Haz click aquí para copiar la URL
España España · Asturias - Madrid
Críticas de david
<< 1 3 4 5 10 19 >>
Críticas 91
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
3 de julio de 2015
23 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

No se puede negar que la cinta de Chazelle tiene un punto de originalidad, que abordaremos después, pero en conjunto es decepcionante. Por varios motivos, principalmente porque abusa del efectismo y se aleja demasiado de la realidad. No soy un experto en jazz, pero no son pocos los músicos que critican abiertamente la orientación de la película. Al final, el jazz, la música, no es el centro de la película, como yo imaginé, es una simple excusa para especular sobre el éxito y el camino que lleva a él.

El tipo podría ser batería, pero también costurero o barman. ¿Qué más da? “Si quieres ser el mejor costurero of the world a la altura del mítico Bird de las costuras, tienes que trabajar día y noche, nunca darte por vencido, sufrir todo tipo de humillaciones de tu maestro costurero, porque en realidad lo hace para motivarte, porque sabe que llevas dentro el genio. Si no te suicidas antes, marcarás una época en el mundo de las costuras”. Venga, a otro con esa mandanga. Que aburrís.

En realidad es todo muy americano, muy estadounidense. La cultura del esfuerzo (mal entendido), el sacrificio por el arte, cuánto más me sacrifico mejor soy, y bla bla blas infinitos. Decía Borges que dichosos son los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria. Ya basta de falsos mitos sobre el arte. Me aburro. No hace falta sufrir tanto para rozar la gloria. Lo dice alguien que ha sufrido mucho, no sé si…

Pero nos la pone dura que la gente sufra para conseguir sus objetivos. Y si hay humillaciones y sangre, pues mejor. Y si el costurero tiene un accidente de tráfico pero se arrastra hasta la sastrería, porque hay concurso de talentos, pues venga, otra ronda…

Chazelle quiere mostrar su idea de la genialidad artística. Y está llena de lugares comunes y efectos pirotécnicos. No hay nada nuevo en su visión del nacimiento de un genio. Casi todos los biopics sobre grandes talentos musicales tienen su buena ración de dolor extremo. El ser humano sigue agarrándose a la idea de que el sufrimiento no solo es bueno, si no que es imprescindible para crecer en el arte o en cualquier otro ámbito.

¿Realmente nos gustan los cuadros de Van Gogh? ¿O nos fascina que se cortara la oreja y estuviese tarao? ¿Si Cezanne se hubiese cortado un huevo sería más famoso? No te digo yo que no.

Whiplash es una película muy intensa, y esa intensidad es la que la mantiene viva. Chazelle mantiene el pulso alto y lo contagia al espectador. Pero cuando el efecto “jo que miedo da el profe” se pasa caemos en la cuenta de que Chazelle utiliza la intensidad también para que nos olvidemos del truco. Y el truco es bastante vulgar. Un sargento de hierro del jazz que quiere convertir a su pupilo en el marine con los huevos más grandes de la orquesta. Todo porque a Bird casi le cortan el cuello con un plato. ¿Si no le hubiesen lanzado ese plato, Bird no hubiese sido Bird? Venga, flipao.

Ya aceptada que la película es un gran truco, disfrutamos de la última parte, en la que Chazelle vuelve a mostrar que sabe de qué va esto. Conoce los mecanismos para engatusar al espectador finalizando la película en el mismo clímax. Un gran final para una gran mentira divertida. Pero mentira, al fin y al cabo.

Lo Mejor: la intensidad, el final.

Lo Peor. Artificiosa a más no poder. La idea del genio y del aprendizaje artístico que muestra la película es falsa. Y peligrosa.

Por david rubio para alucine.es
david
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
5
11 de febrero de 2015
35 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así que los rusos beben vodka, los funcionarios públicos son corruptos y las altas esferas religiosas están plagadas de cínicos… Y tu hermano se lo hace con tu mujer. La cosa está muy mal, y lo que no está mal, está peor.

(...)

Me jugaría un huevo y parte del otro a que los americanos le van a dar el premio gordo a Zvyagintsev. Pero no me los juego, porque les tengo cierto aprecio y nunca se sabe. Conociendo como conocemos a los estadounidenses y la utilización nacionalista y política que hacen de sus premios, Leviatán ya tiene el Oscar. «Toma Putin, disfrútalo», dirán.

Que le den o no el Oscar, no tiene importancia, lo que si me molesta es que, si me pongo en plan conspiranoide, sospecho que Zvyagintsev ha hecho esta película para triunfar en Occidente. Una película festivalera. No tiene alma, no trasciende ni emociona. Pero hay denuncia, algunas referencias religiosas para intelectuales, y un escenario sublime y amenazador. Una película milimétricamente estudiada para triunfar entre la crítica occidental más politizada.

Las reseñas se deshacen en elogios, incluso de algunos críticos de referencia para mí. Y llega el turno de las dichosas influencias. Ya lo dijimos claramente cuando hablamos de Ida. No quiero otro Bèla Tarr ni otro Tarkovski. Pero es que ni siquiera entiendo la comparación con estos directores.

Tarr es lírico. Murmura gritos. Zvyagintsev es práctico. Grita murmullos. Le oigo, pero no le escucho, porque sus palabras no calan, por repetidas. Con Tarkovski hace tiempo que solo comparte nombre y nacionalidad. Y donde Bergman era incisivo y sutil, Zvyagintsev entra como una grúa en una casa en la costa del mar de Barents.

Pero no hay problema. Nadie pide a Zvyagintsev que sea el nuevo nada. Es cierto que con su magnífico debut muchos nos asombramos, pero el director ruso ha evolucionado marcando distancias con El Regreso. El problema, en mi caso, es que su evolución no me satisface.

Su paleta sigue fría, conmueven sus escenarios, pero su discurso se ha concretizado. Como un Pollock que, en fase de consolidación, se hubiese puesto a pintar bodegones flamencos y cuadros de denuncia social con manual de instrucciones.

Sí, otra película que muestra el derrumbe moral de una sociedad post comunista. Como en la china Un toque de violencia, Zvyagintsev nos lleva de la mano para señalarnos donde está la mugre. “Mira, espectador, ahí, ahí y ahí”. La justicia, el gobierno y la iglesia. Y, para colmo, no respetamos ni a la familia. El Leviatán es el sistema. ¿Y? ¿Algo que no sepamos?

A Leviatán se le ve el plumero, y no me refiero al político (cualquier película de denuncia de una sociedad corrompida es bienvenida). Me refiero al plumero artístico. Todo está diseñado por Zvyagintsev para conseguir un determinado efecto en el espectador. Y si me apuras, en determinado espectador.

El ruso ha sacrificado la poesía. Y en su lugar tenemos un retrato valiente de la sociedad rusa. Pero un retrato romo, sin espíritu y sin exigencia para el espectador. Lo que ves (y lo que no) es lo que hay y lo que ya sabes. Es como cuando te enteras de que un nuevo político ha sido cogido in fraganti con las manos en los fondos públicos. Dime algo que no sepa, Andrei, o al menos que no sepa que sé. Alumbra la verdad, pero la de verdad, la que todavía buscamos, no la que está en los periódicos.

Lo Mejor: los escenarios. Su discurso es valiente.

Lo Peor: festivalera. Poco exigente con el espectador y poco estimulante a nivel narrativo.

Escrito por David Rubio para Alucine.es
david
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
6
7 de diciembre de 2014
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene que ser la hostia ser judío. O musulmán. Creer en Cristo Salvador… o en Pablo Iglesias salvador. Acudir cada domingo a una misa nacional-madridista. En el estadio o el bar. O ser ateo practicante, esa raza porqueyolovalguista, o creer que la tecnología nos hará libres, o la ciencia, o la madre que los parió. Creer en algo, formar parte de algo más grande que uno mismo. Inmenso, eterno. Que dios esté de tu lado, sea quien sea y juegue en el equipo que juegue. Tener la certeza de que molas más que el otro, porque en lo que crees es cierto, porque lo dicen los tuyos, tu dios o tu tuitero estrella. Sí, tiene que ser la hostia creer, tener fe. Coger a un faraón del brazo y soltarle: “No ha muerto ningún hebreo, mi dios la tiene más grande que el tuyo, y lo sabes”.

(...)

Últimamente se hace difícil hasta creer también, en el cine, o en cualquier expresión artística, devorada por la maquinaria comercial, por la búsqueda del rendimiento material. Y es que uno se cansa también de esperar en la esquina a Ridley Scott, cheira en mano. Ya lo dijimos hablando de El Consejero, el bueno de Ridley es un juventicida, puso fin a la juventud de muchos espectadores el día que estrenó Prometheus. Pero ya pasó, perdonamos y olvidamos. Qué otra cosa podemos hacer, no somos judíos.

(...)

He oído por ahí que si esta película la coge Steven Spielberg o Peter Jackson, lo borda. Hay mucho cachondo. Si la coge el primero, yo ni voy, no quiero saber nada del chantajista emocional más grande de la historia del cine. Por muy judío que sea. Curiosamente aquí tenemos a Steven Zaillian, guionista de La lista de Schindler. Zaillian parece el principal responsable de que este guión no se hunda en las aguas embravecidas de la playa del Cofete. No ofrece enjundia suficiente para pasar horas de discusión teológica, pero no trata al espectador como si fuese un niño grande.

La primera mitad de metraje es muy efectiva. Los diálogos son, a menudo, certeros y con importantes carga de profundidad. No solo reflexiona sobre dioses y faraones. Trata sobre esclavitud, revolución, dignidad. Y también sobre penitencia y fe, claro. El hecho de que esta primera parte de la película apueste por la palabra y no por los molestos estruendos digitales es un punto a su favor.

La reflexión sobre el origen y la historia del pueblo hebreo y el judaísmo deja interesantes reflexiones, algunas de ellas también críticas, lo cual es de valorar viniendo de donde viene… «Yo soy Dios», dice el faraón, mientras al otro lado del río se oye: «No, no, yo soy Dios… Y mi mujer también». Si escarbamos un poco en el mensaje y el trasfondo de la película, nos podemos divertir debatiendo.

Pero para la segunda parte de Exodus quedan las plagas… La cinta decae un poco cuando perdemos de vista a Bale y Edgerton, ambos notables en sus respectivos papeles. Llegan los esperados efectos especiales. Parece que muchos espectadores fueron al cine para ver a Moisés abrir las aguas. ¿Dónde están los millones de dólares, Ridley? ¿Te los gastaste en el helicóptero con el que cruzabas Jandía? Se supone que un blockbuster debe ser un espectáculo visual. Pues bien, en mi caso, Exodus me parece estupenda desde un punto de vista formal. Pero algunos espectadores igual querían que las aguas inundasen la sala de cine. No sé, yo no voy al cine a sufrir (solo) un chute sensorial, ni tampoco a jugar a la PlayStation…

Exodus no es la película del milenio. Está lejos de las grandes cintas de Ridley Scott, casi no hace falta ni decirlo… Pero ofrece dos horas y media entretenidas, por momentos sustanciosas a nivel de contenido, guiadas por el oficio del director británico, el digno guión de Zaillian y compañía, y dos actores en estado de gracia. Creo que hoy en día no se puede pedir mucho más a una superproducción hollywoodiense. Es lo que tiene ser un escéptico recalcitrante y victimista, no creo ni en la Meca del cine… Aunque ahora que lo pienso, soy victimista, soy un poco judío, voy a repasar la Torah…

Lo Mejor: Buena parte de los diálogos. No es una película superficial, ofrece algunos elementos de debate muy interesantes. El aspecto formal. Bale y Edgerton. Bale, angustiado, esperando la respuesta divina tras un risco: «¿I’m lost».

Lo Peor: Secundarios-florero. Algunas fallas en el ritmo narrativo en la segunda fase de la película. El niño Dios no me convence.. Pasarte la eternidad recordando que fuiste un pueblo perseguido y que tu dios mola más, es más viejo y más agresivo que el de los otros. «¿Qué pasará cuando dejemos de huir?» Pues lo que pasa ahora. Pero lo peor de todo, con diferencia, es querer (creer) y no poder.

[crítica de david rubio publicada en alucine.es]
david
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
4
21 de noviembre de 2014
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

El caso es que cuando empezamos a ver Paris-Manhattan, con su bonita introducción, nos viene a la memoria Sigue Soñando. Una chica, obsesionada con Woody Allen, acude a su inmensa sabiduría práctica y neoyorquina, curtida en mil batallas. Alice pregunta y Woody responde. A todos nos gustaría un consultorio directo con nuestro artista preferido. Y qué mejor que Allen para responder a nuestra complicadas tribulaciones de urbanita inestable.

Por tanto, el planteamiento de Paris-Manhattan es sencillo pero sugerente. No se complica pero ofrece cierta originalidad. Muchos somos los aficionados al cine de Woody Allen, y la debutante Sophie Lellouche, apuesta casi sobre seguro. Pero este es solo el planteamiento. A partir de ahí la película debería ofrecer algo más, aunque se trata de un producto lúdico sin grandes ambiciones. Y no, no ofrece mucho más que unos esperanzadores 10 primeros minutos (en los que, por otro lado, Alice Taglioni resulta ridícula caracterizada como adolescente). Dejamos Manhattan y pronto aterrizamos en la aburrida y aburguesada comedia francesa.

Vale. Es una comedia romántica sin pretensiones. Pero es una comedia, es una película. Si solo pretendes hacerme pasar un rato divertido, quiero divertirme. Y durante la mayor parte de París-Manhattan no me río, ni siquiera sonrío. Pero como no soy el centro del universo, estoy atento a la persona que ve conmigo la película. Ella se ríe algo más. Bueno, a lo mejor es más divertida de lo que yo creo…

París-Manhattan diseña puentes transatlánticos entre la capital francesa y los dominios de Woody Allen. Por momentos, se nos vuelve Misterioso Asesinato en Manhattan, hay un poco de Toma el dinero y corre, y mucho de Manhattan. En el primer caso, es evidente con la secuencia de la investigación en casa de la hermana de la protagonista. Pero a mí me hace poca gracia el asunto. Lo veo metido con calzador, al igual que la presencia del instalador de alarmas en la vida de esta familia, familia que no puede ser más francesa. A veces me pregunto si en Francia solo vive gente de este tipo, tan elegantes todos, tan pelazo, tan porque yo lo valgo… Gente que ¿trabaja? en una farmacia, pero como si no…

A lo que voy es que París-Manhattan tiene sus momentos (pocos) pero esencialmente es el flojo empaste de unas cuantas situaciones poco ingeniosos y no muy graciosas. El deseo de la directora (o de la producción) de ofrecer una película sencilla y fácilmente disfrutable ha dejado el metraje en poco más de 70 minutos. El noviete maravilloso de Alice va y viene sin mucho sentido y el problema alcohólico de su madre es irrelevante, tal y como se plantea. (Nos enteramos de que está borracha y a la escena siguiente solo hay zumos en su casa y todo vuelve a ser maravilloso… Y ¿para qué todo esto? O me lo cuentas bien, o no me lo cuentes).

París-Manhattan nos tiene reservada una sorpresa final que, la verdad, vale la pena. Pero a mi modo de ver, la buena introducción y el sugestivo final no justifica 60 minutos poco más que intrascendentes. Una cosa es plantear una película sencilla y otra hacerla simple.

Lo Mejor: El planteamiento. Nos recuerda la gran trascendencia que ha tenido Woody Allen en el cine de las últimas cuatro décadas.

Lo Peor: El nudo de la película está muy deshilvanado. Es tan corta que hay varios asuntos que no están bien tratados. A mí no me hizo mucha gracia. ¿Elegancia francesa o altivez parisien?

[crítica de david rubio para alucine.es]
david
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
3
18 de noviembre de 2014
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
(...)

Después de ver El chico del millón de dólares vuelven a salirme sarpullidos. El empalago es tal que aun me duran las arcadas. Podría decirse que soy masoquista. Pero ese no es el tema. Juró ante Walt Disney que yo me senté a ver está película con mis mejores intenciones. Trata sobre beisbol, un deporte interesante. Y sale Jon Hamm, un actor al que muchos seguimos desde su participación en Mad Men. Además, siempre me han interesado los agentes deportivos. Jerry Maguire me sigue pareciendo una película muy agradable. (Ya, ya, Jerry Maguire sí, y Disney, una mierda… No sé, cosas).

Total, que yo me puse a ver El chico del millón dólares con ganas y entusiasmo. Ok, es Disney. Puro Disney, sin disfrazar, pero el emporio del entretenimiento creado por uno de los más famosos antisemitas del siglo XX también ha dado algunas cosas buenas. También sé que la cinta no va a ofrecer grandes alardes de originalidad, que todo va a acabar bien, y que el mundo, según Disney, trata bien a quién se lo merece. Quien lucha, lo consigue, bla bla bla. Estamos en Estados Unidos, pardiez, the land of opportunity.

Así que Jon Hamm coge los bártulos y se va la India a pescar grandes promesas para el beisbol. Algunos chascarrillos bastante flojos de choque cultural, Alan Arkin y un indio bastante gracioso. Bueno, oye, es Disney… El caso es que luego retornan a Estados Unidos. Miro el reloj y queda una hora y media de película. Buff, la que nos espera. 90 minutos de calidad descendente, pero muy descendente, hasta el punto de besar las mismísimas fauces de Walt Disney, allá en el infierno. Un horror.

Para rematar, Jon Hamm sigue siendo Draper. No fuma y bebe menos (delante de las cámaras, porque sigue con los ojos vidriosos), pero sigue siendo Draper. Menudo mérito, Jon. Que sí, que pagarían bien, y además te fuiste a la India con todos los gastos pagados, pero esperamos algo más de ti que esta bazofia y ponerle voz a un personaje de El Congreso.

Por suerte, Alan Arkin pone su sello en la película y comprobamos con satisfacción que Bill Paxton ha llegado al otoño de su carrera en su mejor momento. Y el indio gracioso, que lo es.

Por lo demás, este based on true story es otra exhibición de lo peor de Disney que es, también, lo peor de la sociedad estadounidense. Unos indios muertos de hambre cumplen su sueño de vivir en Estados Unidos y jugar a un deporte del que no habían oído hablar en su vida. ¿A estas alturas, alguien se puede tragar esta mierda? Pero vamos a ver, por el amor de Dios, que lo único que interesaba era el jugoso mercado indio, los derechos de televisión en un país de más de mil millones de personas. Que si en Asturias viviese tanta gente, los Yankees tendrían un pitcher de Cabañaquinta. Bah, no me joder, ¿eh?

Lo Mejor: Alan Arkin, Bill Paxton y Pitobash (el indio gracioso)

Lo Peor: Disney

[escrito por david rubio para alucine.es]
david
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
<< 1 3 4 5 10 19 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow