Completar, en 1991, un salto triple axel en plena competición fue el motivo por el que Tonya Harding entró en la historia estadounidense del patinaje artístico sobre hielo. Fue la primera mujer del país en lograrlo –y segunda del mundo tras la japonesa Midori Ito– y eso le valió para ser considerada como la mejor y más querida patinadora del mundo… durante un rato. De esto trata “Yo, Tonya”.

Más que sobre patinaje artístico sobre hielo, la película habla sobre el entorno que rodea a este deporte y a Tonya. Desde el difícil ambiente familiar donde creció hasta su situación actual, pasando por sus logros deportivos, su participación en los Juegos Olímpicos de Invierno y algunas polémicas. Todo ello contado a través del testimonio de sus protagonistas en clave de humor –negro, por supuesto– y con alguna que otra contradicción que ya se avisa al comienzo de la historia.

Las interpretaciones de todo el reparto son magníficas, pero hay que destacar sobre todo a dos: Margot Robbie y Allison Janney. La primera, también productora, realiza una interpretación soberbia, para mí la mejor que haya hecho hasta ahora, aunque no puedo hablar mucho porque tan solo he visto un par de trabajos suyos. Es un papel de gran carácter, hecho a su medida y defendido de manera sobresaliente para intentar lograr el reconocimiento de la Academia. Pero tiene un problema: Frances McDormand en “Tres anuncios en las afueras”. De no ser por ella creo que Margot Robbie sería la favorita para ganar el Oscar. Por el contrario, parece que Allison Janney no va a tener problemas para levantar el premio gracias a su interpretación de una madre con bastante mala leche.

“Yo, Tonya” es una entretenidísima película que posee un montaje trepidante y un repertorio musical que le queda como anillo al dedo. Las secuencias sobre el hielo están muy bien rodadas y son fieles a los acontecimientos que sucedieron en la realidad. Además, la narración es dinámica, llegando a hacer partícipe al público cuando los personajes se dirigen a la cámara. Una gran película que merecerá la pena ver de nuevo.

Particular episodio de "Historias para no dormir", un capítulo apartado de ese suspense característico de la mítica serie pero que, sin embargo, se ha colado entre uno de los grandes momentos de estas peculiares e inolvidables historias. Protagonizado por el gran Narciso Ibáñez Menta, siempre regalando al espectador una gran interpretación. En este caso se trata de un personaje que parece haber perdido la cordura y que se dispone a fabricar una nave para realizar un viaje espacial.

Es el año 2019, donde el futuro del que tanto se esperaba apenas ha cambiado socialmente. Unos tienen mucho y otros muy poco. Lo que para unos es una anécdota o algo habitual, para otros son sueños inalcanzables. Por esta razón nuestro protagonista se marca un objetivo en la vida: un miembro de la familia debe ir al espacio. ¿Por qué tan solo unos pocos van a poder disfrutar de la vida y los suyos no?

Ibáñez Serrador adapta y dirige esta genial historia donde podemos ver los planes de un abuelo dispuesto a convertir en realidad un sueño imposible. Pero puede que su planteamiento para llegar al espacio no sea demasiado convincente a ojos del espectador, y es que parece que el protagonista piensa con el corazón en lugar de razonar con la cabeza debido a su obsesión por ese viaje. Sin embargo, es aquí donde reside la fuerza de este capítulo, donde podemos ver a un hombre que se está volviendo loco y que quiere autoconvencerse de que lo que propone es posible. El espectador quiere que se cumpla ese deseo, pero es difícil aprobar la forma en la que se quiere llevar a cabo la aventura a causa de los medios materiales que pretende utilizar el personaje principal. Aun así, la nave está preparada para el despegue...

En la Texas de la década de los ochenta vive Candy Montgomery, una mujer atractiva que goza de una vida familiar estable con su marido e hijos, mantiene una excelente relación con sus amigas y su comunidad vecinal y todos los objetivos que se marca al día los cumple a rajatabla. Candy posee, sencillamente, una vida perfecta. Al menos eso es lo que aparenta de puertas hacia fuera porque, en realidad, Candy tiene algunos secretos y preocupaciones que tampoco conviene que sepa mucha gente que se encuentra a su alrededor. Hay que seguir dando ejemplo.

Esta miniserie narra el momento más delicado de una mujer que, inocente o no (eso lo tendrá que descubrir el espectador), se vio involucrada en un asesinato. El primer episodio me parece extraordinario y ninguno de los cuatro restantes llega a su nivel. Todo se cuece a fuego lento, pero siempre está ocurriendo algo y ninguna escena sobra. Se trata del día en que sucede el asesinato y el manejo de la tensión es apabullante. Este primer capítulo supone una gran carta de presentación que da motivos al espectador para que continúe enganchado a la historia. El segundo y tercer episodio se centra en las relaciones personales que existen entre los diversos personajes, lo cual es realmente interesante y necesario para comprender las motivaciones de los protagonistas. Se trata de mostrar los antecedentes que dieron lugar al asesinato. Y los últimos dos capítulos abarcan la investigación policial y posterior juicio del delito, lo que nos llevará a conocer el desenlace y cada espectador obtendrá sus propias conclusiones.

En su conjunto resulta una miniserie notable que cuenta con un gran trabajo de ambientación y creación de atmósfera, pero sobre todo es digno de mención las interpretaciones de todo su reparto (incluidos los niños) donde destaca una convincente Jessica Biel, una actriz que ha recibido en estos últimos años las mejores críticas de su carrera por sus interpretaciones en trabajos como The Sinner (2017), Limetown (2019) y la miniserie que nos ocupa. Candy es muy recomendable y, si bien el primer episodio puede eclipsar a los demás, eso no quiere decir que el resto merezca ser olvidado, porque hay un buen trabajo detrás de cada capítulo y eso se traduce en un conjunto de buena calidad.

Vista la nueva película de Terrence Malick está claro que hay que sumar otra buena película a esta temporada de gran añada cinéfila. Para reflejar más o menos lo que me ha suscitado esta obra me apoyaré en tres frases de autores altamente conocidos.

1. «El cine es una investigación sobre nuestras vidas. Sobre lo que somos. Sobre nuestras responsabilidades –si las hay–. Sobre lo que estamos buscando». John Cassavetes.

Precisamente si el cine de Malick se caracteriza por algo es por su inquietud en formular preguntas transcendentales aunque no siempre nos da las respuestas, sino que el espectador deberá indagar en sus pensamientos y ver qué es lo que cada uno haría en una situación particular. Así, en esta historia ambientada en la época del nazismo, nos adentramos en el pensamiento de un granjero austriaco cuya vida se ve alterada cuando es llamado a filas para combatir con el ejército nazi. Sin embargo, sus principios le impiden jurar lealtad a Hitler, por lo que este objetor de conciencia no solamente perjudicará su vida sino también la de su familia, pues sufrirá las consecuencias. ¿Qué haríamos nosotros en su lugar? ¿Prevalecen los principios morales al amor de la familia? ¿De qué manera se puede salvar una persona sin renunciar a sus ideales?

2. «Es imposible hacer una buena película sin una cámara que sea como un ojo en el corazón de un poeta». Orson Welles.

La belleza visual de Vida oculta es indiscutible. Como ya hiciera en El árbol de la vida (2011), Malick se sirve de imágenes que además de ser hermosas también cuentan cosas por sí solas. Y esto último es, precisamente, lo más complicado y lo que demuestra que Malick es un magnífico cineasta. La imagen se mueve constantemente, con gran sentido, enfocando las manos de un personaje, descubriendo una iluminación precisa y enlazando de manera inteligente con otra bella escena que da sentido a lo anterior sin necesidad de mucho diálogo y que el espectador astuto puede comprender lo que el director desea transmitir. Eso es arte.

3. «La música de cine debería tener la misma relación con el espectáculo de la película que la que tendría una pieza tocada al piano en mi sala de estar con el libro que estuviera leyendo en aquel instante». Igor Stravinsky.

La banda sonora original corre a cargo de James Newton Howard, quien compone una música al gusto de Malick y que permite elevar la narración y la fotografía para hacerlas más potentes y propiciar un ejercicio artístico que en pantalla grande es toda una experiencia. James Newton Howard ha creado una maravilla que ha sido injustamente ignorada en los premios cinematográficos (al igual que la fotografía).

Dicho todo esto solamente me queda decir que Vida oculta es una magnífica película que, sin que se me haga aburrida en ningún momento, peca de exceso de metraje. Se podría haber reducido, pero se lo perdono por la experiencia que el cine de Malick siempre nos ofrece: único, reflexivo y constructivo. Un cine necesario por su gran personalidad.

Sydney Pollack dijo una vez que a Stanley Kubrick “le fascinaban los anuncios de Nescafé porque contaban historias muy rápido”. Está claro que un spot tiene dos grandes objetivos: llamar la atención y convencer para comprar un producto. Sin embargo, para lograr ambas cosas se puede realizar un anuncio vulgar y de mal gusto (son los que predominan en la actualidad) o, por el contrario, dotar al anuncio de un valor artístico más allá de vender el producto, que supongo que es lo que fascinaba a Kubrick. Así, entre tanto anuncio absurdo a veces aparecen pequeñas joyas como un Audi paseando por las calles a ritmo de Mozart o aquel perro de nombre Pancho echando la Primitiva.

Dicho esto, Dior J'adore es un anuncio publicitario de los que merecen la pena. Cuenta una historia, posee buen ritmo, homenajea a estrellas de cine y capta la atención del espectador, cosa fácil si es Charlize Theron la protagonista. Así pues, vemos a una modelo que se apresura para llegar a tiempo al Palacio de Versalles donde tendrá lugar un desfile de alto standing. Entre bastidores se va desprendiendo de sus objetos personales (todos de la marca Dior, por supuesto) y se codea con las mismísimas Grace Kelly, Marlene Dietrich y Marilyn Monroe, en un sentido homenaje a estas divas de la propia marca y el cine. Y llega la hora de salir a la pasarela, donde la modelo sale con paso firme para ofrecer un espectáculo que resulta exitoso. Todo esto en apenas un minuto y con una música que, si bien no la escucharía en mi equipo de música, le queda como un guante.

Está claro que si todos los anuncios fueran así no me fastidiaría en absoluto cada vez que una cadena interrumpe su programación para dar paso a la publicidad. Si bien este anuncio no me va a hacer comprar el perfume, sí capta totalmente mi atención, pues valoro positivamente todo lo que expuse anteriormente y, de ahí, mi buena valoración objetiva, porque si dependiera solo por la presencia de Charlize Theron ni el 10 le haría justicia.