Nos encontramos ante una gran película, llena de hallazgos visuales y grandes interpretaciones. El guión está bastante cuidado y esboza una ambiciosa historia poco a poco sin intentar ser detallista y saltándose bastantes etapas. Por lo demás, es una película excesiva (en su duración, pero también en el tratamiento de los temas), muy italiana. ¿Algo en contra? sí, en algunos tramos, la película tiene cierto tufillo panfletista.

Con lo de prostitución no hablo del sospechoso escote que lucen la emperatriz y las cortesanas durante la mayor parte de la película, hablo de Yimou.

Y es que, aun sin conocer los movimientos de la cuenta bancaria del director, no hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que se ha vendido, y no sólo a lo comercial, sino también al régimen de su país. Hemos pasado de las películas relativamente innovadoras y muy interesantes de su primera época (Sorgo rojo, Ju dou, La linterna roja) y de otras de cierto contenido social (Vivir, Ni uno menos, El camino a casa) a unos anuncios (de alto presupuesto, eso sí) sobre China que duran entre hora y media y dos horas.

Lo peor es la escala descendente de los últimos tiempos: Hero era visualmente espectacular (aunque defendía un mensaje un tanto cuestionable), La casa de las dagas voladoras tenía cierto interés, pero ésta última no hay por donde cogerla.

No me digan que es buena visualmente, que haya mucho colorín no quiere decir que la fotografía sea buena. Hay planos de calidad pero también hay mucho exceso chabacano y un continuo abuso del ordenador. Los planos más "deslumbrantes" con los ejércitos, el palacio y demás son descaradamente de mentira, y encima, con una calidad técnica que parece volver a los tiempos de Titanic.

Del guión no me voy a molestar en hablar porque se ha incidido mucho en ello y porque me entra flojera. ¿Shakespeariano?, por favor.

Señor Yimou, si ya ha hecho caja, vuelva a hacer cine de verdad, se lo agradeceremos todos.

Adaptar una obra como La espuma de los días es una tarea valiente y arriesgada que no podía encontrar mejor embajador que Michel Gondry, director de la memorable Eternal sunshine of te spotless mind y de obras más irregulares pero siempre imaginativas y visualmente innovadoras como La ciencia del sueño o Rebobine, por favor.

Al terminar de ver la película no tenía claro si me había gustado o no, hoy la balanza se inclina hacia el sí. El continuo exceso onírico puede agotar y en algunos momentos parece vano, una mera apuesta por superar los de la escena anterior que despista de la rápida agudeza de algunos diálogos. Además, la delirante estética y los efectos visuales sufren altibajos y hay escenas que rozan lo tosco.

Con lo anterior, si hoy he decidido que la película me gusta es porque tiene algunas escenas repletas de hallazgos que permanecen en la memoria y porque finalmente, sobre todo conforme avanza el relato y nos dejan de distraer con los platos imposibles de Nicolas (y aunque la segunda parte tenga un ritmo quizá demasiado moroso), sí consigue recordarme las sensaciones que me transmitió la novela, y eso, al hablar de un libro tan especial como La espuma de los días, es un gran mérito.

PD. No sé si la versión que ha llegado a España está recortada, pero yo no estuve dos horas en el cine.

Fui al cine con la infundada esperanza de ver un biopic con la clásica historia hollywoodiense de ascenso y caída - con no poco alcoholismo de por medio y la inconmensurable cantante carpetovetónica como protagonista - para encontrarme con un musical en el que apenas se canta, se abusa de la repetición de dos temas pegadizos, los números imitan clásicos, desde West side story hasta Los paraguas de Cherburgo, el argumento es insulso y poco innovador, sobran los secundarios y los protagonistas, aunque actúen más que decentemente no disfrutan, por deficiencias del guión, de una historia de amor entrañable ni sólida, fracasa la soterrada comparación entre el jazz y los musicales como formas de arte mal envejecidas y necesitadas de renovación, y se recurre a un flashforward muy dudoso de lo que no fue y pudo ser como en Quiéreme si te atreves. Es cierto que pasé un rato entretenido, pero cuanto más recuerdo el film más inconsistente me parece y me puede la decepción.

Guionistas de Hollywood, decídanse por favor: escriban por fin un biopic sobre Massiel.

Todos tenemos películas, series o documentales que vimos durante la niñez y que no somos capaces de valorar objetivamente por lo implicados que nos sentimos con ellas. Para mí, A vista de pájaro, es uno de esos casos.

Brillantemente narrado y declamado por José María del Río, el guión va de lo sublime a lo empalagoso, y de la banda sonora se puede decir otro tanto.

Pero, en el fondo, A vista de pájaro es un testimonio impagable de nuestro país en los ochenta. Un testimonio admirable que ojalá estuviese disponible para otros países. Y, para mí, supone un placer nostálgico y culpable, el sumergirme en esas imágenes aéreas, en esa narración quizá un tanto trasnochada, que, por lo visto (atendiendo al número de votos en esta página), no es muy común. Los documentales están disponibles en la página de rtve y en youtube. Déjense seducir por la voz cálida de José María del Río, y por la visión de un país que tiene mucho que ofrecer.