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Críticas de Cinéfilo de mierda
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Críticas 71
Críticas ordenadas por utilidad
4
4 de enero de 2018
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más salir de la película, al escribir este texto en Filmaffinity, he leído que esta obra es un remake de una película italiana de 2016. No solo me parece estúpido rehacer una película estrenada un año antes, sino que una vez vista parte de la versión original -me he puesto solo el final, no me voy a tragar la historia dos veces seguidas- mi opinión ha caído en picado.

Lo poco que he visto de la versión de Paolo Genovese no es que me haya parecido maravilloso, pero al menos sí que era prometedor. Hablo de unos minutos finales muy intensos, incluso dramáticos, con algún detalle en los personajes que se ha perdido por el camino, un mensaje claro que ataca directamente a la mala influencia de las nuevas tecnologías en la vida íntima de las personas y un desenlace igual de condescendiente que su versión española, pero tratado con mucha más elegancia. Su ritmo es más pausado y su director sabe colocar tanto a la cámara como a los intérpretes, explorando otros espacios del escenario y otras posibilidades narrativas.

De la Iglesia, por el contrario, se muestra caótico y abrumado. Aunque toda la historia se desarrolla en un único entorno, las pocas veces que los personajes salen de las dos estancias protagonistas se produce una sensación de desorientación propiciada, entre otras cosas, por una cámara que teme el plano abierto por encima de todas las cosas. El director no exprime las posibilidades al máximo y apenas se preocupa en contar algo con la posición o la expresión corporal de su elenco,reduciendo todo a un dialogo -y algún juego de miradas ocasional que se agradece un montón- que resulta atropellado y nervioso. El juego de la luna justifica una fotografía dominada por un tono rojo ultra desagradable y mal conseguido que persigue generar tensión artificialmente, como desesperado en hacernos llegar la idea de que la cosa se va de madre poco a poco. Por no hablar del final, que destruye la reflexión que trata de hacer la fuente y nos planta una idea principal que, bajo mi ética, es vergonzosa.

En esta versión no existe evolución, superación, o esos calificativos que justifican haber disfrutado de una obra y te hacen sentir mejor persona. En esta versión, a la fuerza de no se qué, existe rutina, mentira, conformismo y escaso amor propio. Un crimen.

Por alejarnos de la comparación, conviene aplaudir el trabajo de los actores, que denota química y deja algunos momentos realmente conseguidos. Lamento que gran parte de la comedia, por la necesidad de marcar los roles, quede restringida a dos únicos personajes, pero agradezco que al menos de esa forma no resulte un chascarrillo tras otro, sin control, y que eso permita que se exploren otras emociones que provocar al espectador. Y es que las sensaciones que provoca esta obra van cambiando constantemente durante todo el metraje, aunque siempre se encuentren distribuidas como departamentos estanco: ahora te ríes, ahora lloras, ahora tensión, luego te relajas... Pero mi 10 más absoluto está dirigido al vestuario, y si no lo digo reviento. El vestuario es capaz de contar muchísimo de los personajes.

En general, la experiencia que propone Alex de la Iglesia no es una tortura, y el visionado se hace muy ligero. Pero dada la pobre ejecución, su falta de originalidad y pésimo mensaje, no recomiendo darle más de una pasada a todas aquellas personas que no aguanten el cine italiano.
Cinéfilo de mierda
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8
31 de agosto de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras el destrozo que me hizo “Wanted” -es mi crítica anterior a esta, pero os la puedo resumir diciendo que es una bazofia-, tenía ganas de ver una película de filosofía similar. De organizaciones asesinas, desenfadada, que sea un canto a la acción por la acción… y decidí darle una oportunidad a “John Wick”, una obra dirigida por Chad Stahelski y David Leitch que nos habla de un hombre al que la mafia le arrebata su coche y la vida de su perro. PERO CLARO, el tipo era uno de los mejores asesinos a sueldo del mundo; y encima acaba de perder a su esposa, por lo que tiene algo de rabia contenida…
Me llamaron mucho la atención los primeros minutos después del incidente. Las películas suelen querer mostrar un desarrollo, y buscan reflejarlo con un protagonista que empieza siendo un mierdecillas y acaba siendo el puto amo. Se le plantea un RETO. A John Wick, no. Desde el primer momento nos dicen que el tipo es un asesino despiadado, la muerte personificada, el villano le teme y respeta y asume que no tiene escapatoria. John Wick es un monstruo, y los directores nos lo plantean maravillosamente en una secuencia capaz de poner la piel de gallina.
Su labor es uno de los grandes pilares de la obra. El film no se corta en su grandilocuencia, bañando al metraje de un tono épico muy funcional, con secuencias asombrosamente expresivas. Chad Stahelski y David Leitch solían currar como segunda unidad en multitud de producciones, por lo que el salto a su propio largometraje es motivo de júbilo, vistos los resultados. Los autores demuestran dominio en la narración, y son capaces de transmitir el peso de la bestia que han liberado. Todo ello con la guinda de una elegancia sobrehumana, incluso en las escenas más caóticas.
Y es que, si algo define a la figura de John Wick es la elegancia, y esa filosofía es llevada al extremo. Podemos percibirla, obviamente, en el vestuario de los personajes o en su forma de actuar; pero también la encontraremos en su cuidado montaje, en su preciso uso del lenguaje audiovisual o en las mismas coreografías de las escenas de acción: no necesitan cámara lenta, ni cambios de plano constantes ni un montaje acelerado. Hablamos de muchos de los mejores tiroteos de la historia del cine, e incluso de una forma distinta de entender este tipo de escenas.
También ayuda mucho, muchísimo, todo el universo creado alrededor del personaje. Los creadores hacen bien en enseñarnos lo justo, racaneando un poco incluso, y crean un submundo criminal que acaba estando más integrado en la trama de lo que pudiera parecer en un primer momento. Este mundo funciona bajo unas reglas muy específicas, y lo hace como un reloj suizo; pero al mismo tiempo, nunca termina de saltar a un primer nivel de la narración ni nos ofrece las respuestas que buscamos, incrementando de ese modo su misticismo. Una película normal nos lo habría presentado explícitamente, pero John Wick no: John Wick ya lo conoce, y lo maneja.
Por otro lado, el propio personaje merece un fuerte aplauso por varios motivos. Es un hombre de pocas palabras, pero de silencios que acojonan mucho; terroríficamente minucioso y absurdamente letal. Sorprende que puedas empatizar con un personaje así, y que tenga la entidad suficiente como para sustentar una película, pero gracias a la excelente interpretación de Keanu Reeves llegamos a creérnoslo con facilidad. Keanu es fundamental para esta obra, no solo por su contenido papel –más de un actor habría presionado para meter más líneas SEGURO-, sino por el gusto que da ver renacer a un querido actor que ha pasado unos años… inestables.
“John Wick” es una película de acción realmente agradable, que incluso se permite un momento para aportar capas de profundidad a la historia. Pero no tienes por qué hacerles caso: su visionado se sustenta bien en los disparos y en los golpes de efecto. Y no hay nada de malo en ello, pues el cine también tiene mucho de espectáculo circense.
Cinéfilo de mierda
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8
9 de agosto de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Porque de repente llega la segunda y te entran las prisas por rematar lo planteado anteriormente. Y no se puede decir que “Kill Bill 2” sea excesivamente rápida, pues no lo es, pero es innegable que no se permite tanta distracción como la primera entrega. Visto con perspectiva, es una decisión muy arriesgada: cubrir el pasado, el presente y el desenlace de un personaje como Beatrix Kiddo, en una sola película, y con tres de sus cinco adversarios aún por ajusticiar. ¿No habría sido más sencillo tocar alguno de estos puntos previamente? ¿Haber allanado camino, y haber preparado un poco la evolución de tu personaje para no tener que explorarla entera en una sola obra? Bueno, la respuesta es que no, que Tarantino prefiere el camino difícil; y por mucho que nos pese, ha sabido responder adecuadamente.
Mediante un complejísimo juego de flashbacks que demuestra el dominio que tiene el autor de la narración, la obra va viajando por las partes antes mencionadas, al mismo tiempo que explora nuevos personajes y estéticas. En esta ocasión, no veremos rastro japonés ni norteamericano, pues será sustituido por el western más puro, la estética cantonesa y la sudamericana. La variedad le sigue sentando de maravilla, y aunque echaremos de menos los neones y las motos asiáticas de gran cilindrada; las autocaravanas, los antros de la América profunda, los templos recónditos y los prostíbulos mexicanos sabrán ser grandes sustitutos.
Por otro lado, Tarantino sigue igual de fuerte con su catálogo de referencias, aunque en esta ocasión se sienten más contenidas y dependientes del argumento, como si el autor mostrase más “seriedad”. Es solo una sensación, ya que de fondo nos encontramos cierta ironía en los clichés de cada género, que se muestran con más mala baba que nunca -el combate contra Pai-mei se puede considerar paródico.
Me gustaría frenar un poco en las actuaciones, pues en el anterior capítulo se me hicieron bola. Aunque Uma Thurman se mostraba estable y su interpretación nos dejaba buenos momentos, en esta nueva entrega amplía su registro, y eso se agradece. Contamos, además, con un Carradine al que el misticismo alrededor de su personaje lo eleva hasta los altares, comiéndose cada escena en la que aparece; y con una aparición de Michael Parks que me pone los pelos de punta que te cagas. Con cada guiño de ojo, me vuelve una de sus chicas❤️ Like si a ti también.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cinéfilo de mierda
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6
18 de abril de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de mis placeres culpables son los thrillers conspiranoicos. Sus personajes forzados a participar en las tramas, sus escenas de acción loquísimas o sus argumentos vagamente transcendentales repletos de clichés son capaces de alejarme de mi vacío existencial y de hacerme sentir perseguido por una agencia secreta y varios gobiernos corruptos. Y de todo el género, al tándem de Collet-Serra+Liam Neeson le tengo especial cariño, pues me parecen sobradamente cumplidores en sus respectivos roles. Así que vaya por delante que lamento que ésta sea su última colaboración.
En “The Commuter”, al bueno de Neeson le pilla toda la movida a bordo de un tren en marcha. La propuesta cumple con las tres unidades griegas, desarrollándose la acción en ese único espacio y durante el tiempo que dura el trayecto. El director parece encontrarse muy cómodo bajo estas condiciones, pero en su último trabajo no termina de explotar todas sus posibilidades: la película en ningún momento llega a sorprender por las situaciones que presenta y se basta con adecuar los ritmos del género al espacio designado. No voy a criticar que los giritos y demás cabriolas argumentales son predecibles por que también son efectistas, pero habría una mayor creatividad a la hora de gestionar la trama habría sido muy de agradecer. Por otro lado, las conclusiones finales me parecen muy poco acertadas y diluidas por un escaso tratamiento del protagonista. Existe cierta reflexión sobre la responsabilidad, la culpabilidad y el sacrificio; sin embargo, a efectos prácticos todo ello se queda en la superficie.
En el apartado técnico, la película se desenvuelve con soltura sin llegar a merecer una ovación. Cuenta con una imagen muy expresiva que en ocasiones puede llegar a resultar cargante y densa: Se encuentra repleta de luces de diferentes tonos y de una textura que parece forzada y agresiva. El sonido sigue el mismo camino, y padece de aquel contraste que me saca de quicio en el que conviven conversaciones inaudibles con momentos híper estridentes. Quiero volcar también mi odio absoluto en los efectos especiales, que rozan con peligro el 2007. No suelo tenerlos en cuenta, pero creo que propuestas como ésta pueden descuidar otros aspectos como el guion o la actuación a favor de la espectacularidad. Y son espectaculares, desde luego, pero también se encuentran mal ejecutados -se les ve a la legua- y están incluidos en momentos en los que tiene poco sentido -luego continuo con esto-. Por no pasarme de cruel, diré que tiene mérito haber recreado un espacio tan reducido y exigente como un tren en movimiento, y que cuenta con ciertos detalles -sobretodo referentes al movimiento de cámara- ciertamente bien llevados.
Es importante mencionar a Collet-Serra, el director. Normalmente este cargo queda en segundo plano en muchas películas del género, ya que suelen ser obras que funcionan “en automático” y que apenas dejan lugar a la sensibilidad artística. A pesar de ello, el director catalán cuenta con ciertos rasgos que le permiten diferenciarse del resto y que le hacen destacar entre la homogeneidad. En “The Commuter” se encuentra desatado, dominando por completo la idea y disfrutando de su particular estilo. Hay ciertos puntos en los que ALGUIEN le podría haber frenado -¿era necesario un plano que atraviese el agujerito de un ticket sellado?-, y por el motivo que sea tiene la fea costumbre de tirar de VFX para casi todo; pero todo ello me empieza a parecer el fruto de un autor reafirmándose como tal. Y, al mismo tiempo, Collet-Serra comienza a beber de auténticas genialidades del cine de acción y nos regala un par de combates excelentemente planteados y coreografiados, muy deudores de pesos pesados como “The Raid”. Lástima de las escasas pero desagradables incursiones en la comedia, con un par de chistecitos desafortunados que buscan rebajar la tensión del trayecto final y únicamente logran dar vergüenza ajena.
Con esta obra, tenemos a un autor buscándose a sí mismo en un género en el que se encuentra cómodo, pero que no le permite explayar del todo su sensibilidad. Ya se aprecian rasgos de estilo muy marcados, por lo que no sería de extrañar que dentro de poco hablemos de un auténtico artista del cine de acción. Hasta entonces, sus obras y más concretamente “The Commuter” nos deja un entretenimiento perfecto para hacer descansar al cerebro entre obra y obra de Haneke.
Cinéfilo de mierda
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7
3 de enero de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película tiene los ingredientes para ser una gran película: su director me gusta bastante -más de lo que merece-, se acoge ligeramente a las tres unidades del teatro griego, promete una historia de suspense con la originalidad inherente a la propuesta y una actuación magnífica de James McAvoy al tener que explorar a un personaje con múltiples identidades. La parte negativa es que no sabe utilizar ninguno de estos ingredientes.

Shyamalan no termina de despuntar la tensión necesaria en ningún momento, ni tan siquiera con el planteamiento con el que cuenta. Pasa de puntillas por secuencias muy potentes que podrían haber resultado muy interesantes y ahonda en los momentos menos necesarios, llegando a resultar incluso pesado y aburrido. La regla de las tres unidades que mencionaba brilla por su ausencia, lo que me parece una oportunidad desaprovechada que se ha perdido, principalmente, por la inclusión del personaje de la psicóloga para explicar detalles del "funcionamiento" de Kevin. La originalidad de la propuesta también hace aguas por todos lados. A efectos prácticos, las personalidades de McAvoy actúan como personajes independientes que persiguen un único objetivo, y las únicas disidentes (Barry y el propio Kevin) o apenas aparecen o no crean ningún tipo de conflicto. Y sobre la interpretación, una de cal y otra de arena: tiene momentos realmente chulos que demuestran un trabajo actoral muy digno, pero llamaría a la calma a todas aquellas personas que piensen que James McAvoy ha realizado un trabajo inimitable, pues las personalidades que interpreta (un hombre recto y disciplinado, una mujer de carácter religioso, un hombre afeminado y un niño) son tan diferentes que no puedo considerar que sea demasiado meritorio.

A grandes rasgos, me apena bastante que se haya desaprovechado de ese modo la propuesta. No me importa que la idea central de la obra, que el sufrimiento te aporta y te refuerza, esté desligada del planteamiento; pero me da coraje que ni siquiera su particularidad -las múltiples identidades- aporte nada a la idea que Shyamalan quiere comunicarnos: si sustituyes a todas las personalidades de Kevin por una sola con la que comparta pasado, la historia sigue funcionando igual y la idea se comunicaría del mismo modo. Pero no todo es James McAvoy, y con el resto del elenco ocurre un poco lo mismo. Anya Tailor-Joy realiza muy muy bien su papel y su personaje está bien llevado, sin embargo sus dos acompañantes apenas aportan nada a la historia ni tienen evolución alguna, pareciendo casi relleno. A nivel de imagen, algunos momentos muy buenos, sobretodo llegando al final, pero que tampoco terminan de aprovechar la propuesta.

En definitiva, agradezco que el director no haya seguido la tentación de fundamentar su obra en un golpe de efecto final que no sea capaz de sostenerse por si mismo, pero lamento que una propuesta tan interesante se haya quedado en tan poco.
Cinéfilo de mierda
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