Estoy completamente de acuerdo con lo que se dice en algunas de las críticas anteriores: Esta película es una completa desconocida y de esta forma infravalorada dentro de la filmografía de los años 90 en general, y de Clint Eastwood en particular, y en mi opinión, también se sitúa dentro de las 5 mejores. La culpa pudo ser del cartel promocional, desde luego muy mejorable. Desde el principio de la cinta (atención a los primeros fotogramas) la historia empieza a atraparte lentamente y cada vez con más intensidad hasta llegar al impactante desenlace, que no te deja en absoluto indiferente. Muy buen guión, un ritmo en la narración que resulta dinámico sin ser vertiginoso, con algunos momentos en los que sube la tensión hasta dejarte sin pestañear, y muy buenas interpretaciones, destacando sin lugar a dudas Kevin Costner en la piel de un complejo personaje. Es verdad que hay otros que no añaden nada y eran del todo prescindibles, pero a pesar de este detalle, creo que se trata de una película redonda. El mundo no es perfecto, pero esta película está muy cerca de serlo.

Se trata de la clase de película que en las críticas se clasifica como "menor", posiblemente por la sencillez o falta de originalidad de su argumento, pero que efectivamente te va atrapando poco a poco, las cosas empiezan a suceder un poco por que sí, pero la espiral de las consecuencias resulta imprevisible. El final abierto te deja el corazón encogido. De alguna forma, sospechas que, sea lo que sea lo que al final haya sucedido, las cosas nunca volverán a ser como antes. Magníficas localizaciones y magnífica también la interpretación de la siempre elegante Natalia Millán.Debo decir que aunque la ví el verano pasado, todavía la recuerdo con detalle.

Una enfermera que lleva una sandía, gemidos de placer, un hospital, lametazos, bocados de sandía, escasez de agua, un oriental que se baña en la azotea y sueña que es un pez enamorado, una garrafa agujereada, más gemidos de placer, una llave atrapada en el asfalto, una chica que almacena botellas de agua en la bañera, el oriental que ahora duerme en el parque, silencios, miradas, una sartén que se incendia, un apetitoso plato de gambas con setas chinas, un río en el que flotan cientos de sandías, masturbaciones, un bailarín disfrazado de pene, un parto simulado en las escaleras, una mujer inmóvil dentro de un ascensor, el sonido de unas sandalias de madera, gemidos de placer, (des)encuentros, unas pestañas postizas que se pierden, un cigarro que se fuma debajo de la mesa, unas cintas de vídeo, una ventana desde la que se observa el rodaje de una película, una lágrima, unas azafatas de cartón. Una película imprescindible.

Presentada en la Sección Oficial de la SEMINCI en su 50 aniversario, Banquete de boda quedó postergada al no pertenecer a la categoría de obras maestras que resultaron ser Caché y Manderlay, ni presentar los suficientes méritos para que la cuestionada decisión del Jurado internacional la considerase merecedora de algún galardón. Esto no fue un impedimento, en todo caso, para que el público y la crítica resultaran muy gratamente sorprendidos por esta coproducción de Bélgica y Alemania, en la que además del guión que le sirve de soporte, es imprescindible destacar igualmente las magníficas interpretaciones de los actores que lo sostienen.
El banquete de boda de una joven pareja, que estaba previsto celebrar en una hospedería-restaurante situada en medio del campo, es el punto de partida de una trepidante historia que comienza con una discusión intrascendente, pero que por culpa de la obstinación de los cabecillas de cada uno de los dos bandos que están dentro del conflicto, acaba por alcanzar dimensiones exorbitadas. Ambos creen tener razón en sus pretensiones, y no dudan en poner todos los medios a su alcance o fuera de él para impedir que el otro no se salga con la suya. Este argumento nos permite contemplar una enriquecedora galería de personajes en la que están representados muchos arquetipos de las grandes familias y también de la sociedad actual, que van sacando unos lo mejor y otros lo peor de sí mismos, espoleados todos por la adversidad de las circunstancias. Pero no solo los miembros de la familia y el dueño del restaurante se verán afectados. Dentro del local hay sitio también para otras historias menores que no carecen de interés y que dan un respiro al espectador cuando más lo necesita. De esta forma, la tensión que desde el principio va en aumento con un ritmo que le confiere toda la potencia necesaria, se ve a menudo interrumpida por momentos de gran ironía, y otros de sentida emoción, todo ello rematado por un final liberador pero no moralizante que a mi juicio consigue culminar una película que aunque algunos hayan tildado de surrealista, desgraciadamente está muy lejos de tratar temas de ciencia ficción.

La película tiene un comienzo impactante que promete mucho más de lo que ofrece al final, lo que hace que poco a poco el interés vaya decayendo en relación con las impresiones iniciales, resultando cierta sensación de decepción, basada fundamentalmente en que dejando al margen el hecho que da origen a la cinta, el resto del argumento carece de originalidad.
A pesar de ello, también pueden destacarse aspectos positivos, se trata de un thriller que responde eficazmente, en su mayor parte, a las características del género ya que en lo que respecta al menos a la relación entre los dos hermanos, consigue mantener la atención hasta llegar a ver el final que durante toda la película se va intuyendo.
Del trabajo de los actores creo que merece la pena destacar el de Jan Cornet por encima del de Pablo Rivero, que creo que abusa de las miradas fijas un tanto artificiosas presuntamente cargadas de oscuras intenciones. Sin embargo, la sensación de tortura interna y desorientación de Cornet se percibe con mucha sinceridad.
El resto de personajes (los interpretados por Icías Bollaín, Luis Tosar, y María Vázquez, sobre todo) no acaban de encajar a mi juicio en el argumento, dando al sensación de que su misión únicamente es hacer una película más coral. Además de esto, sus retratos psicológicos resultan bastante indefinidos.
En resumen, un buen título, un buen comienzo, una canción de Amaral que pone fin a la película, y a ratos buena dosis de suspense, todo ello ensombrecido por la sensación final de los numerosos cabos que quedan sueltos.