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Críticas de Chris Jiménez
Críticas 2.236
Críticas ordenadas por utilidad
4
3 de marzo de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras un "thriller" de la talla de "Instinto Básico" salieron en los '90 muchos films similares y que explotaban el filón de aquella, desarrollando truculentas tramas de fuerte carga erótica.

Pero esta película parece que se pierde o que repite esquemas, o que no logra cuajar, quizás por su previsibilidad, quizás por sus actores, aunque tiene nada menos que al genial Chazz Palminteri y a la increíble "femme fatale" Linda Fiorentino, que ya deslumbró lo suyo en "La Última Seducción".

Eso es "Jade", quizá un intento de repetir la de John Dahl, pero que no lo consigue, aunque no se le puede quitar mérito a la trama y al ritmo, correctamente llevado por el veterano Friedkin, con su bien desplegada acción, tensión y giros, que, de haber sido mejor conducidos, sí habrían causado el impacto que inicialmente se esperaba.
Chris Jiménez
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9
2 de marzo de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"A veces tienes tanto miedo que te asusta la muerte".
Demoledora sentencia lanzada por el protagonista en una escueta conversación que sin embargo resulta ser la más importante y trascendente del film, a la vez resumen del concepto del mismo.

¿Puede un asesino, un hombre aparentemente desprovisto de sentimientos, o con una capacidad enorme para esconderlos ante el mundo que le rodea, un hombre implacable dispuesto a no rendirse ante nada, temer a algo o a alguien?, ¿sentir soledad, melancolía, tristeza...o terror? Takeshi Kitano, colmado de ingenio, nos ofrece una perfecta demostración de ello en "Sonatine", su cuarta obra como cineasta tras el delicado y ciertamente extraño drama "A Scene at the Sea" y una de las más memorables de su carrera, siendo también la que empezó a otorgarle reconocimiento internacional a partir de su exitosa presentación en Cannes.
Todo esto cuatro años antes de que conquistara definitivamente el Mundo con "Hana-bi". Con una premisa que giraba en torno a cuatro conceptos básicos (unos yakuzas han de ir a un sitio, llegan a ese sitio, el protagonista se dispara en la cabeza y un tiroteo final), el nipón parece que quisiera combinar sus dos trabajos "Boiling Point" y "A Scene at the Sea" (en temática y estilo) y nos sumerge de lleno en los entresijos de los letales clanes japoneses metiéndose una vez más en la piel de un gángster.

Murakawa, un tipo leal, conciso, feroz cuando la situación lo requiere y no obstante deseoso de abandonar esa vida de peligro, tiene orden de ir a la bella Okinawa (lugar que ejerce una fascinación especial en el cineasta, donde ya rodó anteriormente) junto a sus hombres para mediar en una "amistosa" disputa entre dos familias, los Nakamatsu y los Anan; la misión se perfila a todas luces sencilla, pero sufrirá un revés inesperado. La primera media hora está dominada por la oscuridad, la violencia, la hosquedad, y nos revela a qué se dedican los yakuza, sus negocios y sus protocolos dentro de la familia y qué son realmente; seres humanos dominados por una violencia inevitable, que les insensibiliza y transforma en despiadadas criaturas, una violencia con la que conviven y mueren.
Una violencia la cual dejan pasar a través suyo en tanto que la reconocen, la hacen vivir y le dan un nuevo impulso con los mismos medios que emplean para intentar frenarla. La desasosegante escena del puerto en la que Murakawa profiere indiferente "Vaya, ha muerto...no importa" observando al tipo al que torturaban, ya ahogado, lo ejemplifica a la perfección. Pero esto sólo sirve para que conozcamos a los personajes y situarnos en un escenario que pronto abandonaremos, ya que la introducción es un mero pretexto para mostrar la relación entre seres humanos, la manifestación de los profundos sentimientos frente a la imperante e inevitable violencia.

Y sobre todo y por encima de todo el deseo de una vida mejor, más sencilla, mas digna (antes del tiroteo, Murakawa observa en silencio a unos jóvenes que entran al bar a tomarse unas cervezas; su mirada lo dice todo). Allí, en una casa apartada en la playa, los yakuza luchan al sumo (referencia a "Takeshi's Castle"; algunos episodios del programa se rodaron en Okinawa), juegan con frisbees, con cohetes (que reaparecerán en "Hana-bi"), hacen chistes, bailes tradicionales (genial esa escena de la parodia de la danza clásica con Uechi, Ken y Ryoji), se burlan de la vestimenta de Katagiri, algunos caen en agujeros en la arena preparados por Murakawa, quien llega a enamorarse de una chica (una imponente Aya Kokumai) a la que salva de un repugnante individuo.
En realidad, el cineasta se inspira en un film que había visto hace poco y le fascinó, el "Mediterráneo" de Gabriele Salvatores, proponiendo sólo un leve giro a una trama que por lo demás comparte todos sus elementos: cambiar a los soldados abandonados por yakuzas y un desenlace trágico. Sin embargo, este intenso anhelo de paz y tranquilidad se encuentra todo el tiempo bajo el signo de una amenaza constante, el signo de la muerte. Signo que perseguirá al protagonista en forma de sueño en el que se suicida y que acaba encarnado la figura de un asesino anónimo disfrazado de pescador, quien devolverá a los personajes al infierno de crimen y odio del que procedían.

Para un yakuza la redención y la paz únicamente se pueden lograr en la muerte, ya que son imposibles de alcanzar en vida, todo ello mientras el bueno de Kitano se sirve de su particular estilo (planos frontales, incómodo estatismo, largos silencios atravesados de estallidos de violencia, mínimos diálogos, ácido humor negro, momentos de puro surrealismo). Así, "Sonatine" se destapa como una brillante introspección intimista y psicológica en el género de gángsters, como nunca se había hecho, a la vez que deconstrucción absoluta del mismo. Una historia que fusiona la más bella y sentimental poesía con una truculenta y descarnada violencia.
Donde realmente, lo que se alza por encima de ese mundo infernal de tiros, sangre, honor corrupto y venganza, es la añoranza de un tiempo que fue mejor, la recuperación de la inocencia (esa ruleta rusa orquestada por Murakawa y convertida en un juego de niños al son del "piedra, papel, tijera"), de la despreocupación, de la verdadera amistad, e incluso del amor apasionado. Acompañado de la excelente música de Joe Hisaishi (en su segunda colaboración) y de la fotografía de Katsumi Yanagishima en el equipo técnico, y de los geniales Tetsu Watanabe, Ren Osugi, Kenichi Yajima, Masanobu Katsumura y un Susumu Terajima sorprendente en el equipo artístico, el director daría vida a la primera obra maestra de las muchas que ocuparían su carrera.

Trágica, descorazonadora y sensible, atroz y tierna; el rojo de la sangre, el blanco de la Luna y el azul del mar componen su sinfonía.
Inolvidable la onírica escena del disparo en la cabeza, al igual que las interpretaciones de Kitano y Terajima. Imprescindible, y no sólo para fans del director, que da saltos gigantes en su carrera.
Chris Jiménez
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8
27 de febrero de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que Víctor Érice, Iván Zulueta o Gonzalo Suárez, Agustí Villaronga Riutort es un planeta extraño e indescifrable dentro del universo del cine español.
Apareció con la fuerza de una supernova y ese impacto inicial todavía sigue perdurando, gracias sobre todo a sus primeras y más arriesgadas obras.

Apegado desde pequeño a la pasión por las artes visuales, cursará estudios en Barcelona y ejercerá de profesor antes de experimentar en el formato del cortometraje; se le ve de actor en el "cine quinqui", poco ha pasado de los 30 y ya se embarca en un proyecto más ambicioso, que le costará cinco años y muchos disgustos. La idea de alguien indefenso a merced del Mal se cruza con su interés por la leyenda negra de la figura histórica Gilles de Montmorency-Laval (quien fue ejecutado por los horribles asesinatos y abusos de niños); unas obsesiones acerca del sadismo y la crueldad que plasma sin ninguna concesión ni prejuicio pero que le vale el rechazo de todos los productores.
Hasta que llega Teresa Enrich con una fe ciega en su idea, e invierte capital de su propio bolsillo para financiar lo que a todas luces parece la crónica de una muerte anunciada, pues nada hace pensar que algo así sea capaz generar beneficio comercial; el nativo de Mallorca pasará por rodajes interrumpidos, discusiones con el equipo, pérdida de fondos, el peligroso deterioro del escenario único donde filman (algún que otro fin de semana de forma ilegal) y otras calamidades con tal de llevar a buen puerto una ópera prima cuyo punto de partida se sitúa sobre un momento devastador de la Historia: la hegemonía del nazismo.

Juega un papel decisivo la completa fortaleza del espectador, al que se pone a prueba ya desde el inicio en una situación incómoda y vomitiva, desafiante de la persistencia retiniana: en un lugar derruido y solitario un hombre fotografía a un niño desnudo colgado que en su martirologio ha soportado brutales maltratos y aún le queda la muerte. Todo este prólogo transpira suciedad, angustia y perversidad del más alto orden, y ya nos pone sobre aviso de que este cineasta español es distinto de todos los demás; una ruptura en la sobriedad con que se rueda tan insoportable ritual de tortura se da al temblar la cámara que graba desde el exterior...y que no es sino el punto de vista de un tercero.
El director adopta la mirada cómplice y el placer "voyeur" "hitchcockianos" como en "Psicosis", y nos fuerza a tomar parte (al estar en plano subjetivo) cuando ese observador irrumpe en el escenario y recoge el diario del responsable, quien, en un acto desesperado y cobarde, decide lanzarse desde la azotea del edificio. Podría ser que el crimen, por lo menos, ha obtenido una compensación; es así y no es así, ya que aquel repulsivo personaje reaparece, tras un margen temporal enorme, tetrapléjico e incubado en un pulmón de acero, y cuidado por su esposa Griselda y la criada de su bonita mansión.

Pudiera ser que el tipejo en cuestión, este Gilles moderno llamado Klaus, va a ser el protagonista de un drama íntimo donde reflexione sobre todos sus crímenes cometidos durante la guerra, postrado como el Pedro de "Mar Adentro"...pero lo cierto es que nuestra visión de él está más próxima al bebe-saurio de "Cabeza Borradora", un ser espantoso, de una fuerte presencia y olor que remueve el estómago y que succiona la energía vital de los presentes. No puede ser el protagonista, sino una presencia extraña, un chico que se cuela en la casa como el Terence Stamp de "Teorema" (en este y otros aspectos Pasolini es una gran influencia): dispuesto a cambiar las vidas de todos sus moradores.
Angelo no hace honor a su nombre porque más bien le rodea un aura demoníaca que no se muestra pero se intuye brotar desde esos impasibles pliegues del semblante de David Sust, amigo del cineasta y actor no profesional, lo cual le hace alguien más misterioso e imprevisible. Pero es una presencia que viene a viciar la ya de por sí viciada atmósfera del lugar, asfixiada por el espacio que ocupa el armatoste que sostiene a Klaus y por el agrio carácter de Griselda, criatura pérfida atrapada en las garras de un marido inútil e invadida por la desafección a la que ha estado condenada tanto tiempo.

Esto le permite ejercer sin problemas la violencia contra los que la rodean, en especial su pobre hija Rena; en realidad la clave del horror de "Tras el Cristal" se base en el poder para ejercer la violencia y el dolor sobre otros, y regocijarse en él con el mayor de los placeres. Angelo se descubre pronto, y esto debería haber sido retrasado en el guión para generar mejor el suspense alrededor de su persona; supuestamente enfermero personal de Klaus durante su estancia en el hospital, este joven se esfuerza en crear un vínculo con él sometiéndole a un juego de sumisión sin la más mínima compasión.
Pero la compasión en esta historia es algo que brilla por su ausencia pues Villaronga perfila el entorno más amoral e indigno imaginable, y uno no se equivocaría al afirmar que en esta obra se dan las mayores muestras de crueldad del cine español en toda su Historia (y esto es decir mucho...). El muchacho, conociendo de sobras el turbio pasado de ese despojo humano, practicará una retorcida inversión de roles y, en eso que podríamos llamar su "camino de venganza", adopta el papel que él tenía y le deja en un estado indefenso y frágil (máxime cuando su unión con la vida depende únicamente de un cable) que manejará a su gusto, así que ahora el monstruo asesino de niños no es sino un niño frente a otro monstruo.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

El caso es que ya han pasado tres décadas y ni esa fuerza visual ni su tremenda representación de la violencia siguen dejando indiferente a nadie.
Y nunca lo hará esta rareza fílmica de nuestra patria, este híbrido inclasificable que le sale al director de las tripas y acaba penetrando en nuestro inconsciente para removerlo sin piedad. Ninguno de sus films futuros se pondrá a la misma altura.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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6
15 de febrero de 2017
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el pueblo está manipulado por los altos poderes que se alzan sobre sus vacuas existencias, no hay nada que les saque del hastío de una desoladora crisis social...
Excepto quizás una ficción televisiva lo suficientemente potente como reavivar sus impulsos y feroces instintos. Así que, ¡pasen y vean la televisión del futuro!

¡Pasen y vean!, y sean testigos de la violencia, la difamación, la hipocresía, el odio y la tremenda estupidez humana; es el futuro imaginado hace 30 años que estamos condenados a vivir en nuestro presente, señores, día a día, cada vez que la pequeña pantalla les transporta desde sus hogares a un mundo podrido hasta los cimientos, y atestado de los mismos descerebrados que con su idiotez prepararon su destrucción. Este mundo, aún más aterrador, distópico y violento, fue concebido por el genio Stephen King bajo su célebre pseudónimo Richard Bachman en "The Running Man".
Cinco años tras publicarse llegó una adaptación de la mano de Steven E. de Souza y con Paul M. Glaser (el eterno Dave Starsky) de director, quien ya desempeñó dicho rol para "Corrupción de Miami", después de ser despedido Andrew Davis por los productores; Glaser pudo ser el candidato perfecto gracias a su conocimiento del medio televisivo, sin embargo Arnold Schwarzenegger afirmó que aquello supuso un gran error, pues su visión y estilo desvirtuaron las palabras del autor hasta convertir su texto original en algo diametralmente opuesto. El austriaco no se equivocó, en absoluto.

Una advertencia inicial que evoca en la lejanía a "Blade Runner" y "1.997: Rescate en New York" (títulos influyentes para el que nos ocupa), da al traste con el relato de King. El 2.025 pasa a ser 2.019, y el Ben Richards padre de familia, residente pobre y desempleado de una sociedad quebrada económica y moralmente, con una hija enferma y una esposa forzada a prostituirse, es ahora un piloto de la policía encarcelado por no obedecer las crueles órdenes de sus superiores; el escenario es casi el mismo, pero con el protagonista y su situación alteradas la atmósfera y el discurso de la novela se van a pique sin remedio. Una lástima...
Glaser, quien ante todo centra su atención en el espectáculo, tampoco se queda manco convirtiendo en obsesión enfermiza el gusto de los manipulados ciudadanos por la violencia televisada, una televisión bajo control de un dictatorial gobierno que condena y censura a su parecer a todo el que vaya contra él (cuan profética sería esta situación echando un vistazo al mundo que hoy día nos rodea). Al final Ben termina enrolado en el despiadado programa de moda, "The Running Man", como castigo tras su fallida huida (premisa que a los fans de la serie "B" futurista y ochentera resultará familiar por ser calcada a la de "El Precio del Peligro" y "Roma 2.072: Los Gladiadores", que Yves Boisset y Lucio Fulci dirigieron poco antes).

Y no es extraño que el arrollador discurso contra el poder del medio televisivo y a los disparates que hay que llegar para tener distraído al pueblo llano remita directamente a la satírica fábula de "La Carrera de la Muerte del Año 2.000": hay esencia "cormaniana" flotando en el ambiente. Pues al igual que Plissken, Ben queda preso de un escenario caótico y a merced de los "perseguidores", ni más ni menos que asesinos adorados por el populacho (una tradición de la sociedad norteamericana), modelados por Glaser y Souza de manera esperpéntica, para ganarse la repulsión del espectador (y desear sus muertes sin pensarlo).
Aquí juega un papel importante la estética del film, ochentera total, de pura serie "B", desfasada y ridícula para muchos, deliciosamente entrañable para los fans del género y la época; pero hay que reconocer que pese a su autoconsciente absurdo, "Perseguido" contiene grandes dosis de trepidante acción, una visión nada esperanzadora de los medios (asusta la capacidad de manipulación por medio del montaje por ordenador, hoy día una más que palpable realidad) y muy buenos momentos, destacando aquellos cuajados de violencia e incorreción política (momentos tan repelidos por las sensibleras y débiles generaciones actuales).

La trama posee la gran mayoría de clichés del cine de ciencia-ficción distópico-futurista del momento, miles de veces imitado ya por 1.987; no hay duda de que, de seguir más fielmente el texto de King, se habrían obtenido mejores resultados. Esto incluye el que toda la acción se desarrolle exclusivamente dentro del programa cuando en la novela el protagonista se mueve por diversos lugares, y se suprima (por razones obvias de presupuesto y éxito comercial) ese final tan sorprendente que imaginó el autor de "The Shining".
Arnold, que tiene tiempo para pronunciar una vez más la frase más memorable de su carrera, vuelve como el héroe invencible de "Commando", y coaccionado y maltratado como lo sería en la futura "Desafío Total" (pero su Ben nada tiene que ver con el original). Le siguen la algo inaguantable María Conchita Alonso, sus amigos Sven-Ole Thorsen y Jesse Ventura (haciendo un papel que hay que ver para creer), el irritante Richard Dawson (casi interpretándose a sí mismo pues fue presentador de televisión), dos estrellas del "blaxploitation" algo desmejorados pero siempre cumplidores: Yaphet Kotto y Jim Brown, y dos relacionados con la música: el hijo de Frank Zappa, Dweezil, y el gran Mick Fleetwood, haciendo de sí mismo sin disimular.

A pesar de su relativo éxito, esta desafortunada adaptación (la mala suerte perseguirá a King toda la vida) no se aleja de la que le tocó sufrir a la obra maestra de K. Dick "¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas?", transformada por Ridley Scott en "Blade Runner".
Su feroz sátira contra los medios y el poder dictatorial es impagable, y en cuestión de acción y entretenimiento da lo que promete, quedando como un pequeño manjar para los amantes del cine "B" de los '80 y del austriaco. Pero con Carpenter de director todo habría sido muy distinto...
Chris Jiménez
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7
18 de noviembre de 2020
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno está deseando que llegue el fin de semana para preparar un buen plan, y si es con chica mejor...pero los planes se tuercen y aunque uno crea que va a pasar unos días de placer se ve envuelto en un crimen con joyas y matones de por medio.
¡De todo puede pasar! O como reza el dicho: "Trinidad, una guitarra y un fin de semana en la sierra...".

Es la España de 1.966, una España que entra directamente en la modernidad, en el cambio, pese a que aún desprende fuerza y autoridad el mandato de Francisco Franco. El mercado está abierto y el país entra en el comercio internacional, la llegada de extranjeros en busca de sol abarrota las costas, el ministro Manuel Fraga presenta la nueva Ley de Prensa, los estudiantes y rebeldes provocan revueltas y es aprobada una Ley Orgánica del Estado por el General, con título de Nueva Constitución aunque en nada se le parece, la cual aboga por la seguridad, la paz y el progreso del país.
Pese a que España no vive precisamente una etapa ni de seguridad ni de paz, es la comedia la responsable de llevar mayor nivel de espectadores a las salas, y los directores que practican el género lanzan una mirada mordaz y burlona de la situación socio-política del momento, aunque siempre con toda la precaución posible. Entre éstos se halla Mariano Ozores, que no acumula ni siete años de carrera pero sí varios éxitos de público, y uno de los más importantes fue "Chica para Todo", en la que se demostró el buen resultado que daba el juntar a José Luis López Vázquez y Gracita Morales; pasarían tres años desde aquel film para que éstos volvieran a verse en pantalla, y eso le significaría al director un seguro infalible en taquilla.

Con producción de Estela Films y guión del propio Ozores, "Operación "Secretaria" " arranca de manera memorable en una discoteca del centro de Madrid, con la juventud bailando al son de "Two Minds in Tune", interpretada por Tom Cats, cuya letra presenta un romance totalmente distinto del vivido entre Rodolfo y Octavia, un empresario irritante y vicioso de la que está prendado, su secretaria, a la que, tras tardar demasiado en llegar hasta ella (un augurio de lo mucho que se complicarán las cosas), instiga de manera muy incómoda para que vayan a pasar un fin de semana de placer lejos del ruido de la ciudad y de la posibilidad de ser descubiertos.
El viaje se inicia por carretera y de noche hacia una residencia vacacional cerca de la sierra, un viaje que encontrará en mitad del camino un presagio de amenaza, representado en dos poco fiables tipos a los que se les ha estropeado la moto, por cuyas pintas no es difícil adivinar que se trata de un par de chorizos sin escrúpulos. La llegada al lugar, "La Pequeña Andalucía", hace coincidir a Rodolfo y Octavia con otra atípica pareja que ocupa el cuarto contiguo, la formada por una rica marquesa viuda y su amante; pareciera que el cineasta va a organizar una simple comedia de enredo pero nada más lejos de la realidad.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

Al borde del infarto, López Vázquez repite su papel de torpe e irritante galán junto a una superlativa Morales cargada de gracejo enfrentándose al trío de ladrones, a quienes dan vida Rogelio Madrid, Enrique Ávila y un Manolo Gómez Bur impagable en su rufián "berlangiano" (que sólo quiere pagar las letras de la moto a golpe de ataques de histeria). Les siguen la solemne Mayrata O'Wisiedo y la mujer más bella de México, Fanny Cano, encargada de añadir el punto justo de picaresca (no olvidemos que aún estamos en el '66) a esta audaz fábula nocturna.
Fábula de alocados enredos, criminales de tres al cuarto, bisutería barata y desafortunado título que se halla entre las mejores obras de la primera etapa de Ozores y logró arrasar en las taquillas españolas, confirmando lo infalible del dúo Morales/López Vázquez, filón que aquél seguiría explotando en años venideros, pero quizás no con el mismo acierto.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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