Haz click aquí para copiar la URL
España España · Santa Cruz de Tenerife
Críticas de gerardops
<< 1 40 49 50 51 61 >>
Críticas 304
Críticas ordenadas por utilidad
6
22 de noviembre de 2013
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he leído ninguno de los libros de Suzanne Collins que forman la trilogía “Los juegos del hambre”. Por eso, tras visionar el año pasado su adaptación a la gran pantalla y asistir al anuncio del rodaje de la segunda parte en plena promoción de la primera, presupuse el enésimo intento de los productores de exprimir al máximo la fórmula de éxito aun a riesgo de esquilmar lo que pudiera aportar al cine que, dicho sea de paso, no sé si es mucho o poco. La versión cinematográfica de “Los juegos del hambre” estaba especialmente destinada a un público adolescente y juvenil, con el que conectó mayoritariamente. Se trataba de un film correcto, ágil y visualmente atractivo que, pese a todo, no lograba desprenderse de la etiqueta de producto menor, de creación prefabricada en función del deseo del público y no del mensaje que el artista deseaba trasmitir. En definitiva, destilaba cierto tufillo de falsedad, heredero de un estilo marcado por una generación influenciada en demasía por la cadena televisiva MTV. Sin entusiasmarme en absoluto, sí creo que la mayoría de sus críticas negativas eran excesivas y que, sin alcanzar un nivel superior, ofrecía propuestas interesantes.
El caso es que destinar determinado producto a un público muy concreto presenta ventajas e inconvenientes. En este caso, nos hallamos ante un título ideado y publicitado para el segmento juvenil de la población y que, por lo tanto, elimina de entrada un porcentaje de espectadores, de tal manera que su finalidad consiste en agradar a ese concreto perfil de consumidor. Este razonamiento, impecable desde un punto de vista comercial pero muy discutible desde un punto de vista artístico, continúa presidiendo la continuación del relato. Así, gustará mucho a sus fieles seguidores pero continuará resultando artificial e incompresible a otros. Aun así, su éxito está asegurado y la tercera entrega puesta en marcha. Al tratarse de la última del formato literario, los avispados productores han decidido dividirla en dos entregas cinematográficas (“Los juegos del hambre 3” parte 1 y “Los juegos del hambre 3” parte 2), cuyo estrenos están previstos para 2014 y 2015 respectivamente, lo que constituye una conducta cada vez más común de las grandes productoras en los últimos años y que, pese a su mal gusto, se ha generalizado sin aparente oposición. Personalmente, yo me rebelo, obviamente sin éxito.
No obstante, considero que esta segunda entrega es claramente mejor que su antecesora, quebrándose así el dicho de que “segundas parte nunca fueron buenas” y la tendencia bastante consolidada que impone la decadencia y la mediocridad a estas trilogías que terminan por eternizarse. Está bien realizada y es más osada y valiente en sus planteamientos y críticas. Mejora en los aspectos de la recreación artística y de la técnica, llegando incluso a contar con un guión más elaborado. Narra cómo la protagonista, Katniss Everdeen, vuelve a casa sana y salva tras ganar los 74º Juegos del Hambre anuales. Ha tenido que dejar atrás a su familia y amigos para llevar a cabo el denominado “Tour de la Victoria” por los diferentes distritos del recorrido. Es entonces cuando vislumbra que se está gestando una rebelión, aunque en el Capitolio todo sigue aparentemente bajo control, mientras el Presidente organiza los 75º Juegos del Hambre.
La protagonista absoluta de este elenco lleno de actores famosos (Woody Harrelson, Donald Sutherland, Stanley Tucci y Philip Seymour Hoffman, entre otros) es Jennifer Lawrence, a quien considero una muy buena actriz, con suficiente calidad tanto para sostener una superproducción de este tipo como para abordar otra clase de papeles con versatilidad y brillantez. Ganadora de un Oscar por “El lado bueno de las cosas”, su capacidad artística para asombrarnos en el futuro es innegable. Por mi parte, espero que el triunfo de esta saga le sirva como trampolín definitivo.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
20 de junio de 2014
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la historia del cine se pueden encontrar varias máquinas con inteligencia propia que se han encargado de proporcionar muy buenos momentos a los aficionados al Séptimo Arte. Desde “Hall 9000” de “2001: Una odisea en el espacio” a “Skynet 2000” de “Terminator 2”, desde “David” de “Inteligencia Artificial” a “Samantha” de “Her”, grandes escenas quedarán grabadas para siempre en la memoria de los amantes de la ciencia ficción. Aún recuerdo la intensidad del "I'm sorry Dave, I'm afraid, I can't do that" que, en la versión original de la película de Stanley Kubrick, pronunciaba el ordenador al intuir que iba a ser desconectado. Conservo también en mi mente la desgarradora secuencia del film de Steven Spielberg cuando la madre le dice al niño robot que le va a abandonar en un bosque. Y es que, por mucho que la gente identifique este género con acción, batallas estelares y viajes intergalácticos, lo cierto es que va mucho más allá, ofreciendo tramas, personajes y situaciones que trascienden al mero entretenimiento.
En este sentido, “Transcendence” es un largometraje menor, ya que se queda a medio camino de todos los objetivos marcados. No logra despuntar ni como cinta de acción, ni como ciencia ficción, ni como drama, permaneciendo en ese limbo intermedio de títulos que no son ni buenos ni malos. Cuenta la historia de un importante investigador en el campo de la Inteligencia Artificial que trabaja en la creación de un artilugio sensitivo que sea capaz de combinar la inteligencia colectiva con las emociones humanas. Sus experimentos le han convertido en el objeto de los ataques de una serie de grupos extremistas pero, aun así, la conexión entre el aparato y la mente humana evoluciona en una omnipresente búsqueda de poder, con consecuencias desastrosas.
La persona que se ha puesto detrás de la cámara es Wally Pfister, hasta ahora director de fotografía (por ejemplo de las películas de Christopher Nolan o de “Moneyball”) y que debuta como cineasta. Como le ha ocurrido a otros compañeros suyos, el cambio de roll no le ha sido beneficioso. Magníficos directores de fotografía como Jan de Bont, Janusz Kaminski o Deam Semler fracasaron en ese complejo tránsito que supone pasar de la captación de la imagen a responsabilizarse de todo el proyecto. Pese a la corrección técnica parece que Pfister está muy verde en la recreación de emociones humanas, en la plasmación del drama y la tensión de la acción, y en la dirección de actores, piezas todas ellas esenciales para lograr un producto creíble y riguroso. Porque, al contrario de lo que podría pensarse, la ficción, para que funcione, debe ser creíble. Por todo ello, el resultado final queda lejos de los grandes títulos del género, debiendo quedar relejada a un segundo plano.
La película tampoco ha funcionado en taquilla. Con un presupuesto de cien millones de dólares, y tras varios meses de proyección, apenas a logrado recaudar veintitrés millones en Estados Unidos y unos setenta y cinco en todo el mundo.
El elenco de actores es, en principio, muy llamativo. Johnny Deep, Rebecca Hall, Paul Bettany, Morgan Freeman o Cillian Murphy atesoran en sus currículums interpretaciones interesantes. Sin embargo, todos ellos se pierden en papeles planos y en secuencias demasiado artificiales. En concreto, Johnny Deep desentona demasiado y, como ya le pasara en “La cara del terror”, se limita ha mantener durante todo el metraje el mismo rictus en su rostro de seriedad mística que lastra al personaje. El resto, encorsetados en personajes secundarios, no pueden brillar como debieran.

www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
7
27 de diciembre de 2013
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mientras veía “La vida secreta de Walter Mitty” tenía la sensación de estar contemplando la típica película de Navidad, no porque la trama estuviese vinculada a dicho período, o porque entre sus personajes apareciese Papá Noel, sino por estar revestida de positividad, superación, buenas intenciones y nobleza de corazón. Es el título de la actual cartelera con una mayor dosis de espíritu navideño, pese a lo atípico de su propuesta. En el fondo, se nota que Ben Stiller recurre a fórmulas que han dado éxito en el pasado para abordar este proyecto. De hecho, bebe de demasiadas fuentes, de modo que su principal defecto es una originalidad precaria y una limitada capacidad de riesgo. Aunque se trata de un “remake” de 1947, le encuentro más influencias de “Forrest Gump” de Robert Zemeckis, de “Big Fish” de Tim Burton e, incluso, (aunque suene a sacrilegio) de “¡Qué bello es vivir!” de Frank Capra. En definitiva, una delicia de cinta para los espectadores que acuden a una sala de proyección con el ánimo de dejarse llevar por la bondad y el romanticismo más etéreos. El problema es que el nivel de “La vida secreta de Walter Mitty” queda siempre por debajo de esos citados largometrajes cuyos méritos aspira a heredar.
Stiller es un cómico muy célebre en Estados Unidos. Sin embargo, para mí no dejaba de ser una joven promesa que con el paso del tiempo no terminó de cuajar. No acababa de convencerme ni como actor ni como director. Tan sólo aprecié en gran medida (aunque formando parte de una minoría) una de sus primeras incursiones en la gran pantalla: “Reality Bites” (“Bocados de realidad”), con secuencias y diálogos magníficos a cargo de unos jovencísimos Ethan Hawke y Winona Ryder. Posteriormente, se decantó por un tipo de humor más vulgar y facilón y, en consecuencia, dejó de interesarme por completo. Sin embargo, he de confesar que, contra todo pronóstico, con este último trabajo me ha agradado en la doble faceta de intérprete y realizador.
Cuenta la historia del tímido empleado de una editorial, sin demasiada suerte y con escasas relaciones tanto sociales como personales, que consigue evadirse de su monótona y gris existencia imaginándose protagonista de trepidantes aventuras. Ayudado por esa imaginación y por sus impulsos de superación, acabará viviendo situaciones, en principio, impensables.
Una puesta en escena atrayente, una realización técnica impecable, una sobresaliente fotografía de Stuart Dryburgh y una notable banda sonora de Theodore Shapiro se unen al servicio de un relato que pretende conmover y, a ratos, lo consigue, pero que, en todo caso, entretiene. Eso sí, el público tiene que poner algo de su parte, básicamente una mente abierta y cierta predisposición a la fantasía. De lo contrario, es posible que la narración se le atragante y que la permanente expresión de buenazo del protagonista termine por resultarle insufrible. Pero quien se deje llevar por la espiral de bondad y altruismo que se le brinda, disfrutará de un digno espectáculo, pleno de dosis de optimismo y pasión por la vida que todos necesitamos de vez en cuando.
Forman parte del elenco, si bien con papeles secundarios, figuras tan relevantes como Shirley MacLaine o Sean Penn, aunque Ben Stiller asume el peso principal de la interpretación y da vida a su personaje con soltura. Confío en que este título marque su cambio de rumbo profesional y el futuro nos depare un artista más completo y maduro, no necesariamente serio pero sí más equilibrado.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
8 de junio de 2018
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras tres entregas de “Jurassic Park” y la anterior, “Jurassic World”, es evidente que el interés por continuar con esta franquicia es meramente económico. No cabe otra explicación al hecho de seguir explotando una idea lo suficientemente exprimida ya. Admito que la primera cinta de la saga, dirigida por el maestro Steven Spielberg, me entretuvo. Bastaban para ello la novedad y la indiscutible habilidad del cineasta. Sin embargo, todo lo que vino a continuación dejó de interesarme por completo. Desde el punto de vista de la acción, poco o nada quedaba por aportar. Y, en cuanto a los personajes, no hay duda de que los protagonistas de la historia son unos seres ya extinguidos. Por lo tanto, solo me restaba repetir la experiencia por el mero placer de una reincidencia que, cinematográficamente hablando, no suscita mi atención en lo más mínimo. Es verdad que este último estreno de Colin Trevorrow puede presumir de una mayor perfección de los efectos especiales y de escenas más grandilocuentes, pero la fórmula, la esencia, el motor del guion, son una copia calcada del pasado. Bien es cierto que “Jurassic World” recaudó más de mil seiscientos millones de dólares en todo el mundo, de modo que, con cifras de ese tenor, ¿quién desea algo nuevo? De lo que se trata es, precisamente, de repetir.
Es a este escenario al que llega el prestigioso realizador español J.A. Bayona, autor de cintas taquilleras y, a su vez, muy arriesgadas e innovadoras, como “Lo imposible” o “Un monstruo viene a verme”, para recoger el testigo y situarse tras la cámara de “Jurassic World: El reino caído”. Nadie puede discutir su capacidad para rodar secuencias intensas, generar ansiedad y desbordar visualmente a los espectadores. En todos y cada uno de esos ámbitos el cineasta catalán aprueba con excelente nota. Sin embargo, a mí no me interesa en absoluto lo que cuenta. Su demostrada solvencia y su sobrada aptitud, al menos en mi caso, no evitan que el tedio termine por apoderarse de mí.
Una erupción volcánica pone en peligro a los dinosaurios que todavía habitan en la abandonada Isla Nublar. Dichas criaturas campan libremente después de la desaparición del parque temático. Algunos antiguos trabajadores, preocupados por la suerte de los animales, regresan a la zona, arriesgándose a unos peligros que ya conocen, generados cuando se aproximan a esta especie. En unas declaraciones con motivo de la promoción de este trabajo, Bayona declaró que "El 'Blockbuster', como los dinosaurios, amenaza con devorarnos". Cierto. Semejante obsesión por filmar la película más desmesurada, con el presupuesto más elevado y los efectos especiales más asombrosos va a terminar por empequeñecer al cine y condenarlo a ser una diminuta manifestación artística. Nada tengo en contra de la precisión técnica, ni de los trucos visuales, siempre y cuando sean vehículos para contar un relato. Pero, francamente, no sé qué historia se nos quiere transmitir en esta ocasión. Después de gastar más de doscientos sesenta millones de dólares en “Jurassic World: El reino caído”, me asalta la sensación de que se ha tirado el dinero, por mucho que en la taquilla la inversión se recupere con creces. Es obvio, pues, que yo sería un pésimo productor de cine.
Las estrellas de la anterior entrega repiten de nuevo en el reparto. Bryce Dallas Howard, hija del director Ron Howard, ha participado en “Criadas y señoras”, “Spider-Man 3”, “Más allá de la vida” o “La joven del agua”. Chris Pratt compagina la presente saga con la de “Guardianes de la galaxia” y también hemos podido verle en la versión de Antoine Fuqua de “Los siete magníficos” y en “La noche más oscura”. Jeff Goldblum se mantiene desde aquel origen a cargo de Steven Spielberg y se suman, como secundarios, algunos rostros populares, como James Cromwell, Geraldine Chaplin y Toby Jones. De todas formas, los mejores planos, son para ellos: los dinosaurios. Podría decirse que, incluso, disfrutan de las mejores frases del guion.
www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
9
28 de julio de 2017
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
No soy un gran aficionado al cine bélico. Su temática me produce una desazón que ahonda en el desapego hacia la especie humana. No obstante, existen películas del género que considero imprescindibles: “Black Hawk derribado”, de Ridley Scott, las dos obras magnas de Steven Spielberg (“Salvar al soldado Ryan” y “La lista de Schindler”) o “Enemigo a las puertas”, de Jean-Jacques Annaud, serían algunas de ellas. A partir de ahora, en el pódium de ese listado que recopila lo mejor de tan singular modalidad, habrá que hacerle un sitio a “Dunkerque”, excepcional largometraje que refleja a la perfección las miserias y heroicidades que acompañan a los seres humanos y que supone, además, una lección magistral sobre cómo narrar una historia desde un punto de vista artístico y cinematográfico.
Considero a Christopher Nolan una figura señera de nuestro tiempo que ocupa por méritos propios un espacio en la Historia del Séptimo Arte. Su particular estilo, su constante intensidad narrativa, su valentía y originalidad a la hora de profundizar en las oscuridades del alma humana, su capacidad para entretener, su habilidad para usar el aspecto visual y convertirlo en una herramienta que da una nueva perspectiva a la trama y la trascendencia filosófica y hasta onírica de la mayoría de sus escenas le elevan al Olimpo de cineastas visionarios y fuera de serie. Ha sido capaz de revolucionar la ciencia ficción tanto con “Interstellar” como con “Origen”, sobresalientes trabajos que marcan un antes y un después dentro del citado género. Su trilogía sobre “Batman”, con Christian Bale como protagonista, alzó las películas de superhéroes a unos niveles de calidad insólitos hasta aquel momento. Con la sórdida, extraña y asombrosa “Memento”, diecisiete años atrás, ya logró su primera nominación al Oscar. Ahora, con “Dunkerque”, demuestra que ni se encasilla ni se acomoda. Muy al contrario, explora nuevos temas pero permaneciendo fiel a su esencia. Sin duda, es un genio.
Sin embargo, conviene indicar que aquellos espectadores que no toleren las prolongadas secuencias sobre la guerra, con la desesperación y deshumanización que conlleva, la cinta les podrá resultar un tanto indigesta. La violencia y la crueldad no son sencillas de visionar. Acostumbrados a la aparición en todo tipo de pantallas de peleas, ensañamiento y ferocidad como mera fórmula de entretenimiento (incluso, en ocasiones, para proporcionar una visión distorsionada de la diversión), esta recreación del miedo, la brutalidad y la muerte como parte de nuestra naturaleza y de nuestra Historia nos conmueve y nos avergüenza, aunque, por otro lado, nos recuerda también el sacrificio, la entrega, la vocación de servicio y el heroísmo de determinadas personas. Por lo tanto, no se trata solamente de una plasmación de acontecimientos reales que no deben ser olvidados, sino de una sólida, hábil y certera reproducción de imágenes y sonidos que conectan directamente con el cine entendido como lo que es en realidad: un arte.
En plena Segunda Guerra Mundial, cientos de miles de británicos y de tropas aliadas se encuentran rodeados por las fuerzas enemigas en la ciudad francesa de Dunkerque. Atrapados en la playa con el mar a sus espaldas, se enfrentan a un destino aciago con el ejército enemigo cada vez más cerca. A finales de mayo de 1940 se pone en marcha una complicada operación de evacuación que permitirá el rescate de unos trescientos mil soldados, aunque muchos de ellos perderán la vida en el intento. Presentado como un largometraje coral que ofrece la batalla y el rescate desde tierra, mar y aire, es imposible no conmoverse y no sentirse removido por dentro, en mi opinión un logro nada sencillo.
Entre los actores que forman parte del elenco no hay ninguno que pueda ser considerado como principal. Destacan Mark Rylance (Oscar por “El puente de los espías”), Tom Hardy (“El renacido”, “Origen”, “El caballero oscuro: La leyenda renace”), Cillian Murphy (“Batman Begins”, “El viento que agita la cebada”) y Kenneth Branagh (más memorable por sus inicios como director). Junto a ellos, figuran otros jóvenes intérpretes desconocidos, como Fionn Whitehead y Aneurin Barnard.

www.cineenpantallagrande.blogspot.com
@gerardo_perez_s
gerardops
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 40 49 50 51 61 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow