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Críticas de Melón tajá en mano
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Críticas 113
Críticas ordenadas por utilidad
3
26 de enero de 2012
30 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gerardo Herrero tiene dos facetas bien distintas en la industria del cine español: una como productor y otra como director. Ambas con luces y (sobre todo) sombras. En sus labores de productor puede presumir al menos de haber dado licencia para gastar a directores de la talla de Cesc Gay, Adolfo Aristarain y Juan José Campanella. Más floja si cabe es su carrera como director, también con mucha más cantidad que calidad.

Herrero añade 'SILENCIO EN LA NIEVE' a su filmografía con la excusa de un buen punto de partida: la búsqueda de un asesino en serie dentro de las filas de la División Azul en el marco de la II Guerra Mundial.

Juan Diego Botto interpreta con su habitual solvencia al soldado e inspector de policía encargado del caso. Para seguir las pistas del asesino cuenta con la ayuda de un sargento cuya credibilidad radica en la de Carmelo Gómez. Si para algo sirve la película es para comprobar que el tándem formado por Botto y Gómez funciona más que correctamente.

Hasta aquí todo lo bueno que se puede decir de la película. Porque la idea es muy buena pero está muy mal ejecutada. Ni la gran producción bélica, ni los gélidos paisajes ni la calidad de algún que otro secundario dan más puntos a una película bastante desastrosa en lo que al guión, dirección y montaje se refiere. Apenas hay tres escenas bien tejidas. La trama está difuminada y mal definida con agujeros narrativos a tropel.

Herrero deja demasiado a la intuición de un espectador que debe sobrentender cosas que ni se ven ni se explican. La tensión necesaria de todo thriller se desdibuja tan rápido como el interés por conocer la resolución de la historia. Las últimas secuencias se atropellan sin lógica y el final está rematadamente mal atado.

'Silencio en la nieve' no es otra película española sobre la guerra, pero tampoco ayuda a desmitificar ese estúpido argumento instalado en la conciencia colectiva de los destructores sistemáticos del cine español. Sí que es otra bala desaprovechada, otro disparo al aire que pasa a formar parte de la extensa colección de cine aburrido y prescindible.
Melón tajá en mano
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2
15 de marzo de 2012
28 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Emilio Martínez Lázaro todavía no se ha recuperado de aquel pelotazo llamado ‘El otro lado de la cama’. Solo eso puede explicar el camino errático que ha tomado su filmografía desde entonces. Cinco años ha tardado el director madrileño en sacar material nuevo desde ‘Las trece rosas’. El regreso ha sido terrible: ‘La montaña rusa’ saca lo peor del cine español más tópico, descerebrado y casposo. Si diez minutos de toneladas de carnaza y mal gusto son suficientes para decir basta, imagínate casi dos horas.

Lo vertiginoso de esta montaña rusa no son las subidas sino las continuas bajadas. Esta aburrida comedia cae en picado de principio a fin. Cada escena sexual está forzada hasta el extremo. El humor es parvulario y aunque los actores ponen todo su esfuerzo y talento, no logran salvar uno de los textos más flojos de los últimos tiempos.

La puesta en escena es repetitiva y tontorrona. La voz en off no funciona como recurso narrativo y de reconocerle algún mérito, este sería el haberse sabido aprovechar de la química existente entre Verónica Sánchez y Ernesto Alterio en las escenas más tórridas. También las ensoñaciones de sus personajes y el monólogo de Alberto San Juan sobre la fidelidad funcionan correctamente. Por cierto: Alterio es capaz de mostrar lo mejor y lo peor de si mismo en una misma película.

Un aire cutre sobrevuela esta montaña rusa que descarrila y cuyo derroche sexual provoca más mareos que sensualidad, erotismo o apetito. Martínez Lázaro toma muy malas decisiones como director, seguramente consecuencia de un mal trabajo previo en el guion. Cine petardo, en definitiva, que aumenta la lista de películas hechas con más tetas que cabeza.
Melón tajá en mano
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8
18 de septiembre de 2012
51 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
La pauta agónica de 'KILLING THEM SOFTLY' ('MÁTALOS SUAVEMENTE') viene marcada desde los créditos de inicio y se acentúa de forma progresiva mediante recursos sonoros que hacen referencia al entorno negro y ensordecedor del paripé político-económico de los EE.UU.

El inicio de la nueva película del director y guionista neozelandés Andrew Dominik (responsable de las muy dignas 'Chopper'y 'The Assassination of Jesse James By The Coward Robert Ford') es demoledor gracias a unos buenos personajes y diálogos sabiamente envueltos en una atmósfera tan fría como magnética.

El equipo de producción cuida cada aspecto hasta el más mínimo detalle: desde la jerga de algunos personajes hasta todas y cada una de las localizaciones. Quizá esto último sea el mayor acierto de una película tan elegantemente sucia, embriagadora y perfecta que, si bien para unos significará un delirio de lo más satisfactorio, para otros solo será una molestia transitoria e incluso una excentricidad poética de efectos visuales innecesarios.

Pero por encima de cualquier afirmación sobrevuela (una vez más) Brad Pitt, un actor que sigue creciendo a un ritmo desorbitado y que gana enteros cada vez que se rodea de otros pesos pesados. Y cuidado porque en esta ocasión le acompaña la armada invencible: Richard Jenkins, Ray Liotta y James Gandolfini son palabras mayores.

Cada duelo dialéctico que Pitt mantiene con Jenkins es más redondo que el anterior, pero hay dos diálogos con el señor Gandolfini que permanecerán grabados en nuestra memoria. Si no quedaran tan lejos en el tiempo, los Oscar serían pan comido para ambos.

El tempo de acción es lento, pausado, calmado. El justo y necesario. Certero en definitiva. 'Killing them softly' propina una patada brutal e incontestable al comportamiento hipócrita de la sociedad norteamericana en general y de la mafia en particular.
Melón tajá en mano
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6
11 de mayo de 2012
25 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que empieza con una paja y un banderín del Barça no puede ir mal. Ese fue el pensamiento de muchos en el inicio de 'STARBUCK' (que nada tiene que ver con la cafetería especializada en guiris), película con que debuta su guionista y director Ken Scott.

El planteamiento es perfecto y su conflicto, sin ser demasiado original, sí es de lo más divertido en su primer desarrollo. Con un humor macarra que acentúa la buena mala leche, 'Starbuck' clava cada punch que lanza al aire. Pero cómo: ¿una comedia en francés que además funciona? Sí, sobre todo porque es canadiense y mezcla lo mejor del humor francés y norteamericano hasta conseguir un producto entretenido y simpático.

El lenguaje cómico está perfectamente dominado desde la primera secuencia resumen hasta el último gag por repetición, al menos durante una primera hora donde todo va como la seda. Después se deja envolver incomprensiblemente por un sentimentalismo pomposo difícil de asimilar.

La cinta pega un bajón estrepitoso al abandonar la comedia y abrazarse al drama de forma descarada, pegándose en todos los morros y desvaneciéndose casi totalmente. Una lástima porque la película llevaba camino de ser algo grande. Menos mal que los minutos finales logran resucitarla un poco y salvarla del abismo.

Lo mejor de 'Starbuck' es que el director se enfrenta a un montón de mitos y no salta ni esquiva las escenas más comprometidas de resolver. Lo peor es cierto tufillo ultracatólico y pro-vida en el mensaje que nos tiene todo el rato con la mosca detrás de la oreja. Las buenas comedias son aquellas que mantienen el pulso al drama, pero en esta ocasión la risa dio su brazo a torcer.
Melón tajá en mano
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6
11 de noviembre de 2011
22 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los detractores de Fernando Tejero ya pueden ponerse en la cola del paro. De uno en uno y sin hacer ruido. Adiós a la poca credibilidad de quienes sostienen que un actor que triunfa en la pequeña pantalla con un papel cómico no puede dar la talla en la grande con uno dramático.

Que existe la evolución del actor es algo obvio. Fernando Tejero es un buen ejemplo. Apenas ha necesitado una baldosa (concretamente '5 METROS CUADRADOS') para dar forma a Álex, un personaje con suficiente recorrido y un conflicto tan verosímil como apetecible: la esperanza de tener un piso normalito en propiedad con su pareja a las afueras de la ciudad. El actor está soberbio en los matices y, a ratos, incluso admirable.

Lástima que Max Lemcke (director también de 'Casual day' y de algún que otro capítulo de la serie 'Gran reserva') no sepa desprenderse de ciertos tics televisivos que hacen que la cinta avance con ritmo torpe y cansino, especialmente en el segundo acto, laberinto donde precisamente acostumbran a perderse (y perdernos) la mayoría de ficciones televisivas.

Sin ser un gran guión, los Remón (Pablo y Daniel, Daniel y Pablo) aciertan a tensar la cuerda dramática de su protagonista entre la amargura y la sinrazón en una película construida como un edificio de tres pisos. Los cimientos del planteamiento (primer piso) son correctos y la credibilidad impera en la mayoría de escenas de la trama principal.

Todo lo contrario sucede con la trama que aborda la especulación sin escrúpulos. Lemcke descuida por completo el fondo político de la cinta y los diálogos suenan increíblemente falsos en boca de dos pesos pesados como Gutiérrez Caba y Morón haciendo de políticos con menos tirón en la ficción que en la vida real. Es por esto que la estructura del segundo piso se tambalea y la historia parece venirse abajo.

Sin embargo el edificio logra mantenerse en pie gracias al tercer piso, un desenlace que funciona como una perfecta obra de ingeniería. Tejero se echa toda la coherencia a la espalda y sube al tejado para hacer la revolución por su cuenta en veinte minutos que nos llevan al órdago cuando, una vez abajo, comprendemos que con la especulación no hay final feliz posible.

En tiempos de la burbuja no todo tiene que ser ladrillo: '5 metros cuadrados' puede ser un auténtico boom si la gente se lanza a comprar pensando más en la calidad que en el precio. Aunque todo esté por las nubes, incluido el cine.
Melón tajá en mano
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