ocasión ha dado un paso atrás en su carrera.
La pareja protagonista está formada por el británico Nicholas Hoult (“Un niño grande”, “Jack, el caza gigantes”, “Furia de titanes”, “X-Men: primera generación”) y la australiana Teresa Palmer (“Soy el número cuatro”, “El aprendiz de brujo”). Incomprensiblemente, un actor de la entidad de John Malkovich, con memorables interpretaciones en títulos imprescindibles de la historia del cine, desempeña un papel secundario que desentona claramente con su trayectoria profesional.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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4
24 de noviembre de 2012
0 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se acaban de cumplir veinte años desde el estreno cinematográfico de la versión que, sobre el personaje de Drácula, rodó el maestro Francis Ford Coppola. Y reconozco que aquella película me sugestionó sobremanera. La perfecta combinación entre fábula, romance y terror, con los trazos de una estética atrayente y una música inolvidable, lograron que todavía hoy siga enganchado a sus diálogos: “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte” decía Gary Oldman. “En la vida hay tinieblas y hay luces, y usted es una de las luces… la luz de toda luz” decía Anthony Hopkins. Y la destinataria de todas aquellas frases -una Winona Ryder, otrora en estado de gracia- se debatía entre sus amores del pasado y del presente en una lucha claramente desigual. Nunca los géneros romántico y de terror se compenetraron de una forma tan acertada como irrepetible.
Obviamente, entre la cinta de Coppola y la saga de “Crepúsculo” no cabe comparación posible en ningún sentido. Estas películas vampíricas nacidas de las novelas de la escritora Stephenie Meyer se sitúan varios peldaños por debajo de aquélla en cuanto a guion, ambientación, interpretación y emoción. Sin embargo, reconozco que yo mismo vi con agrado la primera entrega y con curiosidad la segunda. Ofrecían una visión bastante alejada del resto de largometrajes destinados por aquel entonces –hace ya cuatro años- a un público mayoritariamente juvenil y que todavía a día de hoy copan las salas de proyección. Por esa razón, me desmarqué del aluvión de críticas que la calificaban como un producto basura exclusivamente apto para adolescentes. Me parecían apreciaciones injustas que impedían valorar determinada dosis de originalidad en la propuesta e, incluso, cierta valentía en una recreación que transitaba entre la lentitud narrativa del drama y la intensidad del thriller.
Pero, paradójicamente, la rentabilidad del producto fue su peor enemigo. Tanto desde el punto de vista literario como cinematográfico, el tremendo éxito alcanzado empujó a los productores a continuar con una saga que quedó agotada con sus dos primeros títulos. El conjunto se prolongó innecesariamente y, en concreto, su cuarta parte se diseñó para estrenarse a través de dos films, siguiendo una tendencia de negocio perversa pero cada vez más habitual. Y fue con esa decisión comercial cuando el resultado final se vino abajo por resultar excesivamente falso y anodino. Su trasfondo meramente económico resulta demasiado evidente y, aunque no sea del todo criticable considerar el Séptimo Arte también como una industria, no es suficiente argumento, máxime si, además, es el único.
A pesar de ello, “Amanecer Parte II” probablemente hará las delicias de los incondicionales del serial, cuya devoción por los personajes saciará sus expectativas por completo. Es tan similar a sus antecesoras (demasiado, para mi gusto) que, por eso mismo, no defraudará a quienes vayan buscando idénticos contenidos. Bill Condon, director de la muy recomendable “Dreamgirls”, saca todo el jugo posible a esta fruta ya tan exprimida y, teniendo en cuenta las circunstancias, lo hace con corrección, obteniendo la máxima rentabilidad de la historia y de los actores.
El equipo artístico es el mismo, aunque con la notable ausencia de Anna Kendrick, una interesante actriz que, tras participar en las primeras entregas, ha podido demostrar su gran calidad en títulos como “Up in the Air” o “50/50”. Personalmente, creo que a las intérpretes femeninas de “Crepúsculo” les aguarda un mejor futuro profesional que a sus compañeros varones. En el caso concreto de Kristen Stewart, confío en que supere la presión mediática a la que se ha visto sometida en los últimos meses, ya que de sus actuaciones en “La habitación del pánico” y “Hacia rutas salvajes” se desprende que puede llegar muy lejos. Dependerá de cómo oriente su carrera a partir de ahora.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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2
28 de junio de 2013
2 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué le ha pasado a M. Night Shyamalan? Es todo un misterio. Su trayectoria cinematográfica parece la perfecta descripción de una debacle. Saltó a la fama de modo espectacular en 1999 tras dirigir la inquietante “El sexto sentido”, cinta que le proporcionó dos nominaciones a los Oscar en las categorías de mejor guion y mejor dirección y con la que alcanzó un éxito internacional sin precedentes. Un año después, repitió con el actor Bruce Willis en “El protegido”, otro sensacional largometraje que, como su predecesor, alcanzaba un elevado nivel de tensión y un considerable grado de intensidad gracias a un estilo dramático y pausado que rozaba la lentitud narrativa y que, en consecuencia, se alejaba por completo de los thrillers convencionales sometidos a grandes dosis de acción desenfrenada.
Sin embargo, tras esos prometedores inicios, comenzó una etapa de declive creativo en la que sus proyectos perdieron la calidad de antaño. Pese a conservar algunas de sus señas de identidad en “Señales”, “El bosque”, “La joven del agua” o “El incidente”, los resultados eran claramente inferiores a los de los films protagonizados por Willis. Los guiones acusaban falta de originalidad y los finales carecían de aquel factor sorpresa que servía para que la historia encajase y, al mismo tiempo, asombrase al espectador. Pero, sobre todo, aquella narración pausada que potenciaba la intriga comenzó a potenciar el tedio.
Curiosamente, y contra todo pronóstico, siempre se puede ir a peor, como quedó demostrado en “Airbender”, con la que se alejó definitivamente de su particular estilo para adentrarse en un camino de aventuras infantiles que, por lo que parece, parece seguir transitando en idéntico sentido descendente. Porque “After Earth” es una película infantil con ínfulas de trascendencia que termina provocando vergüenza ajena. En ella es imposible reconocer al realizador de “El sexto sentido” y de “El protegido”. No queda nada del cineasta brillante, del guionista original, del narrador audaz. Aquí presenta una variante de videojuego para niños que es incapaz de convertir en cine. No recuerdo haber visto a Will Smith llevando a cabo una interpretación tan mala. Y conste que no es por su culpa, porque alguien capaz de recrear tan magistralmente al boxeador Muhammad Ali a las órdenes de Michael Mann es, sin ninguna duda, un buen actor. En cuanto a su hijo Jaden, demostró, tanto en “En busca de la felicidad” como en la última y limitada versión de “Karate Kid”, cierto desparpajo y capacidad profesional. Sin embargo, en esta ocasión, su interpretación es un horror.
Ambos protagonistas exhiben el mismo “rictus” (no se me ocurre otra expresión más acertada) en sus rostros: el de una seriedad extrema que, supuestamente, debe transmitir la tensión de la situación y el severo carácter de los personajes. Pero el guion resulta tan pobre que se queda en eso, en una mueca inexpresiva que lastra sus trabajos. M. Night Shyamalan fracasa en todos sus intentos. Trata de crear un clima de sensibilidad con los “flashbacks” de la niñez del joven y las secuencias de su padre herido: fracasa. Pretende alcanzar cierta dosis de acción a través de peleas con monstruos: fracasa. Aspira a dotar de dramatismo la trama a base de exceso de sobriedad interpretativa: fracasa. Quiere rodar una aventura: fracasa. Y, lógicamente, la taquilla se ha contagiado de ese fracaso. La inversión de ciento treinta millones de dólares de la productora no se ha recuperado. En Estados Unidos, con su carrera comercial finalizada, apenas ha recaudado sesenta.
En cuanto a mí, confieso con tristeza que ya he borrado de mi lista de cineastas a tener en cuenta a M. Night Shyamalan, mientras me sigo preguntando qué le habrá pasado.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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2
25 de junio de 2016
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El realizador Alex Proyas, nacido en Egipto aunque de padres griegos, ha desarrollado su trayectoria cinematográfica en los Estados Unidos. En los años noventa y principios del siglo XXI pareció incluso construirse en torno a él una fiel y devota congregación de seguidores incondicionales. En 1994 estrenó “El cuervo”, un largometraje que arrastra cierta aureola de misticismo y con el que consiguió entusiasmar a numerosos espectadores. Su conexión con una gran parte de la joven generación de aquella época y la trágica muerte durante el rodaje de su protagonista Brandon Lee -hijo del mítico Bruce Lee-, la convirtió para algunos en una cinta de culto, en una obra envolvente, en una desasosegante fábula gótica. Proyas insistió en transitar por el mismo camino con títulos como “Dark City”, “Yo, Robot” y “Señales del futuro”, acreditando ciertos méritos para ser considerado un cineasta, cuando menos, interesante.
Sin embargo, su último trabajo es un manifiesto despropósito en el que en ningún momento se vislumbra la mano de su autor. Uno se pregunta qué le ha podido suceder para rodar un film tan desacertado. En él ha perdido su intensidad, su imaginación y su habilidad narrativa. Todo en el proyecto (concebido claramente como una megaproducción destinada a asaltar las taquillas) huele a falso y a prefabricado, a espectáculo hueco y a historia vacía. Se trata de una muestra de despilfarro de ciento cuarenta millones de dólares, derrochados en la plasmación de una estética nada convincente y en la elaboración de una trama excesiva, recargada y soberbia. Y, para colmo de males, ese sueño se ha transformado en pesadilla ya que, a cuatro meses vista, apenas ha recaudado treinta millones en el mercado norteamericano.
Durante la ceremonia de proclamación del rey Horus, y tras haber matado a su padre Osiris, Set se apodera del trono de Egipto mediante un sorpresivo golpe de Estado en el que ataca a su sobrino y legítimo heredero, condenándole al exilio. El antaño pacífico y próspero reino de Egipto se hunde así en el caos y el conflicto, convirtiéndose sus súbditos en esclavos devotos. Con la ayuda del héroe mortal Bek (influenciado por su amor hacia la esclava Zaya), el poderoso Horus intentará frustrar los planes de su malvado tío Set a cambio de devolverle a aquel su amada.
El metraje demasiado largo, los objetivos tan pretenciosos y la ausencia de un buen hacer artístico se alían para conformar un indigesto batiburrillo que enreda a la cinta en su propia sinopsis. Su aspiración de entretener choca frontalmente con la carencia de una mínima lógica narrativa y de una coherencia en la plasmación de imágenes. Alcanzada la mitad de la proyección y conscientes ya del disparate visual y de los insoportables aires de grandeza, el tostón queda garantizado. En definitiva, una de las peores películas que he visto en mi vida (y he visto muchas películas malas).
Encabeza el reparto el actor Gerard Butler, empeñado una y otra vez en involucrarse en fracasos de este tipo. Lejos quedan sus contados aciertos (caso de “RocknRolla”). Le acompañan algunos intérpretes menos conocidos, como Brenton Thwaites (“Maléfica”), Courtney Eaton (“Mad Max: Furia en la carretera”), Nikolaj Coster-Waldau (“Oblivion”, la televisiva “Juego de tronos”) o Elodie Yung (“Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres”). Es evidente que estos “Dioses de Egipto” no les servirán a ninguno de ellos para cimentar sus respectivas carreras profesionales.
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@gerardo_perez_
gerardops
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2
2 de octubre de 2015
0 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siendo benévolos, podríamos concluir que “Hitman: Agente 47” es una mala película. Sin embargo, siendo más estrictos, podríamos afirmar que nos coloca ante la negación del cine como arte y frente a un mero cúmulo de trucos manidos, gastados, rancios y, a estas alturas, muy amortizados en el género de acción. Lo más triste es sospechar cómo ha llegado este film a nuestras pantallas, a buen seguro en virtud de algún acuerdo entre la distribuidora y los exhibidores que incluye la adquisición de un conjunto de títulos. Para que se proyecten los largometrajes más esperados por el público, es preciso adquirir otros productos de inferior nivel que, de otro modo, nunca hallarían hueco en una sala de proyección. De modo que, para que la cinta que nos ocupa llegue hasta nosotros, otras muchas han tenido que quedar relegadas por los distribuidores, aunque atesoren numerosos méritos artísticos o notable ingenio cinematográfico. Se trata del lado oscuro del negocio del entretenimiento, la que se encuentra lejos de los focos y de la genialidad, del arte con mayúsculas.
“Hitman: Agente 47” constituye el enésimo intento, confío que frustrado, de iniciar una saga. Ya en 2007 se estrenó “Hitman”, con Timothy Olyphant y una incipiente Olga Kurylenko. Dirigida por el francés Xavier Gens y producida por el musculoso actor Vin Diesel, no pasó de ser un trabajo torpe que pretendía entretener a los aficionados a ese cine entendido como sucesivas inyecciones de adrenalina a través de las escenas. Su modesto resultado en taquilla, unido al transcurso del tiempo, hacían presagiar un olvido seguro, si bien se llegó a comercializar un videojuego alrededor del personaje protagonista. Sin embargo ahora, con el debutante Aleksander Bach detrás de la cámara, se retoma idéntico modelo sin nada nuevo que aportar, puesto que ya lo había ofrecido todo hace ocho años.
Cuenta la historia de un asesino de élite, creado mediante una complicada ingeniería genética, cuyo objetivo consiste en ser una máquina de matar perfecta. Conocido por el número 47 que luce en su nuca, posee un grado de fuerza, velocidad, resistencia e inteligencia superior al resto. Su misión se centra en aniquilar a una corporación que planea diseñar otro ejército de asesinos cuyos poderes le superen incluso a él.
Carente por completo de originalidad y de creatividad artística, la película se ciñe a una sucesión de secuencias supuestamente electrizantes y vertiginosas en las que fracasa sin paliativos. La ausencia de unos protagonistas interesantes (no digamos ya creíbles), de un guión mínimamente elaborado (no ya riguroso) y de una narración eficaz (no ya audaz), la sitúa al mismo nivel de cualquier telefilm casposo de madrugada en una cadena local.
La mínima calidad técnica que se le presupone a cualquier título con semejante presupuesto sí está garantizada en este caso, lo que llevará a algunos a considerar exagerada mi comparación anterior. Pero hablo de lo que tristemente se logra sólo con dinero, al margen de la imaginación y de las cualidades artísticas.
El apartado interpretativo corre a cargo de Rupert Friend -a quien hemos visto en las cintas de época “Orgullo y prejuicio” y “La reina Victoria”, así como en la exitosa serie televisiva “Homeland”-, Zachary Quinto -que ha participado en las últimas entregas de “Star Trek” de J.J. Abrams- y Hannah Ware -con una pequeña intervención en la interesante cinta “Shame”-.
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@gerardo_perez_s
gerardops
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