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Críticas de Toribio Tarifa
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Críticas 95
Críticas ordenadas por utilidad
8
24 de mayo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
W. S. Maugham recogió sus primeras experiencias vitales en una novela, "Servidumbre humana" (Of human bondage). Maugham es uno de estos escritores, no inclasificables, sino inclasificados. Escritor de éxitos multitudinarios, ha visto llevadas al cine muchas de sus novelas y cuentos, desde la presente hasta Al filo de la navaja, El velo pintado (en dos ocasiones), La carta, Lluvia, etc. Pero habrá que dejar pasar el tiempo para ver dónde acaba por situarlo la historia literaria, porque de momento no parece que haya llegado todavía su momento. Pero no se debe desesperar, no hay más que ver el espectacular renacimiento de, sin ir más lejos, un Stefan Zweig, quien ha pasado del rincón polvoriento de las bibliotecas de los abuelos a la reedición exitosa de toda su obra. Somerset Maugham de momento no ha tenido está fortuna y, además, siempre recibió el menosprecio del mandarinato intelectual, creo que fundamentalmente por no adoptar la postura política adecuada, requerida para recibir la atención de la crítica que cortaba el pastel, y, en segundo lugar, por su éxito, que se traducía naturalmente en ventas en dinero y en propiedades. Algo que en el mundo literario difícilmente se perdona.
De Servidumbre humana se han hecho hasta el momento tres versiones: la primera en 1934, dirigida por John Cromwell y con una joven Bette Davis y un buen Leslie Howard, antes de que "Lo que el viento se llevó" le marcara indeleblemente.
Las tres versiones siguen bastante fielmente la trama de la novela original, con los rasgos distintivos que cada una imprimía a su versión.
A mi modo de ver, la de 1946, dirigida por Edmund Goulding y con Paul Henreid, el Victor Laszlo de “Casablanca” en el papel principal. Tal vez sea algo madurito ya para el papel de un estudiante de medicina, a pesar de que los años pasados en París, tratando de despejar las incógnitas de su vocación y de su futuro profesional, quizá podrían justificar este retraso, es la mejor de las tres versiones. Mildred Rogers está aquí en manos de una maravillosa Eleanor Parker, capaz de crear un personaje memorable y en mi opinión muy superior al que había conseguido 12 años antes Bette Davis y conseguiría en 1964 una carnosa Kim Novak.
Servidumbre humana recurre en su desarrollo y pone de manifiesto algo ya enunciado por los clásicos griegos: los desastres de la pasión. Philippe Carey, protagonista de la acción, un poco a modo de desafío y como respuesta airada al maltrato recibido de Mildred Rogers, una camarera de un salón de té, emprende su conquista y cae esclavo del deseo de hacer suya a una mujer que se le resiste y con la que nada le une salvo su voluntad y el empeño malsano de domeñarla.
W.S. Maugham era muy pequeño de estatura, feo con avaricia y por si fuera poco sufría de una muy notable tartamudez. Philippe Carey, su protagonista en Servidumbre humana, no es tartamudo, pero sí cojo y el autor le adjudica un pie zambo muy visible que a él, como a Maugham los defectos mencionados más arriba, le causa todo tipo de infortunios. Mildred Rogers castiga a Philip con su indiferencia primero, con su desprecio y maldad después. La composición del personaje que hace Eleanor Parker es prodigiosa: desde el acento, en el lenguaje, hasta los gestos, las actitudes, las miradas, todo acaba siendo terrorífico y Philip, por más que se plantea la huida e incluso llega a ponerla en práctica, está en sus manos como la mosca en la tela de araña, y cada vez que Mildred Rogers se le acerca, siempre en demanda de algo, el pobre Philip vuelve a caer en sus redes, poniendo de manifiesto la esclavitud que comporta cualquier pasión de este orden.
Toribio Tarifa
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6
19 de mayo de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El interés fundamental de la película, a mi modesto entender, radica en su componente histórico. Los europeos, a no ser que nos hayamos especializado de alguna manera en ello, patinamos lamentablemente cuando se trata de historia de los países europeos, y este desconocimiento crece en proporción a la distancia a que se halle el país en cuestión de aquél que consideramos el nuestro. Pero el desconocimiento todavía aumenta en mayor medida cuando hemos de hablar de historia de países todavía más lejanos, americanos, por ejemplo. Por esto digo que esta película - que no es ninguna maravilla, reconozcámoslo sin empacho alguno - tiene casi el interés que puede ofrecer un documental. Aprendemos que Texas, bastante más grande que España en su superficie, se independizó de México antes de decidir, mediado el XIX, pasar a formar parte de la Unión, sabremos, además, quién fue y qué papel jugó Sam Huston en toda esta historia, etc, etc. En fin, que merece la pena verla por todos estos considerandos.
Clark Gable, con 51 añitos a cuestas, bastante bien llevados, la verdad, carga con el rol de protagonista, pero a quien hay que subrayar, poner en negrita, mayúsculas y bastardilla, es a su protagonista femenina, una espectacular Ava Gardner. Con 30 años justos se nos ofrece en su máximo esplendor. Cuando aparece en pantalla, el resto de personajes se diluye, se esfuma, desaparece. Vale la pena verla moverse, avanzar frente a la cámara porque la belleza de sus movimientos dudo que haya alguna actriz del pasado o del presente que se le pueda siquiera comparar. Es una lástima que el tiempo se mostrara tan inclemente con ella y con su belleza, pues en "Mogambo", un año más tarde, ya no tiene la frescura que nos muestra aquí. Y a partir de ahí, el declive. Supongo que sus excesos algo tendrían que ver en ello, pero es una verdadera lástima que una tal belleza se agoste así y tan rápidamente.
Aparte de todas estas consideraciones, ciertamente muy poco cinematográficas, la película se sigue con agrado, no aburre en ningún momento y merece el calificativo que le he adjudicado: un 6 de "interesante"
Toribio Tarifa
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4
28 de enero de 2010
10 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guión que Hitchcock hubiera rechazado sin pensarlo dos veces. Contradice aquel principio conforme al cual cuanto menos visos de realidad tenga una secuencia, más detallada debe ser su exposición. Y, como ejemplo, bastaría analizar la secuencia, larguísima secuencia, del intento de asesinato de Cary Grant por medio de una avioneta fumigadora en "Con la muerte en los talones". Pretensión absurda donde las haya; hay cientos de formas más sencillas, económicas, rápidas y efectivas de acabar con alguien. Y, no obstante, ahí estamos todos, con el alma en vilo, pendientes del vuelo de la avioneta, de las carreras del señor Roger O. Thornhill, de la parada del autobús, de la llegada del viajero, etc., etc., etc.
Y es lástima, porque, volviendo a "The game", la idea de la película tiene su interés, aunque sea absurda. Y por ello sólo hubiera bastado con que el director se hubiera contenido para explotar al modo hitchcockiano cualquiera de los gags que acumula en ella. Y que conste que el pobre Michael Douglas hace lo que puede... Para que luego digan.
Toribio Tarifa
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8
30 de mayo de 2016
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Preciosa película que lleva hasta nuestros asombrados y plebeyos ojos un resumen magnífico de los postreros días de la sociedad aristocrática de finales del XIX y principios del XX en la Austria imperial. El guión surge de la pieza teatral de Arthur Schnitzler y su desarrollo es magistral. Todo encaja como la maquinaria bien engrasada de un reloj de bolsillo. Se atisban también los primeros avances de conciencia burguesa en el ferviente rechazo con que el teniente Theo Kaiser se enfrenta a lo inevitable en su defensa de su amigo el teniente Fritz Lobheimer. Y no digo más por no tener que trasladarme al trozo de comentario reservado al spoiler. Por si fuera poco, se asoman en el reparto una serie de nombres que a todos nos han de sonar, empezando por Paul Hörbiger, a quien todos recordarán cuando lo vean aparecer en pantalla como padre de la encantadora Magda Schneider, en su papel de portero, asesinado por no haber sabido mantener la boca cerrada, de "El tercer hombre". ¿Y Magda Schneider, una jovencita de 24 añitos que no tardaría más que cinco años en dar a luz a su hija Romy?. Por no hablar de otra figura de la cinematografía, el teatro y la política alemana, Gustaf Gründgens, que supo ganarse primero el ascenso a la primera división de la cultura antes de la guerra casándose con la hija mayor de Thomas Mann, una figura capital de la cultura alemana, para luego acomodarse al nazismo y alcanzar cargos políticos en él sin que ello le impidiera caer de pie, una vez acabada la guerra, y seguir adelante con su carrera teatral como director del Deutsches Schauspielhaus de Hamburgo, el teatro de mayor aforo de Alemania, con solo sacudirse las motas de polvo nazi que se le habían quedado prendidas de la levita. Y acabemos con Wolfgang Liebeneiner, actor y director alemán con más de cien películas en su haber, entre las que se cuenta, por ejemplo, la primera versión de "La familia Trapp".
En fin, una maravilla de película que tiene, además, el valor añadido de todos estos nudos vitales y personales que hemos mencionado.
Toribio Tarifa
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6
7 de agosto de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se me ocurre que Hitchcock hubiera aprobado la intensa sensación de suspense que esta película genera en el espectador. Incluso en su guión se sigue el principio del director inglés de que éste (el espectador) sepa tanto como sabe el propio director. En todo instante y pese a los iniciales momentos de duda respecto de la suerte seguida por uno de los dos protagonistas masculinos - del otro no hay duda alguna - el espectador está al corriente del futuro de la película y de sus personajes principales. Sin embargo, el suspense se apodera de la acción debido a que el público ignora el momento en que se va a producir el estallido pasional que ha de llevar al desenlace y premiar o castigar a quien lo haya merecido. Quizá no sea una gran película, pero tampoco es como para prescindir de ella alegremente. Hay que tener en cuenta también que en 1947, a los dos años de acabada la II Guerra Mundial, el espíritu del tiempo, aquel sentimiento que consciente o inconscientemente se compartía de forma natural, rellenaba los eventuales huecos que ahora, pasados más de setenta años, pudiéramos acusar en la trama.
Por otra parte, cuatro batutas subieron al atril de esta película, y no de escaso fuste: Jack Conway, George Cukor, Mervyn Le Roy y Victor Saville. No está mal.
Greer Garson vivía los años álgidos de su carrera - La señora Miniver, Niebla en el pasado, Madame Curie, La señora Parkington, El valle del destino, La dinastía de los Forsyte... - y se enseñorea de la película. El pobre Robert Mitchum, estrella ascendente entonces, resulta arrinconado por un guaperas, Richard Hart, que tiene mucho más papel que él y que por tanto disfruta de mayor cuota de pantalla. Desgraciadamente su suerte actoral no tardaría en torcerse y su trayectoria sería muy breve, pues un ataque al corazón se lo llevó por delante con tan solo 35 años.
Toribio Tarifa
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